No sólo es el comercio: el ataque a los hutíes de Trump es también un tiro a Irán
La milicia es parte del Eje de Resistencia que patrocina Teherán y EEUU trata de debilitarla cuando ha anunciado más ofensivas en el mar Rojo pero, también, cuando el republicano ha mandado una carta a Teherán sobre negociaciones nucleares.

Donald Trump empieza a repetirse pero, en fin, siendo el presidente de la mayor potencia militar del planeta, sus reincidencias no restan gravedad a sus amenazas: otra vez ha advertido que "¡LES LLEGARÁ EL INFIERNO COMO NUNCA ANTES!" -así, con exclamaciones y mayúsculas- a los hutíes. El mismo averno prometió a Hamás o a Hizbulá y ahora le toca a los rebeldes yemeníes, aliados de Irán. Esta debe ser, dice, la definitiva.
El sábado se inició el que llamó ataque "decisivo" contra el grupo, que lleva desde 2023 poniendo en jaque el comercio marítimo mundial a través del mar Rojo. Washington va directamente a por sus líderes esta vez y promete que no podrán salir a flote, como han venido haciendo tras las andanadas previas de Joe Biden. Por ahora, los insurgentes acusan a EEUU de haber causado 53 muertos y 98 heridos y han respondido atacando el portaaviones estadounidense USS Harry S. Truman.
La jugada es doble: por un lado, la Casa Blanca quiere impedir nuevos ataques sobre intereses occidentales, comerciales y defensivos, en la zona e impedir lanzamientos de misiles o drones sobre su aliado, Israel, cuando los hutíes han prometido nuevos golpes inmediatos, en vista de que el alto el fuego de paz en Gaza peligra. Pero también, a la vez, Trump asesta un golpe a una de las ramas del Eje de Resistencia de Irán en Oriente Medio, debilitando aún más a Teherán, justo cuando acaba de proponerle una reedición del acuerdo sobre sus actividades nucleares, como el que se firmó en 2015 y el propio magnate rompió en 2018, pero en los términos que Trump quiere. La presión es clara.
Por el principio: quiénes son los hutíes...
Para entender el ataque cruzado del fin de semana hay que entender quiénes son los hutíes y conocer su trayectoria. La milicia hutí o Ansar Allah (Partidarios de Dios) es un movimiento musulmán chiíta que controla alrededor del 60% del territorio de Yemen, sobre todo en el oeste del país, donde ha impuesto un régimen fundamentalista y represor, acusado de graves violaciones de derechos humanos.
El grupo se formó en la década de 1990 y está integrado por miembros de los zaidíes, la minoría musulmana chiita del país. Los zaidíes son la rama del chiismo más cercana al sunismo teológicamente hablando, según los expertos. Este grupo tribal se concentra en el norte de Yemen y representa alrededor de un tercio de los 33 millones de habitantes del país árabe.
La milicia hutí denunciaba tanto la corrupción del entonces presidente, Alí Abdalá Salé, como la opresión a la que estaban sometidos los chiitas por la mayoría suní, respaldada por la rica Arabia Saudita. Sin embargo, no fue sino hasta principios de este siglo que comenzó a ganar notoriedad, luego que la agrupación se alzó en armas contra Salé.
En 2004, tomaron el nombre de uno de sus líderes, el clérigo Hussein Badreddin al Houthi, quien fue asesinado por las fuerzas gubernamentales en septiembre de ese año. Houthi, quien además de líder religioso fue un militar y parlamentario yemení, aspiraba a hacerse con el poder, si no en todo el país, al menos en una parte, y crear un nuevo Estado independiente para los zaidíes.
En 2011, el grupo se sumó a la llamada Primavera Árabe y participó en las masivas protestas que forzaron a Salé a entregar el poder a su segundo, Abdrabbuh Mansour Hadi. En estos años, se han hecho con el poder de más de medio país, en buena medida gracias al apoyo de Teherán. Han hecho frente a los bombardeos de aliados como EEUU y Reino Unido, en su ayuda a Arabia Saudí, y han ido aguantando los envites, una vez tras otra. Dado el daño a las infraestructuras saudíes (energética, aérea, civil...), acabaron yendo a negociaciones y hay una tregua entre ellos desde marzo de 2022, aunque no es un alto el fuego final. Riad, por eso, pide moderación a sus socios -Trump incluido-, para no pagar las represalias.

