No con Susana
Si las urnas confirman que los gobiernos de un solo color se han acabado en España por muchos años, Felipe González, igual que otros integrantes del Viejo Testamento, apostaría por un entendimiento PP-PSOE que, con la colaboración de Ciudadanos, evitara la voladura del sistema del 78 que tantas veces ha proclamado Podemos. Pedro Sánchez sería -o eso dicen- más manejable que cualquier otro dirigente socialista en ese contexto. Y eso, hoy por hoy, no sería posible con Susana Díaz.
Esta es la historia de una mujer de armas tomar, católica, bética y trianera. Un fenómeno político que echó los dientes en las juventudes socialistas, y hoy a sus 40 primaveras irrumpe con fuerza y determinación en el tablero político. No sólo en el andaluz. Hace ahora un año que pronunció un discurso en Madrid en defensa de la unidad de España y en contra del proceso soberanista de Cataluña que la catapultó como figura emergente de un PSOE en caída libre y con graves problemas de liderazgo político y social. Desde entonces nada se mueve en el socialismo si no es con su anuencia. No en vano es la dirigente con más poder institucional y orgánico, y lo ejerce sin titubeos.
Esta semana que entra, más que nunca, todos los ojos miran hacia ella. Y no es para menos. Con un PSOE por debajo del 20 por ciento de los votos, que se debate entre la tercera y la cuarta posición del tablero electoral en algunos territorios, en Andalucía supera con creces el 36 por ciento y mantiene la primacía. Ya quisieran para sí semejante panorama los socialistas madrileños, navarros, catalanes, vascos, murcianos o aragoneses, entre otros. Porque pese a la fragmentación del voto que avanzan todas las encuestas y que en el Parlamento andaluz permitirá la entrada de nuevas formaciones como Podemos o Ciudadanos, la aritmética anuncia que el PSOE seguirá en el gobierno de Andalucía. Otra cosa será con quién tendrá que llegar o no a acuerdos. Y sobre ello ya hay escrita mucha literatura. Primero porque Díaz se ha conjurado para no hacerlo jamás ni con el PP ni con Podemos, y segundo porque los vientos que soplan entre las élites capitalinas son favorables a que lo haga con Ciudadanos.
Ella, de momento, no atiende interferencias. Ni de quienes, como José Bono, está semana han advertido de que debe ser la dirección federal quien defina la política de pactos ni de quienes desde el poder político, mediático y financiero están por hacer del partido de Albert Rivera la solución al derrumbe del sistema para mantener el actual "statu quo". Está convencida de que su aislamiento del debate nacional y su negativa a que en su campaña participen viejas o jóvenes glorias del PSOE le permitirán gobernar en solitario y con más de 50 diputados.
Ríos de tinta han corrido ya sobre su tensa relación con el secretario general del PSOE, con quien apenas cruzó palabra el pasado viernes en Almería, donde Pedro Sánchez le hizo de "telonero" y un remake de la producción "Yo a Boston, tú a California" con su propuesta de forjar una alianza con él en La Moncloa y ella en San Telmo. Las palabras del secretario general se interpretaron como una provocación a Díaz y a quienes, ajenos a las maniobras que nuevamente se suceden entre bambalinas, pujan con fuerza para que el próximo julio le dispute en primarias el cartel electoral de las generales. La frialdad con la que la andaluza recibió las palabras del número uno dan idea del desprecio que la de Triana siente por el actual inquilino de Ferraz, con quien sólo volverá a coincidir en el mitin de cierre de campaña en Sevilla.
Aunque la noche del próximo domingo 22 el PSOE empezará la cuenta atrás para las primarias de julio y con el resultado de las andaluzas quedará despejada una parte del camino, la verdadera se jugará en mayo, sobre todo si en municipales y autonómicas se confirma la debacle. En ese caso, todos los escenarios son posibles -incluido el del congreso extraordinario-, y los ojos que hoy tiene sobre sí la presidenta de Andalucía se multiplicarán hasta el infinito. Se conocerán entonces también las verdaderas intenciones de una Carme Chacón que se mantiene activa en la reserva y preparada para la contienda. A cuento de qué si no esta semana le preguntaba a un alcalde castellano-manchego, que le apoyó en su batalla frente a Rubalcaba, si seguía contando con su aval y le animaba a empezar a moverse para después de mayo.
Desde la dirección federal no ven más candidato a primarias que Pedro Sánchez, cuyo liderazgo -igual que Felipe González declaró este domingo a El País- poco a poco se va asentando, y no creen que Díaz -también igual que Felipe González- tenga más horizonte que Andalucía. El otrora presidente del Gobierno está más cerca del secretario general que nunca, y en los cenáculos de Madrid cuentan que lo respaldará, con mayor o menor convicción, hasta después de las generales, cuando las urnas confirmen si los gobiernos de un solo color, como pronostican los expertos, se han acabado en España por muchos años. Ante ese escenario, y no es la primera vez que lo insinúa, el exjefe de Gobierno -igual que otros integrantes del Viejo Testamento- apostaría por un entendimiento PP-PSOE que, con la colaboración de Ciudadanos, evitara la voladura del sistema del 78 que tantas veces ha proclamado Podemos. Pedro Sánchez sería -o eso dicen- más manejable que cualquier otro dirigente socialista en ese contexto. Pero si no lo fuera, siempre habría un veterano dispuesto, aunque la operación supusiera, en opinión de la inmensa mayoría del sentir del PSOE, la desaparición de unas siglas centenarias.
En eso andan algunos, con papel y boli, dibujando en los despachos el futuro del PSOE y del país, al margen del sentir de la militancia y de la ciudadanía. Y eso, hoy por hoy, no es posible con Susana Díaz, que es para el PP como el agua al aceite. Por eso, quizá, Felipe González distinguía ayer entre opinión e información, y añadía que en el caso de la baronesa del sur él informaba: "Sé que su compromiso va ser con Andalucía, sin alternativa". Pues eso. Que esta escena, de momento, lleva por título: No con Susana.