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La disyuntiva de Putin en Ucrania: seguir en sus trece o dar el brazo a torcer con Trump

La disyuntiva de Putin en Ucrania: seguir en sus trece o dar el brazo a torcer con Trump 

El ruso se regodeaba de hablar con EEUU sin presencia de KIev y de que sólo se le pidieran concesiones a su enemigo. Su liderazgo crecía, volvía a ser un interlocutor válido y escuchado. La propuesta de tregua, que no quiere, complica su situación.

El presidente ruso Vladimir Putin, el 3 de marzo de 2025, en Moscú, antes de ofrecer una rueda de prensa con su homólogo de Bielorrusia, Alexander LukashenkoMAXIM SHEMETOV / REUTERS / Pool

Vladimir Putin ha vivido en una nube en las últimas semanas. A mediados de febrero, el presidente ruso recibió la llamada de su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, acabando con un aislamiento internacional de casi tres años, castigo por su invasión de Ucrania. Aparte del "hola, ¿qué tal?" y el hielo roto, lo importante de esa llamada es que dio el pistoletazo de salida a los contactos para acabar con la "operación militar especial" en el país vecino. Sin Kiev. Sin Europa. Sólo una pareja de líderes mundiales moviendo a los demás estados como peones en su beneficio. 

En los días siguientes, el mundo se ofendía por las cesiones que se reclamaban a Ucrania, no a Rusia, por el bilateralismo y las cero garantías de seguridad para el atacado, que dejaban a los de ucranianos vendidos. A Putin le goteaba el colmillo, viendo cómo Trump explicaba que él sí estaba comprometido con la paz, que es un mandatario con el que se puede hablar. Siguieron los lamentos del Viejo Continente, que levantaba la mano sin ser visto, y, al fin, la humillación urbi et orbi del presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en la Casa Blanca

Sin embargo, poco a poco se han ido produciendo cambios. Ha habido cumbres europeas, visitas de mandatarios (de Londres o París) al Despacho Oval, acuerdos de minerales de por medio y muchas conversaciones bajo cuerda que han llevado, al fin, a que las delegaciones de Ucrania entren en juego y negocien también con los norteamericanos, esta semana, en Arabia Saudí. 

El resultado: "Ucrania expresó su disposición a aceptar la propuesta de EEUU de declarar un alto el fuego inmediato de 30 días que puede extenderse con el acuerdo mutuo de las partes y que está sujeto a la aceptación y consiguiente implementación por parte de la Federación Rusa". Ahora el balón está en el tejado de Putin y se le ha congelado un poco la sonrisa. Está ante la encrucijada de ceder a la propuesta de Trump -que no le gusta porque cree que Kiev usaría la pausa para rearmarse y reorganizarse- o mantenerse en sus exigencias maximalistas, todo o nada. Está el término medio: alargar y alargar las negociaciones mientras sigue consolidando posiciones en el este de Ucrania y echa de Kursk a las fuerzas ucranianas. 

El viernes, Trump afirmó que las conversaciones de su Gobierno en Moscú, fueron "muy buenas y productivas", pero advirtió de que las operaciones rusas sobre el terreno en Ucrania colocan al país en "una posición muy mala y vulnerable". "He pedido con firmeza al presidente Putin que se salven esas vidas", escribió en en sus redes sociales, en referencia a los soldados ucranianos.

Trump y Putin se parecen, tienen una visión del mundo similar y por eso entre ellos se respetan y se guardan las distancias en el mejor sentido. Además, arrastran un pasado común que los une, con Ucrania como adversario. El republicano empezó a hablar con él por eso, porque cree que vendrá antes el entendimiento con Moscú que con Kiev para acabar con una guerra que le da dolor de cabeza y muchos gastos. Desde el minuto uno, EEUU ha insistido en que Ucrania va a tener que perder territorio, en que no es "realista" que entre en la OTAN y en que ya no se le puede seguir dando ayuda porque no la está usando bien para ganar. Todo a favor del ruso. Ahora la tregua ya no le gusta tanto. Es el primer paso firme con el que EEUU le pide que rebaje sus exigencias. Se juega la imagen y, también, los sueños expansionistas

