Al final, "interesa": las claves del visto bueno a Ribera para la CE y el varapalo europeo al PP
La vicepresidenta española lo será de la Comisión desde el próximo 1 de diciembre gracias a un acuerdo entre conservadores, socialistas y liberales. El intento de Feijóo de trasladar a la UE la bronca nacional no surte efecto, pero deja terreno quemado.
Tras mucho ruido y furia, Teresa Ribera lo ha logrado. La actual vicepresidenta tercera para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno español va a asumir la cartera de Competencia en la nueva Comisión Europea, además de la vicepresidencia ejecutiva para una Transición Limpia, Justa y Competitiva. Será, de facto, la número dos de Ursula von der Leyen, la socialista con más poder en las instituciones comunitarias, pilar de la décima legislatura porque sus políticas serán troncales para la Europa de los próximos años.
Su nombramiento ha sido pactado este miércoles entre los tres principales bloques que ya nombraron a la alemana presidenta de la CE, el pasado verano, y sobre los que se sustenta la estabilidad institucional europea: la derecha tradicional, los socialistas y los liberales.
Ha costado una semana que lleguen a un acuerdo. Había otros nombres en tela de juicio, como el de Raffaele Fitto, designado por la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, para otra vicepresidencia comunitaria (la de Cohesión y Reformas), y el del húngaro Olivér Vàrhelyi, aliado del nacionalpopulista Viktor Orbán, futuro comisario de Salud y Bienestar animal, pero la española ha sido la gran piedra de toque del debate. La culpa la ha tenido el Partido Popular español.
Los de Alberto Núñez Feijóo han intentado trasladar a Bruselas la pelea política nacional, la más marrullera, bloqueando el nombramiento de Ribera por su supuesta responsabilidad en la mala gestión de la DANA que hace tres semanas azotó a la Comunidad Valenciana y a Castilla La Mancha, que esta mañana la aún ministra se ha encargado de desmentir en su intervención en el Congreso. En un intento de ocultar la porción de culpa que tiene uno de los suyos, el presidente valenciano Carlos Mazón, Génova puso el ventilador a tope contra la española, convenciendo al Partido Popular Europeo (PPE) de que apoyase su postura.
El líder del PPE, el alemán Manfred Weber, le compró el plan a Feijóo y el martes pasado, en el examen de Ribera ante los europarlamentarios, organizó una caza a la mujer nunca vista en la Eurocámara. La votación de su cargo y la de seis aspirantes, en total, quedó paralizada hasta que las aguas volvieran a su cauce, como al fin ha ocurrido. Hay acuerdo entre las tres partes, pasan todos los nombres de todos los comisarios propuestos por los Veintisiete, pero es a costa de cesiones muy duras y, sobre todo, de una desconfianza que va a lastrar todo el mandato. Gana Ribera, pierde Feijóo, Europa entera paga un precio.
El acuerdo
Para que haya habido fumata blanca han tenido que ceder todos, lo que ha llevado a un escenario nunca visto en el que, sin vuelta atrás, queda roto el cordón sanitario a la ultraderecha en el Gobierno de Europa, por ejemplo.
Vayamos con el acuerdo. Lo que se sabe al cierre de esta edición es que Weber ha tenido distintos encuentros este miércoles con Iratxe García (la española que preside la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo) y Valérie Hayer (la francesa que ostenta el mismo cargo en Renew Europe, los liberales). En ellos se habría pactado el visto bueno en bloque a todos los aspirantes a comisarios que estaban pendientes, propuestos por los países y tamizados por Von der Leyen.
Ribera y Fitto pasarían con las competencias planteadas de inicio intactas -convirtiéndose en pesos pesados de esta CE-, mientras que al húngaro Varhelyi se le van a retirar de sus competencias dosieres controvertidos como la salud reproductiva y sexual y el derecho al aborto, temas en los que el ultraderechista ha evidenciado que tiene una postura machista, que se puede afirmar contradice valores esenciales de la UE. Tampoco será responsable de la gestión de crisis sanitarias. Su caso era menos complicado porque, además, Varhelyi ya es ahora mismo comisario, responsable de Vecindad y Ampliación.
