El general retirado reta a muerte al bufón provocador

El general retirado reta a muerte al bufón provocador

Proponer públicamente un reto a muerte entre dos ciudadanos en 2015, con la memoria de sangre que lleva en su memoria este país durante el último siglo, es la mayor barbaridad que hemos escuchado en muchos decenios, propia de alguien que se ha dejado llevar por un alarmante desvarío, que no por grotesco me parece menos grave.

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Foto: EFE

Me entero de que un general retirado del Ejército español, en un canal de televisión afín a la ultraderecha, retó en duelo a muerte al actor Willy Toledo. Aunque no se alude al motivo en la secuencia que se puede visionar del programa, el militar se manifiesta de ese modo como consecuencia del desafortunado texto en Facebook que el actor publicó recientemente con motivo de la festividad del 12 de octubre:

"Me cago en la fiesta nacional (yo me quedo en la cama igual, pues la música militar nunca me supo levantar)

Me cago en la monarquía y sus monarcas

Me cago en el "descubrimiento"

Me defeco en los "conquistadores" codiciosos y asesinos

Me cago en la "conquista" genocida de América

Me cago en la Virgen del Pilar y me cago en todo lo que se menea

Nada que celebrar

Mucho que defecar

Boas noites".

El exgeneral es hijo de un comandante de Infantería del ejército franquista que fue asesinado en Paracuellos durante la Guerra de España. "Quiero decirle algo muy en serio y no me lo tomo en broma -manifestó Monzón-, le digo desde aquí públicamente que, aunque él no sabe lo que es la palabra honor, le reto a duelo a muerte [a Toledo] con el arma que exija. Yo, Manuel Monzón, general de infantería y diplomado del Estado Mayor, me gustaría vérmelo enfrente con una pistola en la mano".

Reviso Wikipedia y me entero de que el último duelo a muerte en España tuvo lugar en 1923 entre dos capitanes de Aviación, Joaquín González Gallarza y Alberto Bayo Giroud. Todo comenzó en el aeródromo de Getafe, cuando Gallarza fue a saludar a Bayo y éste le negó el saludo y lo insultó, al parecer por algún lío de faldas que no está del todo claro. El caso es que acabaron a puñetazos. Gallarza, como ofendido, lo citó para esa misma tarde en el casino militar. Lo acordado fue un duelo a muerte con espada de tres filos, desnudos de cintura para arriba, sin cinturón y con guantes de grueso cuero hasta el codo.

Gallarza era considerado el segundo mejor espadachín de Europa y comenzó dominando el duelo e hiriendo a Bayo en dos ocasiones. Si el combate hubiese sido a primera sangre ya estaría lavado el honor, pero el duelo continuó y en un golpe afortunado Bayo dio una certera y profunda estocada a Gallarza, que lo derribó al suelo e impidió que el duelo continuase. Bayo era un oficial de ideas izquierdistas, que fue expulsado de Aviación y destinado a la Legión, donde sirvió a las órdenes de Franco. La Guerra de España separó a ambos militares, que sirvieron en trincheras opuestas. Gallarza llegó a ministro del Aire con Franco y Bayo se exilió en México. Allí conoció a Fidel Castro y le instruyó militarmente. En Cuba consiguió el grado de general del ejército cubano.

Coincidencias: Guillermo Toledo acaba de declarar que su religión es el socialismo y que su apóstol es Fidel Castro, sin que -según sus palabras- le ofenda lo más mínimo que la gente se "cague en él": "Seguiré haciendo mofa de todas y cada una de las religiones, soy un titiritero, un bufón", añadió.

Me parece que tanto Monzón como Toledo han sobreactuado en esta ocasión de cara a la galería y como personajes de un retablo esperpéntico, propio de la época en que el género valleinclaniano afloró a los escenarios españoles. Ese tipo de espectáculo no conviene recrearlo. Mucho menos cuando se hace por mero afán de protagonismo. Otra cosa es que tanto el militar como el titiritero lo hicieran (el espectáculo) interpretando respectivamente a un general y a un bufón de La Corte de los Milagros. Proponer públicamente un reto a muerte entre dos ciudadanos en 2015, con la memoria de sangre que lleva en su memoria este país durante el último siglo, es la mayor barbaridad que hemos escuchado en muchos decenios, propia de alguien que se ha dejado llevar por un alarmante desavarío, que no por grotesco me parece menos grave.