Ucrania invade Rusia: cómo le ha dado la vuelta a la guerra, qué pretende y qué se espera

Ucrania invade Rusia: cómo le ha dado la vuelta a la guerra, qué pretende y qué se espera

Kiev se ha hecho con 1.250 kilómetros cuadrados y cien localidades en Kursk. No busca anexiones, sino defensa: crear una zona de amortiguación, obligar a Moscú a desatender otros frentes, negociar con una baza nueva y cambiar la narrativa.

Una imagen del Ministerio de Defensa ruso muestra a sus soldados en algún punto sin determinar de Kursk, el pasado 16 de agosto.MINISTERIO DE DEFENSA DE RUSIA / EPA / EFE

Kursk, el lugar que los libros de Historia señalan como el escenario de la mayor batalla con tanques de la Historia. Fue en el verano de 1943, cuando los nazis hicieron su último esfuerzo en el frente oriental contra el Ejército Rojo y perdieron. Hoy, 81 agostos después, Rusia vuelve a ser invadida por ese flanco, esta vez por Ucrania. Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que el suelo de la hoy Federación lo hoyan botas de uniformados extranjeros. 

La ofensiva ucraniana comenzó el pasado 6 de agosto, dándole la vuelta a la guerra iniciada por Moscú el 24 de febrero de 2022. Kiev sigue invadida, con aproximadamente el 20% de su territorio en manos rusas, pero ahora también es fuerza invasora, dominando un centenar de pueblos, unos 1.250 kilómetros cuadrados (dos veces la superficie de Madrid, aproximadamente). La incursión fue toda una sorpresa en su preparación y en su lanzamiento, cogiendo desprevenidos a los de Vladimir Putin

Las escenas que llegan desde la región, desde luego, suponen un duro golpe militar y político para él: soldados desertando a centenares, más de 200.000 civiles evacuados con notable caos y  avances diarios de las tropas ucranianas. En unos pocos días, ha cambiado la narrativa imperante de que Kiev sólo se defiende, Moscú lleva la delantera, la contienda está estancada... 

Un shock que obliga a hacerse preguntas. ¿Por qué y cómo, con qué objetivos, hasta cuándo, con qué consecuencias se ha iniciado esta ofensiva?

Luke Coffey, investigador principal para Centroeuropa y Eurasia del Instituto Hudson de Washington, explica, para empezar, por qué es importante Kursk, por qué no se ha decidido atacar cualquier otra zona antes. Hay razones en el presente y en el pasado. Empecemos por estas últimas. El oblast (región) de Kursk "tiene profundos vínculos históricos con la cultura ucraniana" porque en los siglos XVII y XVIII, a los campesinos ucranianos, cosacos y otros colonos se les concedieron slobodas (asentamientos) en esa zona y en las de Belgorod y Voronezh, hoy en Rusia, más los oblasts de Sumy y Járkiv, en Ucrania. Esta región, unida, se conocía como Sloboda Ucrania

Esas tierras tuvieron durante siglos "una importante autonomía de gobierno" y "un estatus libre de impuestos, fomentando una identidad cultural única que aún es evidente hasta el día de hoy". Y aún se cree que decenas de miles de ucranianos étnicos residen actualmente en Kursk. "En consecuencia, una operación militar en Kursk resuena positiva, emocional y sentimentalmente entre el público ucraniano", expone.

Con los ojos del siglo XXI también es importante, de otra manera. Por ejemplo, por el transporte, por sus "enlaces cruciales, incluidas importantes carreteras para el movimiento de tropas y suministros militares". También su red ferroviaria conecta el centro de Rusia con las regiones del suroeste, incluidas las zonas fronterizas cercanas a Ucrania, "lo que lo hace vital para el apoyo logístico". Y para completar su valor, alberga la terminal de gas de Sudzha, "fundamental para las exportaciones restantes de gas natural ruso a Europa". Kiev ha indicado que su gente ya controla la terminal, pero hasta ahora no ha habido una reducción notable en el suministro, del que el viejo continente es cada vez menos dependiente.

