¿Qué más puede hacer ahora Putin?
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¿Qué más puede hacer ahora Putin?

La reforma de la doctrina nuclear y el lanzamiento de un misil hipersónico por parte de Rusia llevan a preguntarse por qué planes tiene en mente su presidente. 'Spoiler': nadie lo sabe, pero se espera que tense la cuerda y aguarde las acciones de Trump. 

Vladimir Putin sonríe el pasado 24 de octubre en la reunión de los BRICS, en Kazan (Rusia).Getty Images

Este artículo debe comenzar como los prospectos de los medicamentos, con una advertencia: "lo que van a leer son conjeturas, porque nadie puede meterse en la cabeza de Vladimir Putin". Aún así, vamos a intentar anticipar qué puede hacer el presidente ruso, ahora que ha afilado su doctrina nuclear y que ha lanzado su primer misil hipersónico contra Ucrania. 

Venimos de unos días en los que la invasión rusa del país vecino, iniciada en febrero de 2022, ha llegado a un punto nuevo, desconocido. Países occidentales como Estados Unidos o Reino Unido han permitido a Kiev usar sus misiles de largo alcance contra territorio ruso y ya han sido, de hecho, lanzados contra la Federación. En respuesta, el Kremlin firmó la nueva hoja de ruta para el empleo de sus armas atómicas, ya anunciada hace meses y que rebaja el umbral de los supuestos en los que Moscú se puede sentir avalada para pulsar el botón. De seguido, atacó la ciudad ucraniana de Dnipró con un misil nuevo llamado Oreshnik, un hipersónico de alcance intermedio que esta vez no llevaba carga nuclear pero está capacitado para ello. Dice Putin que "no hay forma de contrarrestar" ese proyectil. 

El mandatario ruso ha visto en el lanzamiento de proyectiles norteamericanos y británicos contra su espacio una confirmación de que estamos ante una contienda internacionalizada de facto, una lucha que tiene ya "elementos de carácter global" en la que atacar a los aliados de Ucrania es tan lícito como atacar a la propia Ucrania. El hecho de que Moscu haya recurrido a armamento iraní o que ahora tenga en sus filas a soldados de Corea del Norte o milicianos hutíes, de Yemen, no se cita a la hora de hablar de "provocación" y "escalada". Entiende Putin que se ha superado una línea roja y ha de haber consecuencias para los amigos de Kiev. 

"No esperen que el 'Putinmóvil' desacelere"

"Nos consideramos con derecho a usar nuestras armas contra instalaciones militares de aquellos países que permiten que sus armas sean utilizadas contra nuestras instalaciones", dice el Kremlin. ¿Eso nos pone en un escenario real de amenaza atómica? ¿Llevará a Putin a ordenar un ataque de esa naturaleza? La respuesta más franca que hay es la del editor de la BBC en Rusia, el mítico Steve Rosenberg: "No lo sé"

El corresponsal rescata una comparación del pasado porque sigue siendo pertinente. "Una vez describí a Vladimir Putin como un coche sin marcha atrás ni frenos, avanzando a toda velocidad por la autopista con el pedal del acelerador pegado al suelo. Por lo que puedo ver, poco ha cambiado. No esperen que el Putinmóvil desacelere de repente ahora, ante ataques con misiles de mayor alcance contra Rusia. Pero la escalada es otra cuestión, y es una posibilidad muy clara", sostiene.

Es algo en lo que coinciden los analistas: en que Putin no puede frenarse si no quiere quedar como un blando, con sus líneas rojas traspasadas, pero la clave está en la profundidad de la respuesta. El coronel español retirado Manuel Gutiérrez y Anne Claessen, colaboradora del Real Instituto Superior de Defensa belga, ratifican que "siempre ha habido una apuesta mayor" por parte de Putin: de la propia invasión al reconocimiento de regiones ucranianas como propias, de las anexiones al despliegue de mercenarios o norcoreanos, de los nuevo misiles a las amenazas crecientes en lo nuclear. 

