"Una palabra tuya...": por qué Biden no actúa contra Israel para parar la guerra
EEUU condiciona por primera vez la entrega de armas a Tel Aviv. Una presión que crece con el informe del Departamento de Estado que muestra "serias preocupaciones" por un uso de forma "incompatible" con el Derecho Internacional.
Joe Biden, como sus antecesores en la presidencia de los Estados Unidos de América, tiene un poder único entre las 8.000 millones de personas de este mundo: el de coger un teléfono, hacer una llamada con prefijo de Israel (+972) y condicionar lo que ocurre a miles de kilómetros de Washington. Por eso se multiplican las preguntas sobre por qué no se decide a parar la guerra en Gaza, que acumula ya casi 35.000 muertos.
El mandatario demócrata ha dado esta semana el paso más ambicioso en estos siete meses de guerra para presionar a Tel Aviv: condicionar el envío de más armas a que no se ataque Rafah, en el sur de la franja, donde hay más de 1,3 millones de palestinos hacinados en una zona que se les prometió segura y nunca lo ha sido. "Los civiles han muerto en Gaza como consecuencia de esas bombas y otras formas en que atacan los centros de población", dijo a la CNN. Israel dice que es "muy decepcionante" ese toque de atención.
Según fue avanzando la ofensiva contra Hamás (y contra los civiles palestinos), Tel Aviv dejó ver sus intenciones de ir a por Rafah, paso estratégico con Egipto y donde cree que siguen escondido los principales líderes de la milicia y los cuatro batallones que le quedan operativos. La Casa Blanca siempre le ha advertido que no debería tocar la zona, pero hasta ahora no le ponía condiciones. Como no lo ha hecho al pedir un usos "proporcional" de su fuerza, como no lo ha hecho ante el asedio a centros sanitarios, ante el bloqueo a la entrada de ayuda humanitaria o ante la violencia paralela de los colonos en Cisjordania. Críticas, sí, malestar verbal como no se habían visto en mucho tiempo, sí, pero Oriente Medio sabe muy bien las diferencias entre las palabras y los hechos, entre el pescozón y las resoluciones en contra o las sanciones.
Hasta ahora, el Gobierno de EEUU ha hecho lo de siempre: ofrecer a Israel protección militar y diplomática, protegerlo de resoluciones contrarias en Naciones Unidas gracias a su poder de veto y defender por encima de todo su derecho de legítima defensa tras los atentados de Hamás, que causaron la muerte a 1.200 personas y acabaron con más de 250 rehenes. El gabinete de Benjamin Netanyahu ha ido beneficiándose de esa red perpetua en su ofensiva y las críticas las ha sorteado defendiendo su plena soberanía para tomar decisiones.
"EEUU debe liderar el camino como aliado más cercano de Israel y su mayor proveedor de armas", han pedido 12 líderes mundiales -como Ban Ki-moon, Mary Robinson, Ricardo Lagos o Juan Manuel Santos- en una carta dirigida a la Casa Blanca. Otras 160 ONG del mundo, ya en enero, le rogaron que ponga un embargo defensivo contra Netanyahu. Por ahora, como el que oye llover.
¿Tiene tanto poder?
¿Tiene Biden el poder suficiente como para frenar a Netanyahu y su Gobierno ultra? El americanista Sebastián Moreno no tiene dudas: "Lo tiene". Aunque añade un "pero": "tiene que querer ejercerlo y hay condicionantes que lo complican". A su entender, es "indiscutible" que EEUU "es clave en cualquier ecuación en política internacional" y más en un país que, entre otras cosas, nació por su "impulso moral" tras la Segunda Guerra Mundial, hace ahora 76 años. "Si se imponen condiciones a Israel, en bastante poco tiempo podría pararse esta guerra porque, incluso en un corto plazo, Israel depende en gran medida de EEUU, no podría seguir adelante o, desde luego, no en estas condiciones", indica.
Las amenazas más fácilmente planteables son la de recortar la ayuda militar, como se acaba de hacer, más la de dejar de defenderlo en organismos internacionales como la ONU y "abandonar los esfuerzos a largo plazo" para normalizar las relaciones de Tel Aviv con el mundo árabe, que estaban a punto de cobrarse un pacto con Arabia Saudí justo cuando Hamás atacó. "Hasta ahora, con una llamada al mes o dos meses, sólo se ha conseguido una limitada apertura de pasos para la ayuda", recuerda.