Una de las cosas que Núñez Feijóo tampoco ha conseguido forzar es que la candidatura de Ribera se someta al voto secreto de todos los eurodiputados de las comisiones competentes. Eso les hubiera permitido votar en contra, algo que no podrán cumplir si la aprobación llega en la primera fase, en la que sólo votan los coordinadores, informa Europa Press.
El calendario que maneja Von der Leyen es que su nuevo equipo sea votado por completo el 27 de noviembre y pueda tomar posesión el 1 de diciembre, que siempre ha sido la fecha ideal en su agenda. Europa no puede esperar a peleas partidistas y alarmar más el proceso hubiera sido una derrota colectiva.
En lo tocante a España, el grupo europeo popular planteó durante el encuentro incluir en dicha carta una petición a Ribera de que muestre "un compromiso claro e inequívoco de una dimisión inmediata en el caso de que haya cargos o procesos legales en su contra en relación a los eventos trágicos de la dana, que podría dañar la reputación del colegio de comisarios".
El texto también mencionaría el Código de Conducta al que están vinculados los comisarios europeos, según el cual un comisario debe dimitir si así se lo pide el presidente de Comisión Europea. Finalmente, estas ideas quedaron incluidas como una opinión minoritaria del PPE junto a los Patriotas por Europa (el grupo en el que está enmarcado Vox) en un anexo a la carta, informa EFE. Ninguno de estos dos documentos es vinculante.
Los tres grupos también se ha alcanzado un acuerdo, impulsado por los socialistas, para que el bloque, demócrata y proeuropeo, se comprometa a no negociar ni pactar con los grupos de derecha radical de la Eurocámara en los cinco años de mandato que empieza ahora. Si para socialdemócratas y liberales es una compensación por su aval a perfiles como los de Fitto y Varhelyi, para los populares sirve como constatación de que ha recuperado cierta confianza de la alianza que, a lo largo de las décadas, ha sustentado el poder comunitario. No es total, no, pero sí suficiente. Le basta para este trámite.
El documento, no obstante, es ambiguo, toda vez que no incluye nada específico que sirva de línea roja. Es así por exigencias del PPE. Por lo tanto, hay un acuerdo marco, una especie de declaración de intenciones, pero está por ver lo que hace el que es el grupo mayoritario en el Parlamento, que en lo que va de legislatura ya ha dado muestras de acercamiento a los ultras en materia presupuestaria, en política exterior y ambiental. Sobre todo, Weber tiene la mira puesta en el grupo de Reformistas y Conservadores Europeos (ECR), el grupo en el que está Hermanos de Italia, de Meloni y Fitto. A este último, en particular, socialdemócratas y liberales le solicitaron que trabajare con independencia del gobierno que le ha nominado.
Ya en 2022 se llegó a un acuerdo similar, en aquel caso con prioridades legislativas y políticas, que demostró ser un cajón desastre en el que casi todo, al final, tenía cabida.
Los perdedores
Aunque la semana ha sido muy tensa en Bruselas, en realidad ha ocurrido lo esperable. El pulso de Manfred Weber, oponiéndose a la propia Von der Leyen por contentar al PP en el caso Ribera, se ha acabado porque ponía en peligro todo el entramado europeo, la estabilidad del bloque, los compromisos entre los Veintisiete y las alianzas sin las que no se puede gobernar el tiempo por venir.
El alemán ha hecho todo el ruido que ha podido, ha tensado la cuerda, ha generado una situación esperpéntica -una cosa son las negociaciones duras de un candidato y, otra, que una rencilla doméstica aboque al peligro a todos los nombramientos- y ha puesto de los nervios a sus propios compañeros de bancada. Todo, por una cuestión personal. Pero, al final, el todo era más grande que la parte y ha tenido que ceder.