Un soldado ucraniano de un batallón de asalto, junto al cuerpo de un soldado ruso muerto el 16 de agosto de 2024 en Sudzha, en suelo de la Federación.Taras Ibragimov / Suspilne Ukraine / JSC "UA:PBC" /Global Images Ukraine via Getty Images

Kursk también era un buen terreno en el que atacar por su topografía, un terreno adecuado para el movimiento de tanques y vehículos pesados, que es justo con lo que Ucrania ha entrado en suelo ruso, porque es de lo que más dispone. "Esto facilitó el rápido avance de Ucrania" desde el inicio de su ataque, lo mismo que pasó en el choque URSS-Alemania. 

Buena posición y buen momento el de la ofensiva, destaca Coffey, con "la mayor parte del mundo distraída", entre vacaciones, Juegos Olímpicos y terremotos electorales en EEUU. Era, además, el tiempo de la cosecha. Ahora ya han pasado cuatro meses desde que el Congreso de Estados Unidos aprobó su más reciente paquete de ayuda para Ucrania, 61.000 millones de dólares que acumulaban tres meses de retraso sobre el calendario deseado de entrega. De abril a agosto han pasado las semanas necesarias para que los equipos, las armas y las municiones de Washinnton no sólo lleguen, sino se noten. Había garantías para dar el paso.

También climáticas. Algo tan poco prosaico como el buen tiempo era clave para lanzar la ocupación, porque el calor es soportable y aún no han llegado las lluvias. Ucrania está desplegando su fuerza con estabilidad mientras que Rusia tendrá que lanzar su respuesta -si lo hace- con el otoño en puertas. Eso significa lodo y problemas. Ya en 2022, agosto fue el mes elegido para lanzar la primera gran ofensiva exitosa, sobre Jerson, por una coyuntura similar. 

¿Qué quiere Zelenski?

El Gobierno de Volodimir Zelenski no quiere quedarse con Kursk, por muchos lazos históricos que haya en común. Su invasión no es expansionista, como la de Putin, porque Ucrania ya tiene su territorio y sus fronteras delimitadas e internacionalmente reconocidas. Lo que quiere hacer invadiendo el suelo vecino es ganar en presión, ganar en iniciativa y en ánimo, proteger los flancos en peor estado, robustecerse ante un hipotético proceso negociador con un nuevo as en su manga. 

El especialista del taque de pensamiento norteamericano ahonda en todo ello. El primer objetivo, insiste, "es cambiar la narrativa de la guerra", cuando en los últimos meses el conflicto se ha caracterizado por estar estancado o, peor, con Rusia llevando la delantera. La Federación ha acelerado su avance en las últimas semanas en Donetsk, con la conquista de cuatro ciudades en el camino hacia el nudo logístico de Pokrovsk, un objetivo codiciado por las fuerzas rusas ya que su toma afectaría la logística del Ejército ucraniano en esta región. "Ucrania parecía estar a la defensiva. Al ingresar en Rusia y apoderarse de territorio, parece ahora tener la ventaja en el conflicto, cambiando la narrativa de guerra en los medios internacionales de una manera más favorable para Kiev", ensalza Coffey.

Ciudadanos rusos, evacuados de asentamientos fronterizos a áreas ante el avance de Ucrania en Kursk, el 17 de agosto de 2024.Vladimir Aleksandrov / Anadolu via Getty Images

Por supuesto, Kiev también espera que Rusia se vea obligada a desviar recursos, tanto mano de obra como equipo, de otros lugares a lo largo de la línea del frente para hacer frente a la situación en Kursk. Del Donbass, preferentemente para sus intereses. ¿Va a hacer eso Moscú con tan poco terreno ocupado aún? "Incluso un solo metro cuadrado bajo el control de Ucrania crea problemas políticos para el Kremlin", augura el investigador porque, "como mínimo (...) se aliviará la presión sobre algunas de las secciones más difíciles de la línea del frente para Ucrania" e incluso "podría crear oportunidades para que Ucrania avance en otras áreas del frente".

Lo "más crucial", a juicio del analista, es que "el control ucraniano del territorio ruso significa que el conflicto no puede congelarse a lo largo de las líneas del frente existentes como parte de un acuerdo negociado". Si Ucrania puede mantener el control sobre algún territorio ruso, incluso aunque sea pequeño, "será más probable un intercambio de tierras" en el caso de que se llegue a una mesa de negociaciones. "Para recuperar una mayor parte de su territorio de manos de Moscú, primero deben controlar parte del territorio de Rusia", es la filosofía de Zelenski. No es lo mismo ir pidiendo tierra que teniendo tierra que intercambiar. Su influencia ha subido, y será alta si consigue, además, mantener el control de la citada planta de gas. 

