Reelección de Biden en EEUU: un secreto a voces que no convence aún al electorado
El presidente da por segura su pelea para las elecciones del año que viene, aunque no lanza aún su candidatura. Las encuestas, hoy, le dan la espalda.
Joe Biden lo ha dicho a las claras: "Planteo presentarme a la reelección, pero aún no estamos preparados para anunciarlo". Lo ha repetido esta semana en la NBC, después de que la CNN anunciase que sí, que daba el paso, que se lanzaba. Si se retrasa es porque para noviembre de 2024 queda un trecho y porque la coyuntura lo recomienda: el demócrata es muy dado a comunicar sus decisiones en el último minuto pero es que, además, quiere manejar los tiempos con cabeza, no sólo por ver desde la barrera cómo se desarrollan los casos que tiene pendientes con la justicia su oponente, Donald Trump, sino porque prefiere priorizar algunas peleas políticas peliagudas, como la negociación con los republicanos del techo de gasto. Quiere evitar verse arrastrado a la contienda política antes de lo debido.
Biden no tiene aún director de campaña ni sede desde la que controlar el barco, tampoco se sabe con cuánto dinero contaría -otro motivo más para ir haciendo caja antes del anuncio-. Lo que sí tiene, por ahora, son las encuestas en contra: sólo un tercio de los estadounidenses dice que merece la reelección en 2024 y apenas un 37% de sus propios correligionarios lo quieren en un segundo mandato. El primero es un dato de un sondeo de la CNN; el segundo, de AP. El arresto de Trump por el caso Stormy Daniels no le ha ayudado sensiblemente pero él insiste: hay que "terminar el trabajo”.
En total, sólo el 32% dice que Biden merece la reelección a la presidencia, cinco puntos menos que en diciembre y casi a la par con el 33% que dijo lo mismo sobre Trump en noviembre de 2017. Los mayores cambios se producen entre los adultos más jóvenes, donde apenas el 26% de los menores de 35 años opina que Biden merece otro mandato, por debajo del 36% de diciembre, y entre los liberales, pasando del 63% que decía que merecía la reelección en diciembre al 53% ahora.
En general, la gran mayoría de las personas que aprueban el desempeño de un presidente también dicen que ese presidente merece la reelección, pero este sondeo sugiere que un grupo inusualmente grande de personas que aprueban a Biden actualmente dicen que no merece la reelección. Es la línea, no es el líder. Antes, en noviembre, al calor de los resultados de las elecciones de mitad de mandato, aún el 52% de los demócratas abogaba por el doblete. Ya, ni los suyos.
El índice de aprobación de Biden es del 43%, con un 52,2% de desaprobación si hacemos las medias de las encuestas más recientes hechas en el país y recopiladas por la web Fivethirtyeight. Son diez puntos más de desaprobación de los que tenía Barack Obama a estas alturas de mandato, pero seis menos que Trump. No le va bien en ninguna materia: sus índices de aprobación en inmigración (35%), economía (37%) y política de armas (37%) están muy por debajo de su índice de aprobación general. En cuanto a la seguridad nacional (44%) y la relación de EEUU con China (40%), sus cifras son prácticamente parejas. La única cuestión en la que Biden supera significativamente su posición general es la política medioambiental, e incluso en ella la mayoría la desaprueba (46% la aprueba, 52% la desaprueba).
La encuesta también revela que las opiniones negativas sobre Biden persisten en varios detalles personales, con mayorías que dicen que no tiene la resistencia y la agudeza necesarias para servir eficazmente como presidente (67%), no inspira confianza (65%), no es honesto ni digno de confianza (54%) y no se preocupa por la gente como ellos (54%). Los estadounidenses están más divididos sobre si Biden puede trabajar eficazmente con el Congreso: el 48% dice que sí, el 51% que no, indica la CNN.
Los analistas lo achacan a varios factores, que van desde el desgaste propio de quien gestiona, contra el que se echan las culpas cuando algo falla, como a los tiempos duros que le están tocando afrontar, desde el postcovid a la guerra de Ucrania. Se suma también el huracán Trump, que está capitalizando su victimismo de perseguido judicial y que sí ha hecho ya oficial su aspiración a ser el candidato republicano a la Casa Blanca.
Ante el circo del magnate, Biden ha optado por permanecer en segundo plano y seguir haciendo su trabajo. Los demócratas consideran que tiene grandes posibilidades de vencer de nuevo a Trump si ambos son los rivales en 2024, aunque su popularidad sea baja, y que cuanto menos se embarre en las cosas de su enemigo, mejor, mayor el contraste, máxime cuando quedan varios casos aún de más peso por dilucidarse en los tribunales.
Y está la edad: ahora tiene 80 años, asumiría un segundo mandato con 82 y lo terminaría con 86, algo sin precedentes en el país y con pocos en otras naciones (con permiso de referentes como Simón Peres). Su ancianidad ya surgió como asunto destacado en la campaña de 2020, cuando se especuló con que su compañera de boleta, la ahora vicepresidenta Kamala Harris, podría ser su sustituta pasada esta legislatura. Ella no ha levantado la mano para hablar de candidaturas pero, si es por popularidad, se encuentra como a la mitad del presidente, con una imagen muy desprestigiada.
¿Tiene competencia?