Rechazarlo de plano lo puede enemistar con Trump, colérico como ya se ha visto si no se le sigue la corriente -los aranceles, sin ir más lejos-, pero tampoco quiere ceder, por sí mismo y su anhelo de que Ucrania sea un estado satélite, como Bielorrusia, y por las críticas internas que puede generar ser flexible, cuando está rodeado de una corte de halcones que ya están quejándose a todo trapo de la traición norteamericana. Los ultranacionalistas no quieren ni un paso atrás y entre ellos hay gente que ayuda a Putin a mantenerse en pie, mucho más allá del hipotético 87% de votos que sacó en las urnas hace un año, el 17 de marzo de 2024. 

Vladimir Putin, el 12 de marzo de 2025, visitando un puesto de mando ruso en Kursk, ocupada parcialmente por Ucrania desde agosto.via REUTERS

Por ahora, Putin ha dicho sí a esa tregua, pero con condiciones que no la hacen viable a día de hoy. La mayor: la consecución de una "paz duradera" que permita "eliminar los motivos originarios de la crisis". Quiere que el armisticio que la tregua sirva para allanar el camino de una vez por todas y que Ucrania no lo utilice para rearmarse -sobre todo cuando sus fuerzas están teniendo éxito en la expulsión de las ucranianas de la región fronteriza de Kursk-, y que existan negociaciones dedicadas a las causas profundas del conflicto.

Sus condiciones incluyen que Kiev reconozca la anexión rusa de cuatro regiones parcialmente ocupadas -desde septiembre de 2022, reconocidas como suelo ruso unilateralmente- y Crimea -tomada ilegalmente en 2014-; el compromiso de nunca unirse a la OTAN; límites severos al ejército ucraniano hasta la neutralidad; más protección para los rusohablantes del país, y elecciones para reemplazar a Zelenski y llevar a cabo lo que llama "desnazificación" del país. 

Las exigencias de Moscú, en efecto, pondrían fin a la existencia de Ucrania como Estado funcional, la situarían directamente bajo la órbita de Rusia y limitarían severamente la presencia de la OTAN al este de Europa. El círculo de Putin insiste: "Cualquier acuerdo, con la plena comprensión de la necesidad de llegar a un acuerdo, se basará en nuestros términos, no en los estadounidenses".

Por ahora, el presidente ruso no siente la sentía presión suficiente como para dar marcha atrás, pese a que EEUU ha pasado de querer levantarle algunas sanciones internacionales o incluirlo de nuevo en el G7 a amenazar al Kremlin precisamente con imponer "sanciones bancarias, sanciones y aranceles" a gran escala si no se aviene a negociar. "A Rusia y Ucrania, sentaos a la mesa ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde. Gracias", escribió Trump en su plataforma Truth Social. Es la retórica de amenaza a Putin que empleó en enero, pero que luego cambió con la llamada de 90 minutos con Trump. 

El magnate calificó las declaraciones de Putin de "prometedoras" pero "incompletas" y afirmó haber discutido con Ucrania sobre "territorio que se conservaría y se perdería", aparentemente refiriéndose a las concesiones territoriales de Kiev. El enviado especial del presidente estadounidense, Steve Witkoff, llegó el jueves a Moscú para mantener conversaciones de alto nivel y se mantienen vivos los canales de comunicación. 

Fuentes del Gobierno ruso citadas por las agencias Reuters y Bloomberg consideran difícil que Putin acepte una tregua que beneficiaría más a Ucrania que a Rusia. "Putin está en una posición fuerte porque Rusia está a la ofensiva", decía una de ellas. "Han disfrazado la reanudación del rearme con una oferta de alto el fuego", añadía otra fuente. No quiere ceder, añaden, cuando se acaba de producir la reanudación del intercambio de inteligencia y la ayuda estadounidense previamente vetada por Trump. Necesita algo que no suene a blando ante lo que entiende que es un gesto hostil.

