Mi vida sin mí: qué puede hacer Europa ante las negociaciones de paz de Ucrania que le dan de lado
Un grupo de naciones del Viejo Continente se dan cita hoy en París para tratar de unificar posturas y recordarle a EEUU que tiene que contar con ellas para discutir con Rusia. Será clave el debate sobre el envío de tropas europeas al país invadido.

El inicio de las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia para resolver la guerra de Ucrania ha dejado fuera dos elementos clave de la ecuación: el propio país invadido, Ucrania, al que se invita siempre después de fijar los términos y calendario con su invasor, y la Unión Europea, esa alianza que puede sufrir el hambre expansionista de Moscú en cualquier momento y que lleva tres años dejándose los medios y el dinero para blindar a Kiev.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto a Bruselas a ver cómo otros resuelven lo que debe pasar en su propio suelo. Parafreseando a Isabel Coixet, esto es "mi vida sin mí". Este lunes, un puñado de naciones del Viejo Continente (Francia, Alemania, Italia, Polonia, España, Países Bajos, Dinamarca y el Reino Unido, más representantes del Consejo Europeo, la Comisión Europea y la OTAN) se dan cita de urgencia en París para intentar analizar la situación. Pero no basta con eso. Hace falta actuar, también.
Mañana también habrá en Riad (Arabia Saudí) un primer encuentro cara a cara entre estadounidenses y rusos, sin que estén presentes en la mesa ni los ucranianos ni los europeos. En este contexto, la pregunta que se plantean ahora los dirigentes europeos es qué se puede hacer para cambiar las cosas, para tener presencia en las negociaciones, para que Trump les tenga en cuenta, para que la paz final no sea una paz injusta para los de Volodimir Zelenski.
Pongamos los ojos por ahora en París, que es la cita más urgente. No acude a ella toda la UE, los 27 estados miembros, porque es una primera toma de contacto en la que se quiere evitar dar una imagen de división en este momento crítico, cuando es obvio que la hay. Esta mañana, sin ir más lejos, el ministro de Exteriores de Hungría, Péter Szijjártó, ha denunciado que en Francia se reúnen "aquellos que en los últimos tres años no han dejado de echar leña al fuego de la guerra en Ucrania" y hacen todo lo posible por impedir un arreglo pacífico al conflicto.
Toca asumir que el aliado estadounidense, viejo de 80 años, ya no lo es en los términos clásicos, porque el republicano está haciendo estallar el atlantismo de décadas, y no sólo le da la espalda sino que, incluso, puede causarle problemas y ser un riesgo para la seguridad continental. Hace una semana parecía que apenas los aranceles iban a hacer daño. Ahora el peligro se ha multiplicado y llega a la defensa.
De dónde venimos
Para entender la reunión que hoy apadrina Emmanuel Macron hay que entender los mensajes lanzados en las últimas jornadas y especialmente el viernes, cuando en la Cumbre de Seguridad de Munich (Alemania) el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, dejó la diplomacia en el cajón y cargó severamente contra Europa. Acusó a los propios líderes presentes en el auditorio de haber traicionado los ideales por los que los aliados habían luchado durante la Segunda Guerra Mundial, de no respetar la libertad de expresión y de tener al mayor enemigo en casa, en su propio liderazgo, por lo que no debe mirar ni a Rusia ni a China. Definición viva de quemar puentes.
Vance -que antes de ser elegido como compañero de boleta de Trump llegó a acusarlo de blando, lo que da la medida de su mentalidad ultra- cuestionó los fundamentos morales de la OTAN, superando con mucho la crítica habitual de que EEUU es el cajero de la Alianza defensiva y ya no quieren se siga siendo así. Fue a la base.
Los mensajes a Europa que lanzaron los ministros y enviados especiales de Trump justo antes y justo después de Vance no mejoraron las cosas. Otro alto funcionario estadounidense que habló en Munich fue el enviado especial a Ucrania, Keith Kellogg, quien dijo a las claras que los europeos no deben estar en la mesa negociadora. Kellogg justificó esta postura en la mala experiencia de las negociaciones fallidas para acabar con el conflicto que estalló en 2014 en el este de Ucrania. "Parte del problema que vimos en Minsk II es que había mucha gente en la mesa", criticó. Luego dio la de arena, diciendo a Bruselas que calma, que Washington será duro con Vladimir Putin, que no le dará suelo ucraniano sin más, que le va a exigir territorios y garantías de seguridad para Europa.
