El voto, ni rogado ni burlado

El voto, ni rogado ni burlado

Hoy nos enteramos de que dos meses después de las últimas elecciones generales, los españoles que viven en el extranjero denuncian que les siguen llegando con un retraso de sesenta días las papeletas que deberían haber utilizado para ejercer su derecho democrático al voto. Únicamente un 4,7 por ciento de los residentes ausentes pudo hacerlo el pasado 20 D.

EFE

Cada vez hay más residentes ausentes fuera de nuestras fronteras. Como en aquella oscura época de nuestra historia después de la Guerra Civil, en los años cincuenta, muchos conciudadanos se ven obligados a dejar el país para buscar empleo en Europa o en América. A eso, algún ministro o ministra del actual ejecutivo en funciones lo llamó afanes de aventura propios de una juventud volandera, y se quedó tan oreado/a.

Entre los españoles que emigraban en los cincuenta y los de ahora, aparte de las diferencias propias de cada época, hay una substancial: el derecho a elegir democráticamente a sus representantes políticos, algo que durante la dictadura no ocurría. Lo tienen ahora los llamados residentes ausentes. Lo que ocurre es que para ejercerlo han tenido que rogar por él como consecuencia del acuerdo suscrito por los dos partidos que han gobernado España durante estos últimos treinta años.

Desde enero de 2011, los ciudadanos españoles residentes en el extranjero están obligados a rogar su voto. La reforma de algunos artículos de nuestra legislación electoral (acordada por el Partido Popular y el PSOE, con la connivencia de CiU)) abrió la puerta a una práctica que ese mismo año tuvo unos efectos rotundos entre nuestros expatriados: la abstención (los detractores del voto rogado arguyen que "inducida") creció en todas las consultas por encima del 90 por ciento del censo.

Hoy nos enteramos de que dos meses después de las últimas elecciones generales, los españoles que viven en el extranjero denuncian que les siguen llegando con ese retraso de sesenta días las papeletas que deberían haber utilizado para ejercer su derecho democrático al voto. Únicamente un 4,7 por ciento de los residentes ausentes pudo hacerlo el pasado 20 D. Votar desde el extranjero requiere ahora excesivos trámites en el consulado o en la embajada, con dos meses de plazo antes de la fecha de los comicios para rogar por ese derecho.

María Almena, portavoz de Marea Granate -colectivo transnacional y apartidista formado por emigrantes españoles-, resume los hechos con estas palabras: "Entre el 30 y el 50 por ciento de la gente que ruega el voto no recibe las papeletas. Esto sucede en todas las elecciones desde que se instauró el voto rogado". A casi la mitad de los españoles del exilio laboral, por lo tanto, se les silencia el voto, sin posibilidad de castigar con su voz -como podría haber ocurrido en los últimos comicios- a los partidos de los gobiernos responsables de su diáspora. La faena se volvería a repetir en el mes de junio si hubiera nuevas elecciones.

Así, hasta que un Gobierno digno cambie por fin la vigente ley electoral y dé a los expatriados el derecho al voto sin dilatorios ruegos que a la postre lo impidan o lo burlen, como viene ocurriendo desde hace cinco años.

Este post fue publicado originalmente en el blog del autor