Se lo impide un "complejo entramado" de presente y pasado, de geopolítica y política interna. "Hay un primer escalón que es el Congreso", dice, donde hay "un alto consenso en que hay que ayudar a Israel, un sentimiento extremadamente fuerte tanto entre los demócratas como, sobre todo, los republicanos, que son los que tienen las encuestas de cara ante las elecciones de noviembre". Asume Moreno que entre los más progresistas hay división y hay voces críticas que reclaman a Biden que no proteja tanto a Tel Aviv, pero siguen siendo minoritarias y, desde luego, "no llegan a plantear en serio castigos como sanciones o un bloqueo total de armas". Porque aunque Biden amenaza con no mandar más por Rafah, sí que seguirían enviándose todas las armas defensivas, no ofensivas, esenciales para Israel.
"Los primeros ministros de Israel han entendido históricamente que tienen una influencia directa en las Cámaras de EEUU y que podrían presionar al presidente para que no cumpla con ninguna amenaza", insiste.
Aunque el informe del Departamento de Estado de EEUU publicado este viernes echa más leña al fuego. En él, concluyen que Israel ha usado armas entregadas a las tropas de Netanyahu de una forma "incompatible" con el Derecho Internacional. "Se han registrado suficientes incidentes como para suscitar serias preocupaciones", apuntan en el análisis.
Pese a ello, el pasado marzo, EEUU permitió con su abstención que se aprobase la primera resolución del Consejo de Seguridad de la ONU pidiendo un alto el fuego "inmediato" en Gaza, pero de seguido, "para aliviar la presión sobre Israel", los portavoces de la Casa Blanca salieron a decir que era una decisión no vinculante, cuando sí lo es si nos atenemos al derecho internacional. "Fue una de cal y una de arena que evita las críticas internas, un toque de atención leve. Hay que recordar que ya lo hizo Barack Obama en 2016, con la resolución 2334 sobre colonias, que dijo que no tienen validez legal y los calificó como una flagrante violación. Queda el gesto, no más", ejemplifica. Biden, por cierto, ha impuesto sanciones a colonos con doble pasaporte, a cuatro de los 600.000 que residen en suelo palestino, y también a dos entidades, Mount Hebron Fund y Shlom Asiraich, que recaudan fondos para los asentamientos.
El componente electoral pesa, porque aunque la mayoría de judíos estadounidenses suelen votar demócrata, cada vez más se acercan a los republicanos. Hay judíos más jóvenes y de tendencia izquierdista que ya no ven el apoyo inequívoco a Israel como una prueba de fuego, por otro lado, pero no deja de ser un flanco a tener en cuenta en unos comicios en los que el margen de diferencia entre Biden y Donald Trump se espera ajustado. Son sólo el 2,4 % de la población adulta de EEUU, pero tienen más probabilidades de votar que la población general registrada para votar y de hacer donaciones políticas.
El analista sostiene que a todo esto se suma "que hay intereses claramente coincidentes entre Washington y Tel Aviv" sobre la propia operación en Gaza. Los dos ven que hubo una agresión de Hamás por la que debe pagar, resume. "EEUU defiende la legítima defensa del ataque y quiere liberar a los rehenes quedan dentro. Cuando pide cosas a Netanyahu es que entre más ayuda, más corredores, más precisión en los disparos y proporcionalidad en los bombardeos, pero nunca le pide que ponga fin a la guerra porque comparte el mismo objetivo final de barrer a Hamás", ahonda. "Debe ser eliminado por completo", repite Biden.
Para EEUU, esto tiene un doble beneficio. Por un lado, elimina a los islamistas del poder de la franja y abre la posibilidad a que asuma el control de nuevo la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que ahora se reduce a Cisjordania. Biden quiere una reforma profunda de la ANP, que ya se ha iniciado con un nuevo primer ministro, y formalmente defiende que el hecho de que mande en los dos territorios palestinos -el este ocupado de Jerusalén lo controla Israel- acerca el Estado soberano. "A ellos les da órdenes y cumplen, mientras con Israel habla de "amigos" y usa un discurso emocionalmente muy poderoso", distingue además.
Por otro, al debilitar a Hamás o casi aniquilarlo, hacen daño a Irán, que ha sido su financiador, formador y asistente en las tres últimas décadas. "Le quitan uno de sus proxies en Oriente Medio, uno de sus colaboradores como Hezbolá o los hutíes de Yemen", indica el profesor, en un momento en el que la Casa Blanca no quiere más problemas en la región. Aleja un frente en el conflicto en la zona y puede preocuparse más del Indo-Pacífico, que es su fijación en materia de seguridad y defensa.
