La "ofensiva total" de Israel sobre Gaza: qué supondría una invasión terrestre
Tel Aviv ha anunciado una represalia sobre la franja que cambiará el territorio para siempre. Va a por Hamás, pero hay 2,3 millones de palestinos que también harán frente a las consecuencias. ¿Habrá incursión por tierra? El mundo aguarda.
Lo ha anunciado el ministro de Defensa de Israel, Yoav Galant, ese señor que en abril estaba en la calle por criticar la reforma judicial del Gobierno, que volvió al redil y ahora afronta la peor crisis de seguridad de su país en décadas: "Estamos pasando a una ofensiva total (...). Hamás quería un cambio en Gaza y lo tendrá. Lamentará este momento. La franja nunca volverá a ser lo que era".
Nadie sabe en este momento en qué consiste esa ofensiva, aunque se augura una invasión terrestre. Hasta ahora, Tel Aviv había entendido que con su superioridad por aire y sus bombardeos desde el mar, sumado a su Cúpula de Hierro y la armadura que suponía para su gente (del 90% de efectividad) era suficiente para contener a la milicia islamista. Sin embargo, el ataque del sábado pasado ha demostrado que hay carencias y el daño ha sido tal, en muertos, en fallos de Inteligencia y Defensa, en ceguera, que lo que los analistas aguardan es un paso más, botas sobre el terreno.
Mientras siguen los bombardeos israelíes en la franja y Hamás lanza también cohetes sobre Ashkelon, se está fraguando otra cosa. ¿Qué? Está por ver. Israel afirma que su único objetivo es acabar con Hamás, sus líderes y su brazo armado, las Brigadas Al Qassam. Para ello ha movilizado a 300.000 reservistas en 48 horas y puede llegar a los 700.000, en un país de 9,3 millones de habitantes. Ellos se sumarán a los 180.000 miembros profesionales del Ejército, que han estado cuatro días hasta controlar de nuevo el perímetro de Gaza y el martes dieron por restablecido el control de todo su territorio.
Pero ese cambio de escenario que propugna Tel Aviv, ese ir a por todas que amenaza con hacer barrer a Hamás, ha de darse en un escenario en el que viven 2,3 millones de palestinos, un enclave de 360 kilómetros cuadrados delimitado por el mar Mediterráneo, Israel y Egipto, muchas personas, civiles, inocentes, repartidos en la zona con mayor densidad de población del planeta. Sin duda, también ellos tendrían que sufrir las consecuencias del nuevo ataque, sea como sea, como lo están haciendo ya y como lo han hecho en las seis guerras sufridas en el territorio en apenas 15 años.
No sólo ellos: una de las novedades del ataque de Hamás es que han logrado llevarse a la franja a unos 100 o 150 rehenes, algunos militares pero en su mayoría civiles, secuestrados en los kibutzim del sur o en la fiesta rave del desierto. Es muy complicado distinguir entre propios y ajenos, entre israelíes y palestinos, si se entra por tierra. La prensa de Israel explica que en el Gobierno y en el Ejército pesa ya un sentimiento de práctica imposibilidad de sacar a todas estas personas de la franja sin un precio que entienden inasumible, hoy por hoy.
Lo que se ha hecho hasta ahora
Hasta ahora, los combates entre el Tzahal (el Ejército de Israel) y Hamás han tendido a seguir un patrón similar, con incursiones terrestres lanzadas a lo largo de los años en diferentes escalas, generalmente precedidas por un intenso bombardeo dirigido a áreas y lugares que, luego, han sido usados por los israelíes para acercarse. Abrir agujeros por los que colarse, básicamente.
Israel también ha hecho un uso intensivo del poder aéreo y de bombardeos de artillería terrestre y con cañoneras navales en la primera fase de sus campañas para atacar lo que -dice- es la infraestructura militar de Hamas. En sus andanadas, además de ir a por líderes islamistas -ayer mismo se confirmó la muerte de dos de ellos- se acaban incluyendo edificios gubernamentales, comisarías de policía, instalaciones costeras, centros de entrenamiento de milicianos y residencias de altos funcionarios.
Israel tiene una enorme ventaja en términos del tamaño de su ejército, su tecnología, sus sistemas de armas y su logística, sumado a que impone un bloqueo sobre Gaza desde hace 16 años que complica a Hamás y a otras milicias la llegada de armamento o piezas, por más que se hagan con parte de ellas a través de los túneles bajo tierra.
