La fallida misión africana por la paz en Ucrania: ¿qué hay detrás de la iniciativa?

La fallida misión africana por la paz en Ucrania: ¿qué hay detrás de la iniciativa?

Líderes y representantes de seis naciones han acudido a Kiev y Moscú para poner a las partes en guerra a negociar. Pero ni sus puntos estaban claros ni Zelenski y Putin ven mimbres sobre los que levantar una tregua. Hay mucha intrahistoria detrás.  

La delegación africana, en un tren especial entre la frontera polaca y Kiev, el pasado 15 de junio.EFE

"Queremos la paz, esa es la única posición africana". Con esa contundente y bienintencionada frase resumía Macky Sall, el presidente de Senegal, el viaje que una delegación de diversos países del continente a Ucrania y Rusia, el pasado fin de semana. Querer sentar a dos partes en conflicto y evitar más disparos, bombas y víctimas siempre es encomiable, pero los tiempos han estado desastrosamente mal elegidos, justo después de la rotura de la presa de Kajovka y con la contraofensiva de Kiev recién puesta en marcha. 

¿Qué pretendían, entonces, estos países, sabiendo que difícilmente podrían lograr algo? ¿Qué planteaban? ¿Qué han respondido las partes? ¿Y cuál es la especial relación de África con esta contienda?

Empecemos por el viaje. Los presidentes de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa; Zambia, Hakainde Hichilema, y el propio senegalés Sall, más representantes de Congo, Uganda, Egipto y Comoras, fueron a Kiev y a Moscú en una inusual caravana, un viaje calificado por el sudafricano como "histórico" porque era "la primera vez que los líderes africanos se embarcan en una misión de paz más allá" del continente. Se vieron con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, y el de Rusia, Vladimir Putin, tras haber anunciado su visita hace un mes. Algunos países avisaron de que el momento no era el mejor y mandaron delegaciones descafeinadas (como Congo y Egipto), pero aún así se mantuvo. 

Estos estados se presentaban como privilegiados a la hora de iniciar un diálogo entre las partes por dos razones: se dicen "neutrales" en el conflicto -aunque luego veremos que en esa afirmación hay gruesos matices- y son unos de los mayores damnificados de la violencia, dependientes como son del grano y los fertilizantes que proceden de una zona que, antes de la invasión, se llamaba "el granero del mundo". 

La delegación presentó a los dos, invasor e invadido, una propuesta de diez puntos, pero con una redacción poco concreta. Sus diplomáticos lo justificaban en que era sólo un texto de inicio, del que partir y encontrarse. El plan africano prevé la solución pacífica del conflicto con urgencia, negociaciones de paz, la desescalada por ambas partes, el reconocimiento de la soberanía de los dos países según la Carta de las Naciones Unidas, garantías de seguridad para todos, el levantamiento de trabas y obstáculos al movimiento de cereales y fertilizantes de ambos países y el apoyo humanitario a las víctimas del conflicto, incluidos los niños que "se han convertido en rehenes" y "deben volver" a sus casas. Esta era la alusión más específica de todas. También pide la liberación de los prisioneros de guerra y un mayor apoyo humanitario para las víctimas, con el consiguiente apoyo a la reconstrucción. 

Según Sudáfrica, los dos países han dicho que los cauces se mantienen abiertos, aunque "es obvio que un éxito real (de la visita) se medirá en función del objetivo final de detener la guerra", en palabras de Ramaphosa. De momento, ese éxito se mide en nada, porque ni por asomo se espera una tregua sobre el terreno y porque las partes han rechazado por ahora la propuesta. Más contundente Kiev, más rebuscado Moscú. 

Zelenski, en la rueda de prensa que dio con los dirigentes, les dio las gracias por la mano tendida pero también les dijo a la cara que la aspiración de la misión africana de propiciar negociaciones sin exigir la retirada rusa estaba condenada al fracaso. Denunció que se trata de un "engaño" por parte de Rusia, hecho coincidir con su intento de reconquistar el territorio invadido, cerca de un 20% del país aún. "Autorizar cualquier tipo de negociación con Rusia, cuando el ocupante está en nuestra tierra, equivaldría a congelar la guerra, congelar el dolor y el sufrimiento", declaró. 

"Está claro que Rusia intenta nuevamente utilizar su vieja táctica del engaño. Pero Rusia no conseguirá engañar más al mundo", añadió. "No le daremos una segunda oportunidad", enfatizó, aferrándose a sus propuestas de siempre, que no han cambiado con el discurrir de la "operación militar especial". Ucrania quiere que se restablezcan sus fronteras como eran en 1991, cuando alcalzó su independencia. Esto significaría que Rusia se retiraría de todos los territorios que se apoderó de Ucrania en la última década, no sólo en la actual guerra, sino en la iniciada en 2014

Zelenski estaba visiblemente enfadado porque incluso sus huéspedes "siguen llamando constantemente a esta guerra ‘crisis’". "Están en su derecho de hacerlo, pero esto significa que evaluamos la situación de forma diferente. No es una crisis ni es una amenaza, es una guerra cuyas consecuencias son una serie de grandes crisis”, remachó.