Es lo más templado que se ha escuchado por boca de los norteamericanos, porque poco antes del discurso de Vance también habló el nuevo secretario de Defensa norteamericano, Pete Hegseth. Desde la sede de la OTAN en Bruselas dijo a sus homólogos que Ucrania no iba a tener una membresía en el club y que Kiev deberá perder territorio. Es realismo, no traición, dijo.
El temor de los europeos no es sólo que los estadounidenses se estén preparando para negociar sin ellos, sino que se estén preparando para negociar mal sin ellos. Puede que en los días por venir EEUU acabe enviando algún tipo de invitación secundaria, pero lo han dejado claro: en la mesa de decisión no estarán, aunque se les harán consultas durante el proceso, dure lo que dure y se lleve a cabo donde se lleve a cabo. El futuro de seis millones de ucranianos y la arquitectura de seguridad europea presente y futura lo barajan a día de hoy el ocupante y un millonario de Nueva York.
Qué está en su mano
El hecho es que los países europeos, al igual que su aliado estadounidense hasta ahora, han pasado casi tres años agotando sus propios arsenales y sus fondos en nombre de una lucha por la libertad y la democracia que les parecía existencial cuando comenzó la invasión rusa. Tenían claro que Ucrania no era sólo Ucrania, sino una muestra del expansionismo de Putin que puede afectar cualquier día a otros países fronterizos de la Federación que también son parte de la UE y/o de la OTAN, como Finlandia, Noruega, Polonia y los Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania). Ahora parece que los intereses particulares de Trump y Putin se anteponen: un bocado de tierra, un país que no entra en la OTAN, un menor gasto en defensa, unas tierras raras.
Obviamente, la paz es una meta a la que también aspiran los mandatarios europeos, que acusan la fatiga de guerra, llevan ya 15 costosos paquetes de sanciones aprobados contra Rusia y Bielorrusia y se las ven y se las desean para pactar mayorías, para mantener el flujo de ayuda y hacer frente a la inflación general causada por un conflicto abierto en sus puertas, su "corazón", como suele decir la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen.
Su preocupación ahora es cuán costosa puede ser, dado el precio que Washington parece dispuesto a pagar, y cuán efímera será también, dado el historial de Putin. Los recuerdos de lo que pasó en 1938 con Adolf Hitler en los Sudetes están, con razón, resurgiendo. De ahí la reunión en París, para ir poniendo pie en pared.
Los líderes europeos tal vez no puedan intervenir en los términos de un futuro acuerdo de paz, pero sí esperan encontrar formas de dar garantías de seguridad a Kiev. Sin embargo, el peligro que enfrentan mientras se dirigen a la capital francesa es que, así como la lucha por Ucrania los unió hace tres años, también el espectro de la paz en su flanco oriental podría dividirlos una vez más.
En particular, en un momento en que varios de ellos se enfrentan a una extrema derecha europea cada vez más envalentonada y con mayor éxito electoral, que está mucho más alineada con los nuevos líderes de Washington que ellos. Están en ese grupo los Viktor Orbán y los Giorgia Meloni, por ejemplo, aunque esta última ha decidido acudir al encuentro parisino y se espera que pueda incluso ejercer de mediadora con Trump.

Pero los líderes europeos también quieren no mostrarse nerviosos, es esencial que así sea. Jean-Noël Barrot, el ministro de Asuntos Exteriores francés, explicó anoche en la radio nacional que este tipo de reuniones se producen todo el tiempo. Y el propio Macron calificó las conversaciones de hoy como "una reunión informal" para aquellos interesados "en la paz y la seguridad en Europa". Que hay sectoriales o mini cumbres constantes, sí. Que tienen el calado de la de hoy, no.
Trump parece haberse rodeado de gente que sabe exactamente lo que hace cuando se trata de socavar a Europa y desmantelar la OTAN. Y parece que ya no quieren seguir las órdenes de Europa. Esto hará que la reunión no se centre sólo en cómo ayudar a Ucrania, sino, en el fondo, en cómo salvar a la propia Europa.
Unidad, temple, determinación. Europa, más Reino Unido en este caso, tienen el reto hoy de mostrarle a EEUU que son relevantes para lo que se decida sobre Ucrania, no sólo porque le afecte política o económicamente, sino porque han sido una parte esencial del sustento a Kiev y sólo con EEUU no estaríamos en el punto de aguante de la andanada rusa en la que estamos. La UE y sus miembros (además de Londres) son los mayores donantes totales a Ucrania, con una ayuda de 145.000 millones de dólares. El apoyo militar de EEUU sigue siendo fundamental, pero Europa ha proporcionado 52.000 millones de dólares en apoyo militar y es el mayor proveedor de entrenamiento militar a las tropas ucranianas. Así que está justificado que su lema sea "no sin Ucrania" pero también "no sin la UE".
Hoy tocará abordar, por ejemplo, aumentos concretos y coordinados del gasto en defensa en la UE. Polonia planea gastar el 4,47% de su PIB en defensa en 2025, mientras que el Reino Unido está luchando por alcanzar el 2,5% de su PIB, cifra que aún no ha alcanzado. EEUU y la OTAN empezaron reclamando un 2%, que subieron al 5% ante las necesidades derivadas en gran medida de la amenaza rusa. Será complicado que surja un compromiso común con números, porque faltan parte de los Veintisiete y hay algunas naciones, como España, que tienen una larga transición por delante hasta lograr esos números.
Pero lo que sí pueden hacer hoy los líderes es comprometerse a gastar más dentro de la OTAN, como marco, y también a coordinarse mejor y a hacerse cargo de la mayor parte de la reconstrucción de Ucrania tras la guerra. Se espera que la UE también refuerce sus esfuerzos en materia de defensa.
Gran parte de la reunión de París se centrará, sin duda, en la cuestión del envío de tropas a Ucrania tras el alto el fuego. La idea que se está discutiendo no es la de enviar tropas de mantenimiento de la paz, sino más bien una "fuerza de tranquilidad", estacionada detrás, y no sobre, una eventual línea de alto el fuego, informa la BBC. El primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, ha sido el primero en levantar la mano y plantear la posibilidad del envío de tropas británicas a Ucrania. Alemania lo avala y plantea el debate en su casa, pero con menos fuerza porque el domingo va a elecciones y es complicado hacer promesa alguna.
El objetivo de la presencia de tropas europeas sería triple. El primero es enviar un mensaje a los ucranianos, de que no están solos. El segundo es para EEUU, que sepa que Europa está poniendo su granito de arena en la defensa de su propio continente, algo que el republicano suele reprochar a los hasta ahora socios. Y el tercero y último es para Moscú, para advertirle de que si rompe los términos de un eventual alto el fuego, no se ocupará sólo de Kiev sino de quienes lo arropan, de una UE a la que Ucrania aspira también a pertenecer formalmente más temprano que tarde.
El propio Macron ya puso sobre la mesa hace un año el dilema de tropas sí o tropas no, descartado de inicio porque podría suponer una internacionalización de la guerra, pero las cosas pueden cambiar si hay un armisticio previo, pactado. Problema: mandar uniformados a una zona en conflicto o con posibilidades reales de que Putin lo retome no es muy popular en ningún país y, además, hay muchos detalles por aclarar, del número de efectivos necesarios al país al mando, pasando por la distribución y el emplazamiento.
Richard Dannatt, exjefe del ejército británico, ha dicho a la radiotelevisión pública de su país que probablemente se necesitarían alrededor de 100.000 soldados en total para Ucrania. En el Foro de Davos, el pasado enero, Zelenski dijo que se necesitarían 200.000 tropas extranjeras para salvaguardar cualquier nueva línea de demarcación, cifra que luego se revisó a la baja a 100.000 o 150.000. Hablar de números sin decidir primero un propósito claro es quizás arbitrario, pero teniendo en cuenta cuestiones prácticas como los horarios de licencia y rotación, está claro que tendrá que ser una cantidad significativa. A modo de comparación, en el flanco oriental de la OTAN hay 40.000 soldados bajo el mando de la OTAN.
Todos estos planteamientos pueden gustar a EEUU porque supondría estar poniendo en marcha dos cuestiones importantes exigidas por Trump: que Europa gaste y haga más por su propia defensa y que Europa envíe tropas a Ucrania después de un alto el fuego, asumiendo el gasto. Por ahora ha dicho que sin respaldo de la Casa Blanca (EEUU tiene aproximadamente 100.000 soldados desplegados en Europa, pero descarta implicarlos) pero si hay un compromiso claro, es de esperar que arrimen el hombro. Hay analistas que dicen que esa es la estrategia de Trump: anunciar pasos a lo bestia para que reaccionen los demás y arrancarles concesiones, como ha pasado con México, Canadá, los aranceles y la vigilancia de las fronteras sur y norte.