Eso hace esperar un poderío natural si van con todo, pero no hay que perder de vista complicaciones que le pueden surgir en el camino: Gaza es una zona pequeña para operar con fuerza mecanizada, la alta densidad de población complica fijar dianas claras porque el riesgo de víctimas inocentes es muy alto, sus soldados tienen el reto de enfrentarse a la guerrilla urbana palestina, a la que están menos acostumbrados, y tampoco saben, visto el poderío mostrado por Hamás estos días, qué sorpresas les pueden esperar dentro. Los fallos de la Inteligencia, la interior y la exterior, aún están por analizar y por cobrarse responsables.
Lo que se sabe a ciencia cierta es que Tel Aviv ha pedido a los habitantes de Gaza que se marchen, porque vienen mal dadas. Lo que pasa es que no pueden: el cerco al que la zona está sometida desde 2007, cuando Hamás llegó al poder vía elecciones, le impide acceder a Israel, con el que coincide al norte y al este, pero también a Egipto, al sur. En este caso, hay un paso abierto, el de Rafah, pero por el que en circunstancias normales no pasan más de mil personas al día. Ayer, Israel lo bombardeó y ahora está cerrado, complicando aún más la escapada humanitaria de los civiles.
Las Naciones Unidas calculan en más de 200.000 los gazatíes que ya han tenido que abandonar sus casas en esta crisis, que ahora están con familiares o en escuelas de su Agencia para los Refugiados Palestinos (UNRWA), buscando protección. Se pueden mover dentro de la franja, pero no escapar.
La última vez que Israel intentó una entrada así fue en el verano de 2014, durante la Operación Margen Protector, que dejó 2.300 muertos y cerca de 11.000 heridos. No le fue especialmente bien, porque sus soldados se vieron emboscados en puntos que Hamás conoce a la perfección. Se toparon con misiles antitanque y morteros que complicaron su avance e incluso fue necesario recurrir a la fuerza aérea para cubrir a los de tierra y abrirles camino de retirada. Hubo 66 uniformados muertos, miembros de esa docena de brigadas (de 3.000 a 5.000 uniformados cada una) que se desplegaron en la frontera.
Cómo, por dónde
Si Israel ataca Gaza por tierra, lo esperable sería una primera fase de acercamiento para retirar obstáculos y riesgos, aplanando el terreno a base de bombardeos y artillería, despejando tierra y, a la par, desmochando edificios altos, torres de comunicaciones y espacios desde donde se les pueda disparar o dar cobertura a los milicianos. Luego vendría la infantería y sus carros de combate.
Como la geografía de la zona es complicada, las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés) tienden a utilizar las mismas rutas de aproximación cada vez. Hay zonas rurales, tierras de cultivo junto al cruce de Erez en el extremo norte de Gaza, alrededor de Bureij, al sur de la ciudad de Gaza, donde hay una línea montañosa que domina el centro de Gaza, y otra zona al este de Khan Yunis, en el sur, donde los tanques y los blindados pueden moverse más fácilmente y tomar posiciones. Son los puntos por los que se esperaría una hipotética entrada.
Hay otro punto de acceso alrededor de la Ruta Filadelfia, cerca de Rafah, en el extremo sur, junto a Egipto, igualmente importante: es una franja de tierra que corre paralela a la frontera israeloegipcia que, según los Acuerdos de Oslo, permanece bajo control militar israelí. Ahí lo tienen más fácil aún. También es habitual que Israel tome posiciones buscando el centro de Gaza, para tratar de cortar las comunicaciones entre la ciudad de Gaza, la capital, y el sur y otros lugares, para dividir el área.
Las reacciones
Como hay precedentes, Hamás y otras facciones de Gaza como la Yihad Islámica son conscientes de estas rutas, por lo que se espera que despliguen desde ya sus fuerzas de defensa. Se han dejado tanto en el camino, con la entrada en Israel, con tantos muertos, que nadie sabe tampoco qué les resta, en manos, en armamento y en medios.
Si logran llegar a zonas urbanas, los israelíes lo tendrán verdaderamente difícil. Una cosa es vigilar Gaza por tierra, mar y aire y, otra, conocerla como los que están dentro. Hay más posibilidades de acabar emboscados. Y luego está el riesgo para los ciudadanos. Batallar en medio de calles apiñadas y llenas de vecinos, donde las torres de viviendas -especialmente altas en Jabaliya y Beit Lahia- se mezclan con los campos de refugiados, donde sólo se puede escapar tirándose al mar, es complicado. La carretera principal que va de norte a sur está bordeada por áreas industriales que Hamás ha utilizado para pertrecharse en el pasado.