En una primera fase, dice Claessen, es de esperar que el Gobierno ruso decida incrementar sus ataques a Ucrania, más "rápidos, contundentes y sofisticados", posiblemente muy centrados en dañar las infraestructuras energéticas y en poner contra la pared a los civiles, lo que puede llevar a alguna "cesión" de los occidentales. Hay que estar pendientes, dice, de tras tres centrales nucleares operativas que quedan en Ucrania y que pueden ser una diana preferente. 

Augura además un "recrudecimiento" de la guerra híbrida, con sabotajes, ataques a comunicaciones como satélites, ciberataques, inseguridad en rutas marítimas, incendios provocados o injerencias, que igualmente amedrenten a los amigos de Volodimir Zelenski, junto a planes que generen "caos o desequilibrios" en estados europeos y/o miembros de la OTAN. Claessen dice que se empieza a hablar de una "nueva crisis de los misiles", como la de 1962 entre la Unión Soviética y EEUU, con Cuba como escenario, en la que la tensión creció sin romper, al fin. "Esta es otra nueva Guerra Fría", constata. 

Gutiérrez avala esa visión pero añade, "posiblemente en breve tiempo", otra más: la posibilidad de que Putin "rearme a sus aliados y les pida que ataquen en su nombre a objetivos occidentales", bien sean ejércitos en toda regla o "actores no estatales", como milicias que también muestren "resentimiento" al oeste. No es descartable que se produzcan detenciones o tomas de rehenes extranjeros, con la misma idea de presionar. 

"Putin ha prometido que si se siente amenazada atacará hasta con armas nucleares o, como suele decir, de una forma que nunca se ha visto en toda la Historia. Sin embargo, hasta ahora no lo ha hecho, pese a que se ha superado esas líneas supuestamente infranqueables antes, con el envío de tanques, cazas o misiles. No se ha materializado la amenaza y comenzar una Tercera Guerra Mundial parece arriesgado hasta para una mente impredecible como la de Putin", dice el español. 

Una amenaza seria

¿Hay que tomarse en serio la amenaza nuclear, pese a todo? Los dos coinciden en que sí, porque Rusia tiene el arsenal que "respalda" ese señalamiento y "no hay que perder de vista la emotividad de otras decisiones, como la propia invasión de Ucrania", dice la analista belga. "Sería suicida para el mundo", avisa. Escalada, sí; nuclear, no cree, pero no la descarta. "En entendible que Occidente lo vea cada vez como menos preocupante porque no deja de repetirse, que parezca ruido más que realidad, una manera desgastada de presionar, pero la temeridad de Putin no se puede medir", avisa. 

Una de las razones que limita a Putin no es sólo el riesgo real de un choque atómico mundial -en el que nadie gana-, sino la estrategia: a la Casa Blanca está a punto de entrar un nuevo presidente, Donald Trump, que dice que parará esta guerra en 24 horas y negociando. No se saben las condiciones exactas que pondrá sobre la mesa, pero se espera que plantee una cesión de territorio por parte de Ucrania -del 20%, que es lo que Rusia tiene ocupado ahora mismo- y el compromiso de Kiev de no intentar entrar en la OTAN. 

Trump califica de "interesante" la posibilidad de debatir con Putin y eso es una ventana abierta para el mandatario ruso y hasta surgen encuestas que dicen que un 52% de los ucranianos, hoy, quieren negociar lo antes posible, incluso si tienen que ceder a parte de sus territorios soberanos, dice el último sondeo de Gallup (del 19 de noviembre). Hace dos años, la cifra de esos partidarios no llegaba al 22%. 

Si EEUU, después de que el republicano llegue el 20 de enero, le hace una oferta beneficiosa para sus intereses, su posición será peor si ha emprendido acciones "extremas", como las llama Gutiérrez. El sentido común dice que tocaría esperar. Hasta el propio Zelenski afirma que cree que 2025 será el año de una salida negociada al conflicto. 

