Sara Desirée Ruiz, educadora experta en adolescentes: "Lo del porno es un drama"
Sus claves para que los padres los entiendan mejor, potencien su autoestima y sepan gestionar el momento de darles un móvil o afrontar un complejo físico.
Si la crianza en los primeros años es exigente, cuando los hijos son adolescentes "todo va a subir de volumen", como avisa Sara Desirée Ruiz, educadora especializada en adolescentes desde hace más de 20 años. Autora de El día que mi hija me llamó zorra, acaba de publicar Te necesita aunque no lo parezca (Grijalbo), un libro lleno de recursos para que los padres sepan mejor cómo acompañar a los adolescentes en esta etapa y, además, potenciar su autoestima.
Acompañar, además que se valoren "su original", no cualquier otra versión de ellas mismas —prefiere referirse tanto a ellos como a ellas utilizando el femenino—, "no su mejor versión" y "no la versión que tú quieres de ellas".
Como expone, "se trata de que las acompañes en el proceso de descubrir quiénes son, de crear una autoimagen que les permita sentirse a gusto en su cuerpo y construir un futuro agradable". Y todo esto, en un momento en el que su cerebro está cambiando, en el que lo que más les importa es encajar entre sus iguales y en el que reinan los filtros de belleza en redes sociales y las críticas feroces a través de éstas.
¿Qué adjetivos escogerías para hablar de la etapa de la adolescencia? Porque no suelen faltar el ‘difícil’ o ‘complicada’.
Pues yo escogería ‘compleja’ y, sobre todo, ‘intensa’. Son los que más la definen, porque están pasando tantas cosas a la vez que les cuesta mucho ordenarlas y entenderlas, y después la intensidad emocional es la que muchas veces hagan cosas que no han podido reflexionar muy bien. También podríamos decir ‘apasionante’. Estaba buscando un adjetivo en la línea de las oportunidades inmensas que tienen en esta etapa. Realmente, si en este momento las sabemos acompañar, tienen la posibilidad de empezar a construir una vida adulta un poquito mejor.
Una de las primeras cosas de las que hablas en el libro es de la diferencia, como padres, entre reaccionar y responder...
Reaccionar es lo que solemos hacer todas y muchas veces no podemos evitarlo cuando vemos que hacen alguna cosa que no nos gusta, nos parece mal o nos ha sorprendido. Reaccionar es, sencillamente, darle el protagonismo a nuestras emociones. Por ejemplo, cuando nos ponen las caras de asco, nos insultan o nos dicen que no quieren venir a hacer algo con nosotras, pues enseguida podemos estar tentadas de dejarnos secuestrar por las emociones y lanzarles un ‘¿pero cómo puede ser?’, ‘es que nunca quieres hacer nada conmigo’, ‘es que esa cara que tienes nosequé’... Nuestro córtex está en ese momento out y la respuesta requiere de una reflexión, de una observación, un ‘¿por qué puede haberme dicho esto?’ o ‘¿por qué no quiere venir conmigo a esta cosa?’. A lo mejor está hablando con una amiga que le ha dicho de quedar. Tenemos que tener muy claro que esas cosas que se esconden detrás de sus caras y de sus conductas suelen ser necesidades propias de la etapa.
Es muy importante que podamos, en tanto que nos lo permita la situación, responder más que reaccionar. Reaccionar es lo instintivo, es lo que hace que solamos cagarla muchas veces —que la vamos a cagar y está bien, porque muchas veces creemos que tenemos que ser como perfectas y es imposible—. Si alguna vez se nos escapa una reacción de estas más emocional, pues se les puede decir ‘perdona, me he puesto nerviosa’ o ‘me he asustado cuando me has dicho esto’, pero lo ideal es que nos orientemos hacia la respuesta: entender cuál es la necesidad y qué podemos hacer para que no se convierta en una discusión o un conflicto.
En el fondo es lo que tienen que aprender ellos en esta etapa, ¿no? En esa lucha entre razón y emoción, frenar lo segundo...
Exacto. Pero nosotras tenemos más recursos para hacerlo siendo adultas y habiendo completado parte del desarrollo de nuestro cerebro. La diferencia es esa, no convertirnos nosotras en adolescentes también.
Justo hablas del cerebro adolescente. ¿Qué es lo que cambia en ellos en esta etapa?
Muchísimas cosas. Empiezan a aparecer ya las primeras hormonas sexuales. Después tenemos un córtex prefrontal que va muy lento en todas esas funciones relacionadas con la toma de decisiones, la planificación... Luego, nuestro sistema límbico es muy protagonista. La amígdala es muy sensible, nos estresamos mucho, nos cuesta volver a la calma, nos cambia el ciclo de sueño... Están pasando muchísimas cosas a muchos niveles, por eso yo tengo la frase esa famosa de ‘no es personal, es cerebral’, para que podamos identificar rápidamente que lo que les pasa forma parte de la etapa. Les están pasando todas esas cosas, que no pueden controlar, y que son necesarias para después convertirse en adultas funcionales y tenemos que estar ahí de la mejor manera posible.
Lo que busca el adolescente en esta etapa en el fondo también es aceptación...
