Lo que significa para mí el legado del presidente Obama
Para cuando Obama prestó juramento, estábamos a punto de entrar en otra Gran Depresión. Antes de que pasara lo peor, se destruían 800.000 puestos de trabajo al mes y 5 millones de estadounidenses habían perdido sus casas. Mientras tanto, la industria del automóvil -el orgullo y la ingenuidad de la industria estadounidense- estaba al borde del colapso.
El 20 de enero de 2017, dará comienzo un nuevo capítulo en la historia de Estados Unidos. Habrá un nuevo presidente en el Capitolio, levantará una mano y prestará juramento al cargo. A partir de ese momento, será quien decida si defendemos y continuamos con el progreso que hemos alcanzado con el presidente Obama o si nos olvidamos de él.
Para mí ya es algo personal, no solo como ciudadana estadounidense que apoya a Obama, sino también como alguien que se enorgullece de haber trabajado codo con codo con él en la Casa Blanca.
Recuerdo como si fuera ayer el día posterior a las elecciones de 2008 en el que Obama, recién elegido presidente, me pidió que fuera a verle a Chicago. Resultó que quería pedirme que fuera secretaria de Estado. Pero, primero, hablamos sobre todo lo que él estaba haciendo para prepararse para su primer mandato, y sobre todo lo que estaba aprendiendo sobre la realidad de la crisis económica a la que se estaba enfrentando Estados Unidos. Obama recibía información cada día, en ocasiones varias veces al día. Y no había buenas noticias. "Es mucho peor de lo que nos habían dicho", me decía.
Tenía razón.
Para cuando Obama prestó juramento, estábamos a punto de entrar en otra Gran Depresión. Antes de que pasara lo peor, se destruían 800.000 puestos de trabajo al mes, 5 millones de estadounidenses perdieron sus casas y la economía familiar disminuyó en 13 billones de dólares. Mientras tanto, la industria del automóvil -el orgullo y la ingenuidad de la industria estadounidense- estaba al borde del colapso. Resultó ser la segunda peor crisis financiera de la historia de Estados Unidos.
El presidente Obama lo cambió todo. Miren dónde estamos ahora. Llevamos 70 meses seguidos de crecimiento del empleo en el sector privado. Las empresas han creado 14,1 millones de puestos de trabajo. La tasa de desempleo es la más baja en siete años. Y la industria del automóvil acaba de cerrar su mejor año.
Unos datos bastante espectaculares para cualquier presidente, pero más aún para uno que ocupó el cargo en medio de un desastre económico. Y eso no es todo. Hemos impuesto las regulaciones más estrictas desde la década de 1930 en Wall Street. Creamos hace un año la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, que ya ha devuelto a los consumidores casi 11.000 millones de dólares.
Hemos restaurado nuestra situación en todo el mundo. Bajo el gobierno del presidente Obama, trabajamos con el Congreso y Naciones Unidas para imponer sanciones incapacitantes contra Irán, que preparaban el terreno para firmar un acuerdo histórico que impidiera que Irán obtuviera armamento nuclear. Defendimos los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT por todo el mundo. Se hizo justicia con Osama bin Laden. Y, gracias a la meticulosa diplomacia del presidente y su equipo, casi 200 países se han unido a un acuerdo para abordar la amenaza inminente que supone el cambio climático.
También cabe destacar los progresos que hemos hecho con respecto a una causa que me preocupa especialmente: una asistencia médica asequible y de calidad al alcance de todos. Gracias a la Ley de Atención Sanitaria Asequible, ahora ya hay 18 millones de estadounidenses con seguro médico. Y son aún más los que se están beneficiando de los cuidados preventivos. Los estadounidenses pueden dormir más tranquilos ahora que saben que no se les negará el seguro médico debido a afecciones preexistentes. Los demócratas llevamos intentando conseguir atención médica universal desde los tiempos de la administración de Harry Truman. Y el presidente Obama la ha hecho realidad. Ahora necesitamos seguir trabajando en ello, disminuir los costes para los pacientes y asegurarnos de que todos los estadounidenses obtienen la atención que se merecen.
Si damos un paso atrás y contemplamos lo que ha conseguido Estados Unidos en el transcurso de estos ocho años, veremos que es asombroso lo lejos que hemos llegado. Pero sería imposible oír nada de esto de boca de los republicanos. Les falta tiempo para demonizar y menospreciar al presidente Obama. En el último debate presidencial del partido republicano, dos candidatos se refirieron a él utilizando la palabra "niño". En nuestra política no hay lugar para ese tipo de retórica marcada racialmente. En vez de insultar a nuestro presidente, deberíamos estar dándole las gracias.
Los republicanos no se limitan a criticar duramente al presidente. Amenazan con deshacer todo aquello que ha conseguido. Quieren derogar la Ley de Atención Sanitaria Asequible; de hecho, han votado para derogarla o desmantelarla en más de 50 ocasiones. Se toman en serio el trabajo de desmantelar los derechos de los trabajadores y los derechos de voto. Quieren quitarnos a las mujeres el derecho a decidir sobre nuestra propia salud. Hay quienes quieren incluso revocar la igualdad matrimonial, uno de los mayores logros en derechos civiles de la historia de Estados Unidos.
En resumen, quieren hacernos retroceder y deshacer todo el progreso que tanto nos hemos esforzado por conseguir. No podemos dejar que eso ocurra.
Como presidenta, seguiré adelante con los logros demócratas. Defenderé todo lo que ha conseguido el presidente Obama y será el pilar sobre el que construya mi política. Trabajaré por conseguir un aumento de ingresos para las familias de clase media, por una universidad asequible, por proteger al colectivo LGBT de la discriminación, por preservar el acceso de la mujer a la atención sanitaria y por su libertad reproductiva; mantendré a Estados Unidos a salvo de las amenazas a nivel nacional e internacional. Nunca permitiré que se derogue la Ley de Atención Sanitaria Asequible.
Hemos progresado muchísimo a lo largo de estos últimos ocho años. Este progreso no debería ser ninguneado ni desestimado. Sigamos progresando. Asegurémonos de que nadie nos hace ir marcha atrás. Hemos llegado demasiado lejos. Hemos logrado demasiadas cosas. Y podemos hacer más aún por nuestras familias, por nuestras comunidades y por Estados Unidos. Y, juntos, podemos construir una economía y un país que funcione para todos. Eso sería verdaderamente revolucionario.
Este artículo fue publicado originalmente en HillaryClinton.com
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero