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La supervivencia no es suficiente: por qué el alto el fuego en Gaza es sólo un parche

La supervivencia no es suficiente: por qué el alto el fuego en Gaza es sólo un parche 

No se puede restar valor al logro diplomático que ha supuesto el acuerdo de Israel y Hamás, pero el conflicto queda lejos de terminar con el silencio temporal de las armas. Hay esperanza pero también una fúnebre sensación de fragilidad. 

Palestinos celebran el acuerdo de alto el fuego con Israel, este miércoles, en Deir al Balah, centro de la Franja de Gaza.MOHAMMED SABER / EPA / EFE

Dice el Talmud judío que "quien salva una vida, salva al mundo entero". El acuerdo de alto el fuego alcanzado ayer por Israel y Hamás con mediación internacional, que debe entrar en vigor el domingo a mediodía y que hará callar las armas, salvará muchas vidas y, por eso, darle la bienvenida va de suyo. Sin embargo, aunque el proceso genera esperanza, viene también acompañado de una fúnebre sensación de fragilidad y de la certeza de que, por ahora, sólo es un parche. El tiempo dirá -voluntad, esfuerzo y suerte mediante- si es el principio del fin. 

Del fin del conflicto entre palestinos e israelíes, viejo de más de 75 años, ese que tiene todos sus nudos gordianos por deshacer y que ahora, en estos 15 meses de crisis, ha añadido a su cuenta los números más tremendos de su historia: más de 46.700 palestinos han sido asesinados en Gaza y alrededor del doble han resultado heridos por los ataques del Ejército israelí, mientras 1.200 israelíes perdieron la vida a manos de los milicianos islamistas en la cadena de ataques del 7 de octubre de 2023. 

En la primera fase del alto el fuego, 33 mujeres, hombres mayores y enfermos y heridos serán liberados en las próximas seis semanas a cambio de cientos de prisioneros palestinos, pero el futuro del resto de los rehenes depende de más negociaciones. Los contactos sobre la segunda fase del acuerdo, para liberar a los rehenes israelíes restantes a cambio de los palestinos encarcelados y una retirada israelí de Gaza, se iniciarán 16 días después de firmado el acuerdo.

El primer gran desafío, sin duda, es garantizar que se mantenga el alto el fuego. Los diplomáticos occidentales temen que después de la primera fase de 42 días la guerra pueda reanudarse. "Siendo realistas, hay que ceñirse al primer paso. Primera fase, cumplimiento al 100%, con violaciones que habrá seguro pero deberían no llevar a romper la baraja, y lo demás está sólo en el papel, necesita de un desarrollo posterior, de negociaciones por venir. Hay que aferrarse a esa primera fase y confiar en que el trabajo diplomático mantenga a las partes en la mesa", sostiene un diplomático español de larga trayectoria en Palestina, Israel y Líbano. 

Cuando se declara una tregua, aunque sea con fecha de posible caducidad, el alivio llega como una descarga, de la punta del pelo a los dedos de los pies, un vacío analgésico que se llena de pronto con el consiguiente chute de adrenalina y el júbilo disparado. Es lo que se ha visto en las calles destrozadas de Gaza y en Tel Aviv, donde los familiares de los rehenes ven más cerca su retorno. Hay diferencias evidentes en estas dos alegrías, pero una de ella es de fondo: unos anhelan abrazar de nuevo a los suyos o, al menos, enterrarlos dignamente tras el secuestro, con un lastre imborrable en sus vidas, pero viviendo en un país al que el statu quo ha beneficiado desde hace décadas; otros saben que, en el mejor de los casos, volver a la rutina supone ocupación, cerco y violaciones de todo derecho. Sin bombas, sin tanques, sin país. 

Luz Gómez, catedrática de Estudios Árabes de la Universidad Autónoma de Madrid, entiende que "no estamos ante el final de la guerra". "Las condiciones del pacto dejan claros los pasos a seguir y no es de esperar que sea fácil que, después de un tiempo, no volvamos a una situación grave, quizá no como la que hemos vivido en los últimos 15 meses, pero sí de guerra intermitente o de tregua intermitente", expone. Así viene siendo tras las sucesivas operaciones israelíes en la franja desde 2008, tras la llegada al poder de Hamás -vía elecciones- un año antes. 

Que nadie piense que el conflicto está resuelto y aparte la mirada, porque posiblemente no esté acabado ni el episodio iniciado el 7-O. "Es un pequeño parche, fundamental e imprescindible para al menos dar una salida, una vía de esperanza, a la aniquilación absoluta en la que vive la población, pero el problema de fondo sigue ahí, la injusticia histórica que se viene produciendo en Palestina". Es lo que los árabes llaman nakba, catástrofe, que es "continua" porque sigue "la desposesión, la falta de reconocimiento de los derechos políticos palestinos y el callejón sin salida al que ha llegado el proceso de Oslo", aquellos acuerdos (1993) que ilusionaron al mundo y que son papel mojado desde hace eones. 

"Sin un plan de paz posterior, un plan con justicia, la situación volverá a reproducirse en mayor o menor grado de crueldad o violencia, desposesión o destrucción", ratifica. Y antes hay que pasar por tres fases, que son tres pruebas de fuego. No cree Gómez que se completen. "No va a ser posible pasar más allá de una retirada parcial [del Ejército de Israel desplegado en Gaza], para que sea posible el acceso de ayuda humanitaria, posiblemente desde Egipto, desde Rafah", dice. 

Familiares de los rehenes retenidos por Hamás en Gaza y sus partidarios encienden velas tras conocer el alto el fuego, el miércoles, en Tel Aviv.ABIR SULTAN / EFE / EPA

También ve factible un primer intercambio de rehenes por presos palestinos -varios cientos, en un número por determinar y cuyas identidades aún no se han negociado- pero, "más allá de eso, posiblemente dentro de un mes o mes y medio, será complicado que no se vuelvan a producir enfrentamientos y hostilidades de carácter violento", añade. Hay que tener en cuenta que una evolución en la paz, por llamarla de alguna manera, llevaría al final a pedir cuentas a los culpables de presuntos crímenes de guerra, incluyendo al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, contra el que ya pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional. La rendición de cuentas no entra en sus planes. "Eso hace que el propio Gobierno de Israel no sea el más interesado en que la tregua se cumpla". 

La periodista gazatí Afaf Al Najjar califica de "frágil" la calma por llegar, "en medio de una lucha interminable", la de los palestinos. "¿Es realmente un paso hacia la paz o simplemente otro capítulo en una historia de justicia tardía y sufrimiento prolongado?", se pregunta. No tiene respuesta, aunque tampoco es optimista. Elude el mensaje propagado en redes de "nos levantaremos" o "la resiliencia de Gaza es proverbial". A su entender, lo perdido "nunca" se va a recuperar y esta operación ha sido distinta, "sus cicatrices no sanarán" y se sumarán a las del viejo conflicto. 

Asume que era "desesperadamente necesario" acordar que no habrá bombas ni ataques terrestres y que entrará la ayuda humanitaria pero la incertidumbre por lo que vendrá "es insoportable". Culpa a la comunidad internacional de no haber actuado antes, cuando el acuerdo alcanzado este miércoles en realidad es casi un calco del propuesto en mayo, retocado en junio, mejorado en julio. Se calcula que 10.000 palestinos han sido asesinados en este periodo de espera. Ahora le pide al mundo que pase de declaraciones "huecas" a una revisión rígida del cumplimento de lo pactado para que entre ayuda -600 camiones diarios, cuando antes de la guerra ya se necesitaban un mínimo de 500- y se llegue a compromisos reales sobre la ocupación o el bloqueo. 

"La paz temporal no puede sustituir al derecho a vivir libremente, más allá de la supervivencia", declara. Y recuerda lo que es vivir en Gaza bajo cerco, el mayor caldo de cultivo de la rabia: "una violencia sin bombas, pero no por ello menos devastadora para los ciudadanos", que ha erosionado "el tejido social y económico" de la zona y ha negado el acceso a servicios básicos, lo que "desafía el límite de la resistencia". Ahora toca vivir con lo acordado, sabiendo que puede desmoronarse rápido, como se teme ahora con las denuncias de Netanyahu de que Hamás quiere cambiar el texto. "Los altos el fuego no son paz, son momentos de tranquilidad en una tormenta sin fin", si no llegan "la justicia, la dignidad y la igualdad". 

La parte más difícil

La parte más difícil, pues, viene ahora: aplicar lo acordado sin mucha pelea, sin violaciones del alto el fuego que tiren por tierra lo pactado -en Líbano van a trancas y barrancas pero aguantan- e ir llegando a cada fase. Lo demás, queda muy lejos. 

Quedémonos por ahora en el mientras. El Atlantic Council, un tanque de pensamiento norteamericano, ha desplegado a sus expertos en un dossier especial para dar las claves de este deseado acuerdo y hay una coincidencia clara con Gómez y Al Najjar: no hay mucha previsión de que las cosas vayan a salir bien ni en el corto ni en el largo plazo. 

Ahmed Fouad Alkhatib, investigador de la Iniciativa de Seguridad de Oriente Medio Scowcroft en los Programas de Oriente Medio del Atlantic, es quizá el que deja la puerta más abierta a un buen fin. Escribe que, "aunque muchas cosas pueden salir mal entre ahora y el momento de la implementación del acuerdo el 19 de enero, por no mencionar el posible impasse una vez que haya terminado la primera fase, la ausencia de guerra puede, de hecho, brindar espacio para un camino más optimista hacia adelante". 

Los habitantes de Gaza experimentarán alivio de los horrores de los bombardeos y ataques israelíes que han matado y mutilado a tantas personas. "Sin embargo, los palestinos de Gaza saldrán de este acuerdo con las mayores pérdidas humanitarias, políticas y estratégicas. Ni un sólo dólar del dinero para la reconstrucción irá a Gaza mientras Hamás controle el enclave costero y en ausencia de un horizonte político", asume.

El riesgo más importante que se avecina es, dice, "que se produzca una posible congelación del conflicto, en el que Gaza seguirá destruida y en ruinas, dependiendo por completo de unos pocos cientos de camiones al día para sostener a la población y estabilizar la catástrofe humanitaria". Esto no sólo es grave por las acciones que pueden repetirse desde Israel sino porque "permitiría a Hamás disfrutar de lo mejor de dos mundos: no sería responsable del gobierno real ni de la provisión de alimentos a su población, pero se beneficiaría de un flujo constante de bienes y artículos que podría extraer y gravar con impuestos", augura. 

Semejante escenario "sería terriblemente doloroso para la población civil de Gaza, muchos de los cuales no tienen hogares a los que regresar y no pueden subsistir más allá de lo que se puede lograr con la ayuda y los suministros humanitarios y comerciales básicos". Hamás está "severamente debilitado financiera, política y militarmente, y tiene pocas o ninguna perspectiva de reponer los recursos materiales y el lastre geopolítico que le han permitido mantenerse a flote durante tantos años en Gaza", pero la guerra puede hacerle aguantar, como ha pasado en estos 15 meses. 

El líder supremo de Irán, Ali Jameneí, afirmó esté jueves que Palestina y el Eje de la Resistencia, la alianza informal antiisraelí liderada por Teherán, han obligado a Israel a retirarse de Gaza, por ejemplo. Irán es uno de los mayores patrocinadores que ha tenido Hamás en su historia y comparten esa visión de pulso mantenido.

Thomas S. Warrick, un miembro de la Iniciativa de Seguridad de Oriente Medio de Scowcroft y exsubsecretario adjunto de política antiterrorista en el Departamento de Seguridad Nacional de EEUU, indica en el mismo informe que una de las lagunas clave es ver quién va a gobernar Gaza si llega la calma total. No hay un plan para la zona después de la tregua, algo que EEUU siempre le reclamó a Israel y que Tel Aviv, deliberadamente, se ha negado a poner sobre la mesa, dividido como está el Gobierno ante lo que hay que hacer: ocupación total, vuelta de colonos y bases militares, salida parcial, gobierno colaboracionista, estados árabes coaligados... El horizonte está sin dibujar.

"Hamás quiere asegurarse de tener la capacidad de reconstruir y rearmarse, e Israel está igualmente decidido a impedirlo. El acuerdo prevé que los pactos para la posguerra se discutan durante la segunda fase, pero no nos engañemos: nadie está preparado para lo que esto realmente requerirá", dice en analista. El secretario de Estado saliente de EEUU, Antony Blinken, dijo el martes las cosas a las claras: "Hamás no puede ser derrotada sólo por las armas, sin una alternativa clara, un plan postbélico y un horizonte político creíble para los palestinos". Aseguró que por cada miliciano muerto de Hamás se ha sumado uno nuevo en esta crisis. La violencia engendra violencia. Se siembra, se recoge. 

Unos niños hacen cola para recoger agua en la capital de Gaza, el 16 de enero de 2025.Mahmoud Issa / Reuters

"Tanto la administración saliente de Biden como la administración entrante de Trump , así como el gobierno de Netanyahu, entienden que el requisito esencial para una paz duradera es que Hamás no tenga ningún papel en la Gaza de posguerra. Incluso los representantes de Hamás están dando señales de que Hamás sabe que tendrá que dar un paso atrás en el gobierno de Gaza, por ahora", explica el experto. Por eso, "lo que se necesita es un plan de posguerra viable que ponga a Gaza bajo administración internacional durante un período de transición", defiende.

Pero la forma en que se establezca y quién participe en ese gabinete marcará "la diferencia entre el éxito y el fracaso" de lo por venir. A EEUU le convence que esté la Autoridad Nacional Palestina (ANP), pero con reformas y rostros cambiados -proceso que ya está en ejecución-, pero Netanyahu entiende que son tan "terroristas" como Hamás y rechaza que sea no un gobernador sino siquiera un interlocutor válido. Un pilotaje de la ANP con ayuda de estados árabes es otra vía. Todo, sin embargo, tiene aires de colaboracionismo si Israel lo acata. 

"Las voces que dominan la sociedad civil palestina quieren el reconocimiento internacional de la justicia de la causa palestina, aparentemente sin reconocer que la gente con la que hablan no es capaz de ofrecer lo que ellos quieren. Ramallah y la sociedad civil palestina necesitan ampliar el número de personas con las que hablan sobre el futuro de Palestina", añade.

Dadas las tensiones en la política israelí (según se informa en la prensa local, el acuerdo de Netanyahu con la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania entraña peligros reales), "las perspectivas de un resultado negociado en las próximas doce semanas son extremadamente escasas". "Los combates podrían reanudarse", afirma Warrick. "La presidencia de Trump endurecerá la posición de Netanyahu, y los palestinos realmente necesitan tomar en serio lo que dijo el asesor de seguridad nacional entrante de Trump, Mike Waltz, el 15 de enero: 'No hay nada más que desventajas' en resistirse. La administración Trump probablemente dará un paso atrás por un tiempo y esperará a ver qué pueden hacer los israelíes y los palestinos por su cuenta", ahonda.

Alex Plitsas, miembro también de la Iniciativa de Seguridad de Oriente Medio de Scowcroft, recalca, por su parte, que la primera fase que nos ocupa ha sido la más sencilla. Queda lo peor. "La parte difícil es la solución a largo plazo del conflicto y la liberación de los rehenes restantes. Todavía no hay un panorama claro de la gobernanza y la seguridad a largo plazo en Gaza que serían necesarias para facilitar la reconstrucción al final del conflicto", asume.

No hay que olvidar que ninguna de las dos partes en litigio han logrado, por ahora, lo que pretendían. Ni siquiera premios de consolación. La cesión es gruesa por los dos lados, si nos atenemos a lo que cada cual reclamaba. Así, la milicia palestina quería la retirada total y completa de las fuerzas israelíes de la Franja de Gaza y el cese permanente de las hostilidades. Nada de eso hay, aunque se liberará a cientos de presos palestinos, los gazatíes van a regresar poco a poco al norte de Gaza y Hamás, de aquella manera, mantiene la titularidad administrativa de la franja. 

Israel, por su parte, "sigue considerando a Gaza como un problema de seguridad que requerirá una presencia militar, y actualmente no hay ningún socio para la paz o la estabilidad en el que pueda confiar", dice, para administrar Gaza. Pero Hamás no está "arrasada", "vencida", "borrada", como prometía Netanyahu e Israel no puede quedarse dentro de Gaza, con el nivel de control que reclamaba. Parece complicado que las partes se conformen. 

El también director del Proyecto Antiterrorista del Consejo Atlántico y exjefe de actividades sensibles para operaciones especiales y combate al terrorismo en la Oficina del Secretario de Defensa de EEUU escribe que "si Hamás y el pueblo palestino de Gaza rechazan una fuerza de seguridad y una autoridad gobernante, podría desembocar en una insurgencia prolongada en Gaza (...). Israel y Hamás habían alcanzado un acuerdo provisional de seguridad hace un año que no logró avanzar hacia una paz más amplia. Por tanto, si bien el acuerdo debe celebrarse, todavía queda mucho trabajo difícil por delante para definir el futuro de Gaza y la seguridad de Israel".

La única buena noticia, si nada se hunde, es que desde el domingo dejarán de sonar los disparos y habrá quien pueda volver a su casa (o lo que quede de ella), habrá familias que abracen de nuevo a los suyos y se reducirá el dolor. Los israelíes cerrarán heridas con sus secuestrados, a cuentagotas. Los palestinos podrán respirar unos días sin que los maten. Pero nadie sabe de qué ha servido en estos meses tanto tormento si el conflicto en general aún está más lejos de arreglarse y no hay visos de que se aclaren ni la ocupación militar ni las colonias, ni el apartheid ni los cinco millones de refugiados, ni Jerusalén ni la solución de dos estados. 

La tregua, un logro diplomático sensible, es el principio de casi nada, pero en el casi está la fe: la ocasión de que la esperanza y la justicia se impongan a la sangre.

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.