y qué han hecho
Los hutíes comenzaron a atacar barcos militares y comerciales en uno de los corredores marítimos más transitados del mundo poco después de que comenzara la guerra en Gaza entre Hamás e Israel en octubre de 2023. Siempre se han mostrado a favor de la causa palestina y esa bandera han enarbolado en estos meses, aunque por detrás, lógicamente, se encuentra su deseo de hace daño a Israel, en connivencia con Irán.
Algunos de los barcos atacados tenían poco o ningún vínculo con la guerra, porque no siempre han afinado, generando pánico y caos en navegantes de todas las banderas. Se calcula que desde el otoño de 2023 han atacado más de 100 buques mercantes con misiles y drones, hundiendo dos de ellos y matando a cuatro marineros, hasta que el alto el fuego vigente en Gaza entró en vigor a mediados de enero. Otros proyectiles y UAV fueron interceptados o no alcanzaron sus objetivos, incluidos los militares occidentales.
El Canal de Suez, una vía fluvial fundamental que conecta el Mar Mediterráneo con el Mar Rojo, gestionaba aproximadamente entre el 12% y el 15% del comercio mundial en 2023. Los ataques dirigidos por los hutíes llevaron a los principales actores de la industria naviera a interrumpir temporalmente los tránsitos por Suez y buscar otras rutas. La Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) calcula que el volumen de comercio que pasa por la zona bajó un 42% en diciembre y enero pasados.
Los ataques se habían parado durante el alto el fuego temporal, pero los hutíes anunciaron el miércoles que los reanudarían contra "cualquier buque israelí", después de que Israel cortara el suministro de ayuda a Gaza para presionar a Hamás durante las negociaciones para la extensión de la tregua, un bloqueo de alimentos, material sanitario y combustible que está acortando de nuevo la supervivencia de los palestinos. Su advertencia, dijeron, afecta también al golfo de Adén, el estrecho de Bab el-Mandeb y el mar Arábigo. Desde entonces, pese al aviso, no se había registrado ningún ataque hutí, hasta que el domingo replicó al lanzado por EEUU.
A principios de este mes, además, el Departamento de Estado restableció la designación de "organización terrorista extranjera" para los hutíes, que conlleva sanciones y penalizaciones para cualquiera que brinde "apoyo material" al grupo. Ya estaba subiendo la fiebre.
"Estos ataques implacables han costado a la economía de Estados Unidos y del mundo muchos miles de millones de dólares y, al mismo tiempo, han puesto en riesgo vidas inocentes", dijo Trump el sábado al anunciar los ataques aéreos en una publicación en las redes sociales. Durante la anterior campaña hutí, buques de guerra estadounidenses y occidentales fueron atacados repetidamente, lo que desencadenó el combate más serio que la Armada estadounidense había visto desde la Segunda Guerra Mundial .
Washington, bajo la Administración Biden, así como Israel y el Reino Unido, ya habían atacado en el pasado zonas controladas por los hutíes en suelo yemení. Sin embargo, un funcionario estadounidense afirmó que la operación del sábado fue realizada exclusivamente por Estados Unidos, informa AP. El grupo de ataque del portaaviones USS Harry S. Truman, que incluye al portaaviones, tres destructores de la Armada y un crucero, se encuentra en el mar Rojo y participó activamente en la misión del sábado. El submarino de misiles de crucero USS Georgia también ha estado operando en la región pero se desconoce su implicación.
Trump dice que sus ataques tenían como objetivo "proteger los activos marítimos, aéreos y navales estadounidenses y restablecer la libertad de navegación".

