Un mes de invasión ucraniana en Kursk: un desafío inesperado sin final rápido
Los de Volodimir Zelenski se han hecho con unos 1.300 kilómetros cuadrados de suelo ruso y un centenar de pueblos. Las tropas de la Federación van reforzando el flanco herido, mientras el Kremlin minimiza el golpe. ¿Irá a más?
El cerebro obliga a dar un paso atrás cada vez que se escribe "la invasión ucraniana de Rusia". Tras dos años y medio contando lo contrario -que Rusia invade Ucrania-, parece un error, pero no lo es. Este 6 de septiembre se ha cumplido un mes del mayor golpe de efecto de Kiev en esta contienda, que le ha llevado ya a dominar 1.300 kilómetros cuadrados de suelo enemigo, con un centenar de localidades, en la zona de Kursk.
El mayor conflicto bélico en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial se anota un nuevo hito: la primera incursión de un ejército extranjero en territorio ruso en más de 80 años. Ahora la duda está en saber cómo vendrán las próximas semanas. ¿Se va a mantener Ucrania como ocupante? ¿Se va a retirar, dado ya el golpe de efecto? ¿Quiere más, habrá una ampliación del campo de batalla? Son preguntas sin respuesta, por ahora. Sólo está claro que no se vislumbra un final rápido. En caliente, lo que queda es el análisis de lo pasado en estos 30 días.
El Gobierno de Volodimir Zelenski ha publicado a las claras sus intenciones con esta jugada, de la que no había informado ni siquiera a sus aliados occidentales, buscando no sólo la sorpresa sino una reivindicación de que pueden hacer las cosas bien en ayuda externa. Sus objetivos clave son evitar que los de Vladimir Putin ataquen desde Kursk, usando ese espacio en la frontera como plataforma de lanzamiento de más ofensivas; crear una zona de seguridad o de amortiguación a lo largo de la divisoria; obligar a Moscú a desviar tropas que ahora tiene peleando fuerte en Ucrania -sobre todo en el este, algo menos en el norte- para tapar el agujero; prevenir el bombardeo transfronterizo de dianas civiles; tomar más prisioneros de guerra que sirvan como moneda de cambio y, también, elevar la moral de la tropa y de la nación.
Con todo ello, pretenden que la ventaja de personal y medios que hoy tiene Rusia se rebaje y su capacidad para sostener operaciones ofensivas se reduzca significativamente. Pero le siguen haciendo falta muchas cosas que tienen que llegar de fuera, recuerdan a sus aliados: un sistema de defensa aérea, misiles de largo alcance, aviones de combate, que no haya restricciones en el uso del armamento, que puedan derribar drones o misiles cerca del espacio aéreo ruso...
"Lo necesario para un cambio fundamental" que, además, es urgente, porque viene el invierno y se aceleran los ataques contra infraestructuras estratégicas, lo que augura un frío insoportable. EEUU calcula que Rusia ha destruido la mitad de la capacidad de generación de energía de Ucrania con los ataques perpetrados desde la pasada primavera.
Volviendo a la tierra, Zelenski ha insistido en que no quiere quedarse con suelo de la Federación Rusa para canjearlo con suelo ucraniano actualmente ocupado, aproximadamente el 20% de su territorio, más la península de Crimea, que Rusia se anexionó en 2014. Esta semana, en una entrevista en la NBC, el mandatario ha afirmado que tiene la intención de retener indefinidamente los territorios rusos que ha capturado y obligar al Kremlin, así, a sentarse a la mesa de negociaciones.
"No necesitamos su territorio. No queremos llevar allí nuestro estilo de vida ucraniano", indicó. Pero Ucrania "conservará" el territorio, matizó, porque es una parte integral de su "plan de victoria" para poner fin a la guerra. El mandatario repitió que presentará su propuesta de paz a sus socios internacionales, principalmente a Estados Unidos, en este mes o el que viene, como máximo.