The Moscow Times ha publicado que su empeño es el de verse cara a cara con Trump en un tercer país, no más allá de abril o mayo, para hablarlas cosas directamente. Estaba claro que esta semana no le iba a decir mucho a un simple recadero como Witkoff.

Delegaciones estadounidense y ucraniana reunidas en Yeda, Arabia Saudí., el pasado lunes.Getty Images

¿Renuncia?

Alexander Baunov, Investigador Principal del Centro Carnegie Rusia Eurasia, escribe que es "improbable que Moscú responda con un cese de hostilidades simple y honesto en un momento en que el ejército ruso ha comenzado a recuperar territorio en la región rusa de Kursk", ocupado por las tropas ucranianas desde agosto. "Podría intentar persuadir a los estadounidenses para que le den tiempo para completar la operación de Kursk o para que lo excluyan del acuerdo de alto el fuego, aunque incluso a Trump probablemente le costaría aceptarlo: implicaría que Ucrania es un campo de batalla legítimo, mientras que Rusia no lo es. Otra opción para Moscú es simplemente prolongar su respuesta con la esperanza de completar rápidamente la recuperación de la región", indica. 

Aunque aún no es determinante, final, Rusia ahora está aumentando su ventaja en el campo de batalla y supera a Ucrania y sus aliados en producción de armas. En la Federación "ha surgido un consenso en el sector militarista de la élite y la sociedad de que Ucrania no puede resistir mucho más", por lo que "detener la campaña ahora se percibirá como renunciar a una victoria inevitable". El propio Putin ha declarado repetidamente, incluso recientemente, que "Rusia estuvo a sólo unos meses de la victoria en la Primera Guerra Mundial cuando el Gobierno bolchevique retiró al país de la guerra en condiciones desastrosas", recuerda el analista. Por lo tanto,"lo principal ahora es evitar repetir ese error y perseverar hasta el final".

Además, existen factores económicos y políticos internos que Moscú debe tener en cuenta en este debate. Moscú "ha alardeado extensamente de su crecimiento económico bajo las sanciones, presentándolo como una especie de milagro económico pasivo: una historia de vida normal y crecimiento industrial bajo una presión económica sin precedentes que pasará a la historia", explica Baunov. "Dado que dicho crecimiento se debe en parte a que la economía rusa se encuentra en una situación de guerra, inevitablemente genera temores de que, si la guerra termina, también lo hará dicho crecimiento, con fuentes alternativas de crecimiento aún sin identificar".

También hay en juego un factor personal: Putin se ha acostumbrado a la guerra y a lo mejor no quiere acabarla, sencillamente. "Se ha convertido en la razón de ser del hastiado líder ruso (...), en los últimos tres años, se ha acostumbrado a estudiar mapas, entregar condecoraciones, posar con soldados vestidos con uniformes militares y adornados con medallas y charreteras, consolar a viudas y huérfanos, visitar a los heridos, tildar a la gente de traidora y amenazar con indiferencia a las capitales globales con sistemas de armas. El fin de las hostilidades privaría a Putin de su misión en la vida".

Tal pérdida solo podría mitigarse garantizando un conjunto de exigencias rusas, exageradas según la comunidad internacional aliada de Kiev. A diferencia de Ucrania, Rusia "ya ha comenzado a presentar sus demandas en la etapa inicial de las conversaciones sobre su participación en el alto el fuego", en particular para enfatizar la flagrante desigualdad entre las partes negociadoras. "Se le está pidiendo a Rusia que se suscriba a un alto el fuego acordado entre Estados Unidos y Ucrania sin la participación de Moscú. Incluso si las condiciones fueran aceptables para Rusia, sería una cuestión de honor para los diplomáticos rusos presentar las suyas", abunda el especialista, de origen ruso.

