Y Sánchez lanzó su mejor gancho
Las claves de la semana
Ni ilegítimo ni tramposo, sino a través de los cauces establecidos por la Constitución que el PP tantas veces abrazó e intentó apropiarse. En tiempos de convulsión y argumentarios apocalípticos conviene aclarar lo obvio. Y esto es que, en esta semana que acaba y que vivimos al borde del infarto, Pedro Sanchez no llegó a La Moncloa por ningún atajo, sino por un un procedimiento milimétricamente medido por la Carta Magna y que permite al Congreso de los Diputados retirar la confianza al Gobierno de España y elegir un sucesor por una mayoría determinada de votos.
Se llama Democracia. Y convendría que el partido mayoritario de la Cámara Baja, hoy ya en la oposición, lo recordara para próximos argumentarios y, sobre todo, para no echarse al monte antes de que Sánchez se instale siquiera en su nuevo despacho. En este país cada vez que la derecha pierde el poder, empieza a ver etarras, golpistas y chavistas por cada esquina dispuestos a romper España, entregar Navarra y traicionar a vivos y muertos.
El PP vuelve al relato de 2004
¡Agárrense, que vienen curvas! Porque si el PP no cambia, vuelve el relato de 2004. El discurso que entonó su portavoz parlamentario, Rafael Hernando, desde la tribuna del Congreso para cerrar el debate de la moción de censura fue el primer aviso a navegantes. Luego, Rajoy templó con un apretón de manos a Sánchez para corregir su bochornoso e indigno comportamiento el día anterior atrincherado durante ocho horas en un restaurante mientras el pleno del Congreso le censuraba.
Pero nada indica que los populares vayan a interiorizar desde la honestidad el porqué de lo que les ha pasado, que es que la corrupción al final se paga y que la democracia ha funcionado porque una mayoría del Parlamento ha decidido que salgan ya del banco azul para regenerarse.
A estas horas aún no sabemos si Rajoy se queda o se marcha, pero sí que sus colaboradores más cercanos, los mismo del "os jodéis", han pedido a los medios de comunicación "cariño" para con el ya sexto expresidente del Gobierno en democracia que, por cierto esta misma noche ya no dormirá en Moncloa. Desde el miércoles a última hora, cuentan allegados como José Manuel Margallo, su esposa ya empaquetaba cajas para el traslado a su casa de Aravaca.
Todo al rojo
Y todo después de que Pedro Sánchez apostara, como dice algún socialista, otra vez todo al rojo. Ya lo hizo después de que el Comité Federal del PSOE le defenestrara en 2016, y consiguiera volver en loor de multitudes, tras ganar unas convulsas primarias a Susana Díaz y a todos los notables y cuadros del partido que apoyaron a la andaluza. Tiene la habilidad el secretario general de los socialistas de resurgir, como el Ave Fénix, de sus cenizas. Lo hizo entonces y lo vuelve a hacer ahora. Tan solo hace una semana se desayunó con una encuesta que situaba al PSOE como cuarta fuerza política, y mañana estará ya en La Moncloa, y no de cualquier modo.
Quizá haya sido el de esta semana su mejor gancho, una habilidad indispensable en baloncesto que, cuando se domina, puede ser un movimiento imparable para el que lo lanza desde la otra punta de la cancha y casi sin que lo vea el contrario. Es fundamental tener una actitud positiva para este movimiento, además de deseos de ganar y ambición de superación, cualidades ambas que a Sánchez no le han faltado en los momentos más adversos y complicados de su carrera política.
El último gobierno monocolor
Técnica aparte, el secretario general del PSOE llega al gobierno sin ser diputado y con un grupo parlamentario de solo 84 parlamentarios, sí, pero con unos Presupuestos Generales aprobados que le garantizan no tener que pasar por el trance de una negociación a cara de perro con el resto de fuerzas políticas.
El suyo será probablemente el último gobierno monocolor de la democracia, ya que si las urnas consolidan la actual fragmentación del mapa político, España ingresará más pronto que tarde en el club de los países europeos con gobiernos de coalición, que no son pocos. Y tiene, además, por un lado al resto de partidos -incluido ahora Ciudadanos- en contra de unas elecciones tempranas y a los actores principales de la derecha, a la gresca por la hegemonía del espacio político que comparten.
La derecha en sus dos versiones, humillada
¿Dificultades? Muchas, o mejor dicho todas las de un país con una crisis territorial como no ha vivido jamás en democracia, pero con la economía estabilizada y los mercados que todo el mundo invoca y nadie pone cara sin acusar, de momento, el cambio de gobierno.
Unos verán la botella medio llena y otros, medio vacía. Irá por barrios o siglas, pero aunque Sánchez llegue con la debilidad de unos aliados tan dispares, con un sector del PSOE dispuesto a escrutarle cada paso y con una derecha en sus dos versiones humillada y echada al monte, con poco que haga puede calmar las revueltas aguas de la política española.
Su primera prueba será la formación del gobierno y las señales que envíe cuando lo de a conocer. Si lo elige para ajustar cuentas con el pasado o para agradecer servicios prestados, se equivocará. El PSOE es un partido con 20 años de experiencia de gobierno y una legión de hombres y mujeres con veteranía, solvencia y amplios conocimientos políticos sobre el funcionamiento del Estado, y de alguno de ellos seguro que echará mano para suplir la impericia de gran parte de la dirección federal que salió del último congreso.
Empiezan las quinielas de ministrables
Las quinielas han empezado ya, y con ellas los primeros nombres en salir a la palestra: que si José Borrell, que si Cristina Narbona, que si Jordi Sevilla, que si José Enrique Serrano, que si David Vegara, que si Carmen Calvo... ¡Cuidado! Apostar sobre Sánchez tiene riesgo de equivocarse, vista la experiencia.
Y quienes ya auguran un sonoro fracaso y todas las plagas bíblicas tras su gobierno sobre todo en materia territorial por haber contado con el apoyo de los independentistas, quizá no hayan caído en que el secesionismo lleva meses pidiendo una salida para el repliegue, que no pasa por renunciar a la independencia, pero sí por volver a la senda del autonomismo y desde ahí ampliar su base social. Con Rajoy hubiera sido imposible, con Sánchez es probable. Se llama diálogo y normalidad institucional.
Si ocurre eso y el nuevo presidente del Gobierno desbloquea la renovación que impedía el PP en RTVE, deroga la Ley Mordaza y adopta media docena de medidas sobre salarios, igualdad y pensiones, Sánchez saldrá en muchas mejores condiciones para competir en las próximas elecciones y el PSOE volverá a ser un partido en disposición de volver a ser primera fuerza política.
De momento, los cien días de gracia se los ha ganado.