El comandante en jefe de sus Fuerzas Armadas, Oleksander Syrskyi, concedió el jueves su primera entrevista desde que llegó al cargo, en febrero pasado, y ahondó en esa idea. Pero en la CNN, añadió una idea más, muy sensible: "Además de reducir la amenaza ofensiva rusa, de impedir que actúen en ese punto, queremos trasladar la lucha a suelo enemigo, que sientan lo que sentimos todos los días", dijo.
Syrskyi no quiso confirmar cuántos soldados ucranianos hay en la zona, se limitó a un "decenas de miles", que los analistas locales han publicado en fuentes abiertas que podrían ser entre 5.000 y 10.000, sumados a "cientos" de vehículos blindados y tanques.
Stefan Korshak, el corresponsal defensivo del diario Kyiv Post, ha publicado una foto fija de situación que constata estos datos. Aunque Rusia defiende que no hay actividad en la zona ocupada, que no hay choques, el reportero ha verificado que los ucranianos "no se han quedado quietos", aunque el ímpetu de la ofensiva fuera mayor en las primeras jornadas. Sostiene que Kiev trata de hacerse con aldeas "importantes" como Komarovka, Krenovo y Cherkasskoe Porechnoe, en los que se busca controlar carreteras que compliquen la logística de los rusos. Los combates están, sobre todo, a unos 20 kilómetros de la frontera. En la epidermis. Syrskyi afirmó calmado y firme a Christiane Amanpour: "La operación avanza según lo planeado".
Sin embargo, el Ministerio de Defensa ruso ha dicho en un comunicado que "esos ataques no ganaron terreno", pero hubo "numerosas bajas". Es lo que están contando los medios rusos, controlados mayoritariamente por el Kremlin, que la ofensiva está "contenida" tras el despliegue en la zona de soldados propios y una intensificación de ataques aéreos en las proximidades, con "docenas" de dianas en tropas invasoras, obra de sus aviones Su-34. Korshak expone que, aunque están llegando más uniformados a defender la zona, el despliegue no es aún suficiente para amortiguar el daño o comerle de nuevo terreno a los ucranianos.
La resistencia rusa, insiste, es "débil", sólo se han desplegado algunas unidades de bloqueo, cuentan con poca potencia de fuego desplegada en esa región y a eso se suma el problema de garantizar el bienestar de los entre 130.000 y 140.000 ciudadanos que han tenido que ser desalojados y trasladados a refugios.
Kiev, mientras, han logrado hacerse con 500 prisioneros de guerra en este mes, un dato contrastado por prensa ucraniana e internacional que ha entrado a Rusia con las tropas. También se ha inmovilizado a un grupo de policías paramilitares chechenos que ayudaban a vigilar la zona, unos 200. La versión contraria es que los chechenos han matado a "miles" de ucranianos. La guerra de la propaganda, no confirmada por medios libres.
Zelenski ha sido preguntado repetidamente en este mes sobre si va a lanzar más ofensivas en Rusia. Por ejemplo, las autoridades de Belgorod anunciaron evacuaciones masivas hace una semana, ante la supuesta inminencia de otro frente abierto en ese punto de la frontera, desde el que se ha estado asaeteando a poblaciones ucranianas constantemente desde el inicio de la guerra. El mandatario no da pistas. Dice que quiere mantener el efecto sorpresa que tan bien le ha salido ahora.
Ya ha podido, sobre todo, socavar la credibilidad de Moscú en su propia casa, por más que, siendo realistas, los datos que pueda exhibir no son apabullantes: los 1.300 kilómetros cuadrados que tiene bajo su mando supone un 1% escaso de los 100.000 kilómetros cuadrados que Rusia le tiene comidos en esta guerra y el 0,0076% del territorio de toda la Federación, un espacio que no alberga ciudades de peso ni zonas de tránsito esenciales, tampoco minas o fábricas de primera necesidad ni centrales eléctricas vitales (sólo hay una de cierto peso).
