Sánchez mantiene la batuta
Alguien dijo hace semanas que el 26-J o dimitía Sánchez o dimitían los responsables de las empresas demoscópicas. Pues de ser, será lo segundo porque fallaron todas las encuestas. Ni el PSOE se despeñó ni Podemos se salió del tablero. Los socialistas mantienen la segunda posición y con ella la hegemonía de la izquierda. Pedro Sánchez conserva, por tanto, la batuta del PSOE, por muy desafinada que quiera seguir tocando la orquesta de sus críticos y aunque tenga imposible liderar la formación de ningún gobierno. Del temido y mil veces anunciado sorpasso, ni rastro. NI en votos ni en escaños.
Alguien dijo hace semanas que el 26-J o dimitía Sánchez o dimitían los responsables de las empresas demoscópicas. Pues de ser, será lo segundo porque fallaron todas las encuestas. Ni el PSOE se despeñó ni Podemos se salió del tablero. Los socialistas mantienen la segunda posición y con ella la hegemonía de la izquierda. Pedro Sánchez conserva, por tanto, la batuta del PSOE, por muy desafinada que quiera seguir tocando la orquesta de sus críticos y aunque tenga imposible liderar la formación de ningún gobierno. Del temido y mil veces anunciado sorpasso, ni rastro. NI en votos ni en escaños.
El resultado allana el camino para la pacificación interna, tras años de guerras intestinas. No porque los datos sean boyantes -que no lo son-, sino porque Susana Díaz -la más crítica de entre los críticos- pierde la primera posición en Andalucía, donde el PP se impuso por tres escaños a los socialistas, que bajaron dos respecto a diciembre. Con estos mimbres y después de haberse atribuido las victorias en elecciones anteriores, la "reina del sur" tendrá que asumir en primera persona la derrota en su territorio y admitir que su aspiración de hacerse con el liderazgo del partido ha quedado sepultada para siempre. Quiera o no, tendrá que pasar a la reserva.
Si alguien pretende disputar la secretaría general a Sánchez en el próximo congreso federal esa no podrá ser, desde luego, Susana Díaz, si bien ya hay quienes sueñan con un nuevo pugilato entre Sánchez y Eduardo Madina, que esta vez sí logró escaño por Madrid. Todo dependerá de si el ex parlamentario vasco cede a las presiones que, seguro, volverán a ejercer sobre él quienes un día contribuyeron a sepultarle y al siguiente volvieron a jalearle. Pero eso será un capítulo a contar en las próximas semanas. Promete, seguro.
De momento, anoche se truncaron las expectativas de quienes creyeron que el 26-J sería el principio del fin de Pedro Sánchez, un secretario general que si algo ha demostrado en sus dos años de mandato, es que renace como el ave Fenix de sus propias cenizas. La operación diseñada por los críticos en caso de resultado catastrófico incluía una salida a la palestra del mismísimo Felipe González y de la propia Susana Díaz para pedir a Sánchez que diera un paso al lado. Pero saltó por los aires a medida que avanzaba el escrutinio, se disipaba la amenaza del sorpasso y los de Pablo Iglesias no pasaban de los 71 diputados.
Hasta aquí lo orgánico. Sobre la gobernabilidad de España que es lo que en definitiva se votaba, al PSOE no le quedará ahora otra que facilitar un gobierno de derechas a cambio de una abstención condicionada. Salvo en Cataluña Euskadi y Navarra, el PP ha ganado en todas las Comunidades Autónomas, ha crecido 14 escaños desde diciembre y ha obtenido una ventaja de 52 parlamentarios sobre el PSOE. Con este escenario, los socialistas, pueden poner condiciones para dejar gobernar a la derecha, pero le será complicado ejercer algún tipo de veto. De hecho, la suma de PP-CS-PNV ya alcanza 174 escaños. Si Sánchez piensa en una fórmula transversal ya se puede ir olvidando porque el retroceso del partido de Rivera -consecuencia de su acuerdo con el PSOE- no le deja más salida que volver al bloque de derechas. Y al candidato de los socialistas no se le escapa esta circunstancia.
De ahí que tras conocerse los resultados y rodeado de sus más estrechos colaboradores, reconociera sin ambages la victoria del PP y responsabilizara de su crecimiento a la intransigencia y los intereses personales de Pablo Iglesias. Más contenido que la noche del 20-D, el candidato del PSOE dijo no estar satisfecho con el resultado de su marca, pero sí de haber salvaguardado la primacía de la izquierda. Esta vez no habló de resultado histórico ni de intento alguno de formar gobierno.
Como muchos de sus correligionarios, Sánchez sabe que quienes votaron PSOE quizá sólo hallaron una razón para hacerlo, que la marca que más años ha gobernado España en democracia y más conquistas sociales impulsó no desapareciera. Pese a todo, la "reserva emocional" no pasó del 22, 6 por ciento de los votos ni de los 85 diputados, lo que obliga pese a conservar la segunda posición del tablero a una profunda y urgente revisión del proyecto político y orgánico. Lo primero no se resuelve con una conferencia política en 48 horas ni lo segundo en una reunión de líderes territoriales una mañana de sábado.
Los viejos del lugar recuerdan con precisión cuándo se jodió, con perdón, el PSOE, y no fue con Sánchez, sino el día que con Zapatero los Comités Federales se convirtieron en el foro donde se rendía pleitesía al secretario general. Una reverencia tal que llevó a la banalización del máximo órgano del partido entre congresos, convertido en testimonial tras las elecciones directas de líder. Desde entonces todo fue rodando hasta estrellarse. No hacía falta ser un lince para darse cuenta de aquello, pero todos callaron. Y he aquí las consecuencias...