El precio del "no a la guerra" en Rusia
Miles de personas en Rusia se han manifestado en contra de la invasión en Ucrania, muchas de ellas lo están pagando con la cárcel o el exilio.
La llamada a filas que anunció el presidente ruso, Vladimir Putin, en un discurso por televisión el pasado miércoles ha encendido todas las alarmas en los movimientos contrarios a la invasión de Ucrania. Muchos han pensado ahora que es el momento de huir del país para no ser reclutados, pero el gimnasta de 22 años Maxim Kurmaev lo tuvo claro desde que escuchó con lágrimas en los ojos las primeras declaraciones del líder ruso anunciando la operación militar en territorio ucraniano el pasado 24 de febrero.
“No podíamos ocultar nuestro desacuerdo con la guerra, el único remedio era abandonar Rusia”. Maxim estaba convencido de que en ningún caso quería enfrentarse a sus “hermanos ucranianos”. El estallido de la guerra coincidió con el final de su etapa universitaria, momento en el que los hombres son llamados a hacer el servicio militar. Así que él, su mujer y su hija de apenas un año salieron de Rusia el día antes que cerraran los aeropuertos. El miedo a ir a la cárcel dos años, la pena que se impone a los que se niegan a alistarse, pesó más que perder el gimnasio y la casa donde vivían.
“El anuncio de movilización solo empeorará la situación, la guerra durará más y habrá más bajas en ambos bandos. El gobierno ruso actual es un peligro para el mundo y para su propio pueblo que está siendo intimidado”, le cuenta al Huffington Post en un castellano más que correcto, el que le enseñó su abuela debido a sus orígenes sefardíes.
Ahora Maxim intenta reconstruir su vida junto a su familia en un centro de acogida de la Cruz Roja en la Comunidad Valenciana, donde convive con decenas ucranianos que han huido por el mismo conflicto. Y en lo que podría verse como una forma de reparación con siglos de retraso, más de 500 años después de la expulsión de sus antepasados de España, afronta el futuro en nuestro país con incertidumbre, pero al menos con la seguridad de no tener que empuñar un fusil contra nadie.
Sin embargo, España no está siendo un destino prioritario para quien que huye de la represión del gobierno de Moscú, reforzada por el conflicto en Ucrania. Según datos recogidos por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), 258 personas procedentes de Rusia habrían pedido asilo en España durante los siete primeros meses del año. Esto supone una cifra muy por debajo respecto al año anterior en el que se presentaron de media 145 peticiones al mes.
Las voces silenciadas
Tras el comienzo de la invasión, la policía rusa llegó a detener a más de 16.000 personas por infringir entre otras leyes, la normativa de reuniones públicas. Amnistía Internacional ha recogido la historia de diez personas que se encuentran detenidas por sus críticas contra la guerra. Para la organización de derechos humanos más de 200 personas se enfrentan ahora mismo a un proceso judicial por delitos de un código penal diseñado, según la organización de derechos humanos, para silenciar las opiniones contrarias a la invasión de Ucrania.
Entre ellas están los opositores como Aleksey Gorivov, político desde la década de los 80, cuando apoyó los cambios democráticos en la Unión Soviética, e Ilya Yashin, quien encabezó protestas y difundía sus opiniones a través de un canal de youtube. O perfiles más discretos, como el Viktoria Petrova, una simple usuaria de redes sociales donde discutía con sus amigos sobre la guerra y compartía videos del frente.
Otra de las voces ya silenciadas en la cárcel es la de Marina Ovsyannikova, la trabajadora de la televisión estatal, cuya imagen interrumpiendo un telediario con un cartel contra la guerra dio la vuelta al mundo.
Tras huir a Alemania, Marina volvió el pasado julio a Moscú para llevar a cabo una protesta individual cerca del Kremlin con carteles en los que se podía leer “Putin asesino”. Al día siguiente fue llevada a declarar y desde entonces permanece en arresto domiciliario.
La variedad en los perfiles de los represalidos muestra hasta qué punto ha sido eficaz la mordaza a cualquier tipo de oposición pública. También han sido encarcelados Dmitry Ivanov, estudiante de informática y miembro del grupo de derechos humanos de la Universidad de Moscú; el sacerdote ortodoxo Ioannn Kurmoyarov, que denunció la invasión en un canal de Youtube y en redes sociales; la conocida activista y política Vladimir Kara-Murza o el prestigioso abogado Dmitry Talantov, de 61 años, quien habría tenido que dormir durante varias noches en un banco durante su detención en comisaría.
Pero la cárcel no ha sido la única forma de represión. La periodista Maria Ponomarenko fue ingresada durante semanas en un centro psiquiátrico tras hacer públicas sus opiniones sobre la invasión a Ucrania. Al igual que la artista de San Petersburgo Aleksandra Skochilenko, que cambió las etiquetas de los precios en un supermercado por información sobre la invasión en Ucrania, como el bombardeo a una escuela en Mariupol.
Fuentes cercanas a Ponomarenko aseguran además que fue obligada a inyectarse una droga sin saber qué era, mientras que durante su arresto a Skochilenko le dieron la misma comida que al resto a pesar de ser celiaca.
Otra de las voces que el Gobierno de Putin ha querido silenciar es la del opositor Aléksei Navalny, pero éste ha conseguido desde la cárcel comentar los últimos acontecimientos de esta semana desde la página web de su fundación. “La guerra criminal de agresión que se está llevando a cabo sigue empeorando. Y Putin está tratando de involucrar a la mayor cantidad de gente posible, quiere que cientos de miles de personas se manchen de sangre. Por supuesto, esto conducirá a una gran tragedia, a una gran cantidad de muertes, y a buen seguro no traerá nada bueno”, declaró.
Movilización sí, pero de manifestaciones y huidas
La maquinaria de reclutamiento no tardó ni un día en ponerse en marcha. Solo un día después del anuncio, la televisión Nexta mostraba estas imágenes de los nuevos integrantes de la ofensiva rusa en la región siberiana de Yakutia.
Pero el anuncio ha provocados otros dos tipos de movilización muy diferentes al que esperaba el mandatorio ruso. Miles de hombres buscando todo tipo de formas para salir del país por tierra y aire, y un nuevo levantamiento en protestas por todo el país contra la invasión.
A las pocas horas de la emisión del anuncio de Putin, se agotaron los vuelos para salir de Rusia a los pocos destinos donde no se exige visado, según información de Reuters. Pero la huida va mucho más allá de los aviones. En las últimas horas han circulado videos de importantes atascos en zonas fronterizas, protagonizados supuestamente por hombres que huyen del reclutamiento obligatorio en Georgia, Mongolia y Kazajistán.
La difusión de estos vídeos en redes sociales, aunque sea en grupos privados, es una herramienta más contra el discurso triunfalista del gobierno de Putin.
Tras las manifestaciones de la noche del miércoles en las que cerca de 1.500 personas fueron detenidas, las autoridades rusas han encontrado una forma particularmente cruel de castigar a los manifestantes y han empezado a enviarles los documentos de alistamiento en el ejército. ¿Qué mejor castigo para quienes se manifiestan contra una invasión que obligarles a participar en ella?
Mañana sábado el movimiento pacificista Vesná ha convocado una nueva protesta contra la movilización parcial decretada por el presidente Putin. “Pronto miles de nuestros hombres serán enviados al frente. ¡Podemos y debemos pronunciarnos en contra!”, animan desde su canal de Telegram el grupo que convocó las protestas del miércoles, según informa EFE.