El valor del paso dado
A la vista de estos datos, la pérdida del territorio de Kursk no impide a Putin emprender una guerra o mantenerla ni su control reporta bienes, recursos o una posición estratégica que ayude a Ucrania a ganar. "Pero aún así es importante", destaca el analista Walter Russell Mead, del Hudson Institute de Washington, en un análisis del pasado día 2.
Primero, porque Ucrania "ha desafiado con éxito uno de los grandes tabúes de la era atómica", como es que no se puede tocar a un estado con armas nucleares. Ucrania es el primer país que lo intenta y lo logra, por ahora sin consecuencias, por más que Putin repita insistente sus amenazas al respecto. La disuasión ha sido siempre clave a la hora de definir la posesión de este tipo de armamento. A Kiev no le ha importado y eso nos pone en un nuevo escenario. ¿Cuáles son ahora las reglas y las líneas rojas? En Kursk se escribe un tiempo nuevo.
Además, dice el profesor Russell Mead, la ofensiva evidencia una nueva estrategia de guerra de Ucrania para abordar la "operación militar especial", como aún la llama Putin. Llega por sorpresa, sin avisar a sus aliados. Arriesgado, pero necesario a juicio de Zelenski. Al presidente le están llegando críticas internas de quien entiende que ir Rusia le lleva a desviar efectivos del este, tan maltratado, o de quien hubiera preferido que centrase sus esfuerzos en proteger la ciudad de Pokrovsk (60.000 habitantes antes de la guerra), sobre la que se han concentrado los ataques rusos en las últimas semanas. Pese a ello, lo defiende porque entiende que sus socios occidentales no se están comprometiendo demasiado y había que mover el avispero.
"El equipo de Biden está demasiado intimidado por las amenazas rusas [sin olvidar que estamos en pleno año electoral], la Unión Europea está como siempre dividida e ineficaz, y Occidente en general todavía vive bajo la ilusión de que Putin está dispuesto a negociar una paz que deje a Ucrania libre para unirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte y a la Unión Europea", expone el analista en su tanque de pensamiento y el Wall Street Journal. Conclusión: "los desfavorecidos tienen que asumir riesgos". Y eso implica decidir por su cuenta, desmarcarse un poco, cambiar el paso ante los que "vacilan".
Además de todos los objetivos de la misión expuestos por Kiev, el experto añade que se debilita el apoyo a la guerra en el interior de Rusia, que ahora sufre en carne propia, y que se reducen los "temores" occidentales ante la supuesta reacción de Putin. A su entender, vale la pena.
La respuesta de Moscú está por ver. Hasta ahora es débil y lenta. No está apostando de lleno por la reconquista. Pese a ello, EEUU ha dicho en público que espera una represalia. El número 2 de la CIA, David Cohen, dijo el 28 de agosto que cree que habrá "contraofensiva", informa Reuters. "Podemos estar seguros de que Putin lanzará una contraofensiva para intentar recuperar ese territorio (...). Creo que nuestra expectativa es que será una lucha difícil para los rusos", fueron sus palabras. Sobre las posibilidades de victoria de Ucrania no quiso entrar. Si acaba siendo un éxito, dijo, esta iniciativa en Kursk "tiene el potencial de cambiar la dinámica" de la guerra. Moscú sigue avanzando en el este, pero con un "coste extraordinario" de equipos y manos y no sería sostenible tanta derrota.
Washington, Londres y otras capitales occidentales han detectado esa debilidad y esos nervios y entienden que Putin está tratando de ganar tiempo con ayuda de sus amigos. Por ejemplo, el choque entre Bielorrusia y Ucrania de hace unos días. El pasado 26 de agosto se supo que Alexander Lukashenko había ordenado Bielorrusia concentrar sus tropas en la frontera con Ucrania, en lo que ya parecía un nuevo frente bélico. Kiev se puso firme.