Rusia, por ahora, no tiene intención de desprenderse de la península de Crimea, anexionada unilateralmente en 2014 -que la guerra ucraniana no es de ahora-, ni de las cuatro regiones que sumó a la Federación en septiembre de 2022 -Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, que ni siquiera están bajo pleno control del Kremlin-. En el plan de paz de 10 puntos defendido por Kiev desde el inicio, hay una línea roja clara: cualquier salida pactada no puede dañar "la soberanía, la libertad ni la integridad territorial" de su país.

Estrategias y respuestas

El coronel español retirado Manuel Gutiérrez comparte estos objetivos de la ofensiva y también da por bueno el único reconocido en público por el presidente Zelenski: el anhelo de crear una zona de amortiguación para evitar nuevos ataques de Moscú desde el otro lado de la frontera. "En mayo, sufrieron mucho con la entrada por la frontera hacia Jarkov, les hizo daño, los desgastó y les tocó la moral. En sensato que no quieran que se repita, sumado a lo anterior", indica con prudencia, porque pese al paso de los días entiende que estamos aún en una fase "primaria" de ejecución de los planes ucranianos. "La guerra, incluso en este siglo, no es tan rápida como para sacar conclusiones firmes ya", avisa. 

Prefiere centrarse en la radiografía, en lo que queda constatado, más que en lo por venir. Habla, sobre todo, de que hay "dos supuestos que han quedado derribados" con el paso dado por Kiev. Uno es "que en Occidente se entendía que las Fuerzas Armadas ucranianas no tendrían poderío militar como para dar sorpresas o lanzar ofensivas creíbles en este año, se pensaba más en 2025", pero no, "ha habido ofensiva y no es menor". "Ya no es sólo esperar a lo que pasa en el Donbass. Es tomar la iniciativa y obligar a Rusia a defenderse, lo que es bueno. Había altas expectativas pero el entorno no parecía adecuado", apunta. 

El segundo supuesto es que en estos tiempos "ya no hay efecto sorpresa, que la vigilancia con drones, que tanta importancia están teniendo en este conflicto, impide ofensivas de este tipo". Al final, se ha podido "ocultar" lo que se planeaba, "hasta lograr una penetración notable", lo cual, entiende, da cuenta "de la preparación de los ucranianos, los medios que manejan y los que han sabido darse con su apuesta por a industria de defensa nacional". 

El tercero, que ya se estaba viendo claro en esta guerra que iba a ser corta y no deja de estirarse, es aquello de que Rusia es "un gigante, casi imposible de vencer". "Esta ofensiva amplía la lista de debilidades que se hacían notar desde tiempo atrás, de las capacidades reales de su Ejército a su capacidad para sostener operaciones especiales, como llaman a esta", detalla. Y no sacarán a Ucrania del juego, añade, mientras siga llegando ayuda internacional, que comprometen por ahora los países europeos y EEUU, aunque sea, en su opinión, de forma "sobria" para las necesidades en el campo de batalla. 

"Putin está intentando recomponer su Ejército y cubrir las bajas extraordinarias que está cosechando, que se conocen por las inteligencias occidentales porque no hay datos oficiales [las peores estimaciones hablan de medio millón].. Está parcheando en personal y en material, aunque sus fábricas estén aún respondiendo. Los reclutas que llegan tienen menos entrenamiento, conocimiento, rodaje y experiencia que los que van muriendo o resultan heridos. Pierde calidad, a la vez", explica. "No sé hasta cuándo eso es sostenible", remata. 

Gutiérrez llama a estar "muy pendientes" de la reacción rusa en los próximos días. Por ahora, el Kremlin ha denunciado la invasión por ser una "provocación armada" y un "ataque terrorista". El jueves, Putin acusó a Kiev de haber intentado atacar la central nuclear de Kursk, elevando la tensión, algo que los de Zelenski niegan. Ha tenido que asumir, además, que hay más de 20.000 civiles que aún no han podido ser evacuados, cuando han pasado 20 días de las primeras entradas de tropas del estado vecino. 

