Tras las armas y las soflamas, las víctimas: la crisis humanitaria hunde Líbano

Tras las armas y las soflamas, las víctimas: la crisis humanitaria hunde Líbano

Más de 2.000 personas han muerto ya por los ataques de Israel y un millón han tenido que dejar sus casas. 250.000 han escapado a Siria, que lleva desde 2011 en guerra. Los refugios están hacinados, proliferan las enfermedades y no se ve el fin. 

Un niño desplazado duerme sobre las mantas en la Gran Mezquita de Beirut, habilitada como refugio, el pasado 2 de octubre.Ximena Borrazas / SOPA Images / LightRocket via Getty Images

Los bombardeos de Israel y su invasión terrestre de Líbano. Las respuestas de Hizbulá en forma de cohetes, misiles y guerrilla. La crisis que desde hace semanas azota a Líbano no sólo es insólita en décadas por lo militar, sino también en lo humanitario. Son los civiles los que están sufriendo "desesperadamente" esta "catastrófica escalada de hostilidades", dice Naciones Unidas. Un pueblo que no puede más

En Israel, sigue habiendo más de 60.000 personas desalojadas de sus hogares en el norte del país para protegerlas de los combates y proyectiles, pero en Líbano es donde hay más inocentes sometidos a la violencia del mayor ejército de Oriente Medio, los más desprotegidos, los más expuestos y con mayores necesidades. 

Según las autoridades libanesas, los enfrentamientos y bombardeos han provocado la muerte de más de 2.000 personas y el desplazamiento forzoso de un millón de libaneses, de los que al menos 250.000 han escapado a la vecina Siria, dice la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Muchos de ellos son refugiados que, tras el inicio de la guerra civil siria en 2011 -que no ha acabado-, cruzaron a la frontera en sentido contrario. El objetivo es el mismo: salvar la vida. 

Los libaneses salieron de sus casas con lo puesto y con eso malviven. Las escuelas se han abierto para darles cobijo pero no son suficientes ni están adaptadas para darles servicios esenciales, de cocina a baños. Muchos siguen a la intemperie, buscando el abrigo de las playas, multiplicando el riesgo de enfermedades. Una situación que se superpone a la crisis que ya vivía el país, financiera, económica, política, de gobernanza, de servicios sociales y públicos, de estabilidad y de credibilidad, a la que sólo le faltaba más violencia. 

Las ayudas llegan a cuentagotas. La proverbial solidaridad árabe ha puesto todos los recursos a su alcance para atender a estas personas necesitadas, pero ni el trabajo de la sociedad civil ni de las ONG locales es suficiente. Las internacionales redoblan sus delegaciones, pero tampoco. Naciones Unidas ha hecho un llamamiento urgente, pidiendo 426 millones de dólares, que por ahora sólo se está financiando al 12%, con 53 millones, reconoce la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en su parte más reciente. 

Mercè Rocaspana, coordinadora médica de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) y actualmente enviada a Líbano, explica en un comunicado que la situación es realmente complicada. "Muchas personas han tenido que huir de sus hogares, porque están recibiendo constantes bombardeos en sus localidades sobre todo en el sur del país y en algunos distritos de la ciudad de Beirut", contextualiza. "Esto está provocando que muchas de estas personas se encuentran en la calle sin un lugar donde dormir, nada que comer... Niños, personas ancianas, de todas las edades buscando un lugar donde pasar la noche y [cubrir] las necesidades más primarias", indica. 

Las personas a las que MSF está atendiendo necesitan, sobre todo, "un lugar en el que vivir, necesitan comida, agua, saneamiento, duchas, baños". "Están viviendo, la mayoría, en escuelas que no estaban preparadas para ser un lugar de residencia por tanto no tienen equipamiento sanitario suficiente ni siquiera tienen cocina la mayoría de las escuelas, así que dependen completamente de la ayuda externa", expone.