En el Atlantic Council, Peter Dickinson escribe que "Vladimir Putin ha visto con dolor que, ante el doble desafío de conquistar Ucrania y defender Rusia, tiene dificultades para hacer ambas cosas". "Con prácticamente todo su ejército ya comprometido en la lucha en Ucrania, respondió al impacto inicial de la ofensiva de Kiev en Kursk reuniendo a duras penas una variedad de unidades y llamando a reclutas rusos jóvenes e inexpertos para que detuvieran la marea de la invasión ucraniana", añade.
"Para privar a Kiev de impulso y evitar más sorpresas desagradables, tiene por tanto todo el sentido militar que Putin llame a su aliado bielorruso y le ordene que organice una maniobra de distracción", concluye. Otras estrategias de esta naturaleza pueden reactivarse si la ofensiva ucraniana no cede terreno o se recrudece.
Las costuras al aire
Y es que los problemas de Rusia en esta andanada han quedado a ojos del mundo y eso es peligroso para el Kremlin. Con la mayor parte de sus ofensivas militares concentradas dentro de Ucrania , el Kremlin parece carecer por ahora de reservas suficientes para expulsar a las fuerzas de Kiev, para empezar. Putin no parece considerar el ataque -o al menos, no da la impresión de considerarlo- como una amenaza lo suficientemente grave como para justificar la retirada de tropas de la región del Donbas, que sigue siendo su objetivo prioritario. Quiere que colapse y caiga en sus manos.
En septiembre de 2022, Putin se anexionó ilegalmente las regiones ucranianas de Donetsk, Luhansk, Zaporizhia y Jerson, como parte del territorio ruso, y su captura total ha sido una prioridad máxima. En junio declaró que Kiev debe retirar sus fuerzas de partes de esas regiones que controla como condición para las conversaciones de paz, una demanda que obviamente Zelenski rechaza. Por eso Rusia está haciendo todo lo posible para evitar retirar unidades de su propia ofensiva en el Donbass.
En estos días, su propaganda insiste en que está a punto de caer la ciudad de Pokrovsk, estratégica por su localización, pero las Fuerzas Armadas de Ucrania lo niegan. Dice el comandante Syrskyi que, hasta el jueves pasado, llevaban seis días sin avanzar "ni un metro". Hablando sobre Kursk en reuniones televisadas con funcionarios, Putin ha descrito la incursión como un intento de Kiev de frenar la campaña rusa en Donetsk, donde dijo que el avance ruso sólo se ha acelerado. En una conferencia en Vladivostok, esta semana, ha ironizado con el tema: "Querían ponernos nerviosos y obligarnos a trasladar tropas. ¿Funcionó o no funcionó? No", se respondió solo. El este es, dijo, su "primera prioridad".
"En lugar de movilizar a la población contra una amenaza a la patria, el Kremlin está ansioso por restar importancia a la incursión”, dijo Gould-Davies del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos con sede en Londres, citado por AP. Ante la realidad de la ocupación del territorio ruso, la maquinaria de propaganda estatal ha buscado distraer la atención del evidente fracaso militar centrándose en los esfuerzos del gobierno para ayudar a los desplazados.
Los medios controlados por el Estado presentan el ataque a Kursk como evidencia de las intenciones agresivas de Kiev y una prueba más de que Rusia estaba justificada al invadir Ucrania el 24 de febrero de 2022. El sentimiento nacional general podría favorecer a las autoridades, incluso, en vez de volverlas contra Moscú, porque aunque dala la reputación del régimen, no se ve aún un "aumento significativo del descontento social o político entre la población". "El ataque ucraniano podría, de hecho, provocar una movilización en torno a la bandera y un aumento de los sentimientos antiucranianos y antioccidentales", incluso.
Muchas son las cosas que están por saber. Hay pocas certezas en esta ofensiva. Tras un mes, lo que se puede decir es que Ucrania ha confundido al ejército ruso, ha perturbando la logística de algunas unidades en Kursk y ha creando condiciones para establecer una zona de control. Sobre todo, ha dado un bofetón sonoro a Putin, a su Rusia nuclear que no se ha defendido bien. Ha reconfigurado el campo de batalla y ha puesto la guerra en otro punto. ¿Cuál? Veremos.