¿Qué tiene la guerra de Ucrania que ver con Vietnam? El laberinto al que se enfrenta Biden

¿Qué tiene la guerra de Ucrania que ver con Vietnam? El laberinto al que se enfrenta Biden

La Administración norteamericana se ve atrapada en una contienda larga, que desgasta, a poco más de un año de las elecciones. ¿Se sale de esta negociando?

Joe Biden y Volodimir Zelenski, en Ucrania. EFE/EPA/SERVICIO DE PRENSA DE LA PRESIDENCIA DE UCRANIA

Desde que Vladimir Putin lanzó su "operación militar especial" contra Ucrania -léase invasión- el 24 de febrero de 2022, los expertos internacionales vienen diciendo que esta contienda es el Vietnam particular del mandatario ruso. Será su fosa, su tumba, su fin, dicen. Que llegará más temprano que tarde o más tarde que temprano, pero llegará. 

Sin embargo, estos días la comparación entre la guerra europea y la guerra asiática copa los análisis y editoriales por otro flanco: el diplomático. El año que viene hay elecciones presidenciales en Estados Unidos, en las que se enfrentarán muy probablemente Joe Biden y Donald Trump, y hay nervios por la prolongación de la contienda, por la imposibilidad de sentar a las partes a la mesa de negociaciones. Ni para adelante ni para detrás. Como en Vietnam entre 1955 y 1975. 

Se repite una anécdota del presidente Lyndon B. Johnson (1963-1969), que decía respecto a su propio conflicto, entonces: "Me siento como un autoestopista en una tormenta de granizo en Texas: no puedo correr, no puedo esconderme, no puedo pararlo". Es algo parecido a lo que debe sentir en estos momentos Biden. "A medida que la lucha en Ucrania continúa, hablar de negociaciones se vuelve casi un tabú", como enfatiza el diario The New York Times, cuando no hay soluciones militares determinantes a la vista. 

¿Qué hay en común y qué distancia a los dos conflictos en este nudo diplomático para EEUU? En las semejanzas están las ganancias, el empeño norteamericano de ganar a una superpotencia, de imponer una visión del mundo (de la política a la economía). Washington se metió de lleno en Ucrania, como los socios europeos, porque la agresión rusa a un país soberano era intolerable, sí, pero también lo había sido en 2014 y nadie había dado un paso. Ahora, la Casa Blanca buscaba atar la zona, en el corazón de Europa, encabezar los planes de la OTAN y de los socios de Bruselas, hasta llevarse su parte en la carrera armamentística que toda guerra conlleva y beneficios extra añadidos como los del gas natural licuado que ahora vende en mayores proporciones a los Veintisiete, en vez del ruso

Entre las diferencias, clave, que todo ello lo está haciendo sin poner sus botas sobre el terreno. La guerra de Vietnam fue una de las más sangrientas de la historia reciente, con más de 2,5 millones de muertos. Pero, sobre todo, se recuerda como la mayor derrota de Estados Unidos en un conflicto bélico, con unos 58.000 nacionales caídos. Los féretros llegando en avión causaron un shock en la sociedad del momento, en la que surgió un movimiento pacifista desconocido hasta el momento. 

La estampa de ahora no tiene esa fuerza, no hará tanta mella en campaña, es obvio, pero el esfuerzo económico y armamentístico que Biden está acometiendo ante esta guerra puede pasarle factura. Se cansan los ciudadanos que sufren la inflación y se cansan hasta los compañeros de partido que se preguntan dónde acabará todo esto. Por ahora, la única cita electoral en tiempos de guerra no le salió mal a los demócratas, en las midterms de noviembre Biden se mantuvo, no hubo ola roja

Pero es que se ha ido sumando y EEUU ha puesto ya sobre la mesa en total más de 40.000 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania desde que empezó la invasión rusa. De esa cantidad, unos 18.000 millones de dólares han correspondido a financiación de la iniciativa a más largo plazo. 

Esta misma semana, ha llegado a anunciar dos paquetes de ayuda: uno de 600 millones de dólares y proporcionado a través de la Iniciativa de Asistencia para la Seguridad de Ucrania (USAI, en inglés), que incluye equipos para aumentar las defensas aéreas así como municiones de artillería o equipos de remoción de minas, entre otros; y otro que supera los 1.000 millones, destinado no sólo a la defensa sino también al apoyo humanitario. En la vertiente defensiva, se incluye por primera vez la polémica munición con uranio empobrecido para tanques.