El reto de la resistencia
El Atlantic Council, un tanque de pensamiento norteamericano, he elaborado un dossier de urgencia en el que sus expertos analizan los ataques del fin de semana y llegan a conclusiones similares: que no basta con lo del sábado para descabezar a los hutíes, que Trump necesita ser insistente y preciso, que los rebeldes han mostrado una enorme capacidad de resistencia durante años y que hay que ver cómo influye el factor Teherán en este frente.
"Dada la larga historia de resistencia hutí, primero contra el gobierno central de Yemen, al que derrocaron, y luego contra la coalición liderada por Arabia Saudí, es improbable que la actual ronda de ataques aéreos disuada a los hutíes. Dado que reciben apoyo no solo de Irán , sino también de redes de abastecimiento en China y Rusia , Estados Unidos necesitará emplear más recursos que los ataques aéreos del sábado", expone Daniel E. Mouton, investigador de la Iniciativa de Seguridad Scowcroft para Oriente Medio. Y los detalla: "Estos recursos adicionales incluirán la colaboración diplomática con Rusia y China, recursos marítimos adicionales para impedir el reabastecimiento de los hutíes y una presión efectiva sobre Irán", por ejemplo.
El que fuera miembro del Consejo de Seguridad Nacional de EEUU de 2021 a 2023 augura que "en los próximos días y semanas se harán evidentes las serias intenciones de Estados Unidos de hacer más que en el pasado. Este nivel de compromiso, superior a los ataques del sábado, será lo que envíe un mensaje de seriedad estadounidense a Irán y a la región".
Se afirma, en general, que el ataque recién efectuado puede afectar a la capacidad de los hutíes a corto plazo, tanto a sus bases como líderes o defensa antimisiles, pero avisan de esa resiliencia bien conocida, que hace que aún representen una amenaza regional. Apuntan igualmente a represalias esperables incluso en el interior de Yemen, en zonas que aún no son de su control pleno, o en Arabia, pese al armisticio actual.
¿Qué hace falta para que la ofensiva sea eficaz, como quiere Trump? "Debe ser continua y constante, dañando los centros de mando y control de los hutíes y su capacidad para producir y lanzar misiles y drones. La campaña también debe bloquear la capacidad de Irán para apoyar el desarrollo de poder de los hutíes (a través del Mar Arábigo y Omán), apoyándose en Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que conocen bien el escenario yemení", expone Danny Citrinowicz, de los Programas para Oriente Medio del Atlantic Council. De cara al futuro, esta campaña también debe conducir al derrocamiento del régimen hutí, "un paso que dañará seriamente la presencia de Irán en esta región estratégica y su capacidad de amenazar a Arabia".
Para Osamah Al Rawhani, director ejecutivo de políticas y asociaciones en el Centro de Estudios Estratégicos de Saná, hay que destacar como novedoso que esta vez Trump ha ido "específicamente" a por el liderazgo hutí, no tanto a sus silos o arsenales. "Transmiten un fuerte mensaje disuasorio" de Estados Unidos a los líderes hutíes pero "es probable que los hutíes muestren resistencia, lo que significa que la política estadounidense de disuasión tardará en demostrar su eficacia". Y existe un riesgo: que la población bajo control de los rebeldes refuerce su apoyo al grupo por el miedo y el resentimiento que generan nuevos ataques con víctimas civiles, como las que se han reportado.

A la pregunta de por qué resisten tan bien los hutíes tras años de asedio aliado responde, a su vez Alex Plitsas, exjefe de actividades sensibles para operaciones especiales y combate al terrorismo en la Oficina del Secretario de Defensa norteamericano. "La capacidad de persistencia de los hutíes se debe a la dispersión de armas en el accidentado territorio yemení, lo que dificulta la búsqueda de objetivos. La falta de inteligencia procesable ha dificultado aún más los ataques de la coalición, a pesar de los extensos esfuerzos de recopilación que se han prolongado durante meses. La adaptabilidad del grupo -ocultando activos y aprovechando el apoyo de Irán- ha dificultado la represión", escribe.
