El #68 inverso
Por supuesto, no todas las redes sociales se basan en la gestión de los mismos sentimientos de sus usuarios. En opinión de Reid Hoffman, el conocido co-fundador de Linkedin, convertida en caricatura ya viral, cada red social se corresponde con uno de los siete pecados capitales.
Así, por ejemplo, Pinterest vendría asociada a la envidia; Facebook con la vanidad; Linkedin, la avaricia; Twitter con la ira, y así sucesivamente. Pero todas las redes poseen rasgos en común. Por ejemplo, facilitan que los usuarios se explayen en sus aficiones –o adquieran algunas nuevas- hasta llegar, en ocasiones, a organizarse una doble vida. Eso puede invadir una parte pequeña, mínima, de la existencia presencial; o ir más allá.
Y ese es, precisamente, el argumento del nuevo film de Álex de la Iglesia, "Perfectos desconocidos". Por otra parte, las redes sociales favorecen los mensajes cortos, condensados. Y por ello, necesitan de chispa, de ingenio, para triunfar; esto es, para ser retuiteados, citados, linkados o recibir likes.
Si el autor es torpe, sus mensajes pueden llegar a emparentarse con los exabruptos que antaño leíamos en las puertas de los lavabos públicos. Si es hábil, pueden surgir mensajes de gran impacto que conectan con los antiguos grafitis; es decir, con aquellas pequeñas obras maestras que en su vertiente más política alcanzaron la cumbre de la celebridad durante mayo del 68. Forman parte de la memoria popular: "Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición"; "La playa está debajo de los adoquines"; "Decreto el estado de felicidad permanente"; "Tomemos en serio la revolución, pero no nos tomemos en serio a nosotros mismos"; "El patriotismo es un egoísmo en masa".
Mensajes así, hoy ya viejunos, aparecieron en las paredes de las principales universidades franceses durante aquellas semanas rabiosas. En nuestros días, podemos leer cada día a los nietos de aquellos provocadores recurriendo a mensajes similares, con la misma intencionalidad política. Y a la vez, a otros que los escriben con parecida contundencia y brillantez, pero en un sentido opuesto. Estos, por alguna razón, han adquirido una relevancia inesperada y, de una forma u otra, han contribuido al auge del radicalismo asociado a la ultraderecha, hasta el punto de que casi se puede decir que vivimos un "68 inverso". ¿Qué lo ha hecho posible?
En primer lugar, la confusión que genera el batiburrillo de mensajes. Muy recientemente, un amigo y colega de intachable trayectoria izquierdista me comentaba, espantado, haber leído una frase de Marine Le Pen que rezaba: "La Unión Europea es una máquina de destruir naciones". El motivo de su alarma era que él mismo había utilizado una frase similar en público: "La UE es una máquina de destruir izquierda". En efecto, el euroescepticismo y la demonización de la UE es un recurso antiglobalización de la izquierda que la ultraderecha y el nacionalismo radicales han hecho suyos y funciona en dos sentidos: como mecanismo abductor de la lógica izquierdista; y como "normalizador" cotidiano de actitudes de ultraderecha o incluso neofascistas, que hasta hace poco eran tabúes.
Pero además, la aparición de dinamizadores concretos ha impulsado el desarrollo de una verdadera "cultura troll". Gran símbolo de ello es el popular cómico francés Dieudonné, de padre camerunés y madre francesa. Pasó de militar en causas izquierdistas y antirracistas al antisemitismo explícito y más tarde, al Frente Nacional y el negacionismo del Holocausto.
En el país vecino es muy conocido por haber inventado la quenelle, una suerte de saludo fascista voluntariamente reprimido, pero aún más provocativo por ello. O la canción Shoah-nanas, con la que se burla de la Shoah, el programa de exterminio nazi de los judíos. Dieudonné ha sabido sacar partido de sus detenciones y multas, de YouTube, del descaro para reunir a varios miles de sus seguidores, por ejemplo, en un estadio de Burdeos para cantar el Shoah-nanas y hacer la quenelle.
¿Cómo va a detener la policía francesa a tanta gente, cómo va a impedirlo? Es la nueva gamberrada política impune de la ultraderecha troll, que ha terminado por mezclar el matonismo con la burla, el acoso con la unanimidad, el exabrupto con la defensa hipócrita de la libertad de expresión. En busca de un respaldo ideológico un poco más consistente, "Dieudo" se acercó al filósofo Alain Soral, una de las figuras del confusionismo izquierda-ultraderecha, quien llegó a decir que de haber vivido en nuestros días, Marx hubiera votado al Frente Nacional. Pero no duró gran cosa la asociación porque lo que le va al cómico es la risotada cómplice, el cachondeo faltón que pueden practicar las "buenas gentes" a ratos libres, sin comprometer su imagen.
Y a partir de ahí, los veganos nazis de Balaclava Küche, el comic Hipster Hitler, el 4chan, Pepe la Rana y toda la parafernalia ambigua e irónica de la nueva Alt Right y su humor políticamente incorrecto. Si no es el "68inverso", se le parece.