El Gobierno del chivatazo
Tu vecino, tu compañero de trabajo o cualquier familiar te vigilan. Cuidado con lo que haces. Todos somos presuntamente culpables. El caso, inevitablemente, lleva a evocar la Alemania nazi, la España de 1939 o el Chile de Pinochet. Momentos históricos en los que la delación no sólo estaba bien vista, sino recompensada. El Gobierno de Rajoy vuelve a entronizar a los acusicas.
Cuando iba al colegio uno podía asumir cualquier insulto -tonto, bobo, corto, empollón o redicho-, excepto el de chivato. O peor aún: acusica.
El sentimiento de repugnancia era de ida y vuelta. Se detestaba tanto ser un chivato como conocer a un chivato. En un paso que nos acercaba a la madurez, pensábamos que era mucho más honrado resolver las disputas en el recreo, a la salida de la clase o a través de notas personales. Todo menos la delación.
El Gobierno de Mariano Rajoy sigue valiéndose de la lucha contra la crisis (que nunca llega) para ir inoculando de forma sibilina toda una inyección ideológica de la que muchas veces parece que ni sentimos el pinchazo. Ha ocurrido con la regresión en la interrupción del embarazo, en la cada vez mayor influencia de la Iglesia en materia educativa o en la pérdida de derechos laborales que tantos años costó conseguir. En esta tendencia muy calculada de ir dando pasos atrás, el Ministerio de Empleo recupera ahora la delación como método de amedrentamiento social mediante un sistema de denuncias anónimas contra el fraude laboral.
Tu vecino, tu compañero de trabajo o cualquier familiar te vigilan. Cuidado con lo que haces. Todos somos presuntamente culpables.
No me importa caer de buenas a primeras en la siempre evitable Ley de Godwin ("A medida que una discusión online se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis, tiende a uno") porque el caso, inevitablemente, lleva a evocar la Alemania nazi, la España de 1936 o el Chile de Pinochet. Momentos históricos en los que la delación no sólo estaba bien vista, sino recompensada. No era necesario medrar, sino delatar. No se requerían pruebas; bastaba con el mero chivatazo. "Fulano lleva mucho sin ir a misa"; "Una tarde vi cómo mengano entonaba La Internacional"; "Zutano ha sido comunista de toda la vida, se lo digo yo". Bastaba una denuncia para, en el mejor de los casos, pasar unos cuantos años en prisión. En el peor, acabar mal enterrado.
En un grado mucho menor, el Gobierno de Rajoy vuelve a entronizar a los acusicas. Lo hace como quien no quiere la cosa, vendiéndolo, para mayor escarnio, como un servicio público que contribuirá a fortalecer la salida de la crisis y a desenmascarar a los pillos que cobran con una mano el subsidio de desempleo y, con la otra, unos euros extra por hacer unas chapuzas. Y todo con la máxima discreción: "El comunicante no tendrá que aportar ningún dato personal y el buzón solo recogerá información sobre las presuntas irregularidades de las que se tenga conocimiento", tranquiliza el Ministerio.
Las leyes, evidentemente, están para cumplirlas. Y el Estado para evitar, en la medida de los posible, que se cometan irregularidades laborales. Pero es inaceptable que sea el propio Estado el que delegue esa responsabilidad en los propios ciudadanos. ¿Acaso no cuenta con supervisores suficientemente cualificados para ejercer esa función? ¿Cuántas de esas delaciones se basarán únicamente en el rencor y ralentizarán el trabajo de los técnicos del Ministerio?
Es, además, una medida totalmente inane: paja en un campo de trigo. Si realmente el Gobierno quiere incrementar la recaudación vía impuestos y evitar triquiñuelas, existen fórmulas mucho más eficaces y menos deshonrosas que desarrollar una plataforma web para que los ciudadanos denuncien al vecino. Basta, por ejemplo, con elevar el impuesto de sociedades, aparcar ocurrencias tan injustas como aplicar una amnistía fiscal a millonarios defraudadores o acabar con las discriminatorias SICAV.
No es sólo la incitación al chivatazo por parte de un Gobierno democrático. Es también, y sobre todo, que el Ministerio dirigido por Fátima Báñez ensalza las virtudes de la 'ventanilla de la delación' bajo el argumento de que "el trabajo no declarado, el empleo irregular y el fraude a la Seguridad Social constituyen una de las mayores amenazas al Estado del bienestar". Estado de Bienestar y Gobierno actual. Un oxímoron.
No deja de ser irónico que el PP, al que tanto se le llenó la boca la pasada legislatura con el término "Gobierno del chivatazo" por el caso Faisán, respalde, ampare y defienda a un verdadero Gobierno del chivatazo.