Gobierno parlamentario o divorcio exprés
Acostumbra a decir un barón socialista que Felipe González, Zapatero o Rubalcaba son gente con historia y que por eso se les puede juzgar. A Pedro Sánchez, no. El secretario general del PSOE carece de anales y de semblanza, y no suele además dar demasiadas explicaciones ante los suyos. 14 minutos de discurso en el Comité Federal del sábado, ni una palabra sobre el tan traído y llevado congreso federal y pocas pistas sobre por dónde discurrirá su línea de acción en las próximas semanas para evitar las temidas nuevas elecciones. De ahí la desconfianza.
Acostumbra a decir un barón socialista que Felipe González, Zapatero o Rubalcaba son gente con historia y que por eso se les puede juzgar. A Pedro Sánchez, no. El secretario general del PSOE carece de anales y de semblanza, y no suele además dar demasiadas explicaciones ante los suyos. 14 minutos de discurso en el Comité Federal del sábado, ni una palabra sobre el tan traído y llevado congreso federal y pocas pistas sobre por dónde discurrirá su línea de acción en las próximas semanas para evitar las temidas nuevas elecciones. De ahí la desconfianza.
¿Con qué Podemos nos vamos a entender? ¿Con el que apoya un gobierno de izquierdas en Valencia? ¿Con el que defiende el soberanismo en Cataluña y Esukadi? ¿Con el que justifica que se líen a puñetazos con un concejal socialista? Todo esto se preguntó Susana Díaz en el cónclave del sábado sin obtener respuesta, y ronda por la cabeza de todo socialista.
Y es que salvo que Sánchez acude a la negociación a tres que esta semana afronta con Rivera e Iglesias "sin líneas rojas", la plana mayor del PSOE desconoce dónde acabará el partido y en qué circunstancias cuando concluya el plazo constitucional para la disolución de las Cortes. Si algo ha logrado desde el punto de vista orgánico el actual secretario general es desdibujar al máximo órgano del partido entre congresos y desactivar el debate interno.
Ora por responsabilidad, ora por cobardía, ora por ser tachado de oportunista, el poder territorial ha decidido callar ante el zigzagueante paso de su secretario general con la esperanza de que fracase toda negociación y que, como escribió en El Huffington Post Juan Carlos Rodríguez Ibarra, no quede otra que preparar al partido para "ofrecer un programa electoral que sea capaz de hacer reconocible a la socialdemocracia en tiempos de crisis, y a esperar resultados".
Pero, hacia dónde irá Pedro Sánchez en el mes que resta hasta la convocatoria de nuevas elecciones. Pablo Iglesias ha aceptado reunirse con Ciudadanos, pero sólo para pedirle que se quite de en medio y no obstaculice un gobierno a la valenciana. Rivera no quiere oír hablar de un tripartito con PSOE y Podemos. Y ni los morados ni lo naranjas están dispuestos a facilitar un gobierno en el que participe el contrario.
Las señales emitidas por unos y otros no son alentadoras, pero en el entorno de Sánchez se vanaglorian de haber logrado la configuración de una mesa a tres que hace un mes era impensable. "No nos levantaremos hasta que lleguemos a un acuerdo", ha dicho Antonio Hernando y repiten con ahínco los "sanchistas" más entusiastas.
Las encuestas de este fin de semana dicen que el PSOE no ganaría un sólo voto en unas nuevas elecciones y, aunque en Ferraz sostienen que recuperarían entre 500.000 y un millón de electores de la izquierda y de la abstención, la mejor opción para Sánchez sería no tener que volver a pasar por las urnas. De ahí que haya vuelto al punto de partida, esto es a intentar un gobierno presidido por él y apoyado desde fuera por Ciudadanos y Podemos con un paquete de reformas legislativas pactada con ambos y el compromiso de una legislatura corta.
Lo llaman "gobierno parlamentario" que es, en palabras de su círculo más próximo, un marco conceptual amplio "áun por desarrollar". Pero es el penúltimo intento de Sánchez para evitar elecciones y al que desde Podemos responden con contundencia: "Aunque sigan inventándose encuestas, aunque llamen a Juncker, Tusk y Schulz o González renuncie a su pasado en los Gal, no vamos a facilitar un gobierno en el que por acción u omisión participe Ciudadanos".
El tiempo apremia y al secretario general del PSOE, aunque experto en el regate corto, se le agotan los plazos y los posibles escenarios, si bien hay uno más que algunos sospechan ronda por su cabeza e inquieta sobremanera en el socialismo: el del divorcio exprés con Ciudadanos a cuenta de la vía catalana que exploran ya el PSC y en Comú Podem. Hay señales de que el primer peldaño para Sánchez es un pacto de investidura y después, el acuerdo de Gobierno y que Cataluña es un asunto a resolver en el segundo escalón, nunca en el primero.
Cuando Susana Díaz entró el pasado sábado por la puerta de la calle Ferraz y habló de la "mal traída línea roja que Pedro ha evitado hoy" se refería precisamente a esto, al rechazo a un hipotético Plan B de la dirección federal para acordar con los soberanistas, y al acuerdo de Granada con el que el PSOE cerró en julio de 2013 su modelo federal para España.
Horas antes, Ibarra lo escribió con más rotundidad: "No salen las cuentas; y si acaso salieran porque los independentistas votaran a favor o facilitaran esa opción con su abstención, entonces pudiera ser que tuviéramos gobierno, pero los socialistas nos quedaríamos sin partido". Pues eso. Que por ahí no pasarán los guardianes de las esencias.
Y eso es lo que ocupó precisamente a la "reina del sur" las 24 horas antes del Comité Federal que pasó en Madrid y que tanto inquietaron a la dirección federal. En lo que Sánchez tardó en preparar sus 14 minutos de discurso, la presidenta de Andalucía ya se había reunido con media docena de ex cargos socialistas, visitado a algún periodista, hablado con un par de empresarios de la comunicación y congregado a algunos partidarios en un domicilio amigo.
El periplo dio pábulo a todo tipo de lecturas, aunque se repite de forma habitual cuando la presidenta de Andalucía llega a la capital acompañada de su séquito. Le adornan muchas virtudes pero no la de la circunspección. De ahí que los "sanchistas" se dedicaran a especular sobre quién fuera el anfitrión de semejante "aquelarre". Lo de menos es el dónde y el quién porque siempre hay un hospedador que pone mensa y mantel para que Díaz intercambie pareceres sobre lo que le conviene o no a España y al PSOE. Si hace dos meses fue en casa de Eduardo Madina y hace uno en la de José Blanco, otras fue en la de Zapatero y en la de José Bono.
P.D. Y hablando de Bono... ¿Acaso alguien cree que el ex ministro de Defensa habló el sábado noche en la Sexta por casualidad y a humo de paja? Nunca. Sigue siendo, junto a Zapatero, el perejil de todas las salsas.