El presidente senegalés respondió diciendo: “Entendemos, señor Zelenski, su posición porque su país está ocupado y, para usted, la acción militar es una salida a la situación. Pero estamos pensando que cuando estás peleando, probablemente todavía necesites tener un lugar para un diálogo”.

Putin se entrevistó igualmente con estos delegados en San Petersburgo. La suya fue una calurosa acogida, que evidenciaba lo engrasadas que están las relaciones diplomáticas con estas naciones. Dijo el líder ruso que "valora" la postura de estos siete países "a favor del mantenimiento de la estabilidad y la seguridad mundial", que está "abierto al diálogo constructivo". Pero les entregó una lista de razones por la que rechaza también sus diez propuestas. Todo se resume en lo que siempre repite el Kremlin: cualquier paz debe tener en cuenta las "nuevas realidades", es decir, su anexión ilegal de cinco provincias ucranianas (Donetsk, Lugansk, Zaporiyia, Jersón y Crimea).

Pese a todo ello, en un intento de no aparecer derrotado, Ramaphosa ha declarado en sus redes sociales que la misión ha sido "impactante" por dos razones: porque Zelenski y Putin les "escucharon" y porque son "probablemente el único grupo que se ha implicado con los dos líderes en un corto espacio de tiempo para presentar una propuesta muy sólida y la idea de que la guerra debe terminar". La puerta, dice, ha quedado abierta para futuras conversaciones. 

Crisis e intereses

El conflicto de Ucrania, que cumple ahora 16 meses,  ha provocado una escasez de cereales y fertilizantes en muchos países africanos, que importan los productos básicos de Ucrania y Rusia, a la vez. La dependencia es del orden del 80% en Egipto, del 75% de Libia, del 50% de Túnez... y de la mitad, como media, en el resto de estado, según un informe de Crédito y Caución del pasado enero. El Banco Africano de Desarrollo sostiene que hay más de 100 millones de personas de 34 países africanos en situación de inseguridad alimentaria, que la guerra es directamente responsable de la escasez de alrededor de 30 millones de toneladas de cereales en el continente y que los precios, como media, han subido un 30%. 

Putin ha estado amenazando recientemente con no renovar el acuerdo para permitir que los barcos de granos ucranianos que se dirigen a África pasen por los puertos controlados por Rusia en el Mar Negro, una negociación que amparan la ONU y Turquía y que, a trancas y barrancas, se ha ido renovando desde el verano de 2022. No es la primera vez que Putin amenaza con hacer esto, pero si cumple esta vez, podría exacerbar la escasez de alimentos en el continente, algo que los líderes africanos desean evitar a toda costa. Se cree poco probable que Putin cumpla su amenaza porque necesita que los países africanos estén de su lado para evitar el aislamiento diplomático, pero la sola posibilidad de que se cierre ese grifo, vital, ha acelerado el intento de mediación de estas naciones. 

Con su visita a la zona, los africanos han logrado aumentar la conciencia internacional sobre el impacto económico que la guerra ha tenido en el continente, pero también con ella han revivido los nuevos llamamientos para condenar la invasión. Porque no, no toda África la ha condenado. Porque no, no todo el continente ha actuado a una, como lo hace Occidente, denunciando la invasión. Esta es una de las debilidades de la propuesta africana: que no es de todos los países, sino de unos cuantos, y que parte de esos cuantos están señalados desde hace tiempo como partidarios de uno de los actores en lucha, Rusia.  

Zelenski argumentó en su discurso que era necesario condenar a Moscú para enviar un mensaje claro al pueblo ruso de que su aislamiento en el escenario internacional es el resultado de la invasión de Ucrania por parte de su presidente. No le hicieron caso. 

Tanto Uganda como Sudáfrica, que formaban parte de esta delegación africana, se consideran alineados directamente con la posición de Rusia. El mes pasado, el embajador de Estados Unidos acusó a Sudáfrica de violar la neutralidad e, incluso, de suministrar armas a Moscú, violando su estatus de país no alineado. Sudáfrica lo negó de inmediato. Hay otra duda: si el Gobierno de Pretoria entregaría a Putin a la Corte Penal Internacional (CPI). Tiene la opción de hacerlo en caso de que el mandatario visite Sudáfrica durante la próxima cumbre de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en agosto. Desde marzo, sobre Putin pesa una orden de arresto de la CPI por supuestos crímenes de guerra en Ucrania. 

