El Parlamento Europeo: qué es y (qué hago yo aquí)

El Parlamento Europeo: qué es y (qué hago yo aquí)

No acepté en ningún momento que el Parlamento Europeo sea un 'jubiladero' o 'cementerio de elefantes'. Al contrario éste es un Parlamento hiperactivo, enormemente exigente. En ningún momento he maniobrado, ni mucho menos 'conspirado', para 'regresar' a la 'política nacional.

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A un año de las elecciones europeas de 2014, es el momento de concentrarse en explicar la enorme importancia de lo que todos los ciudadanos europeos nos jugamos. La UE está en el peor momento de su historia. 2014 es la primera ocasión de corregir el rumbo catastrófico en el manejo agónico de esta interminable crisis. Vista la gravedad de la situación, también podría ser la última, y estamos a tiempo de evitarlo.

Desde el arranque mismo de este soporte digital, El Huffington Post me ha brindado semanalmente la ocasión de asomarme a su tribuna de opinión. Agradezco a su dirección y a sus trabajadores esta ventana de oportunidad para comunicarme con sus lectores y seguidores.

Lo he hecho con puntualidad, sin faltar una sola semana, acompañando mis artículos con mis propios dibujos, caricaturas e ilustraciones. Toda la vida he practicado simultáneamente la pasión por la escritura y el dibujo. Y con la misma regularidad y esfuerzo que busco y encuentro el hueco para escribir sobre los distintos asuntos de actualidad que reclaman fijación de posición, en alguna reunión, escuchando a los demás, me ayudo a concentrarme dibujando estas viñetas que acompaño.

Lo he hecho, además, sobreviviendo a los frecuentes comentarios hostiles, algunos insultantes y ofensivos, trufados de falsedades que circulan por la red, a pesar de los desmentidos. A través de ellos, muchos lectores descargan anónimamente su antipatía por cualquiera que trabaje en las instituciones, habiéndome suscitado reflexiones por escrito sobre los riesgos y costes morales de la "política del odio". Demasiado a menudo, la red se transforma en un vertedero de injurias que no se plantean contribuir a ningún debate ni formar opinión pública sino, sencillamente, represaliar con descalificaciones a quienes se atrevan a opinar desde algún oficio público.

Pero muchos de esos comentarios me inquieren también insistentemente sobre mi trabajo en el Parlamento Europeo. Me preguntan abiertamente "qué hago aquí", en mi escaño, en Bruselas o Estrasburgo, o "cómo me gano el sueldo que me pagan los españoles". Por eso creo pertinente dedicar los próximos tres artículos a esforzarme en explicar el funcionamiento del Parlamento Europeo (PE); incluido mi trabajo en esta institución, financiada, efectivamente, por los contribuyentes europeos, no sólo los españoles.

Me incorporé al PE en las elecciones europeas de junio de 2009. He agradecido un millón de veces el apoyo de mis compañeros y compañeras del PSOE que me confiaron la cabeza de lista, y sobre todo el de los seis millones y medio de votos obtenidos entonces, con poco más de 40% de participación y un casi 40% de apoyo electoral. Agradezco también el honor de presidir la delegación socialista española, que con 23 miembros, es la más numerosa, junto con la alemana, del Grupo Socialista en el PE (segundo en número de escaños, tras el del Partido Popular Europeo (PPE)). Poniendo a disposición de la institución mi experiencia previa como jurista, constitucionalista europeo y exministro de Justicia, fui elegido en 2009, y reelegido en 2012, Presidente de la Comisión de Libertades, Justicia e Interior del PE.

Se trata de la Comisión legislativa más numerosa (60 miembros) y de mayor carga de trabajo (el 23% de la totalidad de la materia legislativa) del PE. De modo que se comprenderá bien que presidirla en paralelo a mi trabajo como Head of Delegation -y miembro por tanto de la reunión semanal del Bureau (Dirección) del Grupo Socialista (S&D) del PE-, consume buena parte de mi tiempo en las tres semanas mensuales de reuniones en Bruselas, coronadas por una cuarta semana de Pleno en Estrasburgo, que es usualmente la semana más larga y densa de nuestra agenda de trabajo.

Vaya por delante el resumen de mi experiencia: el PE es una institución fascinante, absorbente, exigente, con un ritmo de trabajo frenético- en el peor momento de la historia de la UE. Me explico. El PE que surge del Tratado de Lisboa (TL) se distingue, primero, por ser la única institución directamente electiva, legitimada por el voto, que representa a 500 millones de ciudadanos europeos en 27 Estados miembros (seremos pronto 28, con la entrada de Croacia). Es, además, ¡por fin!, un PE legislativo, que extiende su acción legislativa por medio del "procedimiento legislativo ordinario" sobre todas las políticas europeas: incluidos los derechos fundamentales de la Carta Europea (CDFUE) y los del Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia vigente desde el Tratado de Lisboa.

Cumpliendo mi compromiso personal al asumir el escaño, en ningún momento he estado en el PE de perfil, sino enteramente involucrado e intentando ejercer la representación y responsabilidades que me han sido confiadas, a pleno rendimiento. En la campaña de 2009 no hice ninguna concesión a aquella retórica inercial que, tradicionalmente en España, tendía a visionar a la UE como "cajero automático de fondos estructurales, carreteras, y aeropuertos". No lo hice. Advertí entonces, con una campaña netamente europea y europeísta (pese a que a diario en las entrevistas y los medios se me interrogaba por otros temas que nada tenían que ver con lo que se jugaba en aquellas elecciones), que la UE corría el riesgo de divorciarse del giro progresista que los EEUU, tras la victoria de Obama de 2008, estaban practicando ya con una política de estímulos para salir de la crisis, para hundir toda Europa, como en los años 30 del pasado siglo, en un abismo de depresión, reflujos nacionalistas, egoísmos cruzados, rebrotes de extrema derecha, populismo y malestar, conduciendo así al descrédito general de la política en Europa y en los Estados miembros.