Así que Trump debe enfrentarse a una "decisión crucial": puede intentar presionar a Rusia, "ya que ya no se puede decir que Ucrania es intransigente e impide su victoria como pacificador", o , ante la falta de influencia sobre Putin para lograr un resultado rápido, puede "volver a mostrar su solidaridad con el líder ruso y empezar a promover la lista de demandas de Putin como una lista conjunta". Para Putin el debate no será sencillo, porque si se niega en redondo puede frustras "las ambiciones pacificadoras del líder estadounidense" -ha dicho que se acabará mereciendo hasta un Premio Nobel- y, en cierto modo, lo haría parecer como Zelenski, quien no quiere la paz, según repite Trump. Sin embargo, "lo que Moscú puede hacer es aparentar que finalmente aceptará, alargando las negociaciones", augura. 

"Si la lucha se calma, esta situación podría beneficiar tanto a Trump como a Putin. El primero aún puede proclamar el éxito de sus esfuerzos de mantenimiento de la paz, mientras que el Kremlin no estará formalmente obligado y puede esperar el momento oportuno para continuar la guerra o intervenir en el proceso electoral ucraniano, amenazando con intensificarla de nuevo si los resultados no son satisfactorios", ahonda.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, asiste a un desfile por el Día de la Victoria en Sebastopol, Crimea, el 9 de mayo de 2014.via Associated Press

Afán expansionista

Mykola Bielieskov, investigador del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos y analista sénior de la ONG ucraniana Come Back Alive, desarrolla también para el Atlantic Council de Washington un análisis en el que advierte, además, de un problema de fondo: la "comprensión fundamentalmente errónea de los motivos maximalistas tras la invasión rusa". En la ecuación, remarca, hay que contemplar que Putin "considera el colapso de la URSS una tragedia y el orden mundial posterior a la Guerra Fría una injusticia" y que Ucrania sintetiza esos dos males, que son verdaderas obsesiones del mandatario ruso. Entiende, por ello, que no va a descansar hasta intentar una salida que dé reparación a ese marco. 

"En los últimos tres años, Putin ha expresado cada vez más abiertamente su intención de erradicar por completo a Ucrania. Ha declarado que las regiones ucranianas ocupadas serán "Rusia para siempre" y ha comparado su invasión con las conquistas imperiales del siglo XVIII del gobernante ruso Pedro el Grande", recuerda. "La virulenta retórica antiucraniana se ha normalizado tanto en los medios estatales rusos que funcionarios de la ONU creen que podría constituir una "incitación al genocidio". Mientras tanto, en todas las zonas de Ucrania bajo control del Kremlin, Rusia suprime sistemáticamente todo vestigio de la identidad nacional y del Estado ucraniano", añade el paisano de Zelenski.

En la coyuntura actual, por la presión de Washington, "en lugar de consolidar su lugar entre los gobernantes más célebres de la historia rusa, el ruso corre ahora el riesgo de ser recordado como el hombre que perdió Ucrania", dice Bielieskov, que insiste en que justo no hacerse con ese bien preciado "es la peor pesadilla de Putin" hoy. Así que su previsión es que, "si bien podría estar dispuesto a negociar una pausa estratégica en las hostilidades si se logra un alto el fuego favorable a Moscú, jamás aceptará la existencia de un Estado ucraniano separado y genuinamente independiente en la frontera rusa". 

Esto no significa "que los actuales esfuerzos de paz liderados por Estados Unidos sean completamente inútiles, pero es vital reconocer que congelar el conflicto en los frentes actuales no será suficiente para poner fin a la guerra". 

"Durante décadas, los líderes occidentales han cometido el error de ver a Putin a través del prisma de su propio pragmatismo político, subestimando la importancia de su ideología imperialista revisionista. Tras tres años de guerra total en el corazón de Europa, ya no hay excusa para esas ilusiones. Putin lo ha apostado todo a la destrucción de Ucrania y confía en que el tribunal de la historia lo juzgará favorablemente. A menos que el abrumador poder de Occidente lo disuada, continuará librando una guerra contra Ucrania hasta lograr su aterrador objetivo", concluye.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.