Os presentamos a la antítesis de Trump
La política puede llegar a parecer motivadora, humana y decente cuando la explica un antiguo profesor de teatro, boxeador y activista medioambiental como el nuevo primer ministro de Canadá. Me pregunto cómo es posible que dos países tan similares -Estados Unidos y su vecino del norte- hayan desarrollado culturas tan diferentes.
TORONTO (Canadá) - La política puede llegar a parecer motivadora, humana y decente cuando la explica el nuevo primer ministro canadiense, Justin Trudeau (de 44 años, boxeador, antiguo profesor de teatro y activista medioambiental).
Si pasas un día en Canadá con Trudeau, te acabarás preguntando cómo es posible que dos países tan similares -Estados Unidos y su vecino del norte- hayan desarrollado culturas públicas tan diferentes.
Es cierto que Toronto tuvo como alcalde a Rob Ford (un borracho lleno de odio) hasta hace poco, pero es la excepción que confirma la regla en Canadá, un país, por lo general, acogedor y de mente abierta.
En cambio, Estados Unidos tiene a Donald Trump, a Ted Cruz y a Marco Rubio compitiendo como matones de colegio para ver quién consigue ser más incompatible con los otros 7000 millones de personas del planeta que no son estadounidenses.
El hijo de Pierre Trudeau, el legendario quebequés que dirigió Canadá en las décadas de los sesenta y los setenta, demuestra tener confianza en el papel de su país como un equilibrio entre la xenofobia, los insultos y la guerra de su vecino del sur.
Trudeau, el líder del Partido Liberal canadiense que llegará a Washington el miércoles para realizar una visita de Estado durante tres días, quiere resucitar el papel de Canadá como calmante, guardián de la paz y cobijo de los refugiados: el de asistente social mundial al servicio de los desamparados.
"El siglo XX estuvo determinado por el establecimiento de derechos", afirmó el lunes en una retransmisión en directo en Facebook y en HuffPost Live. "El siglo XXI se caracterizará por establecer el valor inalienable de cada individuo al asegurarnos de que pueden ser importantes y contribuir".
Por muy confuso que suene, Trudeau se las arregla para vender su concepción de "abiertos al mundo" como algo práctico: una forma de conectar con el exterior por razones de negocios y de mercado; de beneficiarse de la situación geográfica de Canadá (especialmente ahora que el Ártico se está derritiendo); y de aprovecharse de la exitosa historia canadiense, que se caracteriza por haber dado un amplio margen de libertad a las distintas identidades étnicas dentro de una población muy diversa y con muchos inmigrantes.
Esto no se parece en nada a Estados Unidos, donde la retórica xenófoba y racista del candidato republicano Donald Trump rebaja el nivel del discurso.
Y en la víspera de su primera visita oficial a Estados Unidos, Trudeau fue más allá de lo que había ido antes (analizando y criticando desde el respeto los acontecimientos de Estados Unidos).
"Si fuera estadounidense, ahora mismo estaría preguntándome por qué hay tanta gente insatisfecha con sus medidas políticas", declaró al HuffPost. "¿Por qué tantos estadounidenses sienten que la democracia les ha privado de sus derechos hasta llegar al punto de perder las formas o insultar?".
"No voy a entrar en una pelea con Donald Trump, ni tampoco voy a apoyarle, claro", añadió. "Pero sí que estoy prestando mucha atención a estos acontecimientos de Estados Unidos -la democracia más grande del mundo- para ver cómo lidian con esta cantidad de problemas y de frustraciones con relación al sistema político que hemos visto repetirse por todo el mundo".
Cuando se le pidió que explicara algo más este diagnóstico amistoso de lo que está ocurriendo en Estados Unidos, Trudeau se centró en el papel del dinero.
"Una de las cosas que hicimos la década pasada fue cambiar el ámbito monetario en nuestras políticas", explicó. "Nada de donaciones de las empresas ni de los sindicatos, y los ciudadanos sólo pueden donar un máximo de 1500 dólares (1360 euros) a un partido político".
"Esto cambia la estructura que rodea la política, las obligaciones de recaudación de fondos y el poder que tienen los grupos de interés especial y los lobbies", añadió. "Sé que es algo que varios pensadores estadounidenses han destacado. Puede que merezca la pena profundizar más en este tema. Cuando todo se calme en noviembre -de la manera que sea-, creo que sería un acierto tratar el tema del papel de la financiación de las campañas políticas a la hora de establecer una democracia con éxito".
Sí, "un acierto".
¿Te imaginas a algún candidato a la presidencia estadounidense diciendo esto de manera calmada, sensata y discreta?
Claro que no. Y yo tampoco.
El tono y las tácticas que utiliza Trudeau son totalmente diferentes. Fijémonos en su reacción cuando le pregunté por qué no denunció a Vladimir Putin por afirmar que el Polo Norte y la mayor parte del océano Ártico pertenecen a Rusia.
"Que Putin no nos caiga bien a nivel personal no significa que automáticamente esté equivocado", respondió. "La ciencia decidirá. Yo creo que no tiene razón. Basándome en la ciencia creo que no tiene razón. No se puede estar en desacuerdo con alguien con quien no se suele estar de acuerdo simplemente porque no se esté de acuerdo con él".
Le respondí: "Claramente no ejerces la política estadounidense".
"¿Te refieres a que 'no dejamos que los hechos se interpongan en la discusión'? No sé, [en Canadá] intentamos hacerlo de manera distinta".
Nota del editor: Donald Trump es un mentiroso compulsivo, un xenófobo, un racista, un misógino y un agresivo que ha prometido en repetidas ocasiones que prohibirá la entrada a todos los musulmanes -1600 millones de personas pertenecientes a una misma religión- a Estados Unidos.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.