Cañete como síntoma (1): el sexo de la superioridad
La idea que Arias Cañete tiene de las mujeres es transparente y tristemente tópica, extendida y conocida. Para simplificar, oscila entre dos modelos opuestos: en un extremo, la puta; en el otro, la santa. Con ninguno de los dos estereotipos se discute y menos en plano de igualdad.
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Hace unos días Miguel Arias Cañete tuvo sus cinco minutos de gloria a raíz de unas manifestaciones -aireadas ampliamente tanto por los medios como en las redes- realizadas en un momento de absoluta ofuscación y obcecación, puesto que desafiaban incluso la ley de la gravedad. Por defecto, venía a decir, los hombres (se incluya en el grupo) son superiores intelectualmente a las mujeres, las cuales, además, son indefensas: «El debate entre un hombre y una mujer es muy complicado, porque si haces un abuso de superioridad intelectual, o lo que sea, parece que eres un machista que está acorralando a una mujer indefensa».
En mi opinión, la pausa que hace entre las palabras «superioridad» e «intelectual» es muy significativa; aún lo es más, sin embargo, el desazonante inciso: «O lo que sea».
Porque incluso Elena Valenciano, su oponente en el debate que suscitó la esperpéntica y posterior declaración, deberá reconocer que hay actividades en las que el señor Arias Cañete es insuperable y un campeón (por utilizar una palabra grata a su compinche en la lista electoral). Por ejemplo, a la hora de embucharse de yogures caducados, devorar tacos o lonchas de los Jabugos más finos (preferiblemente si son gratis, es decir, a cuenta del erario público), hartarse de montaditos de filetitos de vaca loca o administrarse duchas frías para ahorrar agua y dar ejemplo a un movimiento ecologista que a buen seguro le admira boquiabierto; boca que se le cierra de golpe cuando ve, aunque sea de reojo, la Ley de Costas o directamente se le descoyunta cuando ve el magro caudal de agua que, orondo, ha asignado al Delta del Ebro. También es imbatible -Valenciano no tendrá más remedio que admitir que no le llega ni a la suela del zapato- en facundia, desparpajo y campechanía. Especialmente, cuando, sin parpadear, aborda cuestiones complejas y delicadas, y, en una primera comparación, mezcla sin rubor mujeres y regadío: «El regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno», para, sin perder ripio, comparar al consejero de Agricultura de la Junta de Andalucía con «una novia cara». ¿En qué debía estar pensando en ambos casos? Me llega al alma la poco engañosa y contundente claridad del verbo que usa para referirse a las relaciones con las mujeres: «utilizar».
Nada en realidad muy original. La idea que Arias Cañete tiene de las mujeres es transparente y tristemente tópica, extendida y conocida. Para simplificar, oscila entre dos modelos opuestos: en un extremo, la puta; en el otro, la santa. Con ninguno de los dos estereotipos se discute y menos en plano de igualdad.
Parto del convencimiento, además, de que «superioridad intelectual» y «abuso» son términos y principios antitéticos: la superioridad intelectual nunca abusa de nada ni de nadie. El abuso, la prepotencia y la arrogancia, el ejercicio arbitrario y atrabiliario del poder no pueden considerarse «superioridad intelectual». No me imagino a Bachelet, Harlem Brundtland, Roussef, Finnbogadóttir, Johnson Sirleaf, Aung San Suu Kyi, Meir, Mary Robinson, Sigurðardóttir, entre muchas y muchas otras políticas, haciendo abuso o abusando de sus brillantes y sólidos intelectos. No veo tampoco a Hannah Arendt, María Zambrano, Amelia Valcárcel, sor Juana Inés de la Cruz, Wisława Szymborska, Mary McCarthy, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, M. Aurèlia Capmany... y que me perdonen los miles y miles de intelectuales que no caben en estas líneas haciendo abuso o abusando de su saber y de sus mentes.
Si se tiene en cuenta que una de las muestras de superioridad de Arias Cañete son los sofisticados y sutiles argumentos intelectuales que sustentaron la táctica y los fundamentos para aprobar el trasvase del Ebro y el Plan Hidrológico: «No, salir, sale por cojones... Porque el Plan Hidrológico o sale en esta legislatura o no sale nunca. Porque pasan dos cosas: que tenemos mayoría y hemos perdido Aragón. [...] Tenga usted la seguridad de que el presidente ha dicho en el Consejo de Ministros, estando yo, que esto salía por huevos», Valenciano puede dar gracias al cielo que durante el debate, no fuera él mismo, puesto que, como reconoció sin rodeos, se teme a sí mismo cuando entra a matar (!).
Ante estas muestras de abuso intelectual, tengo la tentación de cerrar el artículo con un exabrupto grosero, pero resistiré estoicamente la tentación y, como ya me he alargado bastante, sólo añadiré que prefiero concluir el artículo el próximo día.