Hamás descabezado, pero no muerto: el daño que le ha causado Israel desde el inicio de la guerra
Los asesinatos de Ismail Haniyeh, el líder del partido-milicia, y del jefe de su rama armada, Mohamed Deif, les obliga a recomponerse en la cúpula, pero no sólo: el asedio de las FDI ha desmantelado la mayor parte de sus batallones en Gaza.
Hamás ha vivido una semana negra. De un plumazo, ha sufrido la pérdida de dos de sus mandos más importantes: el propio líder de la organización, Ismail Haniyeh, asesinado por Israel en Teherán con un misil, y el jefe de su rama militar en Gaza, Mohamed Deif, muerto en un ataque de las Fuerzas de Defensa israelíes en la franja de Gaza.
Su situación es precaria como no se había visto en décadas, es innegable, pero aún soporta el asedio de Tel Aviv, más de 300 días después, casi 10 meses después de lanzar el ataque más mortífero sobre población israelí en décadas. Mantiene el pulso hoy. Nadie sabe si podrá mañana, con nuevos jefes, nuevas órdenes, nuevos retos.
En los grupos de WhatsApp y Telegram con portavoces de Hamás, el mensaje que se lanza es de unidad y de batalla. Habrá venganza, sin dar detalles, y habrá relevo, porque los fines son siempre los mismos. En privado, esos mismos portavoces admiten el shock que ha supuesto, sobre todo, el atentado contra Haniyeh. "Deif está en Gaza, aquí cualquiera puede morir en cualquier momento y había mucha inteligencia siguiéndolo. Está claro que van a por los líderes, como Yahya Sinwar [el jefe dentro de la franja]. Haniyeh estaba supuestamente en zona segura y no dejaba de ser quien movía los hilos y daba todas las órdenes", dice una fuente gazatí cercana a Al Fatah, el partido del presidente palestino Mahmud Abbas.
"Desde Qatar [donde Haniyeh vivía exiliado, con estancias más breves en Turquía], él lideró el acercamiento de Hamás a los gobiernos de la región y fue fundamental para su alianza con Teherán y sus grupos afines, del Eje de Resistencia, en todo el Medio Oriente", añade. Un trabajo con aval y respaldo entre sus correligionarios que, sin embargo, no había impedido que se hubiera abierto ya el debate sobre su sucesión, toda vez que llevaba como jefe del grupo (terrorista según la Unión Europea y Estados Unidos, entre otros) desde 2006 y había voces que pedían relevo.
No era tanto una cuestión de desgaste como de normas: la constitución de Hamás impide que cualquier jefe de buró político cumpla más de dos mandatos, así estaba previsto elegir un nuevo líder en 2025. Ahora, su muerte ahora va a acelerar forzosamente una batalla interna entre alas rivales del movimiento y en un contexto tremendamente complicado, porque la ofensiva israelí no tiene visos de acabar pronto, con las negociaciones para un alto el fuego destrozadas por el asesinato de Teherán.
El propio Haniyeh era ampliamente visto por los diplomáticos árabes como una figura pragmática, en comparación con otros en la cúspide de Hamás, impulsando ese acercamiento político a los gobiernos regionales del que hablaba la fuente gazatí, en contraposición a las opciones militantes favorecidas por Mohammed Deif y otros líderes. Por esa disposición a hablar, Haniyeh fue por breve tiempo primer ministro palestino, en uno de los intentos fracasados de tener un Ejecutivo de unidad.
Internamente, ahora se tratará de dar una imagen de unidad ante el daño causado, más allá de los nombres y de quién toma el testigo. Y es que, como repite el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, Hamás es una idea y las ideas no se destruyen. Pasarán los líderes, quedará su causa. Ha sido así desde que se creó el movimiento.
Pese a que se intente lanzar ese mensaje de prietas las filas, el proceso de sucesión que se avecina podría ser largo y caótico, definido por rivalidades entre quienes desean alcanzar una solución negociada a la guerra y elementos extremistas más estrechamente aliados con Irán. Eso es lo que más teme la población de la franja. El director de la CIA, Bill Burns, dijo recientemente que han surgido tensiones entre algunos altos comandantes de Hamás que han estado instando a los líderes del grupo a mostrar más flexibilidad en las negociaciones y aceptar un acuerdo de alto el fuego con rehenes.
Sin embargo, la ira por la muerte de Haniyeh -y el asesinato en enero de su segundo, Saleh al-Arouri, más Deif- probablemente coloque a los partidarios de la línea dura en la primera posición. En el verano de 2023, un funcionario de Hamás identificó a Sinwar y al-Arouri como los dos principales candidatos para reemplazar a Haniyeh si algo le pasaba.
El miércoles, funcionarios de Hamás dijeron a la BBC que ahora había tres posibles candidatos que presentarían sus nombres en los próximos días. Aún no se han hecho públicos. El contendiente más probable es Sinwar, sin duda. Es el jefe del grupo en Gaza y se cree que es el cerebro detrás de los ataques del 7 de octubre. Israel siempre lo ha señalado como su diana prioritaria en la franja, pero no hay constancia de que haya sido alcanzado y se cree que sigue oculto en el entramado de túneles, en la zona sur. Es quien toma las decisiones clave sobre cómo la organización lleva adelante el conflicto en curso y quien daba la información a los negociadores en Qatar o Egipto.
