Las dos opciones de Grecia tras el 'NO' de referéndum
Es necesario que los acreedores europeos admitan un hecho ampliamente aceptado: Grecia no es capaz de devolver todo el dinero. Un acuerdo sensato que implique la reducción de la deuda, daría a Tsipras espacio político para aceptar condiciones similares a las rechazadas en el referéndum.
DUBLÍN- Ya se conocen los resultados del referéndum griego del domingo, y supondrán una conmoción para el sistema político europeo. El gobierno griego ha llevado a cabo una campaña a favor del voto negativo, pidiendo a los votantes que rechazaran las propuestas que la UE y el FMI presentaron el 26 de junio. Los ciudadanos griegos han respaldado contundentemente la postura del gobierno griego, con un apoyo al "no" del 60%. ¿Y ahora, qué va a pasar?
El Gobierno griego argumentó que un "no" les permitiría negociar un acuerdo más favorable con sus acreedores para que el euro siga siendo su moneda y que los bancos griegos puedan volver a abrir. Puede que algo de esto, o todo esto, suceda, pero es muy improbable que ocurra en los próximos días. Posiblemente haya la misma probabilidad de que nada de esto suceda, y de que Grecia salga del euro en medio de una crisis económica y un gran rencor político.
El primer ministro Alexis Tsipras proclamará a los cuatro vientos que ha recibido el contundente mandato de los griegos de lograr un acuerdo con los acreedores que suponga una quita de la deuda y menor austeridad. El 60% de apoyo al "no" significa que el apoyo a la postura de Tsipras va más allá del apoyo al partido de izquierdas Syriza.
Desgraciadamente, esto no parece que les vaya a importar mucho a los acreedores de Grecia. Los líderes de los países europeos que prestaron dinero a Grecia señalarán que ellos también tienen votantes y mandatos. Dirán que para ellos el resultado del referéndum apenas cambia la situación. Por eso, lo más probable es que aquellos que esperan que las negociaciones con los acreedores concluyan rápidamente sean decepcionados.
Una complicación práctica es que incluso si Grecia hubiera votado "sí", las propuestas del 26 de junio ya habían sido retiradas. Esas propuestas estaban relacionadas con el desembolso de nuevos fondos bajo un programa existente de la UE y del FMI. Ese programa terminó el 30 de junio. Si Grecia fuera a recibir más fondos para poder evitar nuevos incumplimientos de pago, entonces los parlamentos de todos los Estados miembros del euro tendrían que aprobar un nuevo programa. Así que incluso si las negociaciones se desarrollaran de manera positiva, Grecia podría no recibir los fondos a tiempo para devolver los 3500 millones de euros de su deuda con el BCE, que vence el 20 de julio. Un incumplimiento de esta naturaleza podría ser el acontecimiento que provoque la expulsión de Grecia del euro.
En cualquier caso, parece improbable que las próximas reuniones entre Tsipras y los acreedores sean constructivas. El Gobierno de Syriza no tiene benevolencia con los otros países europeos, muchos de los cuales están bajo amenaza de los partidos de la oposición a la izquierda "populista" y están interesados en demostrar que un enfoque radical no funciona. Por ejemplo, en Irlanda, el Gobierno de coalición de Enda Kenny teme perder votos en favor del partido de izquierdas de la oposición, Sinn Fein, si Grecia consigue un acuerdo mejor que el que Irlanda consiguió. Sinn Fein se ha alineado con el Gobierno de Syriza e incluso mandó algunos de sus políticos a la sede de Syriza la noche del referéndum. También parece que algunos líderes europeos creen que la manera de resolver esta situación en Grecia es promover un cambio de régimen en Atenas y luego llegar a un acuerdo más razonable con el nuevo Gobierno.
Todo esto apunta a un callejón sin salida durante las próximas semanas. El foco de atención clave de la crisis durante este periodo serán, pues, los bancos griegos. El Banco Central Europeo ha limitado la cantidad de dinero que los bancos griegos pueden pedir prestado y, si este límite no se incrementa, los bancos griegos no podrán abrir. El BCE ha decidido que aumentar este límite antes de que Grecia llegue a un acuerdo con los acreedores es algo que va más allá de su terreno.
Entretanto, cada vez es más evidente que las restricciones bancarias vigentes en Grecia son extremadamente severas y están teniendo un importante efecto perjudicial en la economía. Parece probable que los bancos griegos ni siquiera dispongan de reservas en efectivo para seguir ofreciendo a sus clientes la retirada diaria de 60 euros que permitieron la semana pasada.
Puede que esto signifique que cada vez queda menos tiempo para futuras negociaciones antes de que el gobierno griego considere tomar las primeras medidas para emitir su propia moneda. Una primera medida sería emitir pagarés para pagar a los pensionistas y a los beneficiarios de prestaciones sociales. El Gobierno también podría anunciar que estos pagarés podrían usarse para pagar los impuestos, lo que crearía una demanda de pagarés.
Si la crisis se prolonga durante el tiempo suficiente, estos pagarés podrían convertirse en una moneda paralela, con un posible desenlace que implique la conversión de todas las cuentas bancarias de Grecia a la nueva moneda del pagaré, que por ejemplo podría ser el dracma. Así pues, el Gobierno griego podría proveer a los bancos con toda la liquidez de la nueva moneda que necesiten, permitiendo así que vuelvan a abrir sus puertas. El Gobierno griego podría sostener que ellos no han abandonado el euro sino que simplemente estaban adoptando las medidas necesarias para mantener la economía a flote. Aunque en realidad Grecia sí hubiera salido del euro.
Dicho esto, no tiene por qué ser así. Sería aconsejable que los Gobiernos europeos adoptaran un nuevo enfoque en las conversaciones con Tsipras. La naturaleza decisiva del "no" debería disuadir sus esperanzas de un cambio de gobierno y deberían centrarse en las implicaciones prácticas de la salida de Grecia del euro.
Las afirmaciones de los líderes europeos, que aseguran que el resto de Europa está blindada ante las consecuencias de la salida de Grecia del euro, son meras bravuconerías. Ellos no tienen ningún plan para hacer frente a las consecuencias de que un país abandone el euro (y posiblemente la UE), y además es probable que surjan muchos efectos secundarios imprevistos y desagradables si esto sucede.
Puede que el reloj siga sonando, pero la verdad es que un acuerdo razonable es necesario. El gobierno griego ha aceptado la gran mayoría de las condiciones propuestas por sus socios europeos. Es necesario que los acreedores europeos admitan un hecho ampliamente aceptado, que Grecia no es capaz de devolver todo el dinero. Un acuerdo sensato que implique la reducción de la deuda daría a Tsipras espacio político para aceptar algunas condiciones muy similares a aquellas que han sido rechazadas en el referéndum, puesto que sería visto como un acuerdo a partes iguales en lugar de austeridad sin fin en términos de los acreedores.
El enfoque alternativo -impulsar la salida de Grecia del euro- probablemente sea la estrategia que acabará reduciendo las probabilidades del pago de la deuda a los acreedores. El supuesto moral y económico de una reducción de la deuda existe. Ahora tan sólo hace falta algo de coraje político por parte de los líderes europeos para admitir la realidad y dejar de fingir que Grecia va a devolver todo el dinero.
Este blog fue publicado originalmente en The World Post y ha sido traducido del inglés por María Ulzurrun.