"Biden, antes que presidente, ha sido senador especializado en Política Exterior y vicepresidente, tiene mucha experiencia y sangre fría y ve las cosas a lo amplio. Sabe que ha desatendido o, como poco, despriorizado Oriente Medio y que debe estar atento, también, a rebajar el poder de Teherán", concluye Moreno.
Las necesidades militares
Para EEUU, Israel es además su portaaviones en la zona. Es cierto que tiene desplegados soldados, bases, barcos y aviones en toda la región, pero ningún aliado lo es más que este país no árabe -por más que tenga este origen el 20% de su población-. "En cuestiones defensivas, también le conviene no chocar con Israel", defiende el coronel retirado Manuel Gutiérrez.
"Un roce profundo con Israel, en público, podría dañar con vínculos con otros países aliados y pondría en riesgo una fuente de intercambio de inteligencia muy potente", indica. Además de estas conexiones beneficiosas para el Pentágono, las relaciones de defensa entre los dos países son "altamente rentables" para las empresas norteamericanas, a la vez que "indispensables" para el correcto funcionamiento del Ejército de Israel.
Los ejecutivos de los gigantes contratistas militares RTX, Boeing y Northrop Grumman han reconocido que la guerra de Gaza contribuye a "mayores presupuestos y pedidos de productos del Pentágono", informa el diario digital norteamericano Vox. Raytheon, filial de RTX, ha anunciado la construcción de una nueva instalación en Arkansas para construir misiles para el sistema de misiles superficie-aire de Israel. EEUU y Alemania han sido los dos países que más han acelerado su venta de armas a Israel desde que comenzó la crisis, siete meses atrás.
La ayuda total estadounidense a Israel de 1946 a 2022 ascendió a 243.900 millones de dólares. Si nos limitamos a la ayuda militar, de 1951 a 2022 Israel recibió 225.200 millones de dólares. Desde el 2000, más del 86% de la ayuda anual estadounidense a Israel financia el ámbito militar. Son datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). En 2022, el último año del que se dispone de datos, Washington comprometió más de 3.300 millones de dólares en asistencia extranjera a Israel. De ellos 8,8 millones de dólares se destinaron a la economía del país y el 99,7% se destinó a las IDF.
La actual ayuda militar a Israel es parte del Memorando de Entendimiento firmado por Obama en 2016, que abarca el periodo 2019-2028, con un monto de 38.000 millones de dólares, que es el doble del presupuesto de Defensa de España. "Israel recibe las armas pero EEUU se queda con el dinero y con los puestos de trabajo requeridos para la fabricación del equipamiento", resume el militar.
Con esta ayuda se busca "mantener la ventaja militar cualitativa" de Israel sobre los ejércitos de los países de la región. No sólo es defenderlo, sino que sea más poderoso que el resto. Por eso, en 2008 aprobó una ley que prohibía las exportaciones de defensa a Oriente Medio que perjudicasen el poderío militar de su aliado. Eso explica que, aparte de buena cantidad, EEUU le venda a Israel "calidad", como los aviones F-35 de Lockheed Martin (Tel Aviv fue el primer Gobierno al que se le autorizó tenerlos aparte de EEUU) y la Cúpula de Hierro, el sistema de protección de los cielos de Israel, esencial ante los cohetes de Hamás o los misiles de Irán: cada proyectil que se lanza para interceptar otro cuesta 62.000 dólares. "Tecnología punta para garantizar la ventaja", insiste.
"EEUU nunca ha tenido reparo en enviar lo mejor y cuando se ha necesitado. Por ejemplo, en la actual ofensiva, se ha aprobado repetidamente desde el Departamento de Estado ayuda de urgencia que no ha pasado ni por el Congreso, sin explicaciones", indica el veterano militar. "Dada la urgencia de las necesidades defensivas de Israel, el secretario notificó al Congreso que había ejercido su autoridad delegada para determinar que existía una emergencia, la cual requería la aprobación inmediata de la transferencia", indicó el Gobierno en un comunicado explicando el salto de diciembre pasado.