Con Harris descartada -al menos por el momento-, toca ver quién podría pelear la candidatura demócrata con Biden, pasar las primarias y ser proclamado candidato en la Convención Nacional Demócrata de agosto de 2024, que tendrá lugar en Chicago. Hasta ahora, sólo una persona ha mostrado su intención de pelear: se llama Marianne Williamson (1952), es autora de libros de autoayuda y exasesora espiritual de Oprah Winfrey y se postula por segunda vez. Su candidatura la anunció el 4 de marzo.
Muy conocida por su faceta de escritora, con algunos bestsellers en su haber, es también la fundadora del Proyecto Angel Food, un programa voluntario de entrega de alimentos, dirigido a personas confinadas en sus hogares que viven con VIH u otras enfermedades terminales, y cofundadora de The Peace Alliance, una organización de base y sin fines de lucro sobre educación e incidencia que respalda proyectos de construcción de paz.
En su fallida campaña de 2020 dijo que crearía un Departamento de Paz federal y calificó al trumpismo como un síntoma de una enfermedad en la psique estadounidense que no podía curarse con planes políticos. También ha promovido teorías médicas dudosas o desacreditadas, particularmente sobre enfermedades mentales, informa The New York Times.
Ha declarado que está de acuerdo con muchas de las posiciones de Bernie Sanders y Elizabeth Warren, o sea, las más izquierdistas dentro de los demócratas, de ahí que abogue por pagar indemnizaciones por esclavitud, hable de salidas "justas" para el conflicto palestino-israelí o se posicione contra los ataques de Arabia Saudí a Yemen con armas de EEUU.
Precisamente esta semana el nombre de Warren, una de sus inspiradoras, se ha caído de la lista de posibles aspirantes a pelearle el puesto a Biden, como ya hizo en la anterior campaña. Ha anunciado que se postulará para la reelección al Senado en 2024.
"En lo que creo que es la improbable posibilidad de que finalmente el presidente decida no postularse esta vez, tendrá que hacerlo lo suficientemente pronto para que otros candidatos puedan entrar al ruedo y ser competitivos", dijo el 7 de abril el senador demócrata de Delaware Chris Coons, amigo cercano y aliado de Biden. "Lo estoy animando a postularse, y creo que lo hará. Pero él tomará esa decisión a su tiempo, no el mío", zanjó.
Los retos
Los dos años cortos que le quedan por delante de mandato a Biden acabarán inclinando la balanza. Le quedan por delante retos importantes, como ver si sale con bien de la investigación por los documentos confidenciales de su época de vicepresidentes, encontrados en sus dependencias particulares. Y se las verá con la oposición de los republicanos, para seguir. Aún así el presidente aspira a encontrar consenso para algunas grandes normas, que aspira a que sean bipartidistas, de estado: los permisos pagados para todos los trabajadores, le educación preescolar universal y la gratuidad real de las universidades públicas.
"Eso sería demasiado bueno", reconoce un asesor demócrata al New York Times. Porque lo que se augura por parte de la oposición es lo anunciado por Trump, una persecución en toda regla, como informa EFE: propuestas sobre la "frontera sur abierta", sobre energía no tan limpia, "adoctrinamiento progre en los colegios" y comisiones para investigar al presidente, echando mano de su hijo, Hunter, a quien se quiere perseguir por cargos fiscales y de armas. Sobre eso planea la limitación del gasto público -uno de los caballos de batalla del actual presidente- y la batalla de la inflación -por más que se vaya aminorando-.
En lo económico, el reto es mantener las mejoras y evitar la recesión. Kristalina Georgieva, la gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha dicho: "EEUU es el país más resistente. Puede evitar la recesión". Un buen augurio. Se espera que se ralentice el crecimiento, que mejore el empleo y que las consecuencias de la guerra se puedan ir acatando. Biden tiene la obligación de vender bien esos logros -el famoso relato- y de extremar los logros de lo ya aprobado. Y tiene el reto de distribuir y fiscalizar ahora muy bien todo el dinero que ha puesto en circulación, porque si lo hace con éxito beneficiará a los ciudadanos, callará las bocas republicanas y podrá sacar rédito político.
En inmigración, sus políticas para los dreamers siguen pendientes, aunque ha planteado una ley para permitir el acceso a la ciudadanía de los miles de indocumentados, conocidos como "soñadores", que llegaron al país de niños y han podido frenar su deportación gracias al programa DACA. Los migrantes son espinosos y se ha movido poco, dejando la materia en su vicepresidenta Harris, sin mucho éxito. Acaba de prorrogar el Título 42 de Trump, que contempla devoluciones en caliente, aunque acaba de pactar con México (le ha costado dos años ir de visita) la entrada mensual de 30.000 personas siempre que lo hagan en avión y con el patrocinio de alguien ya en suelo norteamericano. Lo cierto es que nunca ha habido tantos migrantes tratando de mejorar su vida en EEUU, con 2,15 millones de personas sin papeles detenidas en 2022, cuando el año previo fueron 1,7. A los republicanos les gotea el colmillo con esos datos.
En política exterior, todo es una incógnita. ¿Qué hará Putin? ¿Irá la guerra a más o cederá? ¿Hasta dónde llegará Occidente ayudando a Ucrania? ¿Y China? ¿Qué amenaza supone este año en la seguridad del Indo-Pacífico o en el comercio mundial? De todo eso, también, depende cómo le vaya a Biden.