¿Vuelan los coches de Uber?
He oído que los taxistas se ponían en huelga contra los cambios tecnológicos. Igual que los monjes cuando llegó la imprenta o los repartidores de postales navideñas cuando las felicitaciones son memes por whatsapps, me dicen que la profesión de llevar pasajeros en un coche por la ciudad ha quedado obsoleta por una nueva tecnología.
¿Cuál será esa tecnología? Puede que al contratar un viaje en Uber o Cabify unos drones entren en tu casa por una ventana, te agarren de los hombros y te lleven volando por encima de los atascos a tu destino. Otra opción más cercana a la ciencia ficción sería la de poder utilizar el teletransporte. ¿Habrá inventado Travis Kalanick los portales de teletransportación?
Sin embargo, la realidad parece menos parecida a Star Trek. En lugar de drones, aparece un Skoda negro con las ventanas tintadas, conducido por un humano. El Skoda funciona con un motor diésel que transmite el movimiento a las ruedas a través de los engranajes de una caja de cambio. La caja de cambio la acciona el humano pisando un pedal de embrague. Con otro pedal acelera y con un volante dirige el movimiento del Skoda.
En resumen, la misma tecnología que un taxi. Bueno, no exactamente la misma. Peor. Hay más coches eléctricos o híbridos entre la flota de taxis que entre la de Uber y Cabify. Además, los taxis solo pueden ser modelos homologados por la Administración, mientras que no existe normativa para los de Uber y Cabify. ¿Cambios? Sí, algunos. El conductor del Skoda cobra mucho menos que un taxista. Ahora es un precario. Las tarifas no son fijas ni las pone la Administración. No son un transporte público, los usuarios ahora son clientes y no pueden reclamar ante la Administración, sino ante el servicio de atención al cliente de una empresa.
Ni un avance tecnológico, porque hoy también se puede contratar taxis por aplicaciones de móvil. Pero sí cambios en las relaciones sociales. Dos multinacionales quieren parte del pastel que hoy se reparten más de 10.000 microempresarios en Barcelona. En la Barcelona turística, en el Madrid financiero, los turistas o los hombres de negocios llegan en aviones y touroperadores en manos de multinacionales, aterrizan en aeropuertos en manos de multinacionales (el 49% de AENA se privatizó fraudulentamente), duermen en establecimientos (o peor aún, en viviendas turistificadas) en manos de multinacionales, comen en restaurantes de grupos en manos de multinacionales. Toda la cadena de valor del turismo está ya en manos de fondos de inversión o de multinacionales. ¿Toda? No, un grupo de casi 70.000 irreductibles taxistas lleva pasajeros en Madrid, Barcelona, Palma, Málaga, Tenerife, etc. Una golosa aldea gala que desean Cabify y Uber.
Dirán que son economía colaborativa. Luego que son una nueva tecnología. Más tarde que es un problema de competencia. Pero la realidad es que es neoliberalismo. Quieren precarizar el trabajo para llevarse una parte de pastel. Eso sí, sin levantarse a las 5 de la madrugada ni tener que conducir toda la noche. Venture capital, start up o precarización y explotación del trabajo ajeno.