Una reforma pendiente para Wert
Los sucesivos hachazos en becas dejan entrever que muy pronto estudiar en la universidad en este país volverá a ser un lujo reservado a unos pocos, como ya era en la práctica el caso en el antiguo régimen de infausto recuerdo.
Mis disculpas por adelantado a los lectores puesto que me dispongo a tratar un tema personal, y por lo tanto relativamente trivial relativo a la universidad en España. Sin embargo, se trata de un pequeño problema al que se ven confrontados decenas de miles de nuestros licenciados cada año, y cualquiera que haya estudiado recientemente en nuestra universidad sabrá de lo que hablo.
Hace algo más de cuatro años decidí completar mis estudios con un máster en una escuela de negocios de Madrid. El ICO había creado poco antes una línea de crédito llamada Préstamo Renta Universidad que permitía (y sigue vigente al parecer) a prácticamente cualquier residente en España licenciado en una universidad europea los diez años anteriores a la solicitud lograr un crédito muy ventajoso: 0% de interés, hasta diez años para amortizarlo y tres años de carencia desde la finalización de los estudios. El crédito ICO es -en la práctica- casi una beca y puesto que entonces era residente en España lo solicité.
Un apunte general con respecto al ICO. Hace unos meses Iñaki Gabilondo publicó en su videoblog una entrada titulada El misterio de los créditos del ICO. Si hay algo en lo que todos los expertos coinciden, sean del pelaje que sean, es que uno de los problemas centrales del país es la falta de crédito, y pese a todo el ICO abre año tras año líneas de crédito que quedan muy lejos de agotarse: sólo se da salida a aproximadamente un 25% de las líneas de crédito para pymes.
¿Cómo es posible? Seguramente no sea la persona más indicada para darle una respuesta a Gabilondo, pero veo varias causas probables: líneas de crédito mal diseñadas, mala comunicación de las mismas e importantes trabas burocráticas que de facto constituyen una barrera de entrada para lograr el crédito. Coincido con Gabilondo en todo caso en que se trata de un escándalo más y remediarlo compete al Ministerio de Economía, en el que sin embargo nadie parece dar la cara ni hacerse responsable de resolver la cuestión.
La línea Préstamo Renta Universidad, con todo, se halla entre las exitosas por una triste razón, y es que muchos de nuestros jóvenes al no encontrar trabajo al licenciarse deciden alargar sus estudios con un máster o un doctorado. En el peor de los casos, como un artículo de El HuffPost puso no hace mucho sobre el tapete, el estudiante sigue sin encontrar trabajo después del máster y por lo tanto no paga, pero el ICO recordaba en ese artículo que se mantiene la deuda en lo que probablemente sea el peor de los mundos para el estudiante en cuestión. Esto, unido a los sucesivos hachazos en becas dejan entrever que muy pronto estudiar en la universidad en este país volverá a ser un lujo reservado a unos pocos, como ya era en la práctica el caso en el antiguo régimen de infausto recuerdo.
Retomando el hilo de mi caso personal, hace más de tres años que acabé el máster y me fui de España con mi educación de primera financiada por el Estado, aunque hoy pago mis impuestos en Francia por lo que la inversión realizada en mí la aprovecharán otros. Eso sí, el ICO recuperará el crédito que hasta ahora he honrado religiosamente, pese a que hace poco me llegó una carta en la que se me anunciaba que para que el crédito siga libre de interés debo probar al Ministerio de Educación que completé el máster.
Nada que objetar en principio. Podría probar que completé el máster con facilidad enviando al Ministerio una copia del título como me sugieren, pero resulta que años después de acabar el título y solicitarlo sigo esperando el diploma, y para mayor escarnio nadie es capaz de decirme cuántos años más me cabe esperar. En vez de eso le he tenido que pedir a mi padre -afortunadamente tengo buena relación con él y me hace este tipo de favores- que envíe un correo certificado con alegaciones ya que no viviendo en España no me resulta posible hacerlo a mí.
Esta espera de unos tres años entre la obtención y la expedición del título no es propia de la escuela de negocios en cuestión, sino que es una particularidad española que cualquiera que haya pasado por una universidad e incluso una escuela oficial de idiomas de este país conoce. Como los títulos son expedidos en nombre del Rey en algún momento he llegado a pensar que entre una partida de caza y una operación al pobre Juan Carlos le aguarda una pila de miles de títulos por certificar, pero una revisión más atenta del título que obtuve hace más de siete años, y que fue expedido hará tres previo pago de varios cientos de euros me saca de mi error, sólo aparece mi firma, la del rector y la del responsable académico.
Más tranquilo tras constatar que nuestro monarca no ocupa su tiempo con menudencias como la anterior, intento imaginar el cuello de botella que explica este desfase en la expedición de los títulos y no acierto más que a imaginar una oscura oficina en la que la inscripción en algún registro se hace a mano y sin prisas, mientras que los títulos por expedir se acumulan como si fuera el propio Juan Carlos quien se ocupara. Para más INRI, dicha oficina probablemente se encuentre en el piso inferior de la misma que me envió, con una eficacia notablemente superior, la comunicación por la que se me cobrarán intereses si no pruebo que he completado el máster.
Para calmar mi ansiedad, me cabe seguir los consejos de TVE y rezarle a San Expedito a ver si la oficina de abajo se da prisita o la de más arriba acepta las alegaciones y no me cobran los intereses por la amortización del crédito. Expliqué en un post reciente que nos adentramos en la era de big data pero algunos de nuestros ministerios se aferran a las panderetas. ¡Y Olé!