Total. Eso es una de las cosas que más las mueve. Éste es el momento de comprobar que somos personas válidas en el mundo, que nuestra manera de ser es aceptada, y de buscar pertenecer a un grupo. Es un momento muy complicado porque nos afecta mucho todo lo social y las opiniones, incluso las de personas que no son nuestras amistades. Estamos saliendo por primera vez solas al mundo y empezando a hacer cosas por nosotras mismas. Es importante que sea así, pero nos pone un poco nerviosas a las familias porque identificamos rápidamente los riesgos, tenemos muchos miedos y, a veces, hacemos cosas que no van en la línea de dejarlas practicar y tener experiencias.
Hablas de que los padres tienen que colocarse a una distancia prudente. ¿Cómo se logra eso?
De muchas maneras pero se logra, primero de todo, entendiendo que la necesidad máxima en esta etapa es la distancia de la familia para construir esa identidad propia. Van a empezar a explorar fuera y a encontrar valores e ideas con los que se sientan más identificadas, que van a traer a casa y con los que la familia igual no va a estar de acuerdo. Es importante que permitamos esa distancia para que exploren y, cuando vuelvan, con todo eso que han ido descubriendo, en lugar de criminalizarlo o negarlo, las escuchemos con curiosidad, exploremos por qué argumentan lo que argumentan. Aunque no tengamos la misma opinión, que puede ser, no quiere decir que no nos queramos o que no podamos entendernos.
La distancia prudente se consigue primero entendiendo todo esto y, después, practicando otras maneras de comunicarnos con ellas. No desde los consejos y las chapas, que les pegamos unos discursos a veces superchulos, pero que no acaban teniendo el resultado que queremos. Que nos comuniquemos con ellas desde la reflexión, desde hacerlas pensar, compartiendo nuestras opiniones pero sin interés en que se conviertan en las suyas. Se consigue practicando la asertividad; muchas veces vamos a tener que poner límites porque les va ahí la seguridad. La distancia prudente no es fácil, pero se consigue con práctica. No debemos intervenir en todo momento, tenemos que estar ahí observando sus estados emocionales, si verbalizan pensamientos, sin tener que preguntar todo el tiempo '¿qué te pasa?'. A veces solo estando y cocinando su plato favorito, llevándole un paquete de kleenex o poniendo una canción que le gusta con eso ya estamos haciendo suficiente. Somos muy intervencionistas las adultas, queremos estar ahí, y hay que estar sin estar, que eso es lo complicado.
¿Y qué se puede hacer cuando son pequeños para que la llegada de la adolescencia sea más fácil para todos?
Buah, muchas cosas. Aunque ya advierto de que la etapa adolescente en sí, sea como sea que hayamos acompañado en la infancia, tiene unas características muy particulares. Evidentemente, es importante que durante la infancia practiquemos el poner límites, que luego va a estar muy presente... en la adolescencia todo va a subir de volumen. También que nos comuniquemos como ellas necesitan, que dejemos que hagan las cosas, que practiquen: si no se equivocan no encontrarán la mejora. Es importante esto para hacerlas cada vez más autónomas y que vayamos haciendo todo esto de respetarlas aunque sean diferentes de nosotras, que esto nos cuesta mucho. Son diferentes y aún no sabemos cómo van a ser del todo.
Cambiar de golpe no es aconsejable. Muchas familias han estado educando de manera respetuosa toda la infancia y llega la adolescencia y toman una postura más autoritaria, un cambio que es fácil que se produzca cuando nos desorienta lo que vemos.
El libro se centra en la autoestima. ¿Qué señales en nuestro hijo nos pueden alertar de que no es tan buena como sería deseable?
Hay muchas señales; hay que observar si les cuesta hablar en público, si les cuesta estar en momentos cuando hay gente o hacer actividades que impliquen socializar. Si se aíslan, si pueden expresar sus opiniones normalmente... es importante estar escuchándolas mucho y saber cómo se hablan a ellas mismas, cómo se relacionan con sus amistades, qué rol tienen en el grupo...
Cuando la adolescente tiene una autoestima alta a veces eso no es así, cuando dicen ‘soy la mejor’. A veces es un síntoma de una autoestima que no está en el mejor lugar. La clave ahí es que vayamos observando, si de repente les cuesta relacionarse, si todo les da igual siempre, cuando siempre hacen lo que la otra amiga quiere, si le cuesta expresar sus necesidades... Todo esto nos está diciendo que ahí está pasando algo. Si de repente empiezan a esconderse debajo de la ropa, empiezan a hacer cosas extrañas con la alimentación... no significa necesariamente que la autoestima esté mal, pero son cositas que nos pueden indicar que en algún momento puede desestabilizarse. Si se meten en líos constantemente ahí tenemos también llamadas de atención.
Los adolescentes son especialistas en encontrarse defectos físicos. Como padres, ¿qué hacer en ese caso y justo además en esta época en la que triunfan los filtros de belleza extrema en redes sociales?