Sin esa ayuda, constata, Tel Aviv "no podría estar en tantos frentes ni defenderse ni atacar tan bien, sus opciones militares serían limitadas; así ha sido siempre, por lo que cualquier amenaza o línea roja que Biden trace con esas armas o ese dinero desde luego tiene un poder enorme, decisivo". "Israel necesita un flujo permanente de municiones para llevar a cabo ciertas operaciones, también de hardware y software, más protección para evitar daños si la guerra se extiende y más blindaje diplomático para seguir adelante sin sanciones o sin procesos de justicia internacional", añade. Netanyahu siempre se vanagloria de tener el mejor Ejército de la región y Gutiérrez no lo niega, "es fuerte, tiene su propia industria militar, muy buen entrenamiento... pero sin EEUU no puede ir a la misma escala, a los mismos objetivos".
Por ahora, sólo una voz discordante se ha levantado contra la Administración Biden por estos defensivos intocables. Es la de Josh Paul, un alto funcionario del Departamento de Estado destinado en la oficina de venta de armas que renunció a su cargo en protesta por el "apoyo ciego, destructivo, injusto y contradictorio" del Gobierno de EEUU a Israel. Y eso que apenas corría el 19 de octubre y no podía ni imaginar cómo iba a continuar la guerra en Gaza.
Amnistía Internacional EEUU, dentro de su llamamiento general al alto el fuego en Gaza, ha alertado a Biden de que hay "pruebas suficientes" de que las armas made in USA como los aviones F-35 se estarían usando para cometer presuntos crímenes de guerra y hasta genocidio contra el pueblo palestino, por lo que reclama la suspensión de la transferencia de armas para ayer. El Departamento de Estado dice que no tiene noticia de que sea así.
Sí, se puede
La especulación sobre si un puñetazo de Biden en la mesa de Israel se tendría en cuenta o no, en realidad, tiene prácticamente en respuesta en una anécdota de octubre pasado: los diputados israelíes de la Knesset preguntaron a Yoav Gallant, el ministro de Defensa, por la decisión de permitir entrar algo de ayuda humanitaria a Gaza, antes de la liberación de los rehenes. Gallant respondió: "Los estadounidenses insistieron y no estamos en condiciones de rechazarlos. Dependemos de ellos para aviones y equipos militares. ¿Qué se supone que debemos? ¿Decirles que no?", citó el diario local The Times of Israel.
El columnnista del The Guardian británico Mehdi Hasan recordaba recientemente que hay antecedentes en la Historia de EEUU frenando a Israel. Se remonta a junio de 1982, cuando el entonces ministro de Defensa hebreo, Ariel Sharon, ordenó una incursión en Líbano en busca de la OLP y que afectó a toda la población, dejándola sin agua, alimentos o electricidad.
La guerra acabó durando más de tres años, pero el grueso de los ataques de Tel Aviv acabó tras el 12 de agosto: tras un ataque de 11 horas consecutivas que dejó más de cien muertos, el que era presidente estadounidense, Ronald Reagan, llamó al primer ministro israelí del momento, Menachem Begin, porque vio una foto de un niño libanés herido que le llegó a alma. Le expresó su "indignación" y condenó "la destrucción y el derramamiento de sangre innecesarios". "Esto es un holocausto", llegó a reprocharle, según desvelaron libros posteriores.
"Veinte minutos. Ese fue todo el tiempo que le tomó a Begin volver a llamar y decirle al presidente que había ordenado a Sharon que detuviera el bombardeo. Se terminó. 'No sabía que tenía ese tipo de poder', dijo Reagan, sorprendido, a un asistente, al colgar el teléfono", explica Hasan.
A otra escala, Biden también paró muertos en Gaza en el pasado. En mayo de ese año, Israel bombardeó la franja durante 11 días seguidos, matando a más de cien palestinos, incluidos 66 niños. Durante ese mismo período, Hamás y otros grupos armados dispararon más de 4.000 cohetes contra Israel, matando a 14 civiles. Entonces, como ahora, Netanyahu rechazó los llamamientos a un alto el fuego. El premier israelí llamó a su amigo de Washington insistiendo en que necesitaba hacer más. Biden le replicó: "Hey, man, we are out of runway here. It’s over", más o menos: "Hey, hombre, estamos fuera de pista aquí. Se acabó". O sea, ya no hay margen, se acabó lo que se daba, no podemos más. A los dos días había alto el fuego.
Ahora, el mandatario corre el riesgo de que la guerra de Bibi acabe entendiéndose entre la opinión pública, empezando por la suya, como la guerra de Biden. Por ahora, se ha mantenido en la crítica que incomoda pero no daña, insustancial. Está por ver qué pasa en Rafah y los pasos que acaba dando.