Pablo Ojeda: "No hace falta que un paciente me diga cómo se siente porque yo he pesado 140 kilos"
Entrevista con el dietista de 'Más vale tarde', de laSexta, sobre nutrición y sobre su trayectoria profesional.
Cómo elegir un melón, dónde debe ir cada alimento en la nevera, qué fruta no comprar o qué leche es mejor tomar. Estas son algunas de las píldoras nutricionales difundidas desde Más vale tarde (laSexta) por el dietista Pablo Ojeda, (Sevilla, 1982), quien con sus aportaciones se está convirtiendo en uno de los rostros más conocidos de la salud en televisión.
Ojeda, que decidió enfocarse en la nutrición y hacer de ella su profesión a los 28 años tras pasar por una depresión, no tiene dudas de por qué conecta tanto con la audiencia como con sus pacientes: él mismo llegó a los 140 kilos y tuvo que iniciar un camino desde varios frentes: no sólo un cambio en su relación con la comida, sino también psicológico y de hábitos.
No cree en la palabra dieta y, además de defender que “es mucho más importante la salud mental que lo que se come”, aboga porque quien mejor se alimenta “no es quien come todo sano, sino quien mejor decide en cada momento”.
En este momento, en el que muchas personas se plantean los buenos propósitos, ¿qué consejos darías a alguien que ahora quiera mejorar su alimentación?
Que en lo último que piense sea en perder peso. En el momento en el que tu objetivo es solamente la pérdida de peso estamos planteando mal el enfoque. Siempre he pensado que la comida debe ser como ese actor secundario que no tiene todo el protagonismo, pero que sin él la película fallaría. Cuando enfocamos todo el esfuerzo en la comida, en algún momento nos vamos a caer: siempre hay un evento, una boda... y como la comida es tan importante, al final esa sensación de fracaso porque no has podido mantenerlo va a venir. Y cuando viene esa sensación de fracaso o de culpa, amigo, es cuando vienen todos los problemas.
¿Por qué no te gusta la palabra dieta?
Porque la palabra dieta está muy prostituida. Viene del griego δίαιτα, que significa "régimen de vida". Eso es lo que tenemos que hacer, una alimentación que nos acompañe en nuestra vida. Mucha gente me dice, por ejemplo: "Oye, Pablo, esta semana no he podido seguir la dieta porque he tenido mucho trabajo". Y yo les respondo: "[tono irónico] Ea, pues ya está, deja tu trabajo, ¿no?". Como eso no se puede hacer, tienes que buscar un tipo de alimentación que se adapte a tu vida. Y actualmente lo que se hace no son dietas, son regímenes.
¿Cómo llegaste al mundo de la nutrición?
Yo tuve una depresión grande cuando tenía 28 años. Yo venía del mundo de la empresa y en esa depresión tuve que plantearme un cambio absoluto de vida, porque si no era o mi vida o yo. Fui deportista de alto rendimiento cuando era jovencito y siempre había tenido mucha vinculación con la alimentación y con el deporte y probé. El tema de la nutrición me apasionó y seguí, seguí y seguí hasta el día de hoy, pero enfocándolo también no solo desde la parte nutricional, sino que también empecé a mejorar mucho con mi psicóloga, empecé a meditar, a hacer ejercicio todos los días... Lo enfoqué desde un plano más holístico, porque me había dado cuenta de que desde que tenía 17 años había tenido problemas con la comida. Llegó un momento en el que dije: "Oye, Pablo, tu problema no es la comida, tu problema es tu relación con la comida". Mi problema no era el síntoma, eran las causas que me llevaban a comer. Entonces, el abordaje que entendía que debía hacer no era sólo de la comida, porque seguía dándole mucho poder a aquello que me hacía daño. Tenía que trabajar otros planos.
Te iba a preguntar si alimentación y salud mental tienen que ir de la mano; escuchándote entiendo que me vas a decir un rotundo sí.