Y aunque parezca secundario, la visita deja un nuevo frente diplomático contra una nación europea, en este caso Polonia, porque hubo serios problemas previos a la entrada de los políticos en territorio ucraniano. Las autoridades de Varsovia se habían negado a permitir que un centenar de funcionarios de seguridad sudafricanos y una docena de periodistas bajaran de un avión fletado en el aeropuerto de la capital, dejándolos varados durante 26 horas en la pista. El Ministerio de Relaciones Exteriores polaco emitió un comunicado diciendo que "había mercancías peligrosas a bordo del avión" y que los funcionarios bloqueados no les habían notificado de antemano sobre "personas a bordo del avión" adicionales.

El Gobierno sudafricano replicó que se trataba de guardias de seguridad y armas que supuestamente acompañarían a Ramaphosa a Ucrania. El jefe de seguridad del presidente acusó a Polonia de racismo porque los funcionarios polacos se negaron a aceptar el papeleo de las armas y de tratar de "sabotear" la misión. Todo empezó con muy buen pie. 

Una larga historia

África se compone de 54 países pero apenas 30 han votado hasta ahora a favor de las resoluciones de la ONU que condenan a Rusia por invadir su país vecino, soberano. En más de un año de guerra, la presión internacional sólo ha logrado cambiar el voto de tres de ellos. Y es que hay mucha intrahistoria, antes de aquella noche del 24 de febrero de 2022 en que comenzaron a entrar topas de Moscú en Ucrania. 

Algunos países africanos tenían ya una relación de décadas con la extinta Unión Soviética. Después de que el sistema comunista colapsó en 1991, esos lazos continuaron con la Federación Rusa, y muchos líderes independentistas africanos han confirmado con el tiempo que el suministro de armas y el entrenamiento militar que les daba Moscú eran clave para ayudar en la lucha contra el dominio de la minoría blanca y el colonialismo. En Sudáfrica, durante la lucha contra el apartheid, el gobierno de EEUU designó al Congreso Nacional Africano -el actual partido gobernante- como grupo terrorista. Sus líderes, incluido Nelson Mandela, también fueron clasificados como tales. En la lista de terroristas estuvieron él y sus compañeros hasta que fue revisada hace nada, en 2008. 

Eso influye, pero no es lo único. Como escribe Ana Naomi de Sousa en Al Jazeera, en aquel momento algunos miembros del Movimiento de Países No Alineados "vieron la intervención tanto soviética como cubana como otra forma de colonialismo". Pesan más cosas. Naciones como Eritrea y últimamente Malí, ambas en gran parte aisladas de la comunidad global, han encontrado un aliado en Rusia. Se encontraban entre los países africanos que recibieron en febrero al ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, y ambos votaron en contra de la citada resolución de la ONU. El año pasado, los líderes militares de Malí ordenaron a todas las tropas francesas que abandonaran el país y han invitado a los mercenarios del Grupo Wagner a reemplazarlos para ayudar a combatir una insurgencia islamista en el país.

Otros siete países africanos -Senegal, Tanzania, Guinea Ecuatorial, Burkina Faso, Eswatini, Guinea Bissau y Camerún- no votaron en absoluto en la ONU. Los tres primeros votaron abstenerse el año pasado. Un minilogro de la diplomacia ucraniana, que pelea en estos territorios para tener más lazos, a lo que intenta ayudar también Washington. Cada cual tiene sus razones para votar, el continente no es uniforme, pero hay suficiente lastre como para que haya quien no considera que la delegación fuera la más limpia de la historia. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, acusó este viernes a Rusia de "ser una potencia de desestabilización en África". Los ánimos no son los mejores. 

También salpicaban, en este caso, motivos domésticos: no son pocos los analistas que señalan que el sudafricano Ramaphosa tenía interés en el viaje, además, para ganar cierto prestigio internacional y calmar un poco las aguas en su país, donde tiene problemas con infraestructuras en ruinas, apagones regulares y un creciente descontento con su Gobierno. A ojos de Josep Borrell, el jefe de la diplomacia europea, la "proliferación" de propuestas de paz como la africana responde precisamente a una "voluntad de posicionarse geopolíticamente" más que a una "esfuerzo coherente" para encontrar una salida a la invasión rusa de Ucrania, dijo en un encuentro con la prensa en Bruselas, también viernes. "No digo que no quieran buscar la paz, pero responde más a existir geopolíticamente (...). La guerra continua y no hay síntomas de que vaya a parar", zanja.

Las palabras "negociación", "diálogo", "paz", "tregua", siempre despiertan esperanzas, pero esta vez puede hablarse claramente de fracaso. La misión africana ha sido fallida. Ahora, en la Ucrania invadida, lo que se oye es el fragor de la batalla. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.