El ocio y el negocio de aprender una segunda lengua: Estira la red
El aprendizaje de segundas lenguas mueve más de cien mil millones de euros en el mundo. Sin embargo, pocos conseguimos hablar una segunda lengua con independencia (nivel B1) después de estudiarla durante meses o incluso años. ¿Por qué?
El aprendizaje de segundas lenguas mueve más de cien mil millones de euros en el mundo. Sin embargo, pocos conseguimos hablar una segunda lengua con independencia (nivel B1) después de estudiarla durante meses o incluso años. ¿Por qué? ¿Por qué Rosetta Stone pudo comprar una red social para el aprendizaje de lenguas como Livemocha, con 16 millones de usuarios, por apenas 8,5 millones de dólares (un valor muy bajo, 0,53 dólares por usuario, en comparación con otras compras de empresas en internet)?
Podemos responder a las dos preguntas de forma simultánea con el exabrupto del gran poeta Robert Frost: "Escribir verso libre es como jugar al tenis sin red".
Aprender una lengua no es fácil. Un niño tarda más de 8 años en dominar su lengua materna, después de horas y horas de práctica intensiva, guiada, lúdica, incrustada en redes sociales. Los adultos no tenemos esa suerte. No se trata únicamente de la falta de tiempo o de las interferencias de nuestra lengua materna. De hecho, también contamos con ventajas cognitivas y transferencias de una lengua a otra. Si el inglés te parece complicado, imagínate a un chino que apenas tiene cognados, es decir, palabras similares como esta misma, cognate y cognado.
Para los adultos, el gran reto de las segundas lenguas es la ausencia de presión y la debilidad de nuestra red social en la lengua que queremos aprender. Estamos jugando al tenis sin red o, en el peor de los casos, estamos jugando al frontón sin pared.
Los estudios de redes sociales de la sociolingüista Lesley Milroy nos ayudan a entender los desafíos de Livemocha o Busuu (30 millones de usuarios) como redes sociales para el aprendizaje de lenguas. En primer lugar, estas redes tienen poca densidad personal, es decir, generalmente no se comparten los contactos. Fulanito A es amigo de Menganito B y Zutanito C pero Menganito B y Zutanito C no son amigos, como podemos ver en el gráfico de la izquierda, adaptado de los estudios de Milroy (1980).
Facebook es el ejemplo opuesto. Fulanito, Menganito y Zutanito son amigos entre ellos, por lo que la red tiene mucha mayor densidad y capacidad de atraer e influir a sus miembros, como muestra el gráfico de la derecha.
La otra diferencia fundamental es que Livemocha y Busuu, entre otras muchas, son redes simples (uniplex): la única relación entre sus usuarios es ser, precisamente, usuarios de ese sitio web. Por el contrario, Facebook es una red compuesta (multiplex): tenemos amigos, colegas de trabajo, tal vez compañeros de clase y familiares entre nuestros contactos, esto es, conectamos con nuestra red en más de una faceta. Esto hace que Facebook tenga mucha más importancia, más presión en nuestra vida diaria. Sin embargo, redes sociales como Livemocha tienen un porcentaje muy alto de abandono.
Crear comunidad, atraer a las comunidades que ya existen en la vida presencial y enseñar a sus usuarios cómo enseñar son sugerencias muy simples para los negocios de las redes sociales para el aprendizaje de lenguas. También cabe preguntarse por qué instituciones con presupuestos tan operativos como el Instituto Cervantes, el British Council, la Alliance Française, el Goethe Institut o el Instituto de Confucio no tienen su propia red social, con estudiantes de sus distintas lenguas.
En cuanto a nosotros, no queda duda de que nos corresponde invertir tiempo en crear una red social sólida, con relaciones fuertes, diversas, recíprocas, que van más allá del "where are you from" y de la monogamia lingüística: lo de aprender una lengua con un novi@ es una falacia. Necesitamos interactuar, de forma sincrónica, inmediata, con el máximo número de hablantes en el máximo número de situaciones, con el máximo número de repeticiones, sin límite de horas.
Del mismo modo, nos interesa subir la red de la pista de tenis: buscar retos, objetivos, plazos, feedback y contenido de calidad, adaptado a nuestro nivel. Pensemos en la segunda lengua como el que piensa en ponerse en forma. ¿Cómo se hace el camino? Para muchos, andando. Para otros, apuntándose a un gimnasio. Para unos pocos, planificándolo paso a paso, sin derrochar dinero pero sin escatimar en horas de aprendizaje interactivo.