La banda terrorista está acabada. Ahora tiene que decidir cuándo lo anuncia con el menor cisma interno posible y cómo lo convierte en un acto de propaganda.
No ha debido ser fácil la decisión de la fecha electoral tomada por el lehendakari. Quizá haya también un deseo de pillar con el pie cambiado a algunos competidores. Podemos, la primera fuerza en las dos últimas elecciones, no tiene todavía candidato. EHBildu está en pleno proceso de reestructurar su programa político.
Resulta un tanto penoso constatar la indiferencia, cuando no la cortedad de miras, que la conjunción de los servicios diplomáticos españoles, políticamente dependientes de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores (junto con los -aún- grandes partidos) están tratando asuntos que tanta sensibilidad suponen a la dignidad de las víctimas del terrorismo.
Mas que hablar constantemente de independencia y soberanismo, el nacionalismo radical debe adaptarse cuanto antes a una realidad política en la que hay que aprender a pactar; buscar el equilibrio entre los distintos sectores internos, -que de esto la izquierda abertzale tendrá que hacer un cursillo acelerado- y escribir el relato de la historia tal y como fue y, no como puede interesar a cada una de las partes.