Qué mal nos lo han puesto, ¿eh? Con todas las redes, los filtros, y estas cosas. Yo las llamo alteraciones de su percepción, de la manera en que se ven a ellas mismas, y es importante que las hagamos ver más allá de ese detalle que están magnificando. Suele pasar, de repente que todas lleven la nariz como nosequién y 'yo también quiero esa nariz', en lugar de ver 'mi nariz es así y otras otras muchas cosas estupendas que tengo’. Lo que recomiendo es, cuando se centran en algo que no les gusta, como la nariz, las orejas, el culo o el pecho, las ayudemos redirigiendo su atención, que podamos verbalizarles que hemos observado que hablan mucho sobre tal cosa últimamente, que sabemos que puede ser duro sentir que tienes una nariz o unas orejas grandes, pero podemos preguntarles ahí si hay otras partes de su cuerpo que valoren de forma más positiva e, incluso, nombrarlas nosotras y que las ayudemos a mirar a otras personas con nariz grande pero que no por ello tienen una mala vida.
Es importante que las ayudemos a tomar perspectiva. Primero, hacerles notar que nos hemos fijado en eso, que las hemos escuchado. Después, transmitirles que puede ser muy desagradable sentirte así. Y luego, poner encima de la mesa otras cualidades de ella que no tienen por qué ser físicas exclusivamente y que están estupendamente. Es abrirles la mirada, que tienen superconcentrada en un punto en ese momento. También recomiendo que no os obsesionéis con esto... vamos observando y si se mantiene en el tiempo, ahí es donde entramos. A veces, sencillamente, como están construyendo su autoconcepto, están descubriendo y ellas mismas hacen el proceso.
Nos servirá mucho también preguntarles de dónde han sacado esto, porque a lo mejor están imitando a una cantante y podemos conocer qué referentes las están inspirando.
Quería sacarte otro tema: adolescentes y móviles. ¿Cómo marcar límites y cuáles serían razonables?
Esto es todo un temazo. La gestión de los dispositivos es muy complicada. Yo recomiendo que haya una preparación siempre antes de entregárselo para su uso. Esto no lo hace casi nadie. La gente normalmente entrega el dispositivo y ya está, no estamos siendo conscientes de que estamos entregando como si fuera un coche o un arma peligrosa, porque hay muchísimos riesgos. Les estamos dando acceso a un montón de información de la que todavía no pueden discernir la veracidad, para empezar. Les estamos dando un arma de exposición en un momento de construcción de su identidad. Un arma en la que van a recibir muchos impactos sobre su aspecto, sobre su forma de ser... las redes sociales están llenas de personas que comentan sin reflexión alguna.
Antes de darles el dispositivo es muy importante, y eso deberían hacerlo no solo las familias —que están muy solas con esto, debería estar toda la sociedad, los gobiernos haciendo política y los institutos y colegios ayudándoles a entender estos peligros y a autoprotegerse—, que lo vinculen a un proceso de aprendizaje de lo que va a pasar en el dispositivo. Un 'podemos ir a comprarlo juntas hoy, pero no te lo voy a dar hasta dentro de unos meses, cuando podamos asegurarnos de que algunas cosas las tienes claras'. Cuando se lo entregamos ahí lo vinculamos también a un contrato, o como queráis llamarlo, en el que queden claras esas cuatro cosas que vamos a tener siempre en cuenta cuando estemos conectadas a internet y utilizando los dispositivos.
Además, sugiero que los primeros meses se puedan instalar aplicaciones de seguridad. Yo no las llamo de control parental, porque si las llamamos así ya las tenemos de culo para que las quieran instalar, es importante el lenguaje que usamos. Son aplicaciones para poder mantener una higiene digital y mantenernos seguras en ese mundo digital en el que hay muchos riesgos.
Se lo regalamos para los Reyes, por su cumpleaños, lo que sea, sin asociar ese dispositivo a todo lo que deberíamos: la privacidad, la intimidad, la seguridad... Todo eso que va a pasar ahí no se lo explicamos, y si lo hacemos, pretendemos que explicándoselo una vez la adolescente, con todo su córtex prefrontal en profunda transformación, vaya a recordar todo eso.
También es una vía de acceso temprana al porno y esto afecta también a la educación sexual...
Totalmente. Lo del porno es un drama. Cada vez están accediendo a estos contenidos totalmente inapropiados más peques, y es un dramón realmente. Ahí lo tenemos, está al alcance y por eso es importante que pongamos estas medidas. La educación sexual es necesaria: en ese momento no pueden discernir lo que es real de lo que no. Y lo que ven muchas veces lo interpretan como algo que deben buscar o como algo que deben encontrar en las relaciones sexuales. Si no hay una supervisión y una preparación, nos encontramos con que malinterpretan y después pasa lo que pasa, que a edades tempranas hacen cosas tremendas que no deberían hacer.
Creo que la responsabilidad es de todas, no solo de las familias, que al final se las responsabiliza a ellas o a los institutos de todo. No, esto va más allá y es estructural: si no existiesen esas empresas que lo hacen, no pasaría. Si estas empresas tuvieran mejores medidas de seguridad para evitar el acceso, tampoco. Si tuviéramos móviles para adolescentes y para peques que no pudieran tener acceso a estos contenidos, igual.