8 claves de la reelección de Dilma

8 claves de la reelección de Dilma

Dilma le debe gran parte de su éxito al marqueteiro João Santana, que ha ejecutado con excelentes resultados la misión de vender los logros de la mandataria y dañar la reputación de sus adversarios. Al sonriente Aécio, por ejemplo, lo han presentado como un fiestero que se niega a soplar en los controles de alcoholemia y que trata a las mujeres con agresividad.

La más imprevisible de las campañas ha terminado con el más previsible de los resultados. Durante semanas pareció que Marina Silva, en la primera vuelta, o Aécio Neves, en la segunda, tenían serias posibilidades de evitar un cuarto mandato consecutivo del Partido de los Trabajadores (PT). Pero a la hora de la verdad, la mayoría de los brasileños ha votado por la continuidad de Dilma Rousseff. Es decir, que todo ha cambiado para que todo siga igual.

Estas son las ocho claves de unas elecciones inolvidables:

1) Carrera de caballos. En los últimos meses hemos asistido a una agitada competición en la que Dilma Rousseff no siempre ha sido favorita. Entre finales de agosto y principios de septiembre, después de que Marina Silva ocupara la vacante del fallecido Eduardo Campos, la exministra llegó a tener más de un 70% de probabilidades de convertirse en la primera presidenta negra de Brasil. Igualmente, a mediados de octubre, las esperanzas del ex gobernador Aécio Neves de conquistar el Palacio de Planalto superaron el 80%. Al menos así lo calculó, basándose en numerosos sondeos, el estadístico Neale Ahmed El-Dash. Y sin embargo, ni Marina accedió a la segunda vuelta ni Aécio logró impedir la reelección de Dilma.

2) Para gustos, las encuestas. En vísperas de la votación, un sondeo llegó a darle nada menos que nueve puntos de ventaja a Aécio. Otro apuntaba a un triunfo de Dilma por siete puntos. Al final, ambas previsiones fallaron estrepitosamente y sólo hubo tres puntos de diferencia entre la presidenta (51,6%) y su rival (48,3%). Para ser justos, hay que decir que algún instituto de opinión, como Datafolha, sí se acercó con bastante exactitud a los porcentajes definitivos.

3) Poco que celebrar. La victoria de Dilma supone el resultado más igualado desde que Brasil volvió a ser una democracia en los años 80. Y no sólo eso: también es el peor desempeño de un candidato del PT desde 1998, cuando su padrino Lula da Silva cayó derrotado en primera vuelta contra Fernando Henrique Cardoso.

4) Cambio, sólo con la boca pequeña. La presidenta, pese a todo, puede sentirse aliviada. Porque tres de cada cuatro brasileños querían un cambio de rumbo en la forma de gobernar el país, pero esos deseos no se han traducido masivamente en votos a la oposición. Es cierto que Aécio ha obtenido el apoyo de nada menos que 51 millones de electores, pero han sido insuficientes para superar los 54 millones de Dilma. Lo curioso es que ambos se presentaban con eslóganes similares: ella, "Muda Mais" (Cambia más); él, "Muda Brasil" (Cambia Brasil).

5) El triunfo del marketing político. Al igual que James Carville, Karl Rove y David Plouffe fueron los cerebros detrás de las victorias de los tres últimos presidentes de EEUU, Dilma le debe gran parte de su éxito al marqueteiro João Santana. Al frente de un equipo de creativos y especialistas en comunicación, este periodista y músico de Bahía ha ejecutado con excelentes resultados la misión de vender los logros de la mandataria y dañar la reputación de sus adversarios. Al sonriente Aécio, por ejemplo, lo han presentado como un fiestero que se niega a soplar en los controles de alcoholemia y que trata a las mujeres con agresividad. Verdad o mentira, lo único seguro es que esa imagen no le ha ayudado a pescar votos entre el electorado femenino.

6) Un país partido en dos. El problema es que ese juego sucio, al que también ha entrado la oposición, ha dado como resultado la campaña más negativa desde 1989. A partir del 1 de enero de 2015, o desde esta misma semana, Dilma tendrá que hacer frente a un país fragmentado no sólo entre rojos y azules, sino entre casi una treintena de formaciones políticas con representación en el Congreso, cada una con sus propios intereses y con nombres que ayudan poco a entender su ideología. Sin ir más lejos, un partido que se hace llamar "progresista" tiene como cabeza visible a un diputado de extrema derecha, homófobo y racista que añora los tiempos de la dictadura militar.

7) Dilma, hacia la independencia. En esa tarea de reunificar políticamente el país, los analistas brasileños creen que la vencedora tenderá a alejarse cada vez más de la sombra de Lula. Fue él quien la nombró candidata y la llevó hasta el triunfo en 2010, como explico en mi libro La construcción de una presidenta, pero en esta segunda campaña su influencia ha sido menor.

8) Rumbo a 2018. Queda por resolver la incógnita de si Lula se arriesgará a volver en las próximas elecciones, a punto de cumplir los 73 años y después de haber abandonado el poder con la popularidad por las nubes. Si se lanza nuevamente a la batalla, es probable que deba enfrentarse a Aécio, fortalecido y bien colocado pese a la derrota, o a su ex ministra Marina, representante de una tercera vía que no termina de cautivar a los brasileños.

La próxima campaña sólo acaba de empezar.

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