Los dos analistas coinciden, además, en recordar que no se puede hablar "falsamente" de un nuevo escenario en el que la guerra salpica a más países, se extiende por el planeta, cuando "ya es así" desde hace tiempo. No hace falta que haya tropas de la OTAN con botas sobre el terreno para que sea evidente la ayuda occidental a Kiev. "No puede tenerse una visión naïf -dice el exmilitar-. Es una ilusión entender que antes no se estaba implicado porque no se dejaban usar los misiles de largo alcance en suelo ruso. Hay grados, pero la implicación está y todos debemos ser conscientes de ello", indica. 

Igualmente, insiste en que, más allá de lo que Putin decida hacer, la Alianza Atlántica tiene que acelerar para hacer frente a las múltiples amenazas rusas, nucleares o no. Ante la guerra en la sombra, la híbrida, se suele hablar de la necesidad de mejorar en seguridad compartida, en gasto en defensa, en intercambio de información... "Mejorar porque nos falta", constata. Y eso no disuade, añade. "Es complicado, porque no se ha visto con tiempo la amenaza que suponía Rusia, pocos auguraban la invasión de Ucrania y se ha aprendido a golpes, pero tampoco es sencillo plantar cara a un líder rebelde, de comportamiento impredecible", matiza. 

Pros y contras

Claessen remarca que, para Putin, "la mera división que pueda generar en los aliados de Kiev ya es un triunfo", porque dilata otras acciones. "Ahora hay quien pide ser prudente porque se cree la amenaza nuclear y así ha sido también en el pasado, en estos casi tres años de guerra, lo que ha llevado a retrasar la entrega de material y armamento a Ucrania. Putin ha ido ganando tiempo a base de miedo", expone. "Moscú quiere que Occidente piense que sí, que usará armas nucleares si se entiende gravemente atacado. Hasta ahora, ha funcionado", insiste. 

Pese a ello, hace ver la oleada de declaraciones internacionales con las que se ha recibido el nuevo misil y la nueva doctrina atómica rusa que muestran, al menos en público, cada vez menos amedrentamiento. "No vemos ningún cambio (...), Rusia he hecho sonar bastante su sable nuclear", dice EEUU. "Ya no disuade", apunta Reino Unido. "No nos sentimos intimidados", remacha Francia. Pero todos avisan: es una retórica "peligrosa" e "irresponsable" que hay que vigilar. 

Hay que analizar los mensajes y los hechos de los próximos días, que darán la medida del enfado y de la prudencia en todos los frentes. Para Moscú seria "decepcionante", dice Gutiérrez, no hacer mella en Occidente, que se redoble incluso la ayuda a Kiev, visto que además Joe Biden quiere irse de la Casa Blanca a lo grande y, misiles aparte, ha anunciado nuevas partidas millonarias de ayuda y el permiso de usar minas antipersona

Pero, también, tendría "poco sentido estratégico" ir a por todas cuando lo que va a llegar a EEUU puede ser favorable para sus intereses y cuando, además, sobre el terreno Rusia va mejor: consolidando poder en el este y ganando terreno en Kursk, la región de la Federación ocupada en agosto por Ucrania. "Puede irle mal a sí mismo por las represalias en el campo de batalla o sobre sus propios aliados, que pueden dar pasos atrás; es una de las esperanzas de Occidente: que China, por ejemplo, debilite su fidelidad si Rusia escala demasiado", dice Gutiérrez. 

Putin ya no predijo bien sus pasos al inicio de la "operación militar especial", en 2022, cuando pensó que la guerra sería un suspiro, y estirar demasiado puede ser otro error. No puede retirarse, pero puede ser duro en múltiples vías, no necesariamente la atómica. Los civiles, lamentablemente, tienen muchas posibilidades de pagar la andanada por venir. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.

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