Dos años de residuos en dos tarros: cómo una pareja consiguió vivir sin plástico
"Es verdad que no vas a cambiar el mundo pero a nivel personal supone vivir según tus principios".
En cualquier casa, es habitual tener que bajar la bolsa del plástico para reciclar al contenedor cada pocos días, pero no es así en la de Patri y Fer. En agosto de 2015 se propusieron vivir sin plástico y, poco a poco, introduciendo cambios en sus hábitos, lograron desterrarlo casi al completo de sus vidas. Prueba de ellos son los dos recipientes de la fotografía. “Al principio nuestro reto era que cupiesen todos los plásticos desechables de un año en un tarro. Al final nos cupieron los de dos”, cuenta Patri.
Fue ella quien propuso a su pareja intentar reducir el plástico cuando hacían la compra. “Cada vez que volvíamos del supermercado empezábamos a quitar envases y llenábamos prácticamente una bolsa. Sabíamos que no se recicla bien, que provoca muchos problemas a los animales, la contaminación marina y tal. Al principio pensaba que no podía hacer nada, porque si los supermercados envasaban así, no era cosa mía, pero luego vi personas en Estados Unidos que vivían sin utilizar nada de plástico desechable”, recuerda.
Además de ser su inspiración, le dio “envidia”: “Pensé ’si en Estados Unidos, que es la cuna de la cultura de usar y tirar, se puede vivir sin generar esos residuos, por qué no, voy a intentarlo”. Su pareja en un principio se negó pero luego se subió al barco. “Nos lo tomamos como un juego y fue bastante divertido”, asegura Patri.
Para compartir su experiencia y comprometerse a no abandonar a la primera de cambio, abrieron Vivir sin plástico, una web en la que cada semana ponían la foto de todos los plásticos desechables que habían utilizado puestos en una mesa. Con el paso del tiempo, cada vez había menos elementos en la imagen.
El primer cambio que hicieron fue dejar de comprar en supermercados. “Al principio íbamos intentando comprar diferente. Ahora están cambiando, pero cuando nosotros empezamos, dejamos de ir y cambiamos a fruterías y mercado de abastos”, explica. También, por supuesto, procurar llevar siempre sus bolsas a la compra, aunque las primeras semanas reconoce que se les solía olvidar.
“Después investigamos por tiendas a granel dónde podíamos comprar las cosas secas, como legumbres, frutos secos o especias. Más adelante también todo el tema de la cosmética sólida y los detergentes”, agrega. A día de hoy, no compran nada envasado en plástico, aunque no son “superestrictos”.
Hay ciertos casos en los que no les queda más remedio que generar algún desecho plástico: “Si te pones malo y tienes que utilizar medicamentos, es lo que hay. O los test de antígenos. Y luego por ejemplo el aceite, compramos en vidrio pero te viene con un dispensador de plástico, cosas así”.
Los cambios en su casa saltan a la vista: en su alacena lo ponen todo en tarros de cristal reutilizados, “no están las típicas bolsas cerradas con una pinza de arroz o de pasta”, destaca Patri. Su baño también está muy despejado, casi minimalista; allí no hay botellas: “Tenemos champú sólido, un suavizante sólido, el desodorante también”.
A lo que no tuvo que adaptarse fue a cambiar sus productos de higiene femenina, puesto que ya de antes utilizaba la copa menstrual —una puede durar 10 años—: “Para mí fue un cambio estupendo, aparte de por los residuos por la comodidad, los productos desechables los veo más sucios que la copa. Hay personas a las que no les va bien pero ahora mismo hay hasta bragas menstruales y un montón de alternativas más ecológicas”. Como indica, tampones y compresas “no son reciclables ni tratables”.
En cuanto a los productos de limpieza, como al principio no encontraban muchas alternativas, comenzaron a hacerlos ellos mismos caseros. “Como ya han surgido marcas que son ecológicas y sin plástico ya no, por comodidad”, admite. En el proceso, se dieron cuenta de que antes tenían un producto para cada cosa, “que si para el suelo, que si para la vitro, suavizante para la ropa...”, cuando “realmente con jabón sólido, de este casero de la abuela, vinagre, limón y bicarbonato puedes limpiar prácticamente todo”.