Rotundo no: creo que es mucho más importante la salud mental que lo que se come. Por una sencilla razón, porque muchas veces creemos que cuando comemos simplemente tenemos una respuesta fisiológica y esto no es así. Hay respuestas psicológicas que afectan directamente en la fisiología. Cuando tenemos niveles altos de cortisol, cuando tenemos estrés, ansiedad, miedo... hay una parte del cerebro, que se llama el cerebro reptiliano o primitivo, que es el que se encarga de los instintos primarios, por el que cuando nacemos el bebé sabe que tiene que ir a la teta de mamá. En cuanto tenemos este cerebro reptiliano activo porque tenemos esos niveles de cortisol altos, entra en modo supervivencia y lo primero que hace la persona para sobrevivir es almacenar energía. Por lo tanto, la bajada de peso se hace dificilísima. Siempre me gusta decir que la propia obsesión por bajar de peso es la que te impide hacerlo.
¿Y si comemos estupendamente pero luego no nos movemos nada, no hacemos deporte...?
Los últimos estudios que se han hecho, y esto es curioso, dicen que una persona que come bien y no se mueve tiene mucha menos esperanza de vida que una persona que tiene algo de sobrepeso y hace algo de ejercicio. El famoso cardiólogo Fuster tiene una frase para cuando le preguntan: “¿Cuál es la experiencia más importante que usted ha sacado después de todos estos años que lleva viendo corazones?”. Él siempre dice que el deporte no puede faltar en nuestra vida: cuando abre un corazón inmediatamente detecta si la persona hace deporte o no. Fíjate si tiene importancia.
De la nutrición has hecho tu profesión, has dado el salto también a la televisión. ¿Cómo llevas la popularidad y dónde crees que está la clave para que conectes con la audiencia?
Eso lo tengo claro, porque yo he estado en el barro, he estado en el fondo. A mí no hace falta que un paciente me diga cómo se siente porque yo he pesado 140 kilos. Cuando a mí me hablan de "está así porque quiere" me entra la risa floja. Entonces claro, la persona que está o que me ve, estamos hablando el mismo idioma.
Empatía total...
Total. En mis carnes he vivido que esto es un proceso de normalización: hay que entender la comida también como tradición y como cultura, que la mayor parte del tiempo que dependa de mí me voy a cuidar por cuestión de salud, no de peso, pero que hay momentos de ocio que oye, me lo guardo para mí para tomarme un vinito fresquito con un amigo. Yo nunca te alabaré las bondades del vino o de una palmera de chocolate, pero sí te diré que en un momento muy puntual a veces puede ser más beneficioso que un filete de pollo a la plancha con una ensalada. Y hablo de la salud mental, no de la salud física.
¿En tu propia casa hay alimentos que no entren jamás o, al revés, ultraprocesados que sí?
La verdad es que una de las cosas, por las que además estoy muy contento, es que siempre tengo una serie de patrones a la hora de comprar: siempre compro unos tipos de ensaladas, carnes magras, siempre hay fruta en varios puntos de mi casa... Tengo una base ya muy sólida de lo que suelo comer, pero sí es verdad que tengo algunas cositas. Para un momento puntual, a mí me gusta mucho el chocolate, pues en casa siempre hay del de 75% porque así creo que lo puedo disfrutar un poquito más que si fuera el de toda la vida. Y de vez en cuando en verano oye, pues algún heladito sí que tengo en casa. ¿Pero estamos locos? Es como si no me tomo un turrón en Navidad. Hay que saber el contexto. Ahora, juego al tenis, hago deporte, medito, trabajo... de vez en cuando he entendido que me puedo permitir algunas cosas en este contexto global. Digamos que el 80-85% del tiempo tomo alimentos frecuentes, que me aportan más nutricionalmente, pero yo me guardo en mi cartera un 15% para esos momentitos más ocasionales.
Contaste en redes que iniciabas el consumo de cero alcohol. ¿Cómo ha sido ese proceso?
He dejado de beber por cuestiones de estrés y de ansiedad. Yo bebo muy poco, hace años que no tomo copas y la cerveza, que me gusta, había dejado de consumirla entre semana y lo que me tomaba era, los fines de semana, alguna con los amigos. Pero había notado que simplemente una cerveza al día siguiente, que ya tenía ansiedad, se disparaba más. Así que, con mi psicóloga, decidimos dejar cero alcohol mientras que trabajaba la ansiedad. Si hay un potenciador de la ansiedad el tema no está solamente en dejar el potenciador, sino en trabajar recursos para gestionarla. Una vez que esto ya ha terminado, no lo hago, pero decidiría si quiero beber o no. No es que me costara dejar de beber, lo que me ha costado mucho es dejar de beber en la situación en la que lo hacía, porque lo tenía muy automatizado: reunirme con mis amigos y esa cervecita. Ahora, he llegado al momento en el que si quisiera puedo beber y estoy muy contento de no hacerlo porque soy yo quien lo decide, no la situación. Eso es un poco lo que yo quiero trasladar con la comida, que la persona tenga la capacidad de decidir en cualquier momento. La persona que mejor come no es la que come todo sano, es la que mejor decide en cada momento.