Además de dar pasos y lograr consensos, la reunión de hoy forzosamente debe servir para ir encontrando con un tono a la hora de abordar la amenaza que Trump supone para el sistema establecido. Muy blanda ha sido Europa hasta ahora. El hecho de que quien haya dado el primer paso haya sido Francia ayuda, porque siempre ha abogado por la autonomía defensiva, hasta por un ejército propio europeo, pero a la vez tiene muy buenos contactos de inteligencia con Washington, como destaca Le Monde.

Lo que dicen los expertos
Unidad y voluntad política es lo que los expertos recomiendan a Europa en esta compleja coyuntura. Y claridad, también, para que no se malinterpreten sus mensajes ni haya posibilidad de que se abran grietas en el bloque, algo tan del agrado de Trump y de Putin.
Armida van Rij, investigadora principal del Programa Europa del Instituto Real de Asuntos Internacionales (o Chatham House de Londres) expone que en el corto plazo, además de desarrollar una posición común sobre las garantías de seguridad para Kiev, también hay que plantearse "armar a Ucrania hasta los dientes". Esto probablemente implicará "comprar sistemas de armas estadounidenses listos para usar". Ucrania "no puede darse el lujo de esperar a que aumente la producción europea" y, a la par, la promesa de comprar en defensa puede aligerar el castigo de los aranceles para la UE.
También hay que "maximizar los mecanismos de la UE como el Fondo Europeo de Paz y, paradójicamente, también apaciguar a Trump y potencialmente reducir el déficit comercial entre la UE y Estados Unidos al mismo tiempo".
Más allá de posicionarse para ser "incluida en cualquier negociación", Europa "debe seguir coordinando estrechamente con Ucrania y la oficina presidencial", como hasta ahora, sin cambiarlo por los nuevos tiempos. "La influencia que tienen los líderes europeos es que, en última instancia, necesitarán implementar cualquier acuerdo. Hacerlo, o no, es una decisión soberana que solo pueden tomar los estados europeos individuales", destaca la experta.
Más: Europa "necesita mejorar mucho en la comunicación pública cuidadosa (sin sembrar el pánico) sobre la sostenida amenaza rusa a la seguridad europea". Es "poco probable" que un alto el fuego o un acuerdo de paz traiga una paz duradera a Europa, constata, porque Rusia "probablemente lo considerará simplemente una nueva fase de la guerra". Esto significa que los ciudadanos europeos "tienen que entender las compensaciones necesarias que implica aumentar el gasto de defensa y otros requisitos de preparación".
A mediano y largo plazo, Van Rij sostiene que la UE "debería utilizar los eurobonos –y el espacio fiscal creado por la relajación de las normas fiscales de la UE anunciada en Múnich– para ayudar a aumentar el gasto de defensa". Es un debate muy viejo en Bruselas que nunca ha acabado de cuajar. "Debería tratar de construir una industria de defensa europea que dependa de los EEUU sólo en una pequeña parte, y priorizar sus desarrollos de capacidad en habilitadores estratégicos, como aviones de transporte o puentes aéreos estratégicos (...) –donde más depende de los EEUU-", recomienda.
Los aliados europeos también tienen que analizar detenidamente a la OTAN, claro, y "participar proactivamente en discusiones con EEUU sobre la transferencia gradual de funciones y puestos clave al personal militar y civil europeo". Esto último será "muy incómodo para los europeos", augura, pero la realidad es que "debe hacerse de manera planificada y coordinada". "La alternativa es caótica, disruptiva y extremadamente peligrosa", advierte. "Europa ha perdido tanto tiempo que le quedan pocas opciones", dice con firmeza.
Aún así, recuerda al inicio de su análisis que toda esta crisis está enraizada en algo que va más allá de Ucrania o de Rusia, que es "la postura estadounidense claramente egoísta" que busca pasar "de una distribución de la carga en materia de defensa europea a una transferencia de la carga (salvo el paraguas nuclear estadounidense) para liberar recursos para la frontera estadounidense y los intereses en el Indopacífico". La reducción de los compromisos europeos también se alinea con los planes declarados de Elon Musk de "controlar" el gasto de defensa estadounidense, que, según él, no es sostenible. Son dos tendencias troncales del segundo mandato de Trump y será complicado hacer que se desvíe de ese camino-marco, pero en el caso de Ucrania es, sencillamente, vital.