La citada ONG ha puesto en marcha clínicas móviles en varios de estos lugares del país, para hacer consultas "para niños, para adultos, personas con enfermedades crónicas que necesitan su medicación que quizás salieron de casa corriendo y no pudieron llevarse su medicación crónica". Rocaspana afirma que están identificando ya "personas que puedan tener dificultades con su salud mental, haciendo actividades con niños, actividades de prevención de problemas de salud mental a más medio y largo". El impacto de abandonar una casa, una vida, es inmediato, no hay que llegar a estar desplazado durante un año como en Gaza.

Lo más impactante de su testimonio es la descripción de la situación de las personas hacinadas en escuelas, que "viven con lo mínimo". "Muchos de ellos viven con una gran incertidumbre, no saben lo que va a pasar. Algunos incluso ya se han movido dos veces. Para ellos es muy difícil saber, por ejemplo, a qué médico tienen que acudir, cuando tienen que renovar sus recetas, recibir sus medicamentos, no pueden cocinar, están recibiendo comida que no es suficiente", describe. La comisa es clave y tiene que durar "todo el tiempo que sea necesario" y cuidando que sea "de la mayor calidad posible". Hoy no se cumple ese doble objetivo.

En Beirut, la cooperante de MSF ha visitado las playas de la capital y ha encontrado a muchas familias "viviendo en los coches", que "han instalado como unos toldos junto al coche para poder dormir". "Ahora mismo la temperatura por la noche está bien, son unos 23 grados, pero junto al mar, con la humedad y la brisa, no es un lugar agradable en el que dormir sobre todo para los pequeños y los ancianos y las mujeres embarazadas. Esto en las próximas semanas va a cambiar porque el otoño va a evolucionar y pronto llegará el invierno. Es lamentable las condiciones de vida en las que están ahora esas personas que viven en la playa, ni siquiera con tiendas de campaña, con unos plásticos de forma muy muy precaria", concluye.

Maureen Philippon, directora del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) en Líbano, dibuja un panorama muy similar, coincidente en los retos y amenazas para los civiles libaneses. "Algunas aldeas han quedado casi totalmente desiertas en medio de una destrucción a gran escala. Las familias no saben qué camino tomar mientras Israel bombardea decenas de ciudades (...). Las zonas civiles en Líbano e Israel no deben ser atacadas y el respeto del derecho internacional por todas las partes es primordial. Necesitamos un alto el fuego ahora antes de que se destrocen más vidas", demanda.

Insiste en el precario equipamiento de las escuelas, donde se han suspendido las clases -lo que le faltaba a un país donde el 10% de los niños no iba ya a clase antes de esta crisis por falta de medios económicos- y se ha dado paso a la acogida. "No están adecuadamente equipados para albergar a tal cantidad de personas. No hay duchas ni zonas de baño, y dos o tres familias están hacinadas en la misma aula aunque no se conozcan entre sí (...). La situación solo empeorará con el tiempo". Y apunta a un detalle más, que parece menor pero es muy hondo: "La falta de privacidad también dificulta que las familias procesen el trauma que están experimentando". 

El hacinamiento es total. Ya desde el 27 de septiembre -cuatro días antes de la invasión terrestre incluso- se estaba rechazando a la gente en los refugios "simplemente porque no hay espacio para ellos dentro". "Las propias familias libanesas están abriendo sus puertas a las personas necesitadas, pero no es suficiente. Algunas familias desplazadas se ven obligadas a buscar refugio en paradas de autobús, en sus coches y fuera de los hospitales, sin saber a dónde ir a continuación", incide. 

Miles de personas ya han buscado refugio al otro lado de la frontera, en Siria, pero el camino se ha complicado y hay que hacerlo forzosamente a pie, con el esfuerzo que conlleva, porque Israel ha bombardeado la carretera que une Beirut con Damasco, la capital siria, en la zona de Masnaa. Es casi impracticable hoy y, aún así, familias completas con sus escasas pertenencias tratan de escapar. 

