Vidas paralelas
Yo sufrí un cese y no solo no fui restituido en mi puesto, sino que me impusieron una sanción de 10 días. Suerte tiene Pérez de los Cobos.
Tenía pensado, al hilo de la novísima patada en la puerta, hacer algunos comentarios retrotrayéndome a la controversia que introdujo el juez Perfecto Andrés Ibáñez frente a Corcuera para concluir, como hipótesis de trabajo, que hoy habría dos cuestiones a poner encima de la mesa: la primera sería superar la terminología “Fuerzas” cuando nos referimos a la Policía, y la segunda, que en la Escuela de Policía sean muy valorados los estudios de constitucionalismo para que, en ningún caso, pueda inducir a error lo que es y significa la inviolabilidad de domicilio. Semántica y derecho, junto con una nueva ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad son los ingredientes para una mejor acción policial. Tendré que ahondar en estas reflexiones otro día.
El caso Pérez de los Cobos, del que ya escribí en este medio y al que titulé Falta de confianza, merece una especial atención. Insinuaba en aquella ocasión, antes de las versiones del ministro del Interior, que el motivo del cese del coronel podía estar en la filtración a un medio de comunicación del famoso informe que cuestionaba al Delegado del Gobierno en Madrid José Manuel Franco. El problema para mí no era haberle cesado. El problema era haberle nombrado, sabiendo que el señor Pérez de los Cobos venía de realizar la dirección policial, más que censurable, en el famoso 1 de octubre, que como se está constatando, ha dado material de primera magnitud al mundo independentista.
Desde la Dirección de la Guardia Civil, en lugar de abrir una investigación para determinar quién fue el causante de la filtración (hecho más que demostrable) se optó por una fórmula ambigua: no dar cuenta de las investigaciones y por falta de confianza. Alguien pensó, seguramente, que la evaluación de daños hacia la institución era mucho menor utilizando la falta de confianza como argumento que iniciar un expediente disciplinario. El ministro se habrá dado cuenta de cómo juega el adversario. Preguntas en el Senado y en el Congreso de los Diputados, titulares en los periódicos afines, querella de Vox, etc. Lo dicho: un error, su nombramiento.
Nos seguimos haciendo la siguiente pregunta: ¿Por qué la juez del caso 8-M no utilizó a los funcionarios de la policía judicial adscrita a los juzgados? Me parece lógico que conocido el informe por los medios, se pregunte a la cadena de mando por dicho informe, máxime cuando su redacción no se correspondía con el prestigio que se presupone deben tener unos peritos. Cesado y bien cesado el coronel, se produce el recurso. Y como dice el comisario honorario Marhuenda —a mí no me quisieron dar eso honor—: “Aún quedan jueces honestos en Berlín”. Frase atribuida a Federico II el Grande, tercer rey de Prusia. Muy utilizada cuando interesa resaltar la prevalencia del poder judicial y este nos da la razón.
Suerte tiene Pérez de los Cobos que haya jueces honestos y periodistas de la talla del director de La Razón. Yo sufrí un cese y no solo no fui restituido en mi puesto, sino que me impusieron una sanción de 10 días. El que suscribe (coletilla muy policial) tenía la categoría de comisario principal en la policía, algo parecido a lo de coronel en la Guardia Civil. Lo voy a contar, aun reconociendo que pueda parecer narcisista, para que se entienda mejor la cuestión y pueda servir de ejemplo.
Lo primero que hacen es marcarte, y así, en un reportaje en la revista Época (Intereconomía Corporación) titulado Policías del PSOE, se decía lo siguiente: “Félix Alonso, comisario-jefe del Tribunal de Cuentas fue denunciado en su día por los sindicatos por una gravísima incompatibilidad. Cuando estaba al frente de la comisaría de Pozuelo, ejerció durante más de un año también como presidente de la Federación Socialista de municipios del Norte. Se le abrió un expediente que se resolvió en una falta leve de dos días de suspensión de empleo y sueldo, sanción que no llegó a ejecutar porque la dejaron prescribir”.
Intenté hablar con Juan Delgado, firmante de la información, para decirle que nada era cierto, que no existía la Federación del Norte, que no fui sancionado, y en fin, que yo estaba en el Tribunal de Cuentas antes de que el PSOE ganara las elecciones. No hubo manera. Así quedó la cosa, junto con otras que no merece la pena contar. Sería redundante.
Cosidó, el del mensaje, director de la Policía, decidió cesarme. Pedí, como es obligatorio, que en el escrito de comunicación del cese se indicara el motivo. No querían. Me negué a firmar hasta que se me dijera el motivo. La resultante: suspensión por 10 días de empleo y sueldo por desobediencia. Me lo tomé como un halago que me convirtieran en el Thoreau de la policía. Que otra cosa podía hacer, recurrir sí, pero tuve la mala suerte de que no encontré el juez honesto de Marhuenda.
Los funcionarios del Tribunal de Cuentas, los socialcomunistas, claro, me regalaron en la despedida Las Flores del Mal, de Charles Baudelaire. Edición ilustrada por Eduardo Arroyo. Al poco tiempo, me llegó la jubilación y ahora, entre otras muchas ocupaciones, me dedico a descifrar el Paraíso Perdido de Milton: “of desobediencie; firm they might hare stood” (“No obedecer, paga a un alto precio”). Libro VI. ¡Qué suerte tienen algunos con encontrar jueces honestos!