Muy lamentablemente, eso es lo que ha ocurrido. Lo he denunciado enérgicamente desde el principio: el hundimiento de la UE en esta gran recesión no es consecuencia de ningún accidente ni de ningún error bien intencionado de cálculo: es el resultado doloso y deliberado de una política. Una política abyecta y antisocial, impuesta por una correlación de fuerzas dominada como nunca en toda la UE por una abrumadora mayoría conservadora y un acompañamiento ideológico que durante años ha vendido un diagnóstico falso (el origen de la crisis no fue el "derroche fiscal"), una estrategia disparatada (la austeridad destructiva que ha llevado a la UE al peor momento de su historia), y un despiadado ajuste de cuentas contra el modelo social que ha disparado desigualdad, empobrecido a las clases medias y triturado como nunca a los trabajadores, victimizados por una crisis que no habían causado.

No acepté en ningún momento -ni en campaña, ni al día siguiente de aterrizar en Bruselas- que el PE sea un jubiladero o cementerio de elefantes. Al contrario éste es un Parlamento hiperactivo, enormemente exigente, con un ritmo de trabajo (e intensidad de calendario y reuniones) notablemente superior al que es habitual en los Parlamentos nacionales.

En ningún momento en el PE he maniobrado, ni mucho menos conspirado, para regresar a la política nacional. Por el contrario, he exhibido desde el primer día mi convicción profunda de que nada de lo que nos pasa en España puede ser entendido, ni mucho menos resuelto, si no corregimos a fondo la desastrosa hoja de ruta que se ha impuesto hasta ahora en la UE, en el escalón europeo, y la ha hundido en la miseria de la peor hora de su historia. Y para eso hay que cambiar la correlación de fuerzas, la política europea que se ha practicado estos años, su desgraciada dirección y su clamorosa ausencia de liderazgo europeo. Porque es esta conjunción de valores negativos -no Europa, sino ésta política- la que ha hecho que la Comisión haya sido arrollada por el tándem Merkozy y después, cada vez más, por la interpretación mezquina de interés nacional alemán que ha sido dictada por Merkel ante la pasividad, la omisión, la cobardía o la complicidad de quienes debían hacerle frente.

Dicho esto, he sido consciente todo el tiempo de que este PE para el que fui elegido por vez primera en 2009, -el mismo que, después del Tratado de Lisboa, debe ser valorado como el PE más poderoso de toda la historia de la UE y el más poderoso de Europa (el 80% de la acción legislativa de los Parlamentos nacionales viene condicionada por la acción legislativa del PE)-, padece un descomunal déficit de visibilidad.

La explicación es que no existe un genuino espacio público europeo, como no existe todavía una verdadera opinión pública europea (fragmentada en las retículas locales o, todo lo más, nacionales), puesto que no existen tampoco medios de comunicación europeos (locales, regionales, y cada vez más volcados en enfrentar a las opiniones públicas de los Estados miembros entre sí). Este déficit de comunicación de la política europea repercute penosamente en la deseable mejora de la calidad democrática de las elecciones europeas: muchos ciudadanos europeos tienen todavía hoy dificultades para apercibirse de la importancia misma de lo que está en juego ante las próximas elecciones europeas. Y esto resulta insoportable e incluso, creo, insostenible en términos democráticos, aún cuando su corrección no esté al alcance de una suma de esfuerzos estrictamente individuales -el mío, o el de cualquiera de los eurodiputados- sino de una estrategia cabalmente dirigida a la recuperación de la política y de la comunicación con la ciudadanía. Un esfuerzo requerido de envergadura gigantesca y sostenida en el tiempo.

En las próximas entregas de esta contribución a la opinión del Huffington, relataré con detalle mis diversas actividades como parlamentario y mi rendimiento individual en las distintas áreas en las que he desempeñado mis responsabilidades. Explicaré específicamente mis intervenciones como Portavoz de los socialistas españoles y mis actuaciones como presidente de la Comisión LIBE. Así es como se denomina en el PE a la Comisión legislativa responsable la legislación y la política europea en materia de derechos fundamentales; y libertades públicas; ciudadanía; asilo; refugio; extranjería; inmigración; fronteras externas y libre circulación de personas; cooperación judicial civil; cooperación policial y judicial penal; seguridad interior; legislación penal contra la criminalidad grave transnacional (terrorismo; narcotráfico; tráficos ilícitos; corrupción; blanqueo de dinero procedente de negocios ilícitos; entre otros) y establecimiento de una fiscalía europea.

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Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada con premio extraordinario, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, becario de la Fundación Príncipe de Asturias en EE.UU, Máster en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts University, Boston, Massasachussetts), y Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, con premio extraordinario. Desde 1993 ocupa la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Es, además, titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho e Integración Europea desde 1999 y autor de una docena de libros. En 2000 fue elegido diputado por la provincia de Las Palmas y reelegido en 2004 y 2008 como cabeza de lista a la cámara baja de España. Desde 2004 a febrero 2007 fue ministro de Justicia en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En octubre de 2007 fue elegido Secretario general del PSC-PSOE, cargo que mantuvo hasta 2010. En el año 2009 encabezó la lista del PSOE para las elecciones europeas. Desde entonces hasta 2014 presidió la Delegación Socialista Española y ocupó la presidencia de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior en el Parlamento Europeo. En 2010 fue nombrado vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE).

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