Tel Aviv defiende que por esa misma vía no sólo pasan civiles sino que entran armas suministradas por Siria e Irán a Hizbulá. Estados Unidos ha urgido a Israel a que no ataque el aeropuerto de Beirut ni su carretera ni accesos para que la gente pueda huir, pero este martes los ataques proseguían. No sólo en la capital: las costas libanesas se han convertido en las últimas horas en objetivo militar del Gobierno de Benjamin Netanyahu, que ha dejado claro que su diana es "todo lo que está por debajo del río Awali", lo que supone cerca de la mitad de las costas del país y la práctica totalidad de las costas del sur. Costas, playas, que son la casa a cielo abierto de estos días para miles de civiles. 

Tanto en el sur del país como en la capital, sobre todo en el barrio de Dahiyeh, ha escapado tanta gente que no se puede hacer ni un censo real de los necesitados, insiste la cooperación noruega. "Es increíble" el movimiento de personas, lo que complica notablemente hacer el seguimiento de necesidades básicas como la medicación. A qué médico se pide. Quién receta. Quién tiene acceso. Dónde está cada cual para tomarla. El trauma, dice Philippon confirmando a Rocaspana, ya es "visible", por la tensión y el abandono que desde el minuto uno genera una guerra, por más que Líbano permita escapar, no como la franja de Gaza. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS), de Naciones Unidas, ha puesto en foco en la salud mental y en la extensión de enfermedades por el desplazamiento masivo en sí como por las precarias condiciones del refugio (quien lo tenga). Sobre todo, denuncia que el mayor riesgo está en la falta de agua o en sus malas condiciones y en las enfermedades que se pueden prevenir con vacunas, a las que no hay acceso ahora. Además, "las condiciones de seguridad no permiten transportar a los pacientes de una instalación sanitaria a otra cuando el centro al que llegan no tiene la capacidad para atenderlos, como ocurre a menudo". 

Uno de sus llamamientos más urgentes es para el envío de equipos adicionales de traumatología, ante la cantidad de fracturas, aplastamientos o amputaciones generadas por los bombardeos, y de cirugía de emergencia en general y medicamentos. El stock está "muy bajo". 

Un deterioro rápido

La OCHA constata que la situación no se puede atajar en estos momentos sino que, por el contrario, "sigue deteriorándose rápidamente" con el paso de las horas, los bombardeos y los choques armados. Habla de una "expansión" geográfica de los bombardeos de Israel, que no sólo centran en la zona más próxima a línea fronteriza sino se se extienden a ciudades como Trípoli, Sidón o Tiro, ciudades en las que han sido atacados campos de refugiados palestinos, escapados de su tierra en la guerras de 1948, sobre todo. Se calcula que hay medio millón de palestinos en Líbano, un 10% de la población.

Israel, de nuevo, incide en que buscaba a personal de Hamás, de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa y del Frente Nacional para la Liberación de Palestina y que ha "neutralizado" a varios de sus líderes. También a sus familias, menores incluidos, de paso. 

Aparte de por la muerte general de civiles, la OCHA muestra su especial preocupación por las instalaciones civiles, de escuelas a hospitales, que impiden incluso la asistencia a muertos, heridos y desplazados internos. Ha habido 36 "incidentes" contra centros sanitarios en este año de crisis Hizbula-Israel y al menos 96 centros de atención primaria y tres hospitales se han visto obligados a cerrar por las hostilidades. Si ya había poco personal -muchos profesionales han emigrado por la crisis económica previa-, ahora hay 77 sanitarios que han sido asesinados, añade la OMS. 

En el caso de las infraestructuras hidráulicas, se han visto afectadas al menos 25 instalaciones, con mayor o menor grado de daños, dejando sin suministro a unas 300.000 personas. 

El suma y sigue es diario y no hay ni alto el fuego ni retirada israelí a la vista. Antes al contrario, Tel Aviv ha añadido una nueva división a su ofensiva terrestre y ha multiplicado sus ataques a Beirut. Del frente sur da pocos detalles, mientras Hizbulá dice que está logrando rechazarlos. 

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.