Patriotas de partido
A mí, como militante socialista, no me humilla que Iglesias trate de divertirse con sainetes. A mí me humillaría que quienes tienen la responsabilidad de dirigir el partido socialista consintieran sentarse en la misma mesa con quienes no quieren gobernar con nosotros sino que lo que pretenden es aniquilar nuestra opción histórica. Hacerle frente a la dictadura fue más difícil, complicado y peligroso que hacer frente a Iglesias y a su gente.
Decía Ramón Rubial: "Hay que ser patriota de este partido si contribuye a resolver los problemas de España. De no ser así, ¿de qué sirve ser patriota"?
Si quien fue nuestro querido, respetado y admirado presidente estuviera vivo, respondería él mismo a su pregunta: "Para no dejarse humillar por quienes no aspiran a ganar al PSOE en una noble competición, sino que pretenden apartarlo del camino que tanto esfuerzo, sacrificio, sangre y vidas costaron.
Aunque solo fuera para que nuestros muertos no se remuevan en sus tumbas, el PSOE tiene la obligación de responder con contundencia y con orgullo a quienes han llegado a pensar, no se sabe por qué extrañas razones, que los socialistas de hoy no tienen ni media bofetada.
La rueda de prensa de Pablo Iglesias del pasado 22 de enero puso de manifiesto que Iglesias y su vanguardia ni saben lo que es España ni saben lo que es una organización. No saben lo que es España cuando proponen que en un gobierno donde él fuera vicepresidente, existiera un ministerio de las plurinacionalidades. ¿De cuántas naciones se ocuparía ese ministerio? ¿Se han convertido Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla-León... en naciones, o por el hecho de ser unas tierras menos ricas que otras no tendrían derecho a ocupar ese pomposo nombre? ¿Qué pensarán los incautos votantes y afiliados podemistas de esas regiones? ¿Trabajarán para que Cataluña, País Vasco y Valencia hagan cuenta aparte? ¿Aceptarán que los más ricos se vayan para dejar al pairo a los menos agraciados?
Tampoco saben lo que es una organización. "Luz y taquígrafo" reclamaba Iglesias en los prolegómenos del 20-D. Han hecho el reparto de ministerios y vicepresidencias sin luz ni taquígrafos. ¿Y dónde están los aguerridos componentes de los círculos podemitas? ¿Cuándo celebraron las asambleas? ¿Cuántos votos hubo a favor y cuántos en contra de la coalición con la "casta socialista"?
Pablo Iglesias tiene la costumbre de escenificar sus apariciones para que la prensa y los ciudadanos se fijen más en la coreografía que en el texto de la obra. Hace unos días fue el bebé en el escaño para dos. El viernes pasado fue el general Rodríguez. El bebé miraba al tendido del parlamento y no se sabe lo que vería. El general solo miraba al suelo. Ni una sola vez fue capaz de mirar al frente. Se miraba la punta de los zapatos como quien se avergüenza de lo que allí se estaba escenificando. Era la imagen del joven adolescente que se sentía ridículo por las tonterías que hacía el padre pero que no tenía más remedio que tragar cartucho. ¿Quién nombró Jefe del Estado Mayor de la Defensa a ese miedoso general? ¿De qué o de quién huía el general? ¿De qué o de quién tenía miedo ese militar? ¿Por qué no miraba de frente? ¿Por qué no esbozó ni una sola sonrisa al estilo de lo que hacía su conmilitona, la jueza canaria?
Parece meridianamente claro que Podemos no quiere pactar con el PSOE. Su pretensión, no disimulada, es convertirse en el principal partido de la izquierda y superar en votos al PSOE para que se produzca el sorpasso, como en su día también pretendió Anguita. Pablo Iglesias, en el colmo de la ambición y de la egolatría, pretende, nada menos, que borrar de la historia los 140 años de trayectoria ejemplar del PSOE, con sus luces y sombras, y constituirse en heredero de nuestro fundador Pablo Iglesias que, como dijo Antonio Machado, "su voz tenía el timbre inconfundible de la verdad humana". La del joven Pablo Iglesias es la voz de la demagogia y del engaño.
En el PSOE no se dilucida en este momento sobre la titularidad del mando; se trata, después de escuchar la perorata de Iglesias, de aceptar o no un gobierno co-presidido por quien, antes de travestirse de socialdemócrata, fue antisistema, luego comunista, después bolivariano y mañana, lo que haga falta.
El PSOE no puede sumar escaños con Podemos porque nosotros somos una opción de izquierdas que no casa con quienes tienen una idea del Estado que choca con nuestros planteamientos de igualdad. Permitir que las zonas más ricas de España tengan el derecho a abandonar a su destino a las zonas menos favorecidas por una historia de marginación y discriminación, como pretende Podemos, imposibilita cualquier tipo de acuerdo con quienes llevamos más de un siglo defendiendo lo contrario. Mucho menos podemos aspirar a mantener cualquier tipo de aproximación con opciones como ERC y DyL que defienden la salida de Cataluña del proyecto común que constituye una de las señas de identidad de nuestro partido.
A mí, como militante socialista, no me humilla que Iglesias trate de divertirse con sainetes. A mí me humillaría que quienes tienen la responsabilidad de dirigir el partido socialista consintieran sentarse en la misma mesa con quienes no quieren gobernar con nosotros sino que lo que pretenden es aniquilar nuestra opción histórica. Hacerle frente a la dictadura fue más difícil, complicado y peligroso que hacer frente a Iglesias y a su gente. Son poca cosa y encima tiene a un general que no mira de frente.
De vez en cuando, querido Ramón Rubial, hay que ser patriota de partido por la gente que militaron y que militamos en él.