Por eso, comparte la idea de que esta andanada no acaba nada en pocos días, sino de forma sostenida. "Los extensos ataques aéreos estadounidenses llevados a cabo el sábado probablemente fueron impulsados por meses de minucioso trabajo de inteligencia y son posiblemente los primeros de muchos si se pretende que tengan éxito en alcanzar el objetivo de detener los ataques al transporte marítimo internacional y a los intereses estadounidenses en la región", concluye.
Irán, la diana
Los ataques del sábado también tenían como objetivo presionar a Irán, que ha respaldado a los hutíes, así como ha apoyado a Hamás y otros grupos en Medio Oriente. Trump prometió responsabilizar a Irán "plenamente" por las acciones de los rebelde yemeníes por venir. "Si lo hacen, ¡CUIDADO!", escribió el norteamericano en sus redes. "EEUU exigirá cuentas y no seremos amables al respecto", avisa.
Ahí está el marco de todo, sin el que no se puede entender lo que ocurre con los hutíes, y la diana secundaria de cada ataque norteamericano a estos insurgentes: EEUU quiere debilitar al régimen de los ayatolás desgastando a sus aliados y a sus cachorros en toda la región, hasta dibujar un nuevo mapa de fuerzas en Oriente Medio.
Trump sabe que la inestabilidad en la política iraní es alta y es el momento de zarandear ese avispero, tras haber empezado a abordar ya asuntos como Gaza o Ucrania, cuyas hojas de ruta ha echado a rodar a su manera. Ahora mismo, hay una pugna importante entre el presidente Masoud Pezeshkian, un reformista llegado por sorpresa al cargo en julio de 2024, y el Parlamento, mayoritariamente ultraconservador. Esa pelea se ha cobrado ya dimisiones como la del vicepresidente y el ministro de Economía y se esperan nuevas acciones en el hemiciclo para someter aún más al Gobierno.
El republicano, en ese río revuelto, ha estado presionando a Irán para que reanude las conversaciones bilaterales sobre el programa nuclear, que avanza constantemente desde que él mismo lo abandonase, tras años de esfuerzos diplomáticos de primer orden. Ha ordenado que se aplique una política de "máxima presión" sobre el país, ha impuesto nuevas sanciones y ha amenazado de nuevo con una acción militar como una "posibilidad", aunque una que desea evitar.
El 5 de marzo, escribió una carta al líder supremo del país, Ali Jamenei, en la que le dice que primen de nuevo lo que el norteamericano rechazó hace siete años, aludiendo a que Teherán era un patrocinador del terrorismo mundial y a que no creía que fuera a cumplir con los compromisos pactados, por más que las inspecciones internacionales hechas hasta entonces dieran cuenta de un seguimiento fiel. "Espero que negocien porque si tenemos que intervenir militarmente, será terrible", escribió un diplomático Trump. Hay que ver; en el pasado, las cartas de Trump al líder norcoreano Kim Jong Un en su primer mandato condujeron a reuniones cara a cara. ¿Y si ahora tenemos milagro con el "Gran Satán"?

El neoyorquino insiste en que no permitirá que el programa atómico entre en funcionamiento y por eso ha ofrecido a Jamenei un texto con sus condiciones, que no han trascendido hasta ahora, pero que el líder supremo iraní rechazó el miércoles pasado por inasumibles. Mientras Jamenei dice eso -que era lo esperado, por otro lado-, el presidente Pezeshkian aún dice: "Mi postura ha sido y seguirá siendo que creo en las negociaciones, pero ahora debemos seguir los parámetros establecidos por el líder supremo".
Hay quien quiere la puerta más abierta que otros porque temen que un no rotundo de Teherán suponga una represalia inmediata de EEUU o de Israel, por ejemplo con un ataque a sus instalaciones nucleares (civiles, no militares, como insiste Irán). Un paso que podría dar Tel Aviv, temido desde que el año pasado se produjo el primer intercambio de fuego entre las dos naciones enfrentadas. De momento, el ataque ha llegado en cabeza ajena, o sea, los hutíes.
