Tirar de la manta (1): Edward Snowden
¿Podría tener Snowden motivaciones no políticas? Es fácil que sea así. Snowden no es un informático al uso, sino que es un exespía. Si ha ejercido semejante oficio es probable que tenga criterios morales flexibles, y que a un espía le escandalice que su Gobierno espíe resulta poco plausible.
Con toda franqueza, las revelaciones de Edward Snowden me han dejado más bien frío. Quizás sea porque estando dentro del mundillo de los consultores tecnológicos estoy más curado de espantos, o más probablemente porque mis inclinaciones paranoicas me han hecho dar por sentado por lo menos desde que Bush Jr. promulgara la Patriot Act (aun hoy en vigor) que el Gobierno de los Estados Unidos puede, simplemente si así lo cree oportuno, tener acceso a mis direcciones IP, cuentas bancarias, tarjetas de crédito, emails y por supuesto tuits y posts varios.
Snowden es un exagente de la CIA, al parecer al dejar la agencia trabajó en Japón unos cuatro años para Dell hasta que fichó a principios de este año por la consultora Booz Allen Hamilton, siendo siempre su cliente el Gobierno de los Estados Unidos. Para conseguir este último empleo se dice que afirmó haber asistido a cursos de Ingeniería Informática de la Universidad John Hopkins, la más prestigiosa del ramo en Estados Unidos, y parece que mintió, lo que resulta ser más habitual en estos contextos de lo que pueda pensarse.
Según hizo saber en una entrevista a un medio de Hong Kong, Snowden había solicitado este puesto sabiendo que iba a colaborar en el programa PRISM para posteriormente denunciarlo desde dentro, y el maquillaje de su currículum formaría por lo tanto parte de un plan muy premeditado. Estudiara en la universidad o no, no cabe duda de que se manejaba como pez en el agua en estos ambientes y de que se trata de un tipo espabilado.
Lo que hoy por hoy está poco claro son sus motivaciones para actuar tal y como lo ha hecho. Snowden se presenta como un mártir del libertarismo, preocupado por el poder omnímodo que su Gobierno está adquiriendo sobre sus ciudadanos en base a la vigilancia de la red. Irónicamente, sobretodo siendo Snowden un republicano antiestatista, si no se queda en Rusia es posible que Snowden se refugie en Venezuela, un país cuyo Gobierno tiene esa inclinación a controlar los medios que tanta grima le produce a Snowden. Y si camino a Venezuela hace escala en Cuba, Snowden podrá comprobar cómo el régimen de Castro no precisa de PRISM alguno porque la cuasi inexistente red es controlada ya a priori por la vía del control al acceso. Que me perdonen los apologetas de Snowden, puesto que la verdad es que el pobre hombre no tiene directamente la culpa de haber despertado las mayores simpatías entre los gobernantes que no le temen a la ira de Obama.
Según el periodista que le entrevistó para The Washington Post, Snowden era perfectamente consciente del coste personal a pagar por las filtraciones. Para corroborar que es una persona desinteresada, Snowden ha puesto de relieve el hecho de que como consultor estaba ganando un excelente sueldo de más de 120.000 dólares al año y que en cambio ahora está arrinconado en el aeropuerto de Sheremétievo, con un futuro incierto que en el mejor de los casos pasa por Venezuela.
¿Podría tener Snowden motivaciones no políticas? Según el que esto escribe, es fácil que sea así. Snowden no es un informático al uso, sino que es, justo es recordarlo, un exespía. Si ha ejercido semejante oficio es probable que tenga criterios morales flexibles, por decirlo de alguna manera, y el hecho de que a un espía le escandalice que su Gobierno espíe resulta poco plausible. Puede, sin embargo, que las convicciones políticas de Snowden sean reales, y que a ellas se les añada cierto afán heroico. Snowden intentó enrolarse de joven en las Fuerzas Espaciales para ir a combatir a Irak, pero un accidente en el que se rompió las piernas frustró su empeño.
En el peor de los casos, Snowden habría previsto no sólo cómo iba a reaccionar su Gobierno en el momento en que filtrase los detalles del programa PRISM sino también el revuelo mediático consiguiente, que sería una plataforma de publicidad inigualable para una best-seller millonario basado en su vida, que con la venta de los derechos cinematográficos correspondientes pueden hacer palidecer fácilmente los 120.000 dólares al año que ganaba como consultor.
Sea lo que sea que anime a Snowden, es justo que los internautas aficionados a las novelas de espionaje le estemos doblemente agradecidos. Por un lado, por desvelarnos hasta qué punto las comunicaciones en internet están expuestas. Y por otro lado, porque la próxima vez que queramos que sólo el destinatario del email que envíemos esté al tanto de su contenido tendremos la precaución de concretar con él un libro-código para cifrar el mensaje, resucitando la ancestral técnica que tan magistralmente describía Graham Greene en la insuperable Nuestro hombre en La Habana.