¿Y qué hará Ucrania? ¿Profundizará en lo que ya ha ocupado? El militar entiende que no es lo acertado. "Debe evitar extenderse demasiado, quedándose en el territorio que realmente puede mantener y defender. Ya tienen al menos dos puentes clave y la central de gas. Eso es importante mantenerlo. El refrán español de quien mucho abarca, poco aprieta, puede ser adecuado en este caso", dice. Las opciones sobre la mesa son quedarse en el territorio, retirarse a posiciones más defendibles pero aún en Rusia o retirarse por completo, una vez que han avergonzado a Putin. Eso ya se ha logrado, como cambiar la dinámica, subir la moral en las tropas y en los ciudadanos y dar un nuevo horizonte "táctico", explica, y hay que ver el efecto por llegar. 

Pide cautela ante las informaciones de diversos canales de Telegram -ucranianos en su mayoría- que hablan ya de un traslado de hasta 10.000 efectivos rusos de frentes en el interior de Ucrania a Kursk para taponar el roto. "Eso no está claro. Parece que hay movimiento, pero sin datos creíbles. Aún estamos lejos de que se cree esa zona colchón que quiere Zelenski. Rusia puede lanzar un contraataque y embolsar a los ocupantes, algo que históricamente se le ha dado bien. No hay que hacer aún lecturas victoriosas, porque las tropas rusas son muy duras y sus líderes, más", advierte. Así que reconocimiento del paso "grande, inteligente" de Kiev, pero con cautela. 

Políticamente, Putin tiene problemas. Puede, con esta ofensiva, justificar su ataque preventivo de 2022, una especie de "¿a que tenía razón?", pero antes de llegar a ese punto, tiene que afrontar el día a día de la invasión, con las necesidades humanitarias y defensivas que conlleva. Lo hace con un ministro de Defensa, Andrei Belousov, cuestionado por lo ocurrido. El economista, inexperto en su actual materia, relevó en primavera al veterano Serguéi Shoigú, que llevaba en el cargo desde 2012 y que ahora es el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia. Ningún ministro ha afrontado algo así en ocho décadas. Hay miles de familias con las que presionarle ahora mismo. 

Se multiplican las especulaciones sobre la posibilidad de que Putin, incluso, haya creado una especie de Ministerio de Defensa en la sombra, liderad por sus guardaespaldas de confianza, para frenar la ofensiva, un rumor del que se hace eco, por ejemplo, Brian Whitmore, investigador principal sobre Eurasia Central del Atlantic Council, otro think tank estadounidense centrado en política exterior y radicado en Washington. 

Putin suma en Kursk su cuarta gran humillación en esta guerra: a primera fue, al inicio, la retirada obligada de su marcha sobre Kiev. La segunda, las ofensivas en Jersón y Jarkov. La tercera, el verano pasado, con el intento de golpe de Estado de los mercenarios del Grupo Wagner, que destapó las divisiones internas en Moscú. Ahora afronta una ofensiva hecha en silencio y con éxito que nadie sabe en qué acabará y qué consecuencias internas tendrá para él, más allá del tablero de la guerra. 

"La debilidad no es sólo de sus Fuerzas Armadas, sino de todo el Estado ruso", recuerda el coronel. Aunque Putin se impusiera en las elecciones de marzo con un rodillo poco creíble del 87% de votos (con el grueso de los opositores detenidos, exiliados o muertos), una invasión daña porque, dice, existe desde los primeros 2000 "una especie de contrato social entre el presidente ruso y sus ciudadano, por el que ellos lo apoyan porque les da seguridad y estabilidad, obviando otras cosas como las libertades". Si eso se rompe porque la gente no se siente protegida, Putin puede estar en problemas, aunque, reconoce Gutiérrez, "su control del país es formidable". 

Aún así, insiste en poner "la lupa" en los rusos, lo que sufran, las informaciones (o propaganda) que reciban y sus reacciones. "Porque hay una tendencia de siempre en ese país: los perdedores no gustan". O, en palabras del ya citado Whitmore, "el momento más desestabilizador para un sindicato del crimen es cuando el jefe de la mafia parece débil". 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.