¿Desde cuándo la gente se hace la depilación integral?
Me cogió la mano y la puso en sus genitales sin vello. Impresionante, sin duda. Pero también raro. En la vida después del divorcio, había muchas cosas que no reconocía. ¿Por qué no cambiar mi ritual íntimo tradicional, sobre todo si quería complacer a ese regalo de 1,90 que tenía al lado?
"¿Me tengo que afeitar mis partes?"
Es lo que me soltó mi amiga Lara apoyada en la mesa de un restaurante de un barrio lo suficientemente rico como para que las mujeres se puedan permitir hacerse las ingles brasileñas, pero también lo suficiente conservador como para no poder hablar del tema frente a un filete de tilapia con nueces de pecán.
Después de dos años recuperándose de un divorcio devastador, Lara se había decidido a crearse un perfil en OkCupid y quería saber cómo navegar por la nueva barrera sexual. En cualquier caso, nueva para ella, pues había estado tres décadas con el mismo hombre.
"Quiero decir, ¿es eso lo que esperan los hombres?", me preguntó.
"Básicamente, sí", le contesté.
Antes de divorciarme había visto muy poco porno, pero lo suficiente como para desalentarme por la yuxtaposición chirriante de pechos tan grandes como pelotas y por las regiones púbicas suaves como el culito de un bebé. Di por hecho que los únicos hombres que preferían los labios pelados eran o pedófilos o repartidores de pizza.
Hasta que tuve el primer tonteo post-divorcio con un jugador de fútbol rumano. Él se había quitado todo el vello corporal y quería que yo me depilara la zona que tengo entre las piernas. He de decir que yo me la acicalaba bien, pero nunca me había planteado lo de eliminarla.
"¿No te parecería raro?", le pregunté, cuando estábamos en la cama gozando de un agotamiento bien merecido.
Me cogió la mano y la puso en sus genitales sin vello.
"¿A ti te parece esto raro?"
Impresionante, sin duda. Pero también raro. En la vida después del divorcio, había muchas cosas que me extrañaban, especialmente mi descomunal apetito sexual. Entonces, ¿por qué no cambiar mi ritual íntimo tradicional, sobre todo si quería complacer a ese regalo de metro noventa que tenía al lado?
La depilación brasileña no estaba a mi alcance, así que me compré una bonita cuchilla para mujeres. Una vez en la ducha, tomé aire y me puse la espuma de afeitar en toda mi zona femenina, o al menos hasta donde pude llegar. Después, me recorté lo que me había dejado y me inspeccioné frente al espejo del baño. No sé muy bien qué pensé en ese momento. Desde que tenía 10 años no me había visto así. Pero cuando recorrí la suave piel con mis dedos, me encantó. Y también me encantó ponerme tanga sin tener que preocuparme por los pelos divergentes.
Al rumano también le gustó. Y a los demás hombres que se convirtieron en mis amantes; resulta que la mayoría de ellos también se depilaba. ¿Cuándo cambiaron estos patrones del cuidado íntimo?, me preguntaba. Todos los que conocía, o con quienes había estado con veintitantos años, tenían vello púbico. Y ni siquiera se lo recortaban. Me sentí como La Bella Durmiente, despertando después de dos décadas de sueño ligero para descubrir que todos los príncipes del reino se habían quitado los pelos.
Mejor dicho, todos los príncipes de menos de 50. Por cualquier razón que desconozco, los hombres de más de 50 con los que he estado ignoran esta moda, mientras que todos los que no llegan a esta cifra se afeitan, se hacen la cera o el láser en sus partes íntimas. Cuando todos tus iguales huyen del vello púbico, la depilación integral se convierte en la norma.
Creo que la prevalencia del porno ha cambiado la forma en la que consideramos el vello púbico: asociamos la falta de vello a la gente sexy. Si las estrellas del porno lucieran una mata salvaje, puede que nos lo dejáramos al natural. Una amiga mía lesbiana me dijo que quería dejarse el suyo crecer desde que había visto una película francesa en la que las actrices tenían un matorral entre las piernas. Ella se había hecho la electrólisis de joven para no tener que preocuparse del área del bikini, y ahora estaba frustrada porque no era lo suficientemente velluda.
Yo ya no veo raro lo de ir sin pelo, ni me trago lo de que los hombres que prefieren a las mujeres depiladas o son unos pedófilos o no toleran estar con su igual. Me encanta el aspecto y la sensación de la suavidad de los genitales de un hombre, aunque no tengo ningún interés en acostarme con chicos, ni en estar con alguien de un nivel intelectual y psicológico diferente al mío.
Elijo ir sin vello porque me siento más limpia, y más relajada al no tener que preocuparme por los pelos errantes del bikini. Además, prefiero dar y recibir sexo oral cuando sólo hay labios y lengua en la piel.
También es verdad que nadie debe dejarse llevar por las modas íntimas. Lo que tengas o no tengas entre las piernas puede hacerte más sexy en algún momento. Pero la esencia del atractivo sexual es algo indefinible, y es ese algo lo que dura para siempre.
Traducción de Marina Velasco Serrano