Otro de los posibles nombres es el incombustible Khaled Meshal, que ya estuvo al mando de Hamás desde el asesinato de Ábdel Aziz ar-Rantisi en 2004. Fue el antecesor de Haniyeh, de hecho. Se le considera un candidato menos militante que Sinwar, más político, porque esa ha sido siempre su rama. Sin embargo, en este momento tiene unas relaciones difíciles con Irán, que se ha convertido en el principal aliado y proveedor del ala militar de Hamás. Ese roce le resta puntos, más allá de su buen conocimiento de los líderes árabes y su inteligencia, avalada hasta por el espionaje de Israel.
Durante el apogeo de la guerra civil siria, Meshal, que entonces vivía en Damasco, se negó a apoyar al presidente Bashar al-Assad, respaldado por Irán, en el calor de la primavera árabe. Ese fracaso obligó a Hamás a trasladar su oficina política a Qatar, donde ahora estaba asentada, dejando atrás la histórica sede siria.
El último candidato potencial es Zaher Jabareen, actual responsable de los prisioneros palestinos en cárceles israelíes. Podría desempeñar un papel clave en las negociaciones en curso sobre intercambios de prisioneros con Israel. De eso sabe. Fue elegido miembro del politburó del grupo en 2021, pero también es un miembro destacado de las Brigadas al Qasam (el brazo armado), hasta el punto de que lideró ataques armados contra objetivos israelíes durante la década de 1990 y ha sido detenido repetidamente, tanto por Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Jabareen se exilió en 2011. Se cree que se encuentra en el campo de refugiados de Burj al-Shemali, en Líbano. En diciembre de 2021, resultó herido en un tiroteo con hombres armados de Fatah.
Un proceso complejo
En circunstancias normales, el liderazgo político de Hamás es elegido por el Consejo de la Shura, cuyos miembros son seleccionados, a su vez, por grupos de consejos locales. De seguido, el organismo elige a un buró político de 15 personas, que eligen a un líder finalmente. Problema: los actuales componentes de ese grupo están dispersos por todo Medio Oriente y sus representantes viven en el exilio, de Turquía a Qatar, pasando por Líbano, lo que dificulta reunirlos en tan poco tiempo. Muchos también están en las listas de personas buscadas por Israel, lo que puede hacer que algunos se muestren reacios a viajar, por si son detenidos.
Y está la respuesta armada, en sí. Sea quien sea el jefe, se espera que no haya cesiones en las negociaciones de alto el fuego con Israel, que la semana pasada parecían a punto de caramelo, ilusionando hasta a EEUU, que ha reprendido a Tel Aviv porque dice que el asesinato de Haniyeh "no ayuda" a callar las armas. Esas negociaciones, hoy por hoy, nadie espera que cuajen en nada por un tiempo. Qatar, por ejemplo, se pregunta cómo se negocia la paz "si una parte asesina a la otra" y hasta se plantea abandonar la mediación.
El analista israelí Daniel Kupervaser escribe en su blog que su país lleva ya décadas matando a jefes de Hamás y poco se ha conseguido con eso. "La situación sólo empeora", afirma. "Cuando un pueblo se ve envuelto en un conflicto y no tiene mejor satisfacción más que hacer sufrir al enemigo por medio de la venganza disfrutando de su dolor sin pensar en un camino que indique las bases para resolver el conflicto, necesariamente fracasará en su estrategia a largo plazo", sostiene. Es así desde tiempos de Golda Meir.
"La realidad esta a la vista de todos. Tras 10 meses de combate con uno de los ejércitos mas equipados y fuertes del mundo, Israel logró recuperar vivos sólo a siete rehenes israelíes en manos de Hamas y depende del pago de un alto precio y de la buena predisposición de Hamas para lograr llegar a un acuerdo y liberar los 115 que aún restan en Gaza", recuerda. Teme que los palestinos, en vez de con más negociaciones, respondan con más violencia a estos ataques. "La continuidad de la estrategia de la eliminación de lideres palestinos lo único que acarreará será engrandecer el charco de sangre palestina y judía en el que ambos conviven, incrementará significativamente el apoyo del mundo a palestinos junto a un progresivo debilitamiento internacional de Israel y aversión a judíos". concluye.
En este momento, según explica Jalil Shikaki, director del Centro Palestino para Investigación Política y estudios de Opinión, a Eldiario.es, expone que, socialmente, Hamás no tiene el tirón de hace menos de un año, cuando lanzó sus ataques. "Meses antes del ataque había manifestaciones dentro de la Franja de Gaza que reclamaban mejorar las condiciones de calidad de vida en el territorio. Las críticas estaban aumentando"; entonces, su popularidad estaba en el 38%, "de islamistas que ven a Hamás como representante de su sistema de valores, sobre todo en lo relacionado a la religiosidad, al papel de la religión en la esfera pública y en ellos mismos". "El resto, que son la mayoría de los palestinos de Gaza y de Cisjordania hoy no les apoya, aunque su popularidad tiende a crecer en tiempos de guerra", añade. En Cisjordania, el apoyo medio al partido milicia no pasa del 12%.