En el pasado, Hamás y otras facciones han mostrado que tienen minas antitanques, misiles guiados antitanques y fuego de ametralladoras que han utilizado eficazmente junto con fuego de mortero. Se especula con que, aparte de que los hayan podido fabricar con tecnología propia, han tenido la ayuda de Irán, archienemigo de Israel, que le había hecho llegar materiales a través de túneles.
Si bien el ejército israelí tiene experiencia en luchar con vehículos blindados en ciudades palestinas, sobre todo en Cisjordania durante la segunda intifada, ahora se cree que Hamás tiene un gran arsenal de misiles antitanque Kornet que han sido utilizados con eficacia, incluso por Hezbolá en el Líbano, contra los principales tanques de batalla israelíes, como los Namer y los Achzarit. Pueden completar su defensa con drones, desde los básicos de vigilancia a unos nuevos, con municiones, similares a los que se están empleando ahora mismo en la guerra de Ucrania, que le permitirían lanzar bombas sobre vehículos y tropas. Una nueva amenaza para Israel con la que no contaba años atrás, desde luego no en 2014, que ahora está abaratada, en manos de todos.
Hamás, que empezó como una organización caritativa y, luego, como una terrorista, acumula ahora mucha experiencia luchando contra el Ejército israelí. Ya la tenía atentando en las Intifadas y, más tarde, lanzando cohetes desde Gaza y resistiendo las réplicas de Tel Aviv, cada vez con más aguante. Hace nueve años, le mantuvo el pulso 51 días y sólo la mediación internacional acabó con la crisis, no su derrota. Desde entonces, se han hecho más fuertes y decididos, como evidencia la violencia apuesta del sábado.
Han conseguido no sólo lanzar cada vez más cohetes, más destructivos y más lejos, sino que a base de entrenamiento se ha convertido en una fuerza urbana adaptable, eficaz, con un núcleo de líderes experimentados, muy familiarizados con la forma de luchar israelí. También tiene su inteligencia. También ellos hablan hebreo y ponen atención. Se las saben, en resumen, y eso puede complicar mucho la ofensiva terrestre, porque si esta ofensiva la han lanzado a sabiendas, bien planeada, sabrían que tras cruzar la frontera de su adversario vendría la respuesta.
Sus túneles deben estar preparados y cargados, lo contrario sería suicida. Ya no son pasillos de tierra que se cae sobre las cabezas de los milicianos, sino que cuentan con luz, agua, comunicaciones, zonas refrigeradas y de almacenaje. Los que daban a Israel y permitían infiltraciones fueron capados prácticamente en la ofensiva de 2014, pero quedan los internos, tan escondidos y reforzados que ahora guardan a su plana mayor.
¿Y luego?
Israel está extendiendo la idea de que Hamás ha cruzado todas las líneas rojas y que, por tanto, se siente liberado para responder en consonancia. Naciones Unidas le ha avisado de que el derecho internacional sigue vigente, que debe evitar víctimas civiles, que no todo vale. Estados Unidos y la Unión Europea, por el momento, le prestan su pleno apoyo, porque dicen que tiene derecho a defenderse y a actuar.
Qué tipo de actuación es lo que ahora está por ver. Hasta el lenguaje se está deshumanizando y se habla de los gazatíes, de todos, como "animales" a los que se puede dejar sin agua o sin electricidad. En qué cuaja eso, las horas lo dirán. ¿Se va a acabar con Hamás, a dejarla sin liderazgo, a arrancar la hierba?, ¿Se va a dar una lección a toda Gaza arrasando el terreno y a su gente, milicianos o no? ¿Se va a ocupar la zona, sabiendo que el ocupante tiene que hacerse cargo de la población ocupada según la legislación internacional? ¿Se pondrá un gobierno satélite? ¿De quién?
Muchas preguntas, de enorme calado, que pueden cambiar la historia del conflicto, que ya lo están haciendo. Hay una cosa clara: una operación terrestre es un riesgo formidable para el ejército israelí, para los dirigentes de las milicias, para los civiles palestinos y para los rehenes israelíes retenidos en la franja. Horror sobre horror, sin soluciones a la vista.