Los países del Golfo piden a EEUU contención porque tienen claro que un ataque a instalaciones atómica causaría un formidable daño en toda la zona. El primer ministro de Qatar, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, concedió una entrevista el 7 de marzo pasado en la que avisaba de que, si la central nuclear iraní de Bushehr fuera atacada y se filtrara material radiactivo al Golfo, en tres días ningún país de la región tendría agua potable. Todos dependen de la desalinización para su abastecimiento de agua. No sólo se destruiría la pesca, sino también la vida en la región, afirmó.
Hay que recordar que las negociaciones para un nuevo acuerdo nuclear entre Occidente en Irán avanzaron sensiblemente en el verano de 2022, casi estaban pendientes sólo de Israel, pero se demoraron porque entraron en liza las elecciones de mitad de mandato en EEUU y, luego, en 2023, estalló la guerra en Gaza, tras los ataques de Hamás.
Aún podría quedar una salida si no hay negociaciones directas posibles entre Irán y EEUU, y es la vía indirecta, en la que Rusia puede jugar un importante papel. Está por ver si Vladimir Putin recupera su papel en la escena internacional de la mano de Trump y sus negociaciones sobre Ucrania y si una ayuda con Teherán puede ayudar a congraciarse con la Casa Blanca. Los ayatolás podrían ganar tiempo, antes de un cisma total.
Una crisis debilitante
El debate sobre unas nuevas negociaciones, la posibilidad de más ataques y la certeza de nuevas sanciones caen sobre un país que afronta una crisis debilitante. De ahí que, aunque los ayatolás albergan una profunda desconfianza hacia la Casa Blanca y, en particular, hacia el presidente Trump, se planteen qué hacer, más allá de ese no esperado a la primera carta. Temen los líderes de la República Islámica que vaya a más la creciente indignación pública por las dificultades económicas que aguanta Irán y que eso pueda derivar en protestas masivas, según cuatro funcionarios iraníes citados por Reuters.
Por eso, a pesar de la postura inflexible y la retórica desafiante de los líderes clericales iraníes en público, existe una "disposición pragmática" en los círculos de poder de Teherán para llegar a un acuerdo con Washington, afirmaron esas fuentes.
Saben que Trump puede hundir la ya frágil economía del país. El presidente Pezeshkian ha destacado repetidamente la gravedad de la situación económica actual, afirmando que es más difícil que durante la guerra entre Irán e Irak en la década de 1980 y señalando este mes la última ronda de sanciones estadounidenses contra petroleros que transportaban petróleo iraní como clave para el hundimiento. La puntilla.
A los líderes les preocupa que cortar todas las vías diplomáticas con EEUU totalmente pueda avivar aún más el descontento interno contra el ayatolá Jamenei, dado que él es quien toma las decisiones en última instancia en la República Islámica. "No cabe duda alguna de que el hombre que ha sido el Líder Supremo desde 1989 y sus preferencias en política exterior son más culpables que nadie de la situación", declaró Alex Vatanka, director del Programa de Irán del centro de estudios Middle East Institute en Washington, a la citada agencia.
Fue la debilidad de la economía iraní la que impulsó a Jamenei a respaldar provisionalmente el acuerdo nuclear de 2015, el que condujo al levantamiento de las sanciones occidentales y a una mejora de la situación económica nacional. La retirada del texto por parte de Trump en 2018 afectó nuevamente el nivel de vida de todos los iraníes. Un alto funcionario iraní afirmó que no había otra alternativa que llegar a un acuerdo, y que aún es posible, aunque el camino a seguir será "accidentado" dada la desconfianza de Irán hacia Trump tras convertir el pacto previo en papel mojado.
Irán ha evitado el colapso económico en gran medida gracias a China, el principal comprador de su petróleo y una de las pocas naciones que aún comercia con Teherán a pesar de las sanciones. Las exportaciones de petróleo se desplomaron después de que Trump abandonara el acuerdo nuclear, pero se han recuperado en los últimos años, generando más de 50.000 millones de dólares en ingresos tanto en 2022 como en 2023, ya que Teherán encontró maneras de eludir las sanciones, según estimaciones de la Administración de Información Energética de Estados Unidos.
