¿Serán los británicos los que salven a Europa? Los problemas de combatir el populismo desde el elitismo institucional
Hace nueve meses, los británicos votaron salir de la Unión Europea. Pese al rechazo actual de los británicos por parte de la mayoría del resto de los europeos, puede que sea precisamente en el Reino Unido multicultural dónde se esté fraguando la identidad de la futura Europa.
Llevo tres años viviendo a caballo entre Madrid y Londres, y desde el Brexit, es sobre todo en mi entorno inglés en el que observo cómo están surgiendo iniciativas destinadas a repensar la idea de Europa desde la socialdemocracia y no desde el populismo.
La primera de estas iniciativas en la que me vi envuelta empezó el día siguiente de la votación del referéndum, cuando me llegó una petición para unirme a un grupo de Facebook de una antigua amiga. El grupo se llamaba Europeos en el Reino Unido, en inglés Europeans in the UK.
Solo un par de días después, el 28 de junio, este grupo y otros, organizaron una gran manifestación a la que asistieron miles de personas según la prensa local. En la manifestación había italianos, españoles, polacos, pero, sobre todo, muchos británicos.
Durante la manifestación no se oyeron muchos gritos de rabia, ni eslóganes con amenazas económicas como los que habían poblado las campañas políticas a favor del remain (quedarse en Europa). En la manifestación se veían principalmente decenas de corazones y carteles que decían: Europa, te queremos. El debate sobre Europa había dejado de ser racionalista y había pasado a ser una cuestión de sentimientos e identidad, también para los partidarios del remain.
Al principio, pensé que el grupo de Facebook y las manifestaciones eran una especie de rabieta pasajera de la gente que había perdido el referéndum. Pero nueve meses después las manifestaciones se repiten con cada vez más gente, el grupo de amigos en Facebook Europeans in the UK sigue creciendo y, sobre todo, crecen los miembros británicos. Se conversa sobre cosas prácticas, por ejemplo, cómo conseguir visados, se comparten artículos de prensa sobre las consecuencias del Brexit, pero también se habla sobre la idea de Europa y su relación con el racismo, la emigración o la libertad de movimiento de las personas.
Estos nueve últimos meses se han creado decenas de otros grupos de Facebook similar al que yo estoy. Además, están surgiendo otras muchas iniciativas diferentes que promueven el debate sobre Europa: la agrupación demócrata liberal pro Europa, MoreUnited.uk, que pretende reformar la política y ya lleva más de 25.000 seguidores registrados en internet; el periódico The New European que se auto-define como el periódico pro-remain y que, en su primera tirada, vendió más de 40.000 copias; el documental El reino dividido, en inglés Divided Kingdom.
Las manifestaciones, las nuevas páginas de Facebook, las revistas, las películas que están surgiendo en el Reino Unido, son reflejo de que quizás se esté desarrollando un nuevo movimiento social europeísta de base. Este movimiento está organizado de forma espontánea y disociado de los partidos políticos o de las élites europeas tradicionales. Disociado también de los nuevos populismos. Las actividades de los diferentes colectivos de este movimiento social recrean en sus conversaciones el discurso sobre Europa, y con ello, sus valores, sus objetivos, sus necesidades y, por ello, la estructura de su identidad.
El europeísmo resultante de este movimiento social será seguramente muy diferente al europeísmo construido políticamente desde Bruselas en los últimos 70 años. Pero si se hace lo suficientemente grande, tiene muchas posibilidades de formar una alternativa a los populismos conservadores y una nueva Europa, quizás, más unida que la actual, pero distinta.
El Brexit es un reflejo de que los esfuerzos por crear una identidad europea en el Reino Unido han fracasado. Puede que la insularidad británica haya jugado un papel importante, pero el fracaso de Europa está sin duda ligado a su falta de conexión con la identidad de la gente.
Los políticos pro-europeos han sido conscientes de la necesidad de crear una identidad europea desde la fundación de la Unión Europea. Sin embargo, la construcción de esta identidad ha sido dirigida políticamente por y para las élites. Unas élites que tenían once padres fundadores como referencia intelectual. Una red de universidades como el Instituto Universitario Europeo de Florencia y el Colegio de Europa diseñadas para promover la teoría de la integración europea y ya de paso también facilitar el aparejamiento sentimental de jóvenes de diferentes países que luego formarían familias de europeos convencidos. Centros de Documentación Europeos situados estratégicamente en Cámaras de Comercio y otras instituciones nacionales que proporcionaban los datos que alimentaban los estudios apoyando la integración europea y su tesis principal que era el federalismo. Quizás solo los programas de intercambio escolar y universitario, como el programa Erasmus que anualmente mueve a más de 650.000 estudiantes según datos de la Comisión Europea, han podido contribuir a la identidad europea de forma algo más masiva y despolitizada.
Pero el Brexit ha demostrado que es un error seguir construyendo Europa pensando exclusivamente en las instituciones. Para que Europa deje de ser una institución de burócratas lejanos y se convierta en una identidad colectiva hace falta que la gente se apropie de la idea de Europa.
La emergencia de un movimiento social europeísta en el Reino Unido puede ser una vía para esa apropiación y para la creación de la nueva identidad colectiva. Los estudiosos de los movimientos sociales han demostrado que la identidad colectiva se crea a través de las interacciones constantes entre miembros de una comunidad. La gente ha de participar en actividades que les permitan hablar de la Europa donde quieren vivir.
Así, puede que para crear una Europa social y económicamente fuerte necesitemos más integración política en Europa, como dicen los políticos socialdemócratas. Pero también son necesarios movimientos sociales que construyan y difundan una identidad colectiva europea. La Europa que queremos ser ha de poder estar pensada y discutida por la gente a través de actividades que conformen espacios comunicativos (como Facebook) y culturales propios (como los nuevos periódicos, películas y otras actividades artísticas y ciudadanas). Lejos de la imposición de una solución única institucionalista, el rol de los políticos ha de ser el de crear vínculos entre las actividades de los movimientos sociales y las instituciones europeas. Paradójicamente, puede que esta vez sean los británicos, o, mejor dicho, los "europeos en el Reino Unido" (como se autodenominan mis amigos de Facebook) los que ayuden a refundar la idea de Europa.