Weber ha actuado así para poner palos en las ruedas a la Comisión de su colega en la CDU germana, Von der Leyen, a la que sencillamente no puede ver porque le quitó la presidencia de la CE en 2019, porque es más flexible y menos dogmática que él, porque piensan distinto y actúan distinto. Ya trató de hacerle espinosa la reelección en las elecciones europeas de junio, sin romper nunca, pero apurando al límite. Ahora lo ha hecho de nuevo.
Con el test Ribera ha analizado quién está con él en su grupo, quién le apoya a pies juntillas en un momento en el que se oyen voces críticas precisamente por su acercamiento a la ultraderecha. A la vez, importante, trataba de asegurarse el apoyo de Feijóo en el congreso que la formación europea tendrá en primavera, precisamente en Valencia.
Al final no ha hecho estallar el equilibrio en Bruselas, pero ha sido por poco. Las negociaciones han llegado a estar en punto muerto, tras el feroz cerco a Ribera de la semana pasada, del que se ha escandalizado la prensa especializada. Ha alimentado la resistencia interna, ha hecho rehenes a seis comisarios -entre ellos, esencial también, la jefa de la diplomacia común, la estonia Kaja Kallas- y ha quedado de bueno, de amigo, con el PP.
Fuentes del PP en el Parlamento Europeo dijeron a EFE que han "mantenido intactos sus principios" y seguirán "defendiéndolos hasta las últimas consecuencias". "Nuestro compromiso con la verdad es firme, aunque implique contradecir la postura de la presidenta de la Comisión Europea y de nuestro propio partido en Europa",
Todo eso tiene un coste. De desconfianza con el resto de interlocutores centristas, de temor en el seno de su propio partido, de incertidumbre en todos ellos, porque nadie sabe en el futuro qué nueva jugada tiene preparada Weber, un hombre ansioso de poder. En el partido miran con angustia las elecciones de 2025 en Alemania, primero, y en Polonia, después, en las que el ligoteo con el radicalismo puede jugar malas pasadas a los conservadores de toda la vida.
Pierden también los socios del bloque de gobernabilidad, sobre todo los socialistas, que han tenido que tragarse el enorme sapo que supone que haya dos ultraderechistas en el equipo de Von der Leyen. Cada país propone, luego es lógico que las candidaturas de naciones gobernadas por ultras como Italia o Hungría sean de perfiles acordes, pero es que el caso del italiano Fitto sus competencias serán muchas, mucho su poder. En su audiencia ante los eurodiputados estuvo escurridizo, pero su perfil no es esperanzador.
Por eso, el grupo de S&D mostraba reparos a su nombramiento. Siempre ha habido una unión clara para impedir que personas antieuropeas o con planteamientos contrarios al Estado de Derecho lleguen a las instituciones, pero el ascenso de estas políticas, que copan ya el 25% de los asientos en la Eurocámara, ha cambiado las tornas también. Es un shock que haya votos rojos para los neofastistas, pero así va a ser.
"Los socialistas se enfrentan a una vergonzosa marcha atrás", afirma por ejemplo POLITICO, un medio que señala como especialmente duro el papel de Iratxe García, que se ha opuesto de forma tajante al italiano. En este caso, y presionado por las complicaciones de la nominación de Ribera, ha sido el propio presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, el que ha rebajado las exigencias.
Durante su visita en Brasil por el G20, se le pregunto si aceptar a Fitto era una línea roja para él, como había expresado su compañera de partido. Sánchez respondió: "No es que haya una línea que cruzar o no". Y más: "Es el Gobierno italiano el que decide quién va o no va". No se quiso mojar, porque estaba en juego su propia propuesta a la CE. "Cada país tiene derecho a un comisario", recordó, enfatizando el acuerdo a tres que ya permitió la reelección de Von der Leyen y que, dijo, debía seguirse como hoja de ruta para este décimo mandato.
Con toda la trifulca, el verdadero perdedor será el propio Parlamento europeo, que promete ser una jaula de grillos, mucho más allá de los vetos cruzados que ahora parecen resolverse.