Sin embargo, la incertidumbre se cierne sobre la sostenibilidad de las exportaciones, ya que la política de "máxima presión" de Trump pretende restringir las ventas de crudo de Irán con múltiples rondas de sanciones a petroleros y entidades involucradas en el comercio. Los gobernantes iraníes también se enfrentan a una serie de otras crisis: escasez de energía y agua, el desplome de su moneda, reveses militares entre aliados regionales y ese creciente temor a un ataque contra sus instalaciones nucleares.
"Los sectores de la energía y el agua sufren la falta de inversión en infraestructura, el consumo excesivo impulsado por los subsidios, la disminución de la producción de gas natural y un riego ineficiente, todo lo cual provoca apagones y escasez de agua. El rial iraní ha perdido más del 90% de su valor frente al dólar desde que se reimpusieron las sanciones en 2018, según sitios web de divisas, funcionarios y legisladores", expone Reuters.
Ante la preocupación por la firme postura de Trump, los iraníes que buscan refugios seguros para sus ahorros han estado comprando dólares, otras divisas, oro o criptomonedas, lo que sugiere una mayor debilidad del rial, según informes de los medios estatales. El precio del arroz se ha disparado un 200% desde el año pasado, según informaron los medios estatales. Los costos de la vivienda y los servicios públicos se han disparado drásticamente, alcanzando aproximadamente un 60% en algunos distritos de Teherán y otras ciudades importantes en los últimos meses, impulsados por la pronunciada caída del rial y el alza de los precios de las materias primas.

El dato de la inflación oficial ronda el 40%, aunque algunos expertos iraníes afirman que supera el 50%. El Centro de Estadística de Irán informó de un aumento significativo en los precios de los alimentos, con más de un tercio de los productos básicos aumentando un 40% en enero, lo que los sitúa en más del doble del mismo mes del año anterior. En enero, la agencia de noticias Tasnim citó al director del Instituto Iraní de Trabajo y Bienestar Social, Ebrahim Sadeghifar, quien afirmó que entre el 22% y el 27% de los iraníes se encontraban actualmente por debajo del umbral de pobreza. Mientras tanto, el periódico iraní Jomhuri-ye Eslami afirmó la semana pasada que las tasas de pobreza rondaban el 50%.
La situación, aún sin EEUU, es como para salir a la calle y clamar por cambios. Según la prensa estatal iraní, en febrero se produjeron al menos 216 manifestaciones en todo Irán, en las que participaron jubilados, trabajadores, profesionales de la salud, estudiantes y comerciantes. Las protestas se centraron principalmente en las dificultades económicas, como los bajos salarios y meses de impagos, según los informes.
Si bien las protestas fueron en su mayoría a pequeña escala, las autoridades temen que un deterioro en el nivel de vida pueda ser explosivo y es real el riesgo de un resurgimiento de los disturbios, similar a las protestas de 2022 y 2023 por la muerte bajo custodia de Mahsa Amini (la joven asesinada por no llevar bien puesto el velo y cuya lucha pasó de las mujeres a toda la sociedad), o las protestas nacionales de 2019 por el aumento del precio del combustible (la llamada Primavera Persa).
Sin embargo, a pesar de la preocupación por posibles disturbios, funcionarios iraníes afirmaron a la agencia que Teherán solo estaba dispuesto a llegar hasta cierto punto en cualquier conversación con Trump, enfatizando que las "exigencias excesivas", como el desmantelamiento del programa nuclear pacífico de Irán o su capacidad de misiles convencionales, estaban descartadas. "Sí, existe preocupación por una mayor presión económica, existe preocupación por la creciente ira del país, pero no podemos sacrificar nuestro derecho a producir energía nuclear porque Trump lo quiera", declaró el alto funcionario.
Ali Vaez, director del proyecto sobre Irán en el International Crisis Group, afirmó que los gobernantes iraníes creían que negociar con Trump bajo coerción sería una señal de debilidad, lo que en última instancia generaría más presión que reducirla. "Por eso el ayatolá Jamenei parece creer que lo único más peligroso que sufrir sanciones es rendirse ante ellas", concluyó.