Un bloguero entre periodistas
Estos tres años y medio de visibilidad en las redes me han hecho cambiar; mi mujer me lo repite con frecuencia y yo ahora lo admito. Tengo una imagen pública con cierta influencia, muestro una opinión y una credibilidad, me creo con una obligación ética ante tanta infoxicación.
En mayo de 2010, hace ya una eternidad salió a la luz el primer artículo mío publicado en un medio visible, un blog, mi blog. Antes jamás había escrito 3 palabras juntas, salvo a mi novia en su momento por carta manuscrita, papel y sobre con su sello de correos correspondiente. Una vocación tardía. Siempre como un fisgón en las redes, pero sin salir a dar la cara. Desde entonces, el blog, Twitter, Facebook y cualquier servicio de Internet con mínimo predicamento tiene una cuenta mía. Hasta que un día, hace más de un año, llegó una llamada de la jefa para ofrecerme participar como bloguero en un medio que iba a salir y que se llamaría el jufinton, o no se qué.
Estos tres años y medio de visibilidad en las redes me han hecho cambiar; mi mujer me lo repite con frecuencia y yo ahora lo admito. Tengo una imagen pública con cierta influencia, muestro una opinión y una credibilidad, me creo con una obligación ética ante tanta infoxicación y es evidente que hay un futuro por decidir.
Influencia, Credibilidad, Infoxicación y futuro de la blogosfera sanitaria, así se titula la mesa redonda a la que me han invitado en el congreso anual de ANIS (Asociación Nacional de Informadores de Salud), una de las asociaciones sectoriales más potentes dentro de los informadores. XI Congreso que se celebra en la ciudad de Valladolid bajo el título de un Congreso de Cine los días 25 a 27 de octubre y que viene a coincidir con la Seminci, Semana internacional de Cine, de ahí el nombre tan bien escogido.
¿Y qué hago yo allí? ¿Qué hace un bloguero hablándole a periodistas? ¿Qué puede aportar un aficionado al mundo de la divulgación sanitaria y de salud?
Desde que caí en este mundo de comunicación, mi obsesión ha sido divulgar, traducir el lenguaje médico, a veces inentendible, a mi población, poner en palabras de la calle todo un argot científico y abigarrado. Como pediatra mi diana son los padres con los que debo de poder entenderme en un lenguaje apto para todos, tratándolos como legos en la materia, no como retrasados, un lenguaje comprensible pero que no ofenda la inteligencia de nadie. Para ello se deben crear mensajes consistentes, responsables y creíbles, bien explicados sin autoritarismos dando las razones del por qué de tal o cual recomendación, en fin empoderando a los padres para que sean ellos los que tomen decisiones sabias en salud.
Los informadores o divulgadores deben poseer una credibilidad, que debería llegar por su buen hacer y su ética, pero ¿quién está detrás del informador? ¿Quién le paga? ¿Se debe a una empresa que paga su sueldo? ¿Es comunity manager o es un bloguero independiente? ¿Quién nos certifica? ¿Hay independencia absoluta? En la información en salud nos preocupa y mucho quién avala la pretendida información, quién pretende bajo mensajes bien intencionados medicalizar la infancia generando la sensación de que todo tiene que tener una solución, todo síntoma infantil debe obtener una respuesta, medicamento, placebo, engaño, terapia más o menos fraudulenta, lo que sea, todo se encuentra en el mercado, todo va avalado por 7 de cada 10 profesionales, o por la asociación de profesionales al uso.
A los que nos llamamos blogueros independientes nos gusta huir de la publicidad y la mercadotecnia y solemos emitir mensajes basados en evidencia, ciencia y experiencia, y así nos va, que no vemos un duro -labor altruista que el único beneficio que obtiene es el placer de poder ir a compartir conocimientos con otros profesionales, en este caso periodistas de salud-.
Como a los periodistas si algo se les supone es su sabiduría para hacer buenas preguntas e indagar en la materia a tratar, hablaré poco, una breve presentación y ponerme a disposición de las interesantes preguntas que espero que sean muchas y generen un debate ameno.