Sobre la posibilidad de enviar tropas, la experta de Chatham House insiste en que hay que resolver bien todas las preguntas y dejarlas cerradas negro sobre blanco o será complicado responder si hay una nueva agresión de Rusia. "Eliminar la protección del Artículo 5 [del Tratado de Washington, el fundacional de la OTAN] de estas tropas, como pareció hacer Hegseth, debilita el efecto disuasorio de cualquier tropa europea y, por lo tanto, aumenta la probabilidad de una confrontación directa", indica.
Por su parte, Sven Biscop, director del programa "Europa en el mundo" del Instituto Real de Relaciones Internacionales de Bélgica (también conocido como Instituto Egmont), sostiene a propósito de las tropas y de la carta de la Alianza que, si se llega a un acuerdo de paz, "una coalición de países europeos debe intervenir y ofrecer garantías de seguridad a lo que queda de Ucrania". Ha de incluir a Francia y al Reino Unido, "las dos potencias nucleares europeas". "Debe quedar claro lo que esto significa: si Rusia invade una tercera vez, la coalición declarará la guerra. Cualquier cosa que no sea eso no debería considerarse garantía de seguridad. La única manera de hacerla creíble es desplegando fuerzas fuertes en Ucrania: un cuerpo de ejército con armas pesadas y pleno apoyo aéreo", defiende.
Hay quien dice que este despliegue es imposible porque la frontera es demasiado larga pero para Biscop se equivocan estos analistas. "Las fuerzas armadas ucranianas no se irán a casa si llegan fuerzas europeas. Los ucranianos seguirán en la primera línea. Los europeos se desplegarán detrás de ellos, no entre ellos y los rusos", precisa. Si Ucrania, con el apoyo material europeo y estadounidense, puede detener un ataque ruso, "Ucrania y una coalición europea juntas, con un apoyo material europeo drásticamente mayor, sin duda pueden hacerlo", augura.
"Por lo tanto, todo el mundo debería dejar de hablar de una operación de paz o de fuerzas de paz. Las fuerzas de paz son fuerzas neutrales desplegadas entre las partes que antes estaban en guerra. Europa no es neutral: está del lado de Ucrania", insiste.
Responde también a una de las preguntas que más miedo da: ¿qué pasaría sie Europa se encontrara en guerra con Rusia? "La OTAN no puede quedarse al margen, digan lo que digan hoy los Estados Unidos, porque esos estados europeos son aliados de la OTAN. Aunque en ese escenario, desde una perspectiva estrictamente legal, el Artículo 5 no se aplica, la realidad estratégica es que sí se aplica. O los Estados Unidos intervienen del lado de sus aliados o la Alianza está muerta", asevera.
Será muy arriesgado, dicen algunos europeos. Para el analista, si esa visión se impone hay que frenar por coherencia la entrada de Ucrania en la UE. No tiene sentido, si no. "Continuar el proceso sin ofrecer garantías de seguridad significa que Europa le dice a Ucrania: si Rusia vuelve a invadir el país, buena suerte; pero no se preocupe, si sobrevive, retomaremos el expediente de solicitud", escribe.
También avisa de la reacción cadena que se puede dar en otros territorios si no se apoya claramente a Kiev. Habla de Moldavia o Georgia, cada día más cercanos al Kremlin. "Todo el flanco oriental de Europa, incluido el Cáucaso, corre el riesgo de convertirse en una esfera de influencia exclusivamente rusa y de cortar nuestra conectividad con Asia Central. Y eso sin hablar del impacto sobre la credibilidad de Europa en otras partes del mundo", dice.
Sea cual sea la opción elegida hoy en París y en los días por venir, el también profesor de la Universidad de Gante asegura que "los europeos tienen que generar la capacidad para defender Europa". Es muy urgente "construir un pilar europeo completo en la OTAN" y esto significa que los aliados europeos "deben unirse y decidir qué capacidades adquirirán, además de sus objetivos actuales en la OTAN, en aquellas áreas en las que hasta ahora Estados Unidos aporta la mayor parte o incluso la totalidad de la capacidad".
"El objetivo debe ser que las fuerzas de todos los aliados europeos combinadas constituyan un paquete de fuerzas convencionales completo y coherente, capaz de disuadir o, si la disuasión falla, de defenderse de cualquier ataque convencional a Europa", destaca. Eso no requerirá gastar el 5% del PIB en defensa (esa cifra es una invención de la nada), pero sí requiere gastar más de lo que gastan los europeos actualmente.
Era un debate antiguo que la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de 2022, puso sobre la mesa con urgencia. Ahora, los planes de Trump lo aceleran todo mucho más. Hay que convencerlo cuanto antes de que contar con Europa es también bueno para EEUU.