Los patios de Córdoba: un patrimonio sustentable
El patio forma parte de nuestra cultura, entendiendo como nuestra aquella que se generó en torno al Mediterráneo, y que también llevamos a esa otra orilla de nuestro océano interior, el Atlántico: lengua, cultura y formas de habitar forjaron las raíces de un patrimonio común, indisoluble.
El patio es una forma de vida. Es la apropiación de un pedazo de cielo, el corazón de la casa en torno al cual gira la vida de las personas que la habitan, sean de una o de varias familias. Es la decantación de una cultura del habitar a través de múltiples estratos históricos, además de un mecanismo de regulación térmica para adaptarse a unas condiciones climáticas en lugares calurosos.
El patio forma parte de nuestra cultura, entendiendo como nuestra aquella que se generó en torno al Mediterráneo, y que también llevamos a esa otra orilla de nuestro océano interior, el Atlántico: lengua, cultura y formas de habitar forjaron las raíces de un patrimonio común, indisoluble.
En Córdoba los patios forman parte ineludible de su identidad, el núcleo alrededor del cual sus casas han ido evolucionando a lo largo de siglos, para adaptarse a las formas de vida de las distintas civilizaciones que se fueron asentando en su territorio fértil y bien irrigado.
Y lo hicieron estableciendo mecanismos complejos, muchas veces ambiguos, en los que no siempre el gradiente entre lo público y lo privado quedaba claro. Antes bien, eran espacios de convivencia, de vida en común, en los cuales se compartían en muchos casos cocinas, lavaderos, pozos, aseos, y una voluntad tenaz por hacerlos habitables, y bellos.
Así, estos poros urbanos a través de los que la ciudad respira, fueron vistiéndose de porches, de galerías, de estancias, a la vez que se inundaron de colores y de olores: geranios, gitanillas, claveles, rosales, jazmines, galanes de noche, buganvillas, helechos, aspidistras, glicinias, limoneros..., las primeras en macetas que puntean regularmente las paredes encaladas; las restantes en macetones o parterres, desde los que extienden sus ramas, tapizando de matices de verde paramentos completos.
El conjunto conforma estos ecosistemas sustentables que, una semana al año, los vecinos abren al visitante para que se convierta en uno de ellos. Es el Festival de los Patios Cordobeses, una tradición casi centenaria, que se suma en la segunda semana de mayo a todo un mes festivo: cruces, patios, catas y feria, forman la agenda de una ciudad que celebra así su corta primavera, preparándose para el tórrido verano.
La declaración de los patios cordobeses como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco el pasado día 6 no hace sino reconocer la férrea voluntad de sus habitantes por mantener una tradición excepcional, hecha a base de compartir horas plantando, regando, podando, mimando cada planta y cada flor para embellecer estos lugares, tan simbólicos como reales, soportes de sus vidas y expresión de su identidad: los patios.