A lo que no ha renunciado es a comprar el café que le gusta en un paquete que contiene plástico, pero porque sabe que genera el mismo residuo que si lo adquiriera a granel, pero en general no echa de menos nada. “Hay algunas cosas que es verdad que no compramos, como los frutos rojos, que siempre los venden en cajitas de plástico, y eso da un poco de rabia, pero antes tampoco los comprábamos mucho”, señala.
Ese cambio de estilo de vida lo hicieron “muy de repente”, pero se les hizo ameno con sus piques: “Nos lo tomamos como algo divertido, salir de la rutina, descubrir tiendas nuevas o productos. Hacíamos apuestas entre los dos a ver quién generaba menos, o si estábamos en la playa nos poníamos a ver quién recogía más plásticos”.
“Es como hay que tomárselo”, defiende la cocreadora de Vivir sin plástico. “Desde la culpa o la penitencia puede ser un sacrificio tremendo, pero si te lo tomas cambiando poco a poco y divirtiéndote por el camino, es un aliciente”. Añade que darse cuenta de que cada vez necesitaba consumir menos para ella fue una liberación. “Para mí el cuarto de baño es una maravilla, cuando voy a los de amigos y veo todo lleno de botes me agobio”, apunta, y añade como ventajas que es más fácil de limpiar y la “paz visual”.
“Lo que tiene vivir sin plástico es que te das cuenta de que hay un montón de cosas que no necesitas y dejas de comprar por inercia”, subraya. ¿Y compensa al bolsillo? “Depende del nivel de compromiso al que quieras llegar”, responde. En su caso, cree que se han quedado igual: “No creo que salga ni más caro ni más barato”. Hay gastos de los que se han quitado, como de la comida ultraprocesada que “casi toda viene en plástico”, pero “es verdad que hay otras cosas que te salen más caras, como la cosmética sólida”.
La pareja optó por enfocarse en reducir la cantidad de plástico que entraba en su casa más que en el reciclaje porque, en su opinión, esto último “alarga la vida útil un poquito de ese plástico, pero va a acabar en el vertedero”. “El reciclaje de plásticos es muy complicado. Están categorizados en siete números, pero realmente los que se reciclan bien son el 1 y el 2. El reciclaje consume muchísima energía, no es muy eficiente”, argumenta.
Hace años eran de los pocos que acudían a comprar fruta o verdura con sus propias bolsas reutilizables y hoy en día es más común verlas en los establecimientos. Como vaticina Patri, en un futuro no muy lejano veremos otros avances, como por ejemplo, secciones a granel obligatorias en los supermercados por la Ley de residuos. “También se está empezando a ver cosmética sólida, que me parece interesante que esté en los supermercados porque en realidad el 80% de la población compra en ellos y es importante que hagan cambios grandes”, apostilla.
Aunque al principio las personas de su entorno les desanimaban, con comentarios del tipo ‘para qué, si eso no sirve de nada, no vais a cambiar el mundo’, le han metido el gusanillo a la mayoría. “Hay gente que más y gente que menos, pero en general creo que casi todos mis amigos han reducido sus plásticos”, resalta.
“Al principio creo que tenían un poco de incredulidad, pensaban ‘vais a durar dos días’. Es verdad que no vas a cambiar el mundo pero a nivel personal supone vivir según tus principios”, comenta Patri, que no se lo tomó como una obsesión, sino como hacer lo que estuviera en su mano para reducir residuos que le parecían “innecesarios y dañinos”.
Para quien quiera probar su camino, recomendaría guardar la bolsa donde se va almacen en casa el plástico para reciclar durante unos días y, antes de bajarla al contenedor, mirar qué contiene. “Y luego, de todo lo que tienes ahí, pensar qué sería lo más sencillo reducir”, aconseja. Si por ejemplo hay muchas botellas de agua, plantearse poner un filtro en el grifo de casa. O si hay muchas bolsas de la compra, poner una reutilizable al lado de las llaves.
“Poco a poco, cuando tengas eso dominado, pasas al siguiente paso. ¿Que tengo muchas bolsas de ensalada? Pues voy a la frutaría y voy a intentar acordarme de comprar lechuga allí”, sería lo siguiente, además preguntarse, antes de comprar algo de verdad se necesita. “Realmente entre el 60 y el 80% de los plásticos son fácilmente evitables”, enfatiza.