La ayuda se mantiene porque lo contrario es abandonar a Ucrania y eso, hoy por hoy, Occidente no lo va a hacer. Pero en EEUU se esperaba poder acortar los plazos de la guerra presionando a Kiev a una negociación con Rusia, sin mucha dilación. Esa vía es la que ha entrado en fase vietnamita, o sea, casi intocable, en las últimas semanas. La esperanza estadounidense era que la contraofensiva lanzada en junio por los de Volodimir Zelenski, ahora con profusión de ayuda aliaza, lograra amenazar la posición rusa en posiciones como Crimea, lo que pondría a Ucrania en una posición negociadora más fuerte. 

Vale, no estaría ganada la guerra, pero se había logrado una superioridad militar que, sumada a la moral de inicio, lo ponía en la mesa como la parte fuerte, que podía exigir. La contra logra avances, pero Kiev asume que son lentos y, desde luego, no determinantes para llevar a Putin a negociar nada con la cabeza gacha. "La atmósfera política se ha endurecido", afirma al Times Charles A. Kupchan, profesor de la Universidad de Georgetown y exfuncionario estadounidense. 

Cualquier llamada a un plan b, que se aparte de los diez puntos de negociación de Zelenski y que, por supuesto, incluyen la plena soberanía y la devoución rusa de ese casi 20% de territorio que aún domina no entra ahora mismo en el discurso público, aunque algunos lo ansíen. Una encrucijada vietnamita. Las cosas se tensaron especialmente a mediados de agosto, cuando el jefe del gabinete del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, sugirió que Ucrania podría ceder territorio a Rusia para facilitar su entrada en la Alianza Atlántica. "No estoy diciendo que tenga que ser así, pero creo que una solución podría ser que Ucrania cediera territorio y obtuviera a cambio su membresía en la OTAN", dijo durante una mesa redonda en Noruega, su país. 

Las declaraciones de Stian Jenssen, como se llama este alto funcionario, han sido una bomba en las últimas horas, causando un enorme escozor en Kiev, porque toca una de sus líneas rojas: nada de ceder, ni un metro, en su soberanía e integridad territorial. El portavoz acabó por recular y Stoltenberg, por pedir disculpas y negar la mayor. Tan fuerte fue el cerrojazo al asunto que en medios diplomáticos se entiende que hay que callarse por un tiempo antes de volver a sacar el tema a relucir. Problema: el tiempo corre en contra porque cada día hay víctimas en la guerra. 

Si todo el mundo entiende que esta guerra no acabará con una victoria militar y que todo pasará, al fin y a la postre, por una mesa de negociaciones, ¿por qué no explorar posibilidades? ¿Hasta dónde es ceder y hasta dónde intentarlo? Una corriente defiende que este es el momento de la imaginación, de buscar salidas que convenzan a todos. De nuevo, algunos miran a Corea, a las dos Coreas, como posibilidad. Aquello acabó con un armisticio sin paz y un país partido. Nadie admite eso a casi 19 meses del inicio de la agresión. 

El momento es de estancamiento, porque es inviable acudir a hablar a una mesa sin nada definido, sin avances clarísimos en el campo de batalla, reconquista y poder; Rusia lo tiene ya casi todo perdido, porque no gana. Sentarla con todo abierto es darle ventaja para intoxicar o exigir. Se ha visto en la negociación parcial para sacar grano ucraniano por el Mar Negro, rota desde julio

Hoy nadie sabe cómo llegar a los despachos y las moquetas, donde todo debe acabar y sugerir opciones se entiende abiertamente como una traición a Zelenski y su gente, aplaudida por su bravura desde el primer día pero últimamente criticada por Inteligencias internacionales, empezando por la de EEUU, por no sacar a las nuevas armas todo su rendimiento o por quemar munición a mansalva. 

Trump ha prometido detener el apoyo de Estados Unidos a Ucrania y terminar la guerra "en un día". Incluso si no es reelegido como presidente, podría ser una voz fuerte para presionar al Partido Republicano para que limite su apoyo a Kiev, ya ha mostrado cierta crítica en las Cámaras norteamericanas. Alemania está muy nerviosa y quiere soluciones ya, mientras que se ve lejana la intervención de China, India, Sudáfrica o Indonesia, que podrían susurrarle a Moscú que debe negociar.

Mientras eso llega, hay estancamiento. Y, como en Vietnam, EEUU no sabe cómo salir. 

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.