Pueblos en peligro de extinción
Los pueblos indígenas de todo el mundo corren el riesgo de perderlo todo. Han conocido la persecución desde el descubrimiento de los europeos de los nuevos mundos. Fuerzas externas se han apropiado de las tierras indígenas para su colonización, tala, minería y un sinfín de avariciosos motivos.
En el mundo hay 370 millones de personas indígenas, de las que 150 millones son tribales; personas que han desarrollado sus propios modos de vida durante miles de años, desde la selva amazónica hasta el Ártico siberiano. Son en gran parte autosuficientes y diferentes a las sociedades mayoritarias de los países en que viven, tanto en sus lenguas y creencias, como en su aproximación a la vida. Conforman la mayor parte de las minorías más vulnerables del planeta.
La mayoría de los pueblos indígenas y tribales han vivido en sus tierras durante miles de años. Se cree que los sentineleses, por ejemplo, llevan 60.000 años viviendo en las islas Andamán de la India. Como resultado, tienen un conocimiento íntimo de sus territorios: "Nunca un lugar irreconocible", como diría un hombre innu. El pueblo khanty, pastor de renos, conoce los musgos, líquenes y árboles de alerce que pueblan su taiga siberiana tan profundamente como el pueblo dani los afloramientos de piedra de caliza de las tierras altas de Papúa. La sintonía de los innus de Canadá con los páramos rocosos de su tierra, Nitassinan, es comparable a la de los hopis con las mesetas desgastadas por el viento de sus tierras en Arizona.
Es habitual entre los pueblos indígenas y tribales una concepción holística de la naturaleza; ven a los seres humanos como una parte más, y no algo separado de la Tierra. Hay pueblos que todavía conviven en armonía con su entorno, que miden el tiempo por los ciclos de la luna, que pueden determinar el tipo de hielo ártico tan solo con mirar los patrones de las nubes o que se guían por el canto de un ave africana para encontrar los panales de abejas en los árboles baobabs de los que extraen la miel.
Sin embargo, los pueblos indígenas de todo el mundo corren el riesgo de perderlo todo. Han conocido la persecución desde el descubrimiento de los europeos de los nuevos mundos. Fuerzas externas se han apropiado de las tierras indígenas para su colonización, tala, minería y un sinfín de avariciosos motivos; también han intentado imponer sus extrañas formas de vida a sociedades que prosperaron durante milenios. De este modo, y en el falso nombre del progreso cultural y material, pueblos únicos y diversos han sido destruidos. "Y si el papel de la civilización es mutilar, robar y frustrar, entonces, ¿qué es el progreso?", preguntó en una ocasión Luther Standing Bear, un jefe sioux.
Los pueblos indígenas y tribales no son innatamente sociedades arcaicas, destinados a morir de forma natural. Son parte de sociedades complejas y en constante evolución; son pueblos que han hecho, siguen haciendo y tienen el derecho de hacer elecciones diferentes sobre cómo vivir sus vidas, y cómo adaptarse a este mundo cambiante.
A pesar del terrible sufrimiento, la resistencia de los pueblos indígenas crece en la actualidad. Están luchando por el control: para que les sean devueltas las tierras que utilizan y necesitan, por la libertad para decidir su propio desarrollo, por el derecho a la representación política y para que sus creencias sean respetadas. Están peleando con uñas y dientes contra quienes destruyen sus selvas, minan sus montañas y contaminan el ártico. Los éxitos conseguidos en 2013 son testimonio de su determinación.