Vivir en una realidad paralela
Una vez más la política y los poderes públicos puede que lleguen tarde.
Cada día es más complicado diferenciar entre lo real y la ficción, y más en un
contexto como el actual en el que acontecimientos como la pandemia del
covid-19 y la invasión de Ucrania están superando el guion de muchas
películas de ciencia ficción. Si a esto le unimos la distorsión de la realidad
provocada por el triunfo de la posverdad y las fake news, nos encontramos en
un entorno donde será cada vez más complicado diferenciar si lo que vivimos
es real o no.
Las fake news y la posverdad triunfan en gran parte al aprovechar las emociones del ser humano con relatos bien cocinados que buscan manipular la percepción de la realidad a través de los sentimientos. Se lo hemos puesto muy fácil a los manipuladores de la verdad: cada día vertemos en nuestros perfiles de las redes sociales y en la navegación por Internet nuestras opiniones, inquietudes, deseos, sentimientos, sensaciones, emociones y percepciones, sin pararnos a pensar el uso que pueden hacer de esta valiosa información aquellos que tienen acceso a ella y cuentan con herramientas para procesarla.
La deriva en la que ha entrado nuestra sociedad, que favorece enormemente la manipulación de los ciudadanos debido al conocimiento que se ha adquirido sobre sus motivaciones e inquietudes a través de información expuesta voluntariamente y de las nuevas herramientas que permiten analizar y segmentar casi hasta el infinito, se puede acelerar en los próximos años, con consecuencias que aún son imprevisibles. La realidad que ahora vivimos en el mundo digital en gran parte se da en un plano 2D, pero a gran velocidad esto se irá convirtiendo en un mundo en 3D en el que nuestras percepciones y las emociones se incrementarán exponencialmente. Estos mundos virtuales serán controlados por entidades privadas y serán diseñados buscando su mayor beneficio.
Esto ya lo viven muchos jóvenes (y no tan jóvenes) que pasan muchas horas en videojuegos, en plataformas cada vez más avanzadas que utilizan la realidad virtual para incrementar las sensaciones y las emociones provocadas por el juego. Todo este mundo se va a extender a otros ámbitos durante los próximos años con el impulso de los metaversos; entornos virtuales en los que los humanos interactúan social y económicamente sin necesidad de salir de casa. La interacción humana se va a dar, cada vez más, en el espacio virtual, con consecuencias irremediables derivadas del aislamiento y alienación provocadas por estos entornos...
A estos metaversos solo podrá acceder una parte de la población porque estará condicionada por sus recursos económicos y necesidades de conectividad, que deberá ser muy potente para aprovechar todos los recursos que pondrán a nuestra disposición. Esto será otra fuente de desigualdad y desequilibrios.
Una vez más la política y los poderes públicos puede que lleguen tarde. Si no somos conscientes de esa nueva realidad que se avecina y no somos capaces de prever sus consecuencias, puede que estas sean irreversibles. La revolución digital está llevando a que, corporaciones privadas con pocos años de vida, adquieran una enorme influencia y poder económico, en muchos casos mucho más que los Estados. Esto ha llevado a muchos divulgadores a advertir incluso de que en el futuro los Estados serán sustituidos por las grandes corporaciones empresariales.
La izquierda no tiene que hacer una lectura negativa del futuro que vamos a
tener que afrontar, debe entender la realidad que viene y aprovechar las
instituciones públicas para regular las nuevas realidades, no para poner
puertas al campo, porque no servirá de nada, sino para aprovechar los cambios
y la tecnología en beneficio de la mayoría de la población. Hoy estamos a
tiempo, mañana será tarde.