Luces en la oscuridad
Después de una crisis que dura más de 5 años, todos tenemos claros los síntomas. Pero por el momento pocos se han atrevido a avanzar una cura. Desde este espacio me gustaría arrojar un poco de luz sobre ideas innovadoras.
Después de una crisis que dura ya más de 5 años, todos tenemos claros los síntomas que demuestran que España es ahora mismo un enfermo grave. Pero por el momento pocos se han atrevido a avanzar una cura. Desde este espacio me gustaría arrojar un poco de luz sobre algunas ideas innovadoras que están surgiendo al respecto.
Estamos cansados de leer partes médicos sobre el estado del convaleciente: recortes de hasta 44.000 millones en servicios públicos pero no en instituciones inútiles, aumento del IVA y del IRPF mientras el Gobierno concede amnistías fiscales a los defraudadores; desahucios de miles de familias mientras se inyecta dinero público para sanear unos balances que los bancos llevan años falseando, aumento en intensidad y extensión del nivel de pobreza mientras las rentas más altas obtienen más beneficios que nunca... Todo ello regado por amplias dosis de corrupción que siguen infectando hasta la médula a la clase política, judicial y empresarial de este país y que demuestran que vivimos controlados por una casta privilegiada ajena a la realidad del ciudadano medio.
El diagnóstico, en definitiva, lo tenemos claro. Pero, ¿qué posibles curas están proponiendo políticos, economistas y otros actores sociales?
La ciudadanía no se está quedando callada y, poco a poco, las asambleas de barrio del movimiento 15-M, ONG y otras plataformas cívicas están poniendo en marcha nuevas redes de solidaridad ciudadana a través de bancos de tiempo, ocupaciones, cooperativas o mercadillos solidarios. Pero estas iniciativas, aunque útiles en un momento en el que nuestro Estado es incapaz de atender muchas de las necesidades más básicas de la población, no son suficientes para avanzar en el camino hacia un verdadero cambio de sistema político y económico.
También conocemos muchas de las propuestas que algunos economistas keynesianos (defensores de impulsar la economía a través de la acción pública estatal) llevan tiempo poniendo sobre la mesa. Entre otras, destacan la creación de medidas públicas de estímulo a la economía y el empleo, el establecimiento de una tasa a las transacciones financieras internacionales para penalizar la especulación (la famosa Tasa Tobin), la subida de impuestos a grandes empresas y grandes fortunas, la lucha contra el enorme fraude fiscal de nuestro país (más de 88.000 millones de euros evadidos al año), o la racionalización de una hipertrofiada administración.
Todas estas medidas deberían ser implementadas cuanto antes para evitar que nos sigamos hundiendo en un hoyo cada vez más profundo provocado por unas políticas furibundamente neoliberales. Pero en mi opinión a largo plazo no supondrían más que meros parches para un sistema que es ya completamente insostenible tanto a nivel social como ecológico. Estoy seguro de que mucha gente comparte esta conclusión pero, una vez convencidos de que el suicida sistema actual debe ser superado, nos suele invadir un cierto desasosiego a la hora de intentar concretar qué queremos para el futuro. Las posiciones ante esta disyuntiva suelen pasar por tres posturas: asumir con resignación que en el actual mundo globalizado y dentro de la Unión Europea poco podemos hacer como individuos y más nos vale dejarnos llevar por los vientos del destino; autoconvencernos de que frente a cualquier cambio es mejor "lo malo conocido que lo bueno por conocer"; o recurrir a doctrinas políticas basadas en un rígido análisis economicista efectuado hace ya 150 años (caso del marxismo) o en utopías difícilmente realizables a corto plazo y que sirven más bien como lejano modelo ideal de sociedad (caso del anarquismo).
Pero hay luz más allá del túnel. A pesar de la grave incapacidad y falta de liderazgo que muestran nuestros políticos y gobernantes en el momento en que nos ha tocado vivir, aún hay gente con cabeza, ilusiones y esperanza intentando esbozar el camino hacia un mundo mejor. Durante las próximas semanas, expondré a través de este blog algunas de las ideas más ilusionantes que poco a poco están empezando a prender por foros de debate de todo el mundo. Entre ellas, la teoría del decrecimiento, defendida en nuestro país por pensadores como Carlos Taibo; la Economía del Bien Común, teorizada por Christian Felber, economista austríaco; la "Tercera Revolución Industrial", explicada por Jeremy Rifkin; o la Desglobalización, que cuenta con Montebourg como principal valedor en Francia.
Espero que este pequeño granito de arena sirva para aclarar las ideas a aquellos, que como yo, buscáis convertir vuestra indignación en energía constructiva.