Los pesticidas utilizados en la agricultura aumentan el riesgo de autismo
Un estudio recientemente publicado el 23 de junio de 2014 en la revista Environmental Health Perspectives demostró que las mujeres embarazadas que vivían cerca de campos fumigados con pesticidas organofosforados, carbamatos y piretroides tienen mayor riesgo de que sus hijos desarrollen autismo.
Las mujeres embarazas que tiene exposición a pesticidas utilizados en la agricultura, tienen un gran riesgo de tener un hijo con autismo.
Está claro que los pesticidas provenientes de la familia denominada de los organofosforados revolucionaron el mundo de la agricultura especialmente biotecnológica o transgénica en las últimas décadas, pero, ¿qué consecuencias tiene en las personas?
Primero, podríamos preguntarnos: ¿qué es un alimento genéticamente modificado o transgénico? Es un alimento que contiene en su genoma (ADN) un gen que proviene de otra planta, animal u organismo. Es un alimento que no es natural o, como ahora está de moda decir, orgánico.
Tomates, soja, papas, maíz, zapallo, y múltiples ingredientes de alimentos se modifican genéticamente todos los días alrededor del mundo, llegan a las cadenas de distribución, y el ciclo termina con el consumo.
La soja (Glycine max) se utiliza como alimento y aceite, y se cultiva en China desde hace 5000 años. A partir del año 1996, la producción de soja transgénica aumentó en Estados Unidos, Brasil y Argentina. Al mismo tiempo, China progresivamente dejó de producirla en forma masiva, y se convirtió en el principal importador a nivel mundial. Durante la década pasada, la soja transgénica se convirtió en el cultivo genéticamente modificado más cultivado a nivel mundial, representando el 47% de los cultivos biotecnológicos en el mundo con 75.4 millones de hectáreas en 2011. En la Argentina se estima que se cultivan aproximadamente 20 millones de hectáreas de este cereal.
La soja que se siembra en la Argentina y en el resto del mundo está modificada genéticamente, es la llamada soja RR o "Roundup Ready", que es resistente al herbicida glifosato. La resistencia que tiene la soja a este herbicida es gracias a la inserción de un gen proveniente de la bacteria Agrobacterium. El glifosato mata a las plantas al interferir en la síntesis de algunos aminoácidos necesarios para el proceso de fotosíntesis. Por culpa del glifosato, que no permite este proceso, las plantas comienzan a crecer menos, y eventualmente mueren. Cuando la soja es resistente a este herbicida, al aplicarlo sobre las superficies sembradas, el glifosato interrumpe el crecimiento de malezas que se secan y mueren, sin afectar al crecimiento de la soja. En nuestro país, la totalidad de la soja cultivada es transgénica, así como también la mayoría de la producción de maíz.
Un estudio recientemente publicado el 23 de junio de 2014 en la revista Environmental Health Perspectives demostró que las mujeres embarazadas que vivían cerca de campos fumigados con pesticidas organofosforados, carbamatos y piretroides tienen mayor riesgo de que sus hijos desarrollen autismo.
El autismo comprende un grupo clínicamente heterogéneo de enfermedades -también conocido como ''trastornos del espectro autista'' (TEA) o ''trastornos generalizados del desarrollo (TGD)''- donde los enfermos comparten características comunes como incapacidad de interacción social, alteración en el lenguaje, problemas en la comunicación y conductas repetitivas, entre otras características. El autismo es frecuente, y se ha estimado que afecta a 1 de cada 100-150 niños. La incidencia es la misma en todo el mundo, y esta enfermedad es 4 veces más frecuente en niños. La causa, hasta el momento, es desconocida, y se la clasificaría como multifactorial. O sea, una combinación de factores ambientales y genéticos. Se han asociado varios genes con un mayor riesgo para desarrollar autismo, como por ejemplo CDH10, CDH9, CNTNAP2, SEMA5A, TAS2R1, PPP2R5C, MACROD2, DISC1 y MET.
Este estudio de pesticidas fue realizado en California, Estados Unidos, el principal Estado dedicado a la agricultura de ese país, que ha tenido ganancias en el 2010 de 38 billones de dólares y utiliza 200 millones de libras (90.7 millones de kilogramos) de pesticidas cada año en sus hectáreas sembradas. Mientras que en la Argentina se estima que se usan unos 300 millones de litros de estos productos en las superficies agrícolas.
En este trabajo de investigación, analizaron la exposición de 970 mujeres embarazadas a dichos pesticidas. Uno podría pensar que serían mujeres que trabajan diariamente durante un prolongado período de tiempo en los campos fumigados, pero no es así.
Un tercio de las mujeres durante el embarazo vivían dentro de un rango de distancia menor a 1.5 km de las superficies sembradas y fumigadas. La proximidad a este tipo de exposición a los organofosforados durante el embarazo aumentó un 60% el riesgo de que el futuro hijo desarrollara autismo. El mayor riesgo aumentaba con la exposición de este tipo de pesticida durante el tercer trimestre de la gestación. Los organofosforados que con mayor frecuencia se utilizaron dentro de este rango de superficie son clorpirifos, acefato, diazinon, y bensulida. También se logró la misma observación con carbamatos (metomil, carbaril, oxamil) y piretroides (esfenvalerato, cihalotrina, permetrina y cipermetrina).
Estos pesticidas afectan el desarrollo del cerebro fetal y, por ende, causan una alteración en las funciones cognitivas. En realidad, la mayoría de estas sustancias son neurotóxicas, o sea, afectan los nervios.
Los resultados son preocupantes, ya que millones de mujeres embarazadas en la Argentina viven en las principales zonas agrícolas como la provincia de Buenos Aires, Santa Fé, y Córdoba, donde millones de hectáreas están sembradas principalmente con soja y son fumigadas con glifosato y otros pesticidas. Aunque, según los entes reguladores de Europa y Estados Unidos, el glifosato que pertenece a la familia de los organofosforados, es una de las sustancias menos tóxicas, y a su vez, no fue analizado en este estudio. También hay otras regiones en el país donde hay otros cultivos, como en la zona del Litoral (cítricos, arroz, girasol), Cuyo (uva, aceitunas y otras frutas) o el sur del país (manzanas y verduras).
Por supuesto que no todas las embarazas que tengan exposición o contacto van a tener hijos con estas alteraciones neurológicas, pero como en todas las situaciones, no hay que alarmarse, pero conviene tomar ciertos cuidados.
Este nuevo descubrimiento será necesario confirmarlo con nuevas investigaciones, pero igualmente se recomienda que las mujeres que viven en esas zonas tengan la menor exposición posible durante toda la gestación.