¿Y qué es lo que te pides cuando sales a tomar algo?
Me he acostumbrado mucho a la cerveza 0'0, la tostada. Me gusta mucho el agüita con gas, de vez en cuando me tomo una Coca-Cola Zero., he probado también la 0'0 con un poquito de limón que también está rica. ¡Que ya tengo el alta! Pero no me hace falta [el alcohol], la verdad.
En tu opinión, en general, ¿cuál es la peor comida que hacemos los españoles?
Yo creo que el momento difícil en España es la cena, porque es cuando digamos que la gente está un poquito más relajada. La fuerza de voluntad es una situación muy psicológica, muy mental: el cerebro consume el 20-25% de la energía del día. La fuerza de voluntad que tienes a las ocho de la mañana si te pregunto si te vas a tomar hoy un helado, probablemente me digas que no, pero si te pregunto a las nueve de la noche, después de un día duro en verano, me vas a decir: "No lo tengo tan claro" [risas]. Yo creo que la cena es un momento débil para cualquiera, por eso siempre hablamos de la planificación y de la organización. Si estoy cansado, he tenido un mal día, abro la nevera y no tengo nada planificado, pues ya te voy diciendo que la lechuga es lo último que vas a mirar.
Ahora que tanto preocupa el aceite de oliva, el otro día diste en laSexta varios consejos para ahorrar y alternativas como el aceite de girasol. ¿No está este un poco denostado?
El aceite de oliva virgen extra yo diría que es casi obligatorio tomarlo, pero es obligatorio controlarlo. El aceite de girasol, lógicamente, no tiene la calidad y las propiedades del aceite de oliva virgen extra, pero es de un uso doméstico perfectamente apto para el día a día. No es comparable uno con otro, es como si estás comparando un Ferrari con un Seat. No son comparables, pero los dos cumplen su función.
¿Algún consejo más que des para ahorrar aceite de oliva en casa?
Aquí somos muy generosos con el aceite de oliva y hay que saber controlarlo, que siempre se intente comprar algún tipo de difusor que expanda mejor el aceite en los alimentos. Que intentemos controlar, sobre todo, la temperatura del aceite para que no se degrade tanto y podamos reutilizarlos algunas veces más y que intentemos que los alimentos no estén muy húmedos, que intentemos secarlos un poquito, porque cuando metemos en el aceite esa agua se degrada a mayor velocidad. Si le ponemos un papelito seco a unas croquetas antes de freírlas, mejor. Después, hay otra serie de aceites, como el de orujo que también está muy bien para cocinar. Es muy baratito y tiene un toque de aceite de oliva que le da un buen sabor.
Si te dieran el superpoder de desterrar un mito alimentario, ¿cuál sería?
¡Ostras, es que hay muchos! Te diría que los superalimentos no existen, que el agua con limón por la mañana no adelgaza, que las frutas no engordan y se pueden tomar después de las comidas... Hay un montón de mitos, pero sobre todo que no existe un botón mágico. No existe la pérdida sana de seis kilos a la semana, esto requiere un esfuerzo, a veces un poco de sacrificio, constancia, pero que merece la pena.
Ahora que viene la vuelta al cole y, en muchas ocasiones, los almuerzos y meriendas de los niños no son demasiado saludables, ¿qué opciones aconsejarías a los padres?
Bocadillos. Bocadillos, que nos dejemos de historias y volvamos al clásico bocadillo con un buen pan integral, que le metamos un poquito de queso, algo verde como un poco de tomate o lechuga, que algunos días —no todos— algunos fiambres de alta calidad, como el jamón cocido extra con más de un 85% de carne... Y que se fomente un poquito más el consumo de frutas en los niños, por favor. Un platanito o venden cajitas con frutos rojos que les gustan mucho... ¡Hay vida después del bollycao!