'El Jefe Infiltrado', 'Entre todos' y otras miserias televisivas
El origen de El Jefe Infiltrado refleja bastante bien el auge de los superejecutivos, y el hecho de que se haya importado con éxito es síntoma de que estamos ya maduros para admitir de buen grado el mismo fenómeno, así como los grados de desigualdad que ello comporta.
Durante las últimas semanas he podido pasar bastante tiempo al sur de los Pirineos, por lo que he tenido ocasión de ver alguna de las novedades televisivas de mayor éxito en nuestro país. La que más me ha llamado la atención es el programa de laSexta El Jefe Infiltrado, un formato recientemente premiado que de hecho es una adaptación de un programa del Channel 4 británico.
El Jefe Infiltrado sigue un esquema que se repite en cada emisión: un alto directivo disfrazado se hace pasar por un currante de su propia empresa. En uno de los episodios que pude ver un contable de la empresa de residuos de Málaga se hacía pasar por basurero. Tras pasar una semana ejerciendo de forma extremadamente ineficaz sus nuevos cometidos, el contable en cuestión vuelve a su despacho y se dedica a repartir ascensos, reducciones de jornada y regalos a sus subordinados (en el capítulo en cuestión el contable se sacaba de la manga un coche nuevo para el currante más afortunado), bien porque éstos lo merecían o bien -en la mayor parte de los casos- simplemente porque tuvieron la buena estrella de cruzarse con el descenso del directivo al proletariado.
Ignoro cómo se financian los premios a los currantes que otorga el jefe, y aunque el programa pretende crear la ilusión de que es el propio directivo el que decide a discreción cómo se distribuyen las dádivas, supongo que en realidad las costean entre la empresa protagonista del episodio (que verá el programa como una rentable inversión publicitaria) y la productora del programa. Resulta chocante (hay que verlo para creerlo) la naturalidad acrítica con la que se asume la facilidad con que con una cacicada y algo de buena voluntad el directivo protagonista puede cambiar a mejor la existencia de los currantes.
De hecho, El Jefe Infiltrado es una secuela del Millonario Anónimo, otro programa que ahora emite igualmente laSexta y de factura casi idéntica, pero que en este caso no lo protagoniza un directivo sino un millonario deseoso de ser solidario de la manera lo más pública y notoria posible, y que durante una semana buscará a pobres para hacer caridad haciéndose pasar por uno de ellos.
El origen anglosajón de El Jefe Infiltrado refleja bastante bien el auge de los superejecutivos en esos países del que tuve ocasión de hablar con Thomas Piketty, y el hecho de que se haya importado con éxito este programa a España es posiblemente síntoma de que estamos ya lo bastante maduros para admitir de buen grado el mismo fenómeno también aquí, así como los grados de desigualdad que ello comporta.
Ahora bien, el malestar que estas emisiones pueden generar en el espectador más sensible a la desigualdad se queda corto ante el bochorno que le provocará Entre todos, el programa de TVE presentado por Toñi Moreno y que desgraciadamente se puede ver desde el extranjero. Si TVE Internacional no quiere contribuir a degradar más la Marca España le haría un gran favor a este país emitiendo en bucle el programa Españoles por el mundo como hacía no hace mucho, que ilustra otra de las secuelas de la crisis sin suscitar vergüenza ajena.
Entre todos es de factura nacional, y de hecho entronca directamente con una tradición que creíamos afortunadamente olvidada, la del programa de radio Ustedes son formidables que presentaba el periodista catalán Alberto Oliveras (sin parentesco con quien esto escribe) tal y como recordaba hace un tiempo la genial Elvira Lindo. El ceremonial del ¿¿¿Qué tengo??? de Toñi al que su público responde: ¡¡¡Llamada!!! recuerda también poderosamente la subasta de pobres de Plácido, la obra maestra de Berlanga, pero sin ironía alguna y con muchísima sensiblería.
Mariola Cubells ha escrito recientemente un post en el que pone en evidencia que la miseria que explota el programa para lograr audiencia impregna por completo la mecánica del mismo: los pobres que exhiben sus desgracias en directo han de hacer un curso acelerado de credit managers tras su paso por la tele, ya que el programa no les paga con dinero su performance, sino que les da en su lugar una lista de teléfonos de sus supuestos benefactores, y no para que les den las gracias, sino para que les cobren. Es decir: nada. Ser solidario a la vista de toda España y parte del extranjero no había sido nunca antes tan barato.