Lo que Sánchez quiso y no hizo la noche del 26-J
Del alivio por el pinchazo de Unidos Podemos al llanto por la derrota sin paliativos. El PSOE -no todo- ha cambiado de estado de ánimo en apenas 24 horas. No podía ser de otro modo tras el resultado del 26-J. Doce puntos por detrás de la primera fuerza política y 52 diputados menos es el peor resultado de la socialdemocracia española en décadas. Sánchez lo llevará ya para siempre en su hoja de servicio al socialismo.
Del alivio por el pinchazo de Unidos Podemos al llanto por la derrota sin paliativos. El PSOE -no todo- ha cambiado de estado de ánimo en apenas 24 horas. No podía ser de otro modo tras el resultado del 26-J. Doce puntos por detrás de la primera fuerza política y 52 diputados menos es el peor resultado de la socialdemocracia española en décadas. Sánchez lo llevará ya para siempre en su hoja de servicio al socialismo.
Así que el júbilo por mantener la primacía de la izquierda no es más que un espejismo. El PSOE sigue enfermo de gravedad y lo peor es que no parece dispuesto a profundizar en las causas de su patología. De nuevo, prima la endogamia y la resistencia interna sobre el proyecto político. El secretario general vuelve por sus fueros e intenta ganar tiempo, ocupar los espacios que le permita el nuevo calendario institucional y poner el foco de la derrota sobre el retroceso de los de Susana Díaz en Andalucía. El "sanchismo" disfrutó el domingo con el inesperado escrutinio del Sur tanto como lamentó que en Madrid se consiguiera el séptimo diputado, el puesto que ocupaba Eduardo Madina en la candidatura que encabezaba el secretario general. Temen que si Díaz se resigna sea el vasco quien se decida a medirse de nuevo con Sánchez por el liderazgo.
¿Alguien dispuesto a escuchar el mensaje que los ciudadanos han emitido para el socialismo? No se atisba rastro de vida inteligente en este sentido entre las paredes de la calle Ferraz. ¿Y los barones? De momento, todos replegados a la espera de un Comité Federal que no tendrá lugar hasta el próximo 9 de julio. Entretanto, hay ya jarana por cuál debe ser la posición del PSOE ante la investidura de Mariano Rajoy.
El coro de dirigentes territoriales también desafina en esto. De un lado, los que están por la labor de no impedir un gobierno de la derecha. De otro, los que, como la dirección de Sánchez, no quieren oír hablar de ello. Al menos coinciden en que de momento hay que dejar que sea Rajoy quien tome la iniciativa y esperar pacientes hasta comprobar si Ciudadanos presta o no apoyo, si Rivera está dispuesto a coincidir con PNV y la extinta Convergencia y si el PP logra los 176 votos necesarios. Si depende de los votos del PSOE, Rajoy sudará tinta porque sólo en último extremo y en último minuto los socialistas saldrán en su auxilio para evitar unas terceras elecciones. Hay quórum en que las posibilidades de un gobierno transversal a modo del que intentó Sánchez tras el 20-D con Podemos y Ciudadanos son remotas y en que en ningún caso deben siquiera explorarse.
Claro que esto es lo que bullía ayer porque el domingo por la noche en el despacho de Sánchez se acarició la idea de apelar a las fuerzas del cambio y anunciar su victoria sobre el PP. Alguien echó números y puso en valor que PSOE (85) Unidos Podemos (71) y Ciudadanos (32) sumaban más que la derecha de Rajoy (137). La El propósito fue perdiendo fuerza cuando los inquilinos de Ferraz escucharon las comparecencias de Rivera, primero, e Iglesias, después, reconociendo un fracaso que algunos socialistas no parecían ver. Cuentan que fue el número 9 de la candidatura por Madrid, José Enrique Serrano, quien tuvo que poner en valor la única e inapelable victoria de la noche, la de un PP que creció en votos y en escaños.
Hubo otro esbozo que tampoco llegó a ver la luz y que pretendía una nueva finta orgánica para aprovechar el retroceso del socialismo andaluz. Alguien dijo: "Si convocamos de forma inminente el congreso federal enterramos a Susana Díaz para siempre". La cordura, al final, se impuso por la vía de los hechos porque de haberse llevado a efecto la maniobra el cónclave hubiera coincidido en julio con la constitución de las Cortes, la investidura y la formación de gobierno.
Si hoy Sánchez y Díaz comparten algo es que a ambos les interesa retrasar el congreso federal. Al primero, para ocupar todo el espacio institucional que le permitan las negociaciones postelectorales, la audiencia con el Rey y el debate de investidura. Y a la segunda, para recuperarse del mazazo de las urnas. Poner el foco en la derrota de los andaluces no es más que miopía, pero negarlo roza la ceguera. Al fin y al cabo, la de Triana es víctima de sus prisas y su estrategia. Si en diciembre anotó en su haber el resultado de su territorio y lo contrapuso con el del resto de España, el del domingo ha de apuntarlo en el debe. Las normas que ella misma usó deberían servir para entonces y para ahora.