Lo que le queda, lo que no
Ya en 2012, la muerte del segundo líder del ala militar de Hamás, Ahmed al-Jaabari, hizo que la milicia respondiera con disparos de misiles. Fue el inicio de un medio de ataque que se ha mantenido hasta ahora. La forma en que Hamás responda a la muerte de Haniyeh podría indicar cuánto daño se ha causado a su infraestructura militar después de 10 meses de guerra, será una especie de termómetro, porque nadie sabe realmente con qué cuenta ahora y con qué no. En mayo y junio se produjeron lanzamientos de cohetes puntuales contra el sur y el centro del país, coincidiendo con la retirada de Israel de partes de la zona norte de Gaza, sin consecuencias personales.
No hay cifras reconocidas sobre los miembros de Hamás muertos en la guerra. En marzo, una fuente de la organización dijo a Reuters que alcanzaban los 6.000 combatientes, dato que Israel eleva a entre 10.000 y 12.000 al menos. Las Brigadas al Qasam contaban con entre 15.000 y 20.000 miembros antes del inicio de los ataques. En diciembre, el propio primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, calculó que dos tercios de los regimientos de combate de Hamás ya habían sido inutilizados. Pero esa no es toda su fuerza. Su ejército, en una información filtrada en marzo a The Washington Post, habla de que, de los 24 batallones iniciales de Hamás, 20 habían sido "desmantelados", pero no necesariamente destruidos. Había restos capaces de librar batalla, "una insurgencia letal". Ahora, las FDI entienden que ya hay 12 batallones realmente inactivos.
Según esos datos, en el sur de Gaza quedaban cuatro batallones plenamente operativos, que entre otras cosas protegen a los líderes más buscados. Kan News, la emisora pública israelí, ha informado de que de esos batallones restantes, Hamás se habría quedado con dos, preservándolos para la era de postguerra, si llega en algún momento. Su personal, le dicen fuentes de las Fuerzas Armadas, se mantienen en un segundo plano, seguros, en la zona de Rafah, "agazapados" por si pueden servir de base para que la organización se recupere, si pierde la guerra. De momento, los daños son tremendos, pero resisten.
"Ahora no es una guerra a gran escala. Es muy diferente (...). La ventaja táctica de las FDI es clara, pero es difícil convertirla en una victoria decisiva", sostiene Amos Harel, el especialista en Defensa del diario israelí Haaretz. Las últimas están siendo semanas de menos bombardeos, menos artillería, menos fuego de tanques, pero también de menos emboscadas, menos lucha calle a calle, menos cohetes y francotiradores.
Ahora Israel, entiende, buscará una fase de batalla con incursiones más precisas y menos desgaste propio, muy centrado en los líderes de las milicias y en la "cuestión moral básica" de liberar rehenes, porque el mayor ejército de Oriente Medio está también muy resentido. Está haciendo rotación de brigadas y batallones antes de lo esperado por falta de manos, obligado a dar descanso a los reservistas, mientras se acelera el reclutamiento de judíos ultraortodoxos y se estudia si subir la edad de reclutamiento de reservistas (de 40 a 41 años en soldados y de 45 a 46 en oficiales). Aguantar así una guerra regional si se agravan otros frentes ante los asesinatos de Hamás es complicado, hasta con ayuda exterior. "No cederemos contra Hamás hasta que desmantelemos el último batallón", dicen mientras sus portavoces militares.
No obstante, mientras esos mensajes de ardor guerrero se repiten, también en las últimas semanas se han lanzado ideas diferentes desde las Fuerzas Armadas. Más catastrofistas, dicen unos. Más realistas, otros. El portavoz del Ejército de Israel, Daniel Hagari, manifestó en junio que la idea de la erradicación de Hamás es un "engaño al público", lo que generó un enorme revuelo. El hombre al que todos miran, día a día, esperando el parte desde el 7-O, diciendo que el principal objetivo de la guerra, repetido hasta la saciedad por Netanyahu, no es viable. "Este negocio de destruir a Hamás, hacer que Hamás desaparezca, es simplemente engañar al público", dijo exactamente. "Hamás es una idea, Hamás es un partido. Está arraigado en los corazones de la gente; quien piense que podemos eliminar a Hamás está equivocado", añadió. Hagari defendió un plan para el día después y una verdadera alternativa para Hamás en el Gobierno de la franja.
Sus palabras fueron matizadas más tarde por el Ejecutivo y el estamento militar, pero su llamada de atención aún resuena: matar una idea no es sencillo. En esas está Hamás, un lobo herido que se lame las heridas y piensa en el siguiente paso. Y sobre todas las idas y venidas, los debates, las aspiraciones, los planes y previsiones, los